El método asambleario y la acción directa se va abriendo camino contra la verticalidad del gobierno de partidos y los viejos sindicatos. En los barrios y los cortes de ruta, en escuelas y hospitales, las universidades y los muelles. En las Asambleas de Quito y los Cabildos Abiertos del Alto en Bolivia. En Caleta Olivia y en el Conurbano Bonaerense de Argentina. Entre los blancos y negros, los indígenas y mestizos. En el estado y la actividad privada, los servicios y la industria. Con el obrero okupa y el vendedor ambulante, los artistas y las putas. En el campo y la ciudad, en astilleros y el transporte. Entre la juventud y los adultos, los desocupados y los ocupados. Entre los viejos y los chicos, los sexos y los géneros. Sean estudiantes y analfabetos, precarios y registrados. Donde nace la asamblea muere un poco el patrón y el estado. Cuando las asambleas decidan sobre el destino social de la vida se habrá terminado con el capitalismo.
Colectivo Nuevo Proyecto Histórico
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La Soberanía Asamblearia:
Registrados y precarios, estatales y privados, okupas y sin salario.
“Pero se ha de recordar,
pa hacer bien el trabajo,
que el fuego, pa calentar
debe ir siempre por abajo.”Martín Fierro.
“La ley nos burla y el Estado
oprime y sangra al productor,
Nos da derechos irrisorios,
no hay deberes del señor”.
Estrofa de La internacional.
Dedicada a la Comuna de París, 1871.
“Estados Unidos tiene centros de detención clandestinos como tuvo la Argentina”.
Reed Brody, Human Rights Watch, 28/4/05.
“El poder come miedo (…) El miedo distrae y desvía la atención
(…) en realidad, el poder se mira al espejo y nos asusta contando lo que vio. Peligro, peligro, grita el peligroso”.
Eduardo Galeano, 11/4/05.
Señales y Rumbos:
1.- UN VIAJE DE IDA PARA LA MULTITUD. DESTINO FINAL: PRECARIADO Y PRISIÓN.
2.- ESTUDIANTES: DE CASA A LA ESCUELA, Y DE LA ESCUELA A LA ASAMBLEA Y EL PIQUETE.
3.- MONEY, MONEY AL CALOR DE KIRCHNER.
4.- VIEJO Y NUEVO SINDICALISMO.
5.- LA AUTONOMÍA SE EXPANDE CONTRA LAS JERARQUÍAS, EL CAPITAL Y EL ESTADO.
A la memoria de Mariana Márquez, madre de Liz, asesinada en Cromañón.
A Gabriel Roser del MUP preso político de Kirchner.
A las presas y presos de la Legislatura capital-parlamentaria.
A los que luchan y a los muertos que lucharon.
A los rebeldes procesados por la justicia mercantil.
A todas y todos los que construyen en el mundo entero el cambio social anticapitalista.
3.- MONEY, MONEY AL CALOR DE KIRCHNER.
“Como Presidente y militante de toda una vida tomé la causa de los derechos humanos como una causa propia y de todos los argentinos”.
Presidente Néstor Kirchner, 26/5/05.
“Estamos de acuerdo en que queremos una economía capitalista”.Senadora Cristina de Kirchner, 30/5/05.
“El gobierno tiene mucho que ver con esta nueva realidad empresaria. El presidente tiene razón, nuestros balances reflejan que nos está yendo mucho mejor. Pero por eso mismo pedimos más”.
Héctor Méndez, presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), 22/5/2005.
Por cierto que resulta una obviedad decir que siguen existiendo los patrones. Pero el empresariado argento como una clase con protagonismo autónomo en el mundo de los negocios universales es una especie en extinción. La mayor productora de cemento nativa, Loma Negra, de Amalia Lacroce de Fortabat fue vendida al grupo industrial Camargo Correa. La siderúrgica Acindar de la familia Acevedo pierde el control de la firma a manos de su capitalizadora brasilera la empresa Belgo Mineira. Pecom energía, la principal petrolera argentina privada de Goyo Pérez Companc fue engullida por la estatal Petrobras de Brasil. El propio vicepresidente del Brasil se sacó el gusto de quedarse con una de las joyas textiles argentina: la fábrica de toallas Grafa. Si le quedaba alguna cuota de honor burgués a los grupos económicos argentinos, terminó triturado bajo la humillación de caer bajo las fauces de otra burguesía latina: la brasilera. Mientras tanto, el posfordismo del trabajo inmaterial, sigue impertérrito, empleando más personas en el comercio que en la industria.
El apetito del trabajo pasado posfordista, se satisface, con la presente acumulación originaria de capital que toca su límite; luego de descargar, básicamente, sobre el espinazo y las neuronas de los nuevos operarios industriales, los obreros de la construcción y todo el precariado, un nuevo ciclo de acumulación primitiva de capitales a gran escala. Un obrar humano que sostiene, con trabajo vivo y salarios miserables en su forma de capital circulante; al cadavérico trabajo muerto, y capital fijo, preeminente del posfordismo.
La subordinación real del trabajo en el capital, va yuxtapuesta, y es dominante, sobre la subordinación industrial formal del trabajo en el capital. Aún hoy, después de tres años y medio de devaluación de los ingresos; del patrón industrializador, keynesiano y peronista no hay noticias, y no las habrá. Lo mejor para el capital ya pasó. La fuerza de trabajo con su lucha frena la profundización de la expoliación. Según el INDEC, ahora la industria emplea a 1.871.000 personas y la construcción a 1.100.000; pero las palmas se la lleva el comercio con 2.851.000 trabajadores. Por lo tanto, desagregadamente, se mantiene el modelo posfordista donde el capital le otorga preeminencia a la distribución del empleo en la esfera de la reproducción y no de la producción de valor. A la oferta y no a la demanda. A la circulación y no al consumo. Posfordismo crudo y puro.
Con Kirchner los dueños de la Argentina de los ´90 desaparecen uno tras otro, ocupando su lugar, otro bloque de poder. Como antes con Menem feneció el nuevo poder económico de los ´80 de Alfonsín. Arrasados por la competencia, los grandes burgueses de cabotaje se desprenden de sus firmas, y fugan lo que reciben por sus ventas a los paraísos fiscales. Otros se transforman en empleados de las mega corporaciones mundiales, gerenciando las que fueran sus industrias. Y los más inquietos por la cuestión social distraen unos milloncitos montando ONG´s de todo tipo, para financiar, la caridad burguesa.
La pequeña y mediana burguesía nacional no es menos explotadora que su hermana mayor en decadencia. Ellas fueron las responsables de crear el 93 por ciento de los puestos de 2003 y 2004. Y también son las culpables de que estos trabajos sean precarios y en negro en un 70 por ciento. Las firmas más grandes tienen un mayor componente de trabajo muerto como tecnología, una mayor inclusión del trabajo de las generaciones anteriores como maquinaria y capital fijo. Vale decir: mayor es la empresa, menor es el trabajo vivo. Y menor es la firma, mayor es el trabajo vivo. En las firmas más grandes queda acantonado lo que resta del 25 por ciento de la fuerza obrera sindicalizada con leyes protectorias fordistas y mejores sueldos. Mientras que en las empresas más pequeñas el posfordismo es cruel. Sus trabajadores están desindicalizados, contratados a tiempo fijo y con sueldos de pobreza.
Al margen de las fantasiosas alianzas de clase con la burguesía nacional para enfrentar al imperio, difundidas por el nacionalismo popular de estas pampas; la pequeña burguesía es tan despiadada con sus empleados como la patronal grande y mediana.
Cuando una clase encuentra su representación se hace estado. Y cuando una clase entra al Congreso delega su voz en los diputados. Cuando la pequeña burguesía tiene alguna propuesta frentepopulista lo hace hablar a Carlos Heller de Credicoop o al legislador Héctor Polino. Este diputado nacional, el último primero de mayo, llamó a los trabajadores a preparar la salida de la crisis apostando a la industria nacional y la PyMEs. ¡Todo un verdadero insulto para cualquier trabajador clasista en su día! Pero aún así, en pleno siglo XXI, ¿Es posible una alianza con una fracción de los patrones que beneficie a los trabajadores? La respuesta, clara y terminante es no. Veamos por que. Los empresarios, unos bajo la plusvalía relativa del posfordismo, mantienen su dotación de personal aumentando la explotación de manera más intensa con nueva tecnología, mientras van despidiendo paulatinamente asalariados registrados y empleando por temporadas trabajadores precarios. La otra patronal, la de las PyMEs, bajo la plusvalía absoluta neo-fordista, incrementa su ganancia extendiendo las jornadas, bajando los sueldos, y tomando casi todo el nuevo personal en negro.
Entre 1998 y el 2003, el 43 por ciento de los despidos fueron hechos por las grandes empresas. A partir de la devaluación estas firmas tomaron pocas personas, manteniendo en vigencia el patrón posfordista de incrementar la plusvalía con menos puestos, y hostigar a sus empleados a producir más, con una mejor tecnología. La máquina comanda el trabajo vivo, desequilibra el sistema nerviosos del trabajador de manera cada vez más intensa y lo transforma en un vigilante del proceso robotizado a cambio de succionar su creatividad y lenguaje, su capacidad cognitiva y afectiva. En cambio desde la pesificación, las PyMEs explotaron a 1.515.000 nuevos empleados, contra 119.000 de las grandes empresas.
Del total de 1.634.000 puestos creados, sólo 514.000 fueron empleos registrados, el resto, son todos precarios. En números redondos: por cada puesto en las grandes firmas fueron creados nueve en las pequeñas y medianas. Por cada tres empleos estables, hay siete inestables.
Después del crecimiento record del PBI por tres años, el mismo, es apenas el del ´99. Mientras que los ingresos promedio son un 27 por ciento menores que bajo el menemismo. El año pasado el salario real apenas recuperó un tres por ciento. A este ritmo haría falta otra década para equiparar los sueldos con los del fin del siglo veinte. No hace falta leer a Bakunin y a Marx, para comprobar, que la riqueza de la que gozan unos pocos es producto de la pobreza que padecen las mayorías.
Para ponerlo blanco sobre negro: de los empleos miserables surgidos entre 2003 y 2004, el 92,7 por ciento fueron creados por las PyMEs, y el 7,2 restante por la gran burguesía. El 31,4 por ciento está blanco y el 68,5 en negro. Por lo visto ninguna alianza puede surgir entre los trabajadores y los patrones, sean pequeños, medianos y grandes.
La nueva composición técnica del trabajo, va dejando lugar, al nacimiento de un nuevo sujeto social: el precariado. Una porción de la clase trabajadora que tiende a ser la mayoritaria, con potencialidad anticapitalista de transformarse en un sujeto organizado políticamente más allá del sindicato que ya no los representa. El nuevo tipo de trabajo posfordista los hace materialmente infieles al estado y a cualquier partido que aspire a conducir la sociedad salarial. Y profundiza el odio de clase hacia el patrón que los condena a una vida desdichada, y a la desafiliación de las pautas fordistas de la ciudadanía keynesiana, en pleno pasaje, del estado de bienestar al estado criminal.
Entretanto, el gobierno suscribe más deuda pública, nuevos pagarés sociales por el orden los 6.000 millones de pesos, sobre el trabajo futuro pauperizado de los argentinos. De lo contrario, no puede levantar los viejos títulos que emitió para salvar al capitalismo en el 2001. Un rescate de la clase patronal a costa del mayor excedente de explotación en los últimos 30 años, y una ganancia para la cúpula empresaria del orden de los 40.000 millones de dólares. En cambio, el sistema financiero y el estado dicen que no tienen 140 millones de pesos para la renovación del capital tecnológico de las empresas recuperadas.
El estado sale a rescatar los Boden 2005 y los préstamos garantizados en manos de las AFJP y los bancos. El gobierno hace lo que se llama “roll over”. Traducción: paga lo que debe hoy a costa de deber más mañana. Cancela deuda vieja tomando más deuda nueva. Como el gobierno nacional y popular del “capitalismo en serio” no fue capaz de renacionalizar, ni siquiera, el sistema jubilatorio; sigue jugando a la timba con la patria financiera como en las épocas de Cavallo.
Según la encuesta del mes de marzo de la consultora Fara y Asociados, soplan otros vientos diferentes a los de la década pasada. Cuatro de cada cinco habitantes del área metropolitana y de los cordones bonaerenses quieren reestatizar las empresas que fueron privatizas durante los´90. Mientras tanto, a la línea Belgrano de cargas hace dos años que nadie la quiera comprar. Los franceses venden la mayoría de Edenor; Aguas Argentinas se quiere ir de la provincia de Santa Fé; y el ferrocarril Sarmiento está quebrado igual que el Mitre, ambos en manos de TBA, que pidió su convocatoria de acreedores. Surge una óptima posibilidad para quebrar el péndulo macabro entre capitalismo privado y capitalismo estatal y, que se abra paso, el imaginario de los servicios públicos no mercantiles. Ni privados, ni estatales. Públicos y gratuitos. Una nueva forma de propiedad más acorde a la multitud de singularidades del común; que usaría la energía, rutas, puertos y el transporte, como parte de una completa urdimbre social antilucrativa, de la que formaría parte, todo la sociedad hacedora. Donde quede abolido el sistema de intercambio y el estado, y reine la administración comunal y gratuita. Con el uso concreto y gratuito del trabajo, sobre el uso abstracto y dinerario del trabajo. Una nueva forma de autogobierno, producción, distribución y consumo anticapitalista.
En la Argentina y en el mundo, siempre, la economía mercantil fue una máquina de generar defaults (cesación de pagos). El capital financiero estira la burbuja del valor del trabajo, que siempre termina explotando porque la masa de capitales crece más rápido que el valor del trabajo.
La diferencia actual, es que durante el ciclo posfordista las bancarrotas se producen cada vez más seguido. La dominancia del trabajo muerto y maquínico acelera la caída del trabajo vivo socialmente necesario para que todo el sistema capitalista funcione. La composición orgánica del capital aumenta: más máquinas y materia prima y menos salarios. Crece el capital fijo más rápido que el circulante, pero como el plusvalor es creado por los asalariados disminuye la tasa general de ganancia. Hay un aumento absoluto de capitales y una tasa de ganancia en disminución. Este es “El misterio en torno a cuya solución gira toda la economía política desde Adam Smith” (Marx). Esta caída en la tasa de ganancia es lo que obliga a los empresarios a tecnificarse y aumentar la tan pregonada productividad a costa de expoliar más intensamente a los trabajadores con nuevos dispositivos tecnológicos. Así, por un tiempo, el empresario particular, hasta que sus competidores incluyan también los avances técnicos, venderá sus mercancías por arriba del valor medio del mercado. Cuando la tasa media de ganancia es tan baja como a fines del 2001 necesitará más productividad del plustrabajo: aumentar la jornada laboral, bajar salarios, devaluar la moneda, ganar nuevos mercados y usar nueva tecnología. Y así una vez más el ciclo comienza como en enero de 2002. Enfrentando el capital la pauperización de los hacedores y el aumento absoluto de desempleados que no volverán jamás al trabajo registrado.
Como los ciclos son cada vez más cortos, el empleo es cada vez más precario. Los patrones con la misma velocidad que tomaron nuevos puestos cuando se lanza una nueva acumulación originaria, ante la primera desaceleración económica estancan los ingresos, y cuando la depresión se instala, se deshacen de los trabajadores que exprimieron por migajas. Despidiéndolos con el mínimo costo posible que tiene un empleo informal. Por eso el trabajo en negro es dominante. Por eso la estabilidad laboral quedó en el pasado.
En esa necesidad de mejorar la tecnología para expandir el capital o morir, está la respuesta ante la desesperación del estado argentino para salir del default. La primera etapa de la contratendencia del capital iniciada en 2002, luego de la desvalorización abrupta del capital ha terminado. La nueva acumulación originaria, a costa de una tasa descomunal de ganancia en proporción a capitales exiguos, ha tocado su límite. El esfuerzo de la mayoría de los trabajadores ha sido enorme, sus privaciones inconmensurables, su miseria recurrente. La fuerza de trabajo se revela y exige una mayor retribución del capital circulante en su forma salarial. Si los empleados ganan, el capital sufre la caída de su tasa de ganancia y la masa necesaria de acumulación tiende a equiparar a la masa de ganancia. Cuanto mayor sea el recupero de plusvalía por los asalariados, menor es la tasa de ganancia empresaria. Y si la misma desciende por debajo de la acumulación de capital, el patrón sobreacumula un capital que carece de la valorización necesaria al enfrentarse a la indisciplina del trabajo. Cae el rédito empresario que se sostenía con el subconsumo de sus empleados al iniciar la primera fase de explotación de la contratendencia, la tasa de ganancia disminuye, y si la antagonía obrera prosigue, se presenta la crisis económica del capital en una escala mayor que la crisis precedente. La nueva acumulación había llevado a subemplear y precarizar más a los trabajadores, el ejército de reserva se transforma en millones de incapacitas a tiempo completo, y el capital pierde la legitimidad social de su viejo imaginario del trabajo digno; producto del hambre, el desempleo, y la inseguridad que provoca la precariedad de la vida sometida al universo mercantil.
Por otro lado, las inversiones futuras provenientes del extranjero no vienen a hacer beneficencia a favor de los capitalistas y el estado. Sino a apropiarse de una cuota de plusvalor social. El capital que llega en su forma monetaria viene a obtener una ganancia extra por encima de la tasa media mundial. El surplus de capitales de los países imperiales centrales encuentra una forma de valorizarse extra muros. Cuanto menor es el desarrollo relativo del país que recibe los créditos, mayor es la tasa de ganancia de los que prestan. Cuando se desvuelven las inversiones, en forma de retorno de utilidades y pagos en efectivo de la deuda externa pública y privada, los capitales que desembarcaron en Argentina retornan incrementados. Habiéndose apoderado de una cuota del plusvalor argentino, que de otro modo no podían obtener, por la mera competencia de sus productos y servicios.
El capitalismo “casino” no es autónomo. Cada dólar y yuan, yen y euro prestado, mantiene su valor, en última instancia, por la fuerza del hacer de la multitud. Si el capital que se invierte (que obtendrá su incremento por la fuerza del hacer disciplinada por los estados, y será devuelto en su forma fetichisada como dinero) mengua por la lucha obrera; entonces, se desvaloriza el capital-dinero y se producen las crisis financieras. Sin trabajadores sometidos, el ciclo económico se atasca. Con empleados insumisos la economía dineraria encuentra su límite rápidamente. Con la multitud autoorganizada con un imaginario anticapitalista nacido en su seno, se pone en disputa el mantenimiento, o el derrumbe, de todo el sistema.
Cada unidad de medida dineraria del capital-monetario amasado con las jornadas de otros trabajadores, que recibe el estado y los empresarios en la Argentina, será devuelta tantas veces como el equivalente a su grado medio de subdesarrollo posfordista, en comparación, a la tasa media de ganancia de los países donde el posfordismo está más avanzado. Pueden ser dos, tres, diez, o más jornadas de trabajo argentino que se devuelven en moneda, por cada jornada de trabajo que se recibió en su forma dineraria. Sin dinero como valor de cambio universal del trabajo no hay capitalismo. Es por esto, que con la utilización del trabajo concreto que realiza la multitud para su propio uso y consumo se termina con el trabajo pago, la acumulación de ese trabajo como capital, los créditos que prolongan la agonía del sistema a costa de más trabajo muerto, y el desempleo de más trabajo vivo.
No falta trabajo en el mundo, al contrario, ¡Hay de sobra! Y sobra porque los empresarios no pueden subordinar a su ganancia y dominio todo el trabajo disponible. Bajo la inclusión de la multitud en la mercancía en la economía posfordista como tendencia dominante del capital (lo que se entiende por subsunción real del trabajo en el capital), sin desempleo y precarización hay desvalorización del capital posfordista. Y con pleno empleo y trabajo registrado no hay posfordismo ni capitalismo.
Sin mercado no hay capital. Y sin un desarrollo ampliado del mercado no hay expansión de las ganancias. Sin dinero no hay intercambio, y sin intercambio no hay capitalistas. Donde siga gobernando el dinero, el trabajo pago y la compraventa, continuarán las deudas financieras, el subconsumo de masas y la pobreza estructural. El dinero y las finanzas no son un subproducto del capital, sino su natural consecuencia. El desarrollo de los burgos y las letras de cambio nacieron juntas. Los déficit crónicos no son daños colaterales de las economías que se basan en el dinero, sino la natural consecuencia de la guerra social entre el capital y el trabajo. El crédito estira la crisis pero no la resuelve. La composición orgánica del capital aumenta, dejando más trabajo vivo afuera. El plusvalor humano desciende al igual que la tasa de ganancia y hay un surplus de capitales que se desvalorizan mientras juegan en la tómbola financiera, especulando, que los estados capitalistas disciplinarán, como sea, a la fuerza de trabajo para que el colapso no se presente. Queda claro: sin trabajo humano el capitalista no es nada. En cambio, sin patrones y salarios, monedas y finanzas, mercados y estados, el trabajo pasa a ser de todos y para todos. Pasa a ser autogobernable por sus creadoras y hacedores para que ellos y ellas determinen, social y personalmente, que hacer con él, según le plazca.
El desarrollo capitalista con cada modificación en el modo de producción acelera todo el ciclo mercantil. Por más que sigan existiendo millones de trabajadores en condiciones decimonónicas y fordistas, aumenta como tendencia global, la composición orgánica del capital. Se incrementa el capital constante y disminuye el capital variable. Aumenta el capital fijo y bajan los salarios. Se tiende a hacer cada vez menos valioso el trabajo vivo y así se exacerba la desvalorización del capital como trabajo muerto.
Pero la devaluación de los ingresos de la fuerza de trabajo desempleada, empleada y jubilada: en su forma de planes sociales, salarios y pensiones; una típica forma contrarrestante para aumentar la tasa de ganancia, una herramienta desesperada contratendencial luego del derrumbe del 2001, se topa cada vez más con su opuesto: la lucha de la fuerza viva de trabajo.
Buscando un efecto mediático, la Corte Suprema de Justicia sacó un fallo de actualización de haberes que beneficia a 1.000 jubilados. Mientras que en el país hay cuatro millones de jubilados y pensionados que ganan en promedio 350$, mientras la línea de pobreza está en 772$. La antagonía piquetera no para, y no tolera más el escaso valor de 150$ que tienen los planes sociales. Una suma que no alcanza para cubrir ni la mitad de la línea de indigencia en 352$. Lo repetimos. Unos pocos pesos que están bien lejos de la canasta total de bienes y servicios, que no llega a la línea de pobreza; ni siquiera, a la de indigencia. ¡Sino que es menor a la m-i-t-a-d de la línea de i-n-d-i-g-e-n-c-i-a! Los empleados registrados están hartos de la explotación laboral con jornadas de 12, 14 y hasta 16 horas, que le reduce al mínimo todos los placeres: el sueño y el estudio, el sexo y las amistades, la crianza de los hijos y el deporte, la práctica política y los paseos, el arte y el ocio. Y del precariado carente de seguridad social y previsional que nunca se podrá jubilar, con semanas laborales de siete días sobre siete, y ganando en promedio la mitad de los empleados formales.
Jubilados, desocupados, empleados registrados y precarios; todos ellos, coordinando su resistencia con los obreros okupas y los vendedores ambulantes, los estudiantes y asambleístas vecinales, le están poniendo límites a la voracidad del capital. Una voracidad que no tiene más límites que aquella que le imponga la marea multitudinaria del trabajo, la creación y la imaginación, el arte y la palabra, y el asambleismo en todas sus formas antagonistas.
La latinoamericanización de la pobreza y la muerte de la Argentina como una sociedad de “clase media” son contundentes. A valores de hoy: si en 1974 cada 10 asalariados, 8 ganaban 1.700$, en el 2005: sólo 3 de cada 10 ganan esa suma. El 53 por ciento de la población es pobre. Son 17.7 millones de argentinos en la miseria. Por cada punto porcentual que sube la canasta básica total (CBT) que mide la línea de pobreza, caen en esta condición 188 mil personas. De Enero a marzo inclusive, hay 700 mil nuevos pobres producto de la inflación. El 30% de la población económicamente activa tiene problemas de empleo. El 65% de los asalariados privados registrados gana menos que el costo de la CBT y el ingreso promedio de todas las familias no supera los 551$.
El capital precisa para que no decaiga la tasa de ganancia ampliarse y ganar más mercados. Ahí radica la disputa mayor entre las clases dominantes con el Brasil en el Mercosur; con Estados Unidos en el ALCA; Francia, Reino Unido, Italia y Alemania en la Unión Europea; India, China y Japón en Asia; y en el resto de los bloques comerciales del mundo. Está en juego quien se queda con el excedente de ganancia posfordista.
Para expandir el capital en Argentina se requiere un aluvión de inversiones millonarias en tecnología. Este es el fin capitalista más importante para la salida del estado de cesación de pagos. Regularizar el pago de la deuda externa con los acreedores privados, locales y extranjeros, para contraer nueva deuda que amplié la relación social capitalista mas allá de las fronteras argentinas. Dando una nueva vuelta de tuerca a las privaciones de los productores del presente, y condenando al trabajo futuro a ser consumido en la insaciable timba financiera. Generando un excedente productivo y prolongando la agonía capitalista, mientras un tercio del país sigue en la indigencia, se consolidan las legiones de parados a tiempo perpetuo, los precarios superan a los registrados, y los salarios condenen a la pobreza permanente a la mayoría de los empleados.
Mas tecnología y menos obreros. Con menos trabajadores se produce más y a menor precio, pero se tiene menos consumidores locales a quien venderles. Van juntas para el mantenimiento de una economía asalariada: la excedencia de empleados y el trabajo con jornales indigentes para hacer competitiva las exportaciones. La carrera devaluatoria con Brasil cada mes tiene un piso más bajo para el valor de la fuerza de trabajo Argentina. Arrancaron juntos hace un año con tres pesos o reales por dólar, y ahora un dólar vale 2,40 reales. Mientras Kirchner sostiene el dólar para que no se desplome a esos valores y no se reduzca la renta de los grupos exportadores y el superávit fiscal para el pago de la deuda externa.
El dólar alto sólo cierra con bajos salarios. Se concentra el grueso del consumo popular en lo que resta de los asalariados fordistas registrados que vienen perdiendo poder de compra con cada nueva crisis. Este modelo nacional y popular tiene consecuencias nefastas para la mayoría de la multitud: para los desempleados la tortura social del hambre, para el precariado el subconsumo calórico, para las empresas recuperadas ser tercerizadoras del mercado y para los piqueteros la subindigencia.
La tan pregonada economía “progre” de Duhalde-Lavagna-Kirchner, es peor que la de Cavallo. En los ´90, la brecha entre el 10 % más rico y el 10 % más pobre de los argentinos era de 20 veces. Hoy supera las 27 veces. La pobreza y la indigencia durante el neoliberalismo de Menem era, un 96 y un 300 por ciento menor, que en “El país en serio” de Kirchner. El trabajo no registrado es un 60 por ciento más alto que durante la segunda década infame. El 90 por ciento, del 50 por ciento de los argentinos que trabajan en negro, son pobres. El 43 % de la población económicamente activa gana menos de 323 pesos (107 dólares) y por lo tanto son indigentes. El ingreso promedio de la misma población resulta de 648 pesos (216 dólares) y por lo tanto son pobres. No olvidemos que la línea de indigencia ronda los 400$ y la línea de pobreza los 800$.
Eso sí, los capitalistas no se cansan de ganar. Desde la devaluación festejada por la CGT, el peronismo, el radicalismo y la patria burguesa en su conjunto, las principales 100 empresas incrementaron sus ganancias en casi un 170 por ciento. Y en la cúpula burguesa, las diez primeras, ganan un ¡400 por ciento! Y todavía la izquierda partidaria que se proclama vanguardia de la clase obrera convoca a los actos del primero de mayo “Por salario y por Trabajo” (sic). Cuando la ruina de los productores es el trabajo asalariado.
Apenas se organizó la clase obrera en los albores del capitalismo industrial, todas sus corrientes revolucionarias luchaban por el fin del trabajo por dinero. En la Argentina de 1890, la consigna convocante del primero de mayo propugnaba por el final de la sociedad de explotados y explotadores y la emancipación social. Leamos que decía, unos pocos años antes, en 1886, uno de los mártires de Chicago. Que murió por algo más importante que un aumento de sueldo y por la reducción de la esclavitud del trabajo a 8 horas diarias, donde recluyó la izquierda sistémica, el progresismo y el peronismo, la insumisión del proletariado.
Decía George Engel en el juicio donde se lo condenó a muerte: “(…) Comprendía que para el obrero no hay diferencia entre Nueva York, Filadelfia y Chicago, así como no la hay entre Alemania y esta tan ponderada república. Un compañero de taller me hizo comprender, científicamente, la causa de que en este país rico no puede vivir decentemente el proletario. Compré libros para ilustrarme más y yo, que había sido político de buena fe, abominé de la política y de las elecciones y comprendí que todos los partidos estaban degradados y que los mismos socialistas demócratas caían en la corrupción más completa. (…) ¿En qué consiste mi crimen? En que he trabajado por el establecimiento de un sistema social donde sea imposible que mientras unos amontonen millones (…), otros caen en la degradación y la miseria. Así como el agua y el aire son libres para todos, así la tierra y las invenciones de los hombres de ciencia deben ser utilizadas en beneficios de todos. Vuestras leyes están en oposición con las de la naturaleza y mediante ellas robáis a las masas el derecho a la vida, a la libertad y al bienestar (…) no combato individualmente a los capitalistas; combato al sistema que produce sus privilegios”. George Engel, tenía absoluta conciencia que no hay nada de digno en trabajar para una sociedad capitalista.
La izquierda partidaria, que reclama el rol del partido como función política diferenciada de lucha, compuesta por los obreros más preclaros, en vez de apelar a un imaginario futuro anticapitalista en cada combate gremial parcial, se contenta, con consignas abstractas de socialismo y con un imaginario nostalgioso del salario y el trabajo digno. Suministrando a las masas la misma utopía que la CGT peronista y capitalista. No son capaces de sostener la propia diferenciación entre el momento económico y la conciencia gremial, del momento partidario y cerebro político, que da sentido a su existencia. Por lo visto en los últimos 22 años de democracia, los partidos de izquierda, pidiendo más salario y trabajo tarifado; como organizaciones de la avanzada política de la clase creadora, se conforman con ser, apenas, buenos sindicalistas.
Mientras que hoy el posfordismo es el primero en demostrar el fin del capitalismo salarial de masas, las vanguardias partidarias hacen de respirador artificial de una forma social en declinación irreversible. Para no colapsar esta forma de reproducir la sociedad del lucro y el capital, las acumulaciones originarias y la distribución de utilidades privadas se perpetúan, a cambio, de salarios miserables, precarización rampante, desempleo estructural y corrupción sin castigo.
La Oficina nacional de Anticorrupción (OA) empezó a funcionar con Fernando De la Rúa en 1999. Tiene hecha más de 1.400 denuncias. ¿Cuántas condenas logró? ¿Tal vez las dos terceras partes de los denunciados? No. ¿Por los menos la mitad? Nones. ¿Aunque sea un tercio? Tampoco. ¿Cien, cincuenta, diez presos? No, ni siquiera logró poner entre rejas a UNO SOLO. Los controles del capital-parlamentario sólo son oficinas para ubicar amigos, comprar opositores, hacer cómo que se controla; o contentar a la multitud diciendo que de ellas no depende la condena sino del poder judicial. Una judicatura que completa la tarea de impunidad de la clase política corrupta y los patrones coimeros.
Con este escenario social de: pobreza sistémica y carcelización de la miseria, el regreso de los políticos a sus cargos luego de ser repudiados por el Qué se Vayan Todos, inestabilidad de la vida de la multitud y aumento del trabajo infantil, traición a los mandatos populares y un nuevo genocidio en curso; con esta crisis histórica de la especie humana que se repite en toda América Latina, hace que cualquiera de los presidentes, tenga calentando los motores de su helicóptero en los techos de la casa de gobierno. La chispa menos pensada: tarifazo y caída de planes sociales, reducción del presupuesto educativo y aumento de los alimentos básicos, salarios de hambre y encarcelamiento de luchadores sociales, impunidad para los empresarios criminales y una clase política vendida, falta de insumos en los hospitales y desalojo de fábricas recuperadas, masacres policiales y por accidentes de trabajo, el avance bilateral y regional del ALCA luego que se despotrica contra los EE.UU., una vuelta de tuerca dictocrática del capital parlamentario para que cierre el modelo, privatización de recursos naturales y control del tráfico en internet; reiteramos: cualquiera de estas causas, y otras tantas que van a surgir para mantener la barbarie capitalista, puede provocar el arrasamiento en las calles de la raquítica popularidad con la que hoy cuenta la política hecha por la clase política.
Entretanto, el peronismo busca distraernos diciendo que el problema de la deuda externa y el default está solucionado. En cambio, desde que retornó a la Casa Rosada la deuda externa equivale al 75 por ciento del PBI, mientras que, antes de la cesación de pagos era del 57 por ciento. El país en serio de “K” pagó como nunca la deuda externa, al ritmo que se amplía la deuda interna financiera y social. Entre Duhalde y Kirchner abonaron más de 10.000 millones de dólares. Mientras tanto, de los 2.262 millones de dólares pendientes de desembolso del FMI, bien gracias. El gobierno no recibió en devolución nada de lo abonado al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), al Banco Mundial (BM), y al Fondo Monetario Internacional (FMI). No volvió ni un solo dólar como había prometido que iba a suceder el dúo dinámico de los ministros Fernández & Fernández. Sólo durante el 2005 la Argentina afrontará la sangría del pago de 9.128 millones de dólares para cancelar deuda con los organismos de crédito internacional. Interin, los Carlos Corach del presidente nos quieren engrupir, diciendo, que no tienen 300.000 pesos para darle un crédito a la empresa recuperada IMPA.
No hay plata para aumentar los salarios a valores de la canasta total de bienes y servicios; pero sí hay millones para volver a subsidiar a la industria automotriz como en los ´90, bajándole la alícuota a las exportaciones. No hay reducción del IVA en los productos de consumo popular, pero sí se le puede rebajar 5 puntos a las autopartistas. No hay plata para cloacas y agua potable, de la que carece medio país; pero sí hay otros $ 2.300 millones para los bancos, que se suman, a los ya recibidos 8.500 millones de pesos desde el 2002.
No hay más plata para salud y educación, pero sí hay más subsidios para las empresas de transporte y energía. Un Regalo del estado que paga todo el pueblo para beneficio de los capitalistas, y que lejos de bajar desde el derrocamiento de De la Rúa, pasó, según los últimos datos completos con los que cuenta el ministerio de Economía: del 1,77 del PBI en el 2001 al 2,46 por ciento del PBI en el 2003. Todo esto sumado al tarifazo encubierto a favor de Edesur, Edenor y Edelap, con multas del 200 por ciento por el excedente de electricidad que haga cada hogar en comparación al 2003.
Demostrando que con Kirchner, el peronismo y sus socios menores, con el capitalismo nacional de cotillón estamos peor, digamos lo siguiente:
a) El gasto público total, bajó del 35.6 por ciento del PBI en el delarruista año 2001; al 29.4 por ciento en el progresista año 2003.
b) En educación, cultura y ciencia, se bajó del cavallista 5.2 por ciento en 2001; al lavagnista 4 por ciento de 2003.
c) En salud, descendió del 5.1 por ciento bajo el recesivo año 2001; al 4.3 % bajo la economía con crecimiento del nueve por ciento del PBI del 2003.
d) De igual forma cayó también lo destinado a vivienda entre el 2001 y el 2003, bajó del 0.4 por ciento al 0.3 por ciento.
e) En previsión social la poda del gobierno popular, (que venía a terminar con los conservadores que fueron eyectados en el 2001 para poner en su lugar un gobierno de “un país en serio” desde 2002) fue terrible. El estado le robó 15.000 millones de pesos a las mayorías sociales, pasando la previsión social del 8.1 por ciento del PBI al 6.5 por ciento.
Demostrando una vez mas, que las deudas financieras que genera toda economía capitalista que se basa en el trabajo por dinero, que se sostiene en la esquizofrenia entre valor de uso y valor de cambio, entre socialización del hacer y acumulación privada de lo hecho, entre dirigidos y dirigentes, entre el trabajo y el capital, entre la multitud y el estado; se pagan más que antes: con el hambre y el abandono educativo, la enfermedad y el hacinamiento, y la niñez y la vejez menesterosa de la mayoría del pueblo.
Una deuda interna y externa, que siempre se honra, a costa de una peor salud y educación, escasos salarios y jubilaciones paupérrimas, desempleo y represión. Una forma muy coherente la que tiene el presidente para entender los derechos humanos de “su país normal”. Sirviendo “en serio” al capital y subordinado los intereses de la multitud a la codicia de los empresarios. El discurrir normal de un país mercantil en serio. Otro gobierno derecho y humano. El estilo “K”.
1 de Junio de 2005.
Colectivo Nuevo Proyecto Histórico.
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