¿Cómo pensar la salud mental comunitaria hoy en Argentina?


Carlos A. Scardulla
Roberto Marcer

Pensar en Salud Mental Comunitaria (SMC), es pensar fundamentalmente en un trabajo en territorio. Es decir que le operador en SMC trabaja en el lugar en que se producen los colectivos sociales. Si se trata de una empresa recuperada, será la empresa el lugar de trabajo. Si se trata de una escuela, será el edificio escolar. Si se trata de un grupo de cartoneros, será la calle el ámbito de trabajo, al igual que con el movimiento de piqueteros. Y así, según se trate de una murga, de una asamblea popular, de un grupo de veteranos de Malvinas, etc.
Pensamos que el trabajar en territorio es lo adecuado, no solamente por una cuestión de pertenencia, sino porque el modelo del consultorio, es políticamente adaptativo al sistema capitalista, ideológicamente inadecuado y éticamente opuesto a los colectivos sociales - sean estos nuevos o viejos en su existencia -.
El consultorio enfrenta, aísla al operador en SMC del colectivo social con el que va a trabajar.
Precisamente un elemento diferente a los efectos nocivos del consultorio, resulta básico para operar hoy en Argentina y en el mundo en general. Se trata del compromiso del operador en SMC en relación con el colectivo social en el que desarrolla su tarea. Este compromiso es político y tiene que ver con el compartir el devenir y junto con la lucha, la construcción que el colectivo lleva a cabo. Solamente sintiéndose parte del colectivo social, vinculándose con la política que el mismo desarrolla, es que podrá trabajar con mejores resultados, aunque su tarea sea distinta a la que realizan los demás integrantes del colectivo.
Por ejemplo: si su trabajo se desarrolla en una empresa recuperada, el operador no podrá estar alejado de la movilización que exige la aplicación de la ley de expropiación que la empresa realiza. Si el problema está relacionado con el impedimento municipal de la realización y participación de un corso a efectuarse durante los días de carnaval, por parte de una murga del barrio y los vecinos, el operador en SMC deberá vincularse con el reclamo, protestar por la represión policial si la hubo, etc., junto a los integrantes de la murga y los vecinos que participan en esa movida cultural.
El colectivo social considerará al operador como parte del mismo, solamente a partir de ese vínculo.
El abordaje lo pensamos en el espacio público como destitutivo de lo privado.
Si bien este artículo no tiene la finalidad de analizar la existencia del consultorio, no podemos dejar de mencionar algunas de las razones de su existencia, a la hora de hablar de la salud mental comunitaria.
El consultorio fue creado en un determinado contexto. Nace a partir del nacimiento de la clínica, lo que lleva consigo muchos elementos valorativos, parámetros de normalidad, conceptualizaciones y clasificaciones alrededor de términos como salud y enfermedad, que no podemos dejar de lado.
Con el advenimiento del Capitalismo, la sociedad necesitaba fuerza de trabajo para poder satisfacer las incipientes demandas del consumo. Aquí nacen la fábrica, la cárcel, los hospitales, el modelo actual de escuela para poder dar cuenta a esa demanda, poniendo en marcha así, aquello que Foucault brillantemente describiera como disciplinamiento. Esta tarea está a cargo de los operadores del sistema que llama ortopedistas del poder, conocidos con el nombre de maestros, médicos, psicólogos, abogados, etc., formados en nuestras academias.
Es en la modernidad que se crea un modelo de familia que destituye al modelo antes existente. Desaparece la relación comunitaria entre las personas - terminando por ejemplo, con la crianza grupal de los niños, no considerados como propiedad de nadie - y aparece este grupo de personas nucleadas alrededor de la forma monogámica, de naturaleza biológica, y en consecuencia de base natural llamada familia occidental y cristiana. Familia sometida a la autoridad del padre; acompañada de una degradación del lugar de la mujer en la sociedad, y la propiedad privada sin restricciones; que se transforma en el régimen ordenador de la sociedad toda. Así queda constituido el modelo de familia nuclear. Padre, madre e hijos, aislados y autosuficientes. Así las cosas, la Modernidad se hace presente, trayendo este modelo de vida, y desde él, se imparten todos los valores que hoy creemos, muchas veces, como naturales. Da cuenta de ello, por ejemplo, el malestar que produce la diversidad sexual ante el ideal heterosexista que infructuosamente se pretende imponer.
Sobre este modelo se edifica la salud. Una salud para ricos y una salud para pobres a la que solo le queda el nombre debido a todos los impedimentos que esta clase social tiene para poder acceder a la misma.
Por suerte hoy, junto con otros operadores que pudieron salir del placard, podemos tomar con pinzas al etiquetamiento que la persona o las personas portan solamente por el hecho de ser diferentes, como por ejemplo, la denominación de enferma, peligrosa o cualquier otro sinónimo que pueda adaptarse a la clasificación que en cada ámbito se maneje. Como operadores en SMC valoramos el contexto social, cultural de un sujeto, a la hora de efectuar nuestro trabajo.
Como podemos apreciar, no es posible hablar de salud sin asociarlo a la defensa o a la violación de los derechos humanos.
Este modelo moderno al que conocemos desde el capitalismo, produce subjetividades que desarrollan una serie de síntomas que si son abordadas desde y con los elementos que el propio sistema nos facilitó, no haremos otra cosa que alimentar como un círculo vicioso aquellas subjetividades que Emiliano Galende supo describir como del conformismo y la adaptación exitosa.
Cabe entonces preguntarnos: ¿vamos a darle al sujeto que sufre de fobias psicofármacos o vamos a romper su endogamia, su soliloquio, su individualismo con otros?
Es preciso deconstruir gran parte del andamiaje teórico-técnico y utilizar la creatividad, el juego, la discusión política y el espacio dramático, y ponerlos al servicio de la tarea.
Podemos prescindir de la aplicación de una técnica aunque esta posea reconocimiento y aplicación universal. Podemos no tomar el modelo de interpretación clásica. Es preciso poner en cuestión preceptos teóricos que dominaron el área de la salud mental hasta ahora, ya que desde tales preceptos, es decir desde tales posiciones ideológicas y llevando a cabo determinadas políticas, obtenemos determinados resultados. Debemos preguntarnos si los mismos nos sirven para trabajar con los colectivos sociales, ya sea desde el trabajo individual o desde el grupal. No debemos perder de vista que aunque trabajemos de manera individual, el/la compañer@, pertenece al colectivo social desde donde surgió la demanda de nuestra intervención.
Si las herramientas establecidas, aplicadas universalmente no nos sirven, debemos utilizar otras. Seguramente aquellas herramientas que pertenecen a nuestro contexto nos darán mejores resultados que aquellas que fueron creadas en otro contexto geográfico, social, político e histórico.
A caso, la base del abordaje de la salud mental comunitaria ¿no es la de restituir el lazo social que el sistema supo destruir por oponerse constitutivamente al mismo?
Pensamos que al sistema que creó masa e individualidades se le opone multitud y singularidades. Y no se trata de una superficialidad nominativa, se trata de poder pensar la diferencia. De pensarla, trabajarla y no de intentar eliminarla.
Es perjudicial sostener la ilusión de que podemos eliminar el conflicto. Hoy, la sociedad, no puede ser pensada de otra manera que en conflicto, poniendo a trabajar las diferencias.
Trabajar en territorio, - a diferencia de lo que se establece en el consultorio - también implica considerar un saber construido en conjunto desde lo consciente y previo encuadre, entre el operador y los integrantes del colectivo. No existe un saber ni siquiera supuesto atribuible al operador. El operador aprende del colectivo su dinámica y pone a trabajar su formación junto con los integrantes del colectivo. Su labor es ayudarlo a llevar adelante su proyecto, trabajando con los obstáculos que se oponen a su devenir. Para ello, es necesario situarse entre la escucha atenta de los conflictos individuales de aquellos trabajadores que demanden su intervención, y la participación en asambleas de trabajadores brindando su aporte para resolver los conflictos grupales que tiene el colectivo social.
Este desdoblamiento de las funciones del operador en SMC no solamente es posible sino que resulta imprescindible para trabajar de buena forma.
Cuando el planteo, el encuadre es claro, no existen inconvenientes. Es necesario advertir que lo que se trabaja individualmente conserva ese valor y que aquello que se trabaja colectivamente pertenece a todos por igual. Es curioso darse cuenta que en la práctica, esto resulta diferente, más de una vez, suele ocurrir que cuando estamos en una reunión grupal, más de un integrante expresa conocer algunos conflictos de un compañero que está ausente, quien de manera confidente nos habló en su momento de ello. Bueno, sobre eso no haremos mención alguna ya que obtuvimos esa información en otro contexto, diferente al que nos encontramos en este momento. En todo caso es el/la compañer@ ausente quien decidirá compartir o no esos datos particulares.
Allí, con nuestro posicionamiento ético, sabiendo callar o diciendo lo que es preciso decir, aplicamos la diferencia entre masa y multitud, o entre individualidad y singularidad, sin confundirnos.
Consideramos que volver a la comunidad, recomponer el lazo social, luchar contra el individualismo es el desafío para el trabajo del operador en salud mental comunitaria hoy.