Como estaba anunciado por el EZLN, la mañana del viernes se reabrieron las puertas de la Junta de Buen Gobierno y se concentraron más de mil zapatistas de la región Altos de Chiapas.
Portando pasamontañas, los zapatistas retiraron los letreros de “cerrado por alerta roja”, colocados en la puerta principal, en las oficinas del Caracol, de la Junta de Buen Gobierno, de los municipios autónomos, de las tiendas de abarrotes y de las cooperativas de artesanías.
Después de tres semanas de alerta roja general, las actividades se reanudaron en la comunidad de Oventic, un lugar enclavado entre montañas y situado a unos 45 kilómetros de San Cristóbal. Las autoridades rebeldes que forman la Junta de Buen Gobierno reiniciaron sus labores, suspendidas -por primera vez en dos años- desde el pasado 20 de junio.
Desde temprana hora arribaron indígenas para participar en torneos deportivos y en la fiesta organizada por el inicio de una nueva etapa en la lucha del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), eventos a los que también se sumaron miembros de la sociedad civil. “Estamos contentos, alegres, porque se abrió el Caracol y la fiesta es para que la gente baile”, afirmó uno de los dirigentes rebeldes; que atendía a los visitantes de este lugar. En el principal bastión del Ejército Zapatista de Liberación Nacional de los Altos de Chiapas.
La Garrucha, Chiapas 15 de julio. Con fiesta y baile levantaron la alerta roja las comunidades de la selva tzeltal. La junta de buen gobierno (JBG) Camino del futuro abrió hoy sus instalaciones, y los cuatro concejos municipales atienden nuevamente en sus oficinas. La música ha durado el día entero. De hecho, la celebración empezó desde ayer jueves.
Y realmente “despertó” la comunidad, cabecera del municipio rebelde Francisco Gómez, al concluir varias semanas de retraimiento de la población y cierre del caracol Resistencia hacia un nuevo amanecer. A la altura del poblado, la carretera de terracería luce llena de gente y vehículos, al igual que los alrededores del centro de gobierno autónomo.
Un mar de toldos de náilon (plástico), rudimentarias tiendas de campaña, rodea la explanada central, convertida hoy en pista de baile. Allí se hospedan los visitantes. El ánimo es muy festivo. Las muchachas resplandecen, así que los muchachos no pueden sino sacarlas a bailar. Hacía mucho que este enviado no veía tantos niños sueltos en una celebración zapatista. Los hombres saludan y sonríen.
Participan en la celebración al menos un millar de indígenas, procedentes de las distintas regiones que componen este caracol en los municipios San Manuel, Francisco Villa, Francisco Gómez y Ricardo Flores Magón. Al parecer, en los cuatro caracoles restantes hay fiestas parecidas. Esta noche se espera aquí un mensaje de la junta zapatista.
La “comisión de vigilancia del buen gobierno” recibe en su local a La Jornada y da la autorización para hablar con la JBG. A pocos metros, un mural ocupa la fachada de madera de una segunda casa de esta comisión: un gran ojo tiene a sus lados el sol y la luna, y de una milpa verde brotan dos manos que arrojan amarillos granos de maíz. Al centro, sobre la puerta, se lee: “Para todos todo”.
Realizado por indígenas y un colectivo de la sociedad civil que sólo firma como ¡Error! Marcador no definido, el mural revela un concepto de la “vigilancia” bastante original.
En su oportunidad, la JBG, con la reserva que le es habitual, dice al enviado que la fiesta que transcurre en el caracol es por ahora “todo lo que tienen que decir los zapatistas de por acá”.
Por la tarde, de manera muy selvática y propiciatoria, se deja venir un fuerte aguacero, que pone a prueba la eficacia de los “techitos” de náilon e interrumpe un rato las cumbias y los corridos electrificados. Se teme que se vaya la luz (cosa que sucede casi a diario), pero me cuentan que ni aun así se suspendió el baile anoche, y duró hasta tarde. La música vuelve en cuanto amaina, y un poco después todos bailan.
Una piedra en el camino
Un niño pequeño agitaba un trapo naranja en el comienzo de una curva pronunciada de la carretera que atraviesa Huixtán. Muy pequeño, como de seis años. Solito. Los vehículos disminuían la velocidad. Metros adelante, la madre del niño, con la cola de caballo atada sobre la cabeza, como alto copete, con la mitad izquierda de su cuerpo cuidaba a su hijo y le hacía señales. Con la otra mitad de sí vigilaba el extremo opuesto de la carretera, una recta. Al mismo tiempo, mirando de frente, conversaba con su marido, tal vez le daba indicaciones.
El hombre, un campesino tzeltal de apariencia muy pobre, blandía con fuerza un marro que se estrellaba contra una roca suficientemente grande como para bloquear todo un carril de la carretera San Cristóbal de las Casas-Ocosingo. El deslave ocurrió en los bordes de su solar, y él comprendió que representaba un serio peligro para los automovilistas.
La tarea de destazar la inmensa roca se antoja titánica, quizá imposible. Los trozos que arranca el marro son pequeños y mezquinos. Este Sísifo decidió que no empujará la piedra. No podría él solo. A diferencia del personaje mítico, su proyecto es romper la roca, barrerla luego, y se acabó.
Este ínfimo y frágil núcleo familiar se rifaba el pellejo para cuidarnos a los demás. Nadie les ordenó que lo hicieran. Nadie les va a pagar.
El incidente ilustra muy bien la manera en que los indígenas enfrentan los problemas que son suyos y también de los demás. Allí donde no importa su adscripción religiosa ni los contenidos políticos de su pensamiento para entender lo que es de todos y asumir la responsabilidad que toca.
Oventic, Chiapas, 15 de julio. Después de tres semanas de alerta roja general, las actividades volvieron hoy a la normalidad en el caracol ubicado en esta comunidad, donde más de mil indígenas se concentraron para participar en torneos deportivos y en la fiesta organizada por el comienzo de la nueva etapa en la lucha del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Desde temprano, los letreros que decían “alerta roja general” fueron retirados de la entrada al caracol, de las tiendas, de las cooperativas de artesanías, de las oficinas de la junta de buen gobierno (JBG) y de los municipios autónomos. Poco a poco, cientos de indígenas -hombres, mujeres y niños- y algunos mestizos de la sociedad civil fueron llegando para participar en las actividades organizadas por las autoridades civiles zapatistas. “Estamos contentos, alegres, porque se abrió el caracol, y la fiesta es para que la gente baile”, afirmó uno de los dirigentes rebeldes, quienes desde esta mañana recibían a cualquiera que solicitaba información.
Desde antes de llegar al caracol Corazón céntrico de los zapatistas delante del mundo, se notaba el movimiento, pues decenas de vehículos, camionetas y camiones de redilas, principalmente, estaban estacionados a lo largo de la carretera que pasa frente a las instalaciones zapatistas. El letrero de “alerta roja general”, que el 20 de junio fue colocado frente al caracol, fue sustituido por el de “Conductores, manejen despacio. Entrada, no estacionarse”. La puerta de acceso fue abierta y la gente pudo pasar sin ningún trámite. Esta tarde había más de mil personas y seguían llegando. El silencio de tres semanas se había transformado en mucho ruido y movimiento.
Habitantes de municipios y comunidades vecinas, que durante todo el día estuvieron pasando en vehículos de transporte público o privado, miraban con expectación el movimiento de personas en el caracol, que atiende a la región de los Altos de Chiapas.
También desde muy temprano, un conjunto musical se instaló hasta el fondo, en el escenario donde se realizan los actos políticos, culturales y deportivos. Varios equipos de basquetbol participaron en el torneo.
Los integrantes de la JBG reiniciaron sus labores, suspendidas -por primera vez en dos años- desde el 20 de junio hasta ayer, por la alerta roja general.
En la oficina de recepción, dos mujeres y un hombre encapuchados recibían a periodistas, integrantes de organizaciones no gubernamentales, estudiantes y demás personas interesadas en tener mayor información sobre las actividades zapatistas. “Estamos haciendo lo que dice el comunicado (del EZLN), porque la palabra se cumple”, afirmó el varón.
Las puertas de las oficinas de los municipios autónomos de San Andrés Sacam’chen de los Pobres y de Magdalena de la Paz, que están a un lado de la JBG, también fueron abiertas, aunque los más buscados eran los del comité de recepción, donde en ciertos momentos había que esperar hasta una hora para ser recibido.
Desde la entrada hasta el fondo del caracol, varios indígenas colocaron puestos de venta de fruta y otros alimentos, y de pasamontañas para quienes olvidaron llevarlo, que desde 1994 es uno de los principales símbolos del zapatismo. La que al parecer no reinició labores hoy fue Radio Insurgente, la voz de los sin voz, cuya señal era captada en esta zona hasta el 20 de junio, cuando se decretó la alerta roja. Cuando menos hasta las 14 horas no fue posible sintonizarla.
En la cabecera de San Andrés, donde se efecturaron los diálogos entre el gobierno federal y el EZLN, y donde el 16 de febrero de 1996 se firmaron los únicos acuerdos (sobre derechos y cultura indígenas, que no se han cumplido), las oficinas de la presidencia autónoma comenzaron desde esta mañana a atender a la población de manera normal.