Por: La Vaca
En este reportaje realizado antes de partir, la autora de El fuego y la palabra dejó sus impresiones con respecto a la euforia uruguaya frenteamplista, la izquierda y los helicópteros chilenos, y los dilemas argentinos.
Gloria Muñoz Ramírez es una periodista mexicana que se lanzó tan a fondo a conocer el zapatismo y su insurrección en la Selva Lacandona, que se instaló allí y durante años fue elaborando una experiencia que volcó en el libro El fuego y la palabra. Esa obra fue la contraseña para su viaje al Cono Sur. No se trató de una simple presentación de un libro:
Crónicas de tres encuentros
“Es parte de una campaña zapatista en Latinoamérica, llamada El fuego y la palabra, iniciada en noviembre del 2003 en México por el EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional) para festejar los 20 años de su existencia, y los 10 años de la insurrección armada, cumplidos en enero del 2004. La revista Rebeldía, que acompaña la lucha zapatista, comparte su pensamiento y nace a partir de él, diseñó una serie de actividades para celebrar la resistencia”.
La campaña empezó en México difundiendo la lucha actual del zapatismo, “y el segundo objetivo fue encontrarnos con diferentes movimientos de México y de otros lugares que fuimos a visitar. Estuvimos en más de 80 ciudades de 10 países europeos, y luego vino esta etapa de visitar Argentina, Uruguay y Chile, como una contracampaña informativa para que se conozca lo que se está construyendo en Chiapas. Y, al mismo tiempo, conocer y tocar lo que se construye en la misma sintonía que en Chiapas, tanto en Europa como en América”.
Gloria aclara todas las veces que haga falta que ella no es una representante ni vocera oficial ni extraoficial del zapatismo. “Pero los compañeros zapatistas están enterados de que estamos haciendo estos trabajos y encuentros, que estamos difundiendo su palabra, y están de acuerdo con que lo hagamos”.
-¿Qué ha sido lo central de las visitas?
-Concretamente, estuvimos en la Argentina con los Movimientos de Trabajadores Desocupados de Solano, Guernica, Cipolletti y Allen (esto sin contar diversos encuentros como el que mantuvo con Hebe de Bonafini, o con un grupo de empresas recuperadas en el Hotel Bauen, entre muchas otras reuniones, conferencias y presentaciones del libro).
En Uruguay estuve en los asentamientos de El Cerro de Montevideo, en las poblaciones (los barrios suburbanos) del sur de Santiago de Chile y también más al sur, con las comunidades mapuches. En todos los casos, fue interesante partir de algo: yo creo que se nos olvida siempre la pregunta ¿qué haces? A veces se va mucho a los discursos, a la propuesta política, y a toda una explicación que deja de lado la pregunta: ¿qué están haciendo los zapatistas? Por eso me gustaron mucho las preguntas que me hacían aquí, por ejemplo, las chicas de AMMAR Capital (Asociación de Mujeres por los Derechos Humanos, que nuclea a mujeres en estado de prostitución): ¿dónde queda Chiapas?
-Eso evita sobre entendidos y malos entendidos.
-Y evita la soberbia. A veces uno no pregunta las cosas más primarias por cierta soberbia, o dando por ciertos hechos que en realidad no conoce. Yo dejé en claro que no represento a las comunidades indígenas, ni hablo por ellos, ni soy vocera, pero a la vez pude contar qué se está construyendo en Chiapas y pude enterrarme, conocer y tocar lo que se construye en la misma sintonía.
-¿Existe esa sintonía?
-Sí, sin dudas la encontré no solo a nivel de experiencias y tipo de organización, sin también a través del lenguaje y del modo en que se está comunicando esa experiencia. Esto nos pasó con las chicas de AMMAR, los recicladores de Montevideo, los mapuches de Chile, cuando se habla de un discurso de dignidad, del fortalecimiento de la propia identidad, del reconocimiento primero como personas, después como colectivo, como parte de movimientos y sociedades más grandes.
-¿Por ejemplo?
-Cuando las compañeras de AMMAR explicaron su lucha, parecía que habían leído toda la literatura zapatista. Porque eran las mismas frases para describir su lucha. Y sin embargo estoy expresamente segura de que los compañeros zapatistas no conocen a las compañeras de AMMAR y las compañeras no tenían una idea de quiénes son los zapatistas.
-Lo preguntaron expresamente.
-Lo mismo pasaba con los mapuches, un movimiento indígena muy grande, con una raíz cultural y ancestral y con reivindicaciones muy diferentes a las de los zapatistas, pero con una sintonía de experiencia, de luchas, de lenguaje, de cómo ver el mundo, y de organización cotidiana. Me pasó con los recicladores de Montevideo que decían: no se nos reconoce como trabajadores ni como personas dignas. Somos la basura. Para Montevideo y para Uruguay, somos parte de la basura que recogemos. Entonces, lo primero y principal para ellos fue reconocerse ellos mismos como trabajadores, reivindicar su identidad y la dignidad, así como lo hacen los mapuches o las mujeres en estado de prostitución. Y esto lo encuentro no forzando una semejanza, sino viendo los canales de sintonía.
-Descubrir eso, ¿para qué puede servir en términos prácticos?
-Para saber que hay lucha y sintonía. Hay una frase muy zapatista: no estamos solos. Y hasta ahí. Nada más, y nada menos. Todo lo demás que se ha generado uno no lo puede alcanzar a percibir. Son como mensajes enviados a diferentes direcciones, canales, grupos, movimientos. Uno nunca sabe ni pretende saber qué ocurrirá.
-¿Qué prevalecía acerca del zapatismo: información o desinformación?
-A nivel general encontré un nivel de desinformación muy fuerte. No utilizaría la palabra preocupante, porque no es algo que se refleje en la construcción cotidiana zapatista. No digo que no se preocupen, sino que no se refleja allí la falta de información que hay incluso en el propio México. Entonces, es el momento más invisible de la lucha zapatista, y seguramente el más vivo. Esas cosas no siempre están en sintonía: la visibilidad y la vitalidad del movimiento.
No sé si a los zapatistas esto les preocupa o no, pero para nosotros como colectivo Rebeldía, es importante contrarrestar esa desinformación que es totalmente promovida por el gobierno de México.
-Pero hubo también una etapa de repliegue del EZLN, de silencio, que también alimentó algún desconcierto.
-Probablemente, pero ahora los zapatistas tienen más de un año de estar hablando y explicando el momento actual de su lucha.
-¿Cuál fue la impresión de la visita a Uruguay?
-No pretendo hacer un balance ni un análisis. Pero la impresión es la de la luna de miel de la izquierda partidaria gobernando y cierta euforia en algunos sectores. Y por otra parte, el movimiento del barrio que tocamos en la zona del Cerro, los medios de comunicación alternativos y demás, planteándose los retos, el desafío y la sobrevivencia ante el nuevo gobierno de izquierda que, según explican, no los representa.
-No todos están de luna de miel.
-No. Los estudiantes, sectores anarquistas, experiencias autónomas en barrios y poblaciones donde están construyendo salud, educación y diferentes proyectos al margen del Estado y los partidos políticos, plantean el desafío que es sobrevivir con la izquierda gobernando.
-No entiendo. ¿Cómo puede ser que si ganó la izquierda, el progresismo, esta otra gente se sienta tan poco representada? ¿Cuál es la diferencia entre estos dos estilos de pensamiento?
-Siento que tiene que ver con no sentirse representados a través de decisiones que ellos no toman. Nadie les pregunta qué, cómo, ni a qué hora. Según ellos explicaron y me contaron -no lo digo yo- la falta de identificación con el actual gobierno es simplemente porque no los toma en cuenta, no les pregunta, porque no voltea a ver hacia los de abajo. Por eso no sienten que vaya a haber un cambio sustancial en su vida.
-Aunque tantos uruguayos consideran que va a haber un gran cambio…
-Pero en estos sectores y barrios, ellos no lo perciben. Sienten que seguirán siendo los marginados de los marginados: el sótano de la sociedad.
-Hablábamos de autonomía: ¿qué significado le das a esa palabra?
-A la posibilidad de construir su propio destino. No estoy hablando de autonomía como un absoluto, sino de procesos de construcción. No me gustaría decir mucho más, porque cuando nombramos a las cosas de alguna manera, empieza uno a categorizar, a definir posturas teóricas: ¿qué es autonomía para los zapatistas, o para teóricos argentinos, italianos o mexicanos? Y por ahí nos desviamos de la discusión de las experiencias concretas, se llamen como se llamen.
-Hay gente que construye autonomía, sin hablar del tema.
-No escuché a las compañeras de AMMAR hablar de autonomía, pero sin embargo para mí la de ellas es una experiencia autónoma. Es una limitación encasillar o categorizar, meter en un esquema, y usar un lenguaje que esas experiencias no usan sobre sí mismas.
-Volviendo a Uruguay, ¿se puede o no confiar en una transformación profunda al estar el poder en manos de la izquierda?
-No lo sé. Hay que ser cauteloso con lo que uno dice. Yo soy muy cercana a una experiencia que no cree ni confía en las estructuras de poder actuales. Pero esa es una mirada de una experiencia. No puedo valorizar todo lo que veo con esa mirada. Es muy fácil llegar con mirada zapatista y ver todo lo que sucede.
-La vida con anteojos zapatistas.
-Claro, y se empieza a calificar. Eso sería injusto, e irrespetuoso. El reto para mí es no desvincularme de la mirada, porque tengo una mirada zapatista y vengo de una experiencia cercana a los compañeros. Vivo con ellos y comparto su pensamiento. Pero si quiero ver otras experiencias no puedo hacerlo exclusivamente con esa mirada. Lo que tengo que entender es cómo se ven a sí mismas.
-¿Y cómo se ven a sí mismas? ¿Cuál consideran que es el peligro, o su debilidad?
-Los movimientos del Cerro de Montevideo se plantean una construcción al margen de los partidos y del gobierno. Y hablaban también de no esperar financiamientos, programas asistenciales, sino justamente seguir su camino de autonomía.
-Otra etapa del viaje: Chile.
-¿Qué quieres saber?
-Tus impresiones.
-Eso es muy general.
-Probemos.
-Me pareció que por algo se lo conoce como la catedral del neoliberalismo latinoamericano, atravesado por 30 años de dictadura. Y con diferentes expresiones de izquierda partidaria muy fuertes y tradicionales, pero también con experiencias concretas que se plantean la horizontalidad, que no quieren saber nada con los partidos políticos ni de lo que representa lo institucional. Con un movimiento estudiantil que está ahora luchando fuertemente contra el financiamiento privado de la educación y que está salieno a la calle y sufriendo una represión cotidiana, bestial, que se ve no solo en las calles sino también en las cárceles.
-Reprimir a los estudiantes es una tradición que nunca se pierde, parece.
-Reprimen a todo lo que se mueve. Es cotidiano. Allá está el guanaco, la tanqueta con gases lacrimógenos, que forma parte de la vida cotidiana, de las marchas que van rodeadas de gases y tanques. Fui a una marcha por la liberación de los presos mapuches, y así íbamos: rodeados. Además, hay presos políticos tanto en Santiago como en el sur. Entonces, frente al neoliberalismo salvaje y la izquierda partidaria tradicional, están los movimientos que resisten. Con los estudiantes que están tomando un instituto pedagógico, estuvimos hablando de su lucha, de horizontalidad, de voceros que son revocables, insisto: un lenguaje muy en sintonía con la experiencia que uno conoce.
-Y no en sintonía con la izquierda partidaria.
-De hecho, no quieren saber nada de los partidos políticos, y no se sienten representados por ellos. Pero además encontré que ese movimiento estudiantil es festivo, alegre. La toma misma lo es, pese a que tienen siempre un helicóptero encima de sus cabezas.
-Como un ventilador de techo policial.
-Y controlados por la inteligencia de las fuerzas de seguridad. Pero se mantienen con ese espíritu alegre, juvenil, fuerte, intenso. Es la impresión que me dio, insisto, sólo una impresión.
-¿Y cómo se ven ellos, rodeados de esas estructuras partidarias con helicópteros policiales sobre sus cabezas?
-Ellos mismos me platicaban que a veces se sienten más amenazados por la izquierda partidaria, que por el helicóptero policial.
-No lo puedo creer.
-Con esas palabras. ¿Por qué? Porque la izquierda trata de representarlos y negociar por ellos. Los estudiantes le tienen miedo a eso, y al planteárselo ya están resistiendo. Otro desafío es el de vincularse con otros movimientos. No ser un movimiento ensimismado cuando la lucha estudiantil es parte de la lucha contra la política neoliberal.
-¿Y en el sur de Chile?
-Estuve allí con los mapuches, fui incluso a la cárcel con los presos políticos mapuches acusados de terrorismo cuando no ha habido un arma, ni una agresión física a nadie, con testigos falsos, con un proceso totalmente amañado que ha llevado a más de diez mapuches a la cárcel, con sentencias de más de diez años de prisión, condenados por la ley antiterrorista.
-¿Qué se supone que hicieron?
-Lo que hicieron es formar parte de un movimiento autónomo con reivindicaciones. Pero no hay ni una prueba contra ellos, no se los encontró cometiendo delito alguno, solo hay acusaciones de incendios y tomas de tierras que nadie pudo probar. Pero están con el ánimo alto, no están quebrados. Seguirán resistiendo y luchando.
-¿Y aquí, en la Argentina?
-Bueno, hice una reseña que publiqué en el diario La Joranda. Déjame decirte que estimuló mucho a la gente en México, y despertaron entusiasmo. Recibo correos preguntando por las fábricas recuperadas, por Solano, por el taller Creciendo Juntos, por la Universidad Trashumante y las redes de solidaridad zapatistas. Yo vivo eso con mucho entusiasmo, sin que suene demasiado ilusorio o idealista. Para alguien que viene de afuera como yo, conocer este abanico de experiencias que se dan desde abajo, es algo sumamente intenso.
-¿Y se repitió la cuestión de la distancia con los partidos, con el Estado?
-Lo dicen los movimientos con que nos reunimos. El hecho de que se construya incluso ligados a algunos partidos, no descalifica a nadie. A eso me refería con no aplicar a todo la mirada que uno trae. Porque también me encuentro con experiencias ligadas a estructuras partidarias y no por eso dejan de ser reales, concretas y vivas. Ahora queda volver a México, reunirme con los compañeros de Rebeldía y contarles toda esa experiencia. Y luego sí, volver a Chiapas. Allí también oirán sobre todo lo que alcancé a conocer en este viaje.
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