No somos proletarios, somos proletarios. Escrito sobre las Clases Sociales, la Alienación y Qué Hacer con ellas

15.Jul.05    Análisis y Noticias

Autores [L.H & D.H]
Tomado de Palabras de Guerra http://pdg.mahost.org/textos/textos/no_somos_proletarios.htm

La sociedad contemporánea es desmoralizante en el mejor de los casos; es todo demasiado corriente como para sentir desesperación y encontrarse fuera de control dentro de ella. También es difícil saber que creer cuando estamos rodeados de ilusiones: las mentiras de los políticos, las mentiras de los medios, y las mentiras del mercado que nos dicen como una nueva televisión o un coche puede acabar con nuestros sentimientos de soledad y resolver nuestros problemas personales. Romper de principio a fin con el malestar y la resignación de nuestra sociedad no es una tarea fácil. Requiere un examen de las instituciones y de los procesos sociales que crean y mantienen esta ilusión. Con ello, construimos posibilidades para una ruptura, una brecha en el sistema de explotación, y un espacio donde vislumbrar diferentes formas de vida. Debemos llegar al entendimiento de que la estructura de clases imperante y su proceso de alienación, producción de artículos e intercambio, sirve como “motor” primario de nuestro mundo destructivo. Estas notas son una contribución a la destrucción del sistema capitalista global, una tarea que debemos comenzar de inmediato.

Especialistas y expert@s han impuesto un opinión a nivel superficial sobre la población, de la misma manera que durante el colegio nuestr@s profesor@s nos educaron en todo excepto en como pensar críticamente. El pensamiento crítico es inseparable de plantear un desafío a esta sociedad. En orden de desafiar al sistema, es necesario un claro entendimiento del capitalismo. A través del cuestionamiento, comenzamos a ver las debilidades, lugares donde el orden capitalista está fallando. Donde hay posibilidades de ruptura, nosotros atacamos. Esto es precisamente lo que los especialistas y expertos temen; gente reconociendo la necesidad de cambiar y actuar, llevando la sociedad de la alienación a su ruina.

El término alienación se emplea comúnmente para describir la percepción de estar aislad@ o encontrarse a la deriva. Cuando los sociólogos u otros especialistas indican que elevados porcentajes de la población se encuentran “alienados”, entendemos que se refieren a cierta clase de condición general que atormenta a la gente, a pesar de ser algo ampliamente abstracto. Asimismo, las clases sociales son descritas en términos poco claros, que envuelven muchos factores, desde la renta del barrio a la cultura. Estas descripciones son difíciles y confusas por lo que significan. Cuanto mayor sea el número de personas que acepten estas definiciones impuestas, mas fácil es crear confusión.

Las clases sociales son un hecho obvio. Hay una clase que gobierna y otra que es gobernada, una clase que posee y otra que es la desposeída. L@s proletari@s o l@s desposeíd@s son gente que ha sido privada de la capacidad de determinar sobre sus propias condiciones materiales. Estas condiciones materiales son la organización de sus vidas, y lo que se crea durante ellas. Sobrevivir en esta sociedad, conlleva vender nuestro tiempo a un empresario por un salario, o ser la/el compañer@ doméstic@ de un trabajad@r “proveedor”. El papel de compañero doméstico, sin embargo, ha sido parcialmente minado por la reestructuración capitalista y por las recientes demandas de mano de obra barata. La supervivencia en sí misma se hace más difícil cuando hay miembros de la familia que mantener, si uno es incapaz de encontrar un trabajo, o si es rechazado por cuestiones relacionadas con su origen étnico, su género o cualquier otro factor.

La clase proletaria como un todo, no está caracterizada por el embrutecimiento, la desigualdad o la opresión a la que se enfrentan sus miembros. Esta clase tampoco puede definirse en términos de mayores o menores niveles saláriales, o niveles específicos de empobrecimiento. La característica esencial del proletariado es doble: se les ha negado el control sobre sus propias condiciones, y por consiguiente son como promedio sino en su totalidad, forzados al trabajo asalariado. Este terreno pantanoso une a l@s programador@s de ordenadores relativamente bien pagad@s de las ciudades de los EEUU con l@s habitantes de las ciudades-chabolas de San Paulo. Ningun@ de ell@s tiene control sobre el sistema social que dicta sus vidas; una caída del mercado podría provocar que el bienestar de un@ se asemejase rápidamente a la desesperación del otr@. Por ello ambas partes tienen razones para destruir el sistema social que permite la existencia de sus funciones y en colaborar sobre esas bases.

El trabajo asalariado produce alienación, no como un “sentimiento” sino sobre la base de las relaciones. Trabajar es alimentar a la mano de obra muerta -la tecnología y la maquinaria social creada por trabajadores anteriores- a fin de que un nuevo valor pueda ser potencialmente creado. Cuándo uno trabaja, uno existe como artículo, el único artículo capaz de crear valor. El empleado, a la merced de las dinámicas del capital, aspira a extraer algunos de los valores excedentes de los artículos-trabajadores para si mismo (este capitalismo individualista puede fallar en esta tarea sin alterar su rol principal, o su identidad como clase). Trabajadores, alienados por su propia creación material, después compran unos pocos productos de su trabajo con su salario-“gastando poder” como una caricatura enferma de vida creativa.

Decir “el trabajo crea todas las riquezas” es un malentendido radical de la producción, el consumo, el intercambio y la alienación. El trabajo asalariado es el resultado de un proceso general de producción de “valor”. El dinero, medida de cambio impuesta en nuestra sociedad, representa el tiempo de trabajo que crea valor; la conexión del dinero con la riqueza no es el aspecto que lo define (a pesar de que cada artículo de venta debe presentarse como algo útil, o siendo parte de la riqueza) El trabajo asalariado construye un proyecto de mundo basado en el capital, a menudo opuesto a formas concretas de riqueza como la riqueza social, ecológica e incluso los trabajos muertos1, que no cumplen ciertos niveles de acumulación y eficacia. El trabajo asalariado es una consecuencia, continuación y extensión de la actividad alienadora. El mundo del valor sin embargo no puede ser medido, controlado u organizado de cualquier modo que complemente la actividad propia y el propio dominio de los seres human@s. La tecnología que es la “carne” de la creación de valor (existiendo ambos como máquinas o como hombres reducidos a un rol social) debe abandonarse a favor de otros métodos de organización. Es exclusivamente el proletariado y quizás el decreciente número de personas no conquistadas por la civilización capitalista, l@s que tienen un interés esencial en destruir el mundo del valor y por ello en minar su propio valor como clase social. Este fin se alcanza a través de la subversión y la comunicación entre afines, probablemente acompañado de una argumentación violenta; este proceso no puede describirse acertadamente como el pobre contra el rico o el pobre versus “clase media”.

Estar alienado por el capital es participar en nuestra propia subyugación: es estar fuera de control en un mundo que también lo está. La demencia acelerada de todo el sistema social, testigo de la cada vez mayor calidad esquizofrénica de la vida diaria, está relacionada con los cambios recientes en el capitalismo. El proyecto del post-industrialismo ha alejado cada vez más al proletariado del esqueleto de la producción material del sistema. En lugar de eso lo que producimos son los prerrequisitos para conseguir una cada vez mayor y más rápida circulación febril de artículos.

La aparentemente interminable elaboración de un bien de consumo ya elaborado (distribución y marketing, la creación de un “aura” alrededor de los bienes de consumo, la alegría y sonrisas forzadas de los cajeros, la cultura y las industrias de servicios para mantener en funcionamiento toda la farsa) ha hecho más profundas las ataduras de millones de personas a un mercado y a una economía que l@s aliena, mientras a la vez aumenta su precariedad en conjunto. Nuestra padecimiento con tal mundo es falsamente visto como un problema existencial, que tenemos poca capacidad de modificar. Sobre cada nuevo problema, realmente conseguimos más de esa banal “alienación” de la que hablan sociólog@s y l@s populares sicólog@s¡¡¡ Más que nunca, los desafíos a la producción ponen en cuestionamiento a toda la sociedad y atacan al conjunto de rasgos y hastíos que tienen lugar sobre un frente de clases (las clases dominantes no pueden, como clase social, hacer nada sobre sus propios rasgos excepto hacerlos peores e imponérselos a otros).

Dentro de los EEUU (desde donde yo escribo), las distorsiones dentro de la economía han conducido a la deformación del discurso de clases. Muchos proletarios han sido conducidos a creer que pertenecen a las “clases medias”, una categoría sociológica que a menudo corresponde al mito de la “familia nuclear y a una valla blanca”. Esta identificación errónea fortalece las ataduras al capitalismo. Con el aumento del dominio del capital sobre todo, y la capacidad del capitalista para reubicar las instalaciones de producción en áreas con costos de mano de obra inferiores, fortalecido a través de acuerdos comerciales y organizaciones de gestión globales, ha habido un empuje en las naciones post-industriales hacia nuevas formas de economía.

La deuda debida a la manufacturación ha tenido un impacto particularmente significativo sobre la nueva economía, dirigiéndose hacia un promedio de ahorro extraordinariamente bajo y hacia unas deudas altas. Sin embargo, la gran cantidad de baratijas y artículos que pueden conseguirse a crédito, han -combinados con una ideología bombardeada a través de la televisión- tenido un efecto significativo sobre la manera en que much@s ciudadan@s de los EEUU se perciben a si mism@s. Mientras inevitablemente se una el salario de esclavitud por la proporción de débito a los ingresos actuales, se percibirán a si mismos como el ya tratado anteriormente discurso de clase, perdiendo en el proceso cualquier posibilidad de solidaridad y acción colectiva. Mientras la ideología de la “clase media” va probablemente a ser echa pedazos por los acontecimientos reales, entretanto sujeta con grilletes muchas posibilidades de acción social.

La pregunta que siempre nos planteamos es como combatir al sistema. Hay un gran número de formas de conseguirlo, desde los primeros pequeños pasos de cambio interior que implica cambiar nuestras vidas, hasta la manera en la que nos comunicamos e interactuamos un@s con otr@s. Esto abre la oportunidad de explorar nuestras afinidades un@s con otr@s. Podemos unirnos para cambiar las cosas de nuestro asfixiante entorno, apoderándonos así del control y construyendo una comunidad real de revuelta y resistencia. Cuando aprendemos a confiar un@s en otr@s, aprendemos que no estamos sol@s, hay mucha gente de diferentes entornos que no están satisfechas con este sistema de opresión y con el papel que representamos para su reproducción. Nuestra meta es que aumente la complicidad entre todas ell@s en revuelta, y obtener la fuerza social necesaria para aplastar este sistema de dominación. Se nos ha dicho que esto nunca ocurrirá, que las cosas siempre permanecerán igual, y que el progreso capitalista es inevitable. Sin embargo, cada vez que nos ayudamos un@s a otr@s a robar tiempo o bienes de nuestro lugar de trabajo, saboteando las máquinas de la que se supone deberíamos ser esclav@s, “olvidándonos” de pagar en las tiendas de lujo u organizando una huelga salvaje, demostramos nuestra capacidad de resolución y con ello generamos posibilidades.

Nuestros actos de revuelta hacen pedazos las ilusiones sociales. Mientras ascendemos desde abajo, construimos un entendimiento de cómo las estructuras de poder han sido creadas para estar fuera de nuestro control directo. Son estas estructuras e instituciones las que buscamos destruir. Recuperaremos nuestra energía, nuestras vidas y nuestros deseos. Arrojaremos los sentimientos apáticos y sin esperanza que se han convertido en algo habitual. Frenaremos la destrucción de la tierra y sus habitantes, trabajando día tras día por la muerte (la marcha fúnebre) del capital. No podemos vivir durante más tiempo en un mundo donde cada aspecto tangible de nuestras vidas ha sido reducido a asuntos de mercado, los bosques, nuestra comida, nuestras vidas, no son más que artículos esperando a ser intercambiados por negocios y consumidos por las masas. La mayoría sabemos que hay algo erróneo en la forma de funcionamiento del capitalismo, pero es difícil estructurarlo, sin agobiarse con el sentimiento de que este sistema es más grande que nosotr@s y no hay nada que pueda hacerse. Sin embargo, la misma energía utilizada para mantener este sistema en funcionamiento puede usarse para destruirlo.

Este texto ha sido incluido por LH y DN de forma conjunta. Intenta ser parte de un debate en curso. Alentamos a escribir comentarios, críticas y debatir sobre él.

Contacto: info[arroba]socialwar.net

Traducción Palabras de Guerra

1. N.d.t. Deducimos que la expresión “trabajos muertos” hace referencia a aquellos trabajos que por no cumplir los requerimientos o variaciones del mercado han desaparecido. Ejemplo de ello puede ser los llamados trabajos artesanales.