HospiTal GaRRahan: un LaboraTorio de Lucha del Trabajo inmaTerial: AfecTivo y CogniTivo, Servicial y ComunicaTivo.

19.Ago.05    Análisis y Noticias

Colectivo Nuevo Proyecto Histórico

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Hospital Garrahan: un laboratorio de lucha del trabajo inmaterial: afectivo y cognitivo, servicial y comunicativo.

“Un grupo salvaje de delincuentes sanitarios que hacen terrorismo”.
Ministro de Salud de la Nación, Ginés González García, 29-7-05.

“Desde la estructura gremial, el conflicto es una herramienta para negociar una mejora. Desde la lógica clasista, en cambio, el fin del conflicto no es sólo obtener la mejora sino adjudicarse una victoria ideológica. Es una pelea a todo o nada, conducida por una asamblea. El asambleísmo es una instancia previa al sindicalismo y carece de la contención del aparato gremial (…) Frente a ellos, el Gobierno tiene un discurso duro pero la mano blanda”.
Ricardo Roa, Editor General Adjunto del diario Clarín, 11-8-05.

“¿Quién carajo es Lerer, acaso tiene fueros para que no lo echen?”.
Marcelo Longobardi, periodista de Radio 10.

“DENUNCIO que se está orquestando en el hospital Garrahan “UN GENOCIDIO LABORAL. Las declaraciones del director fundamentalista GOLBERG coincidente con argumentos previos difundidos desde el gobierno, están preparando la etapa previa a la represión, arengando “militarmente ” a las fuerzas del poder público, a la justicia y a la comunidad para JUSTIFICAR DICHA REPRESIÓN (…) Continua una política económica para la exclusión y el exterminio. Sabemos hoy que cada muerte a cada hora, en cada lugar de nuestro país por hambre, humillación y exclusión, tienen unas causas y responsables con nombres y apellidos que deberán ser juzgados por asesinatos.
Miguel, Enfermero Profesional del Hospital Juan P. Garrahan, 13-8-05.

“Se termina trabajando entre 14 y 17 horas seguidas. En mi caso yo empiezo a la mañana temprano, preparo el desayuno para los chicos, cubro las horas del hospital y después sigo trabajando en mi casa con la limpieza y la comida. Es como que uno no para nunca y encima ni siquiera te alcanza para llegar a fin de mes”.
Zaira Vizgarra, Enfermera del Garrahan, nota de Prensa De Frente, 15-8-05.

“El objetivo del Gobierno es identificarlos ideológicamente para vaciarlos. Quiere aislarlos políticamente.” Alfredo Leuco, programa Informe Central, América 2, 17-8-05.

“El capitalismo ya no puede sostener a sus esclavos. Y encima éstos se sublevan. Los medios se alarman, los periodistas del canal facho se sonrojan ante la “avaricia” de los “zurdos” del Garrahan. ¿Qué dirán estos señores el día en que la clase obrera comience a disputarles activamente el poder político? Las reivindicaciones salariales son un buen comienzo, pero lo mejor está por venir”.
Comentario en Indymedia, 17-8-05.

La forma de organización asamblearia dispone de un método deliberativo y resolutivo al mismo tiempo. No hay una, o un dirigente excluyente con el que el poder pueda negociar, comprar y encarcelar.

(…)

La clase de los políticos se queja de que la multitud está haciendo política. Y esta, justamente, es su mejor vocación. Reapropiarse de la política que nunca tendría que haber delegado. El capitalismo dividió a la sociedad entre seres políticos y seres económicos, y ahora la multitud está recomponiendo el vínculo roto por el poder. Por cierto, que esta soldadura no puede ser permanente mientras se mantenga el imperio de la mercancía y el trabajo asalariado, los patrones y el estado. Pero todos sus ejercicios previos de insumisión, prefiguran, la autodeterminación y el autogobierno de la multitud.

(…)

Lo extra-ordinario es que estas experiencias se dan a sí misma un novedoso imaginario, por lo tanto son autónomas. No es un mero gradualismo en la acción, adosado, a un discurso radical desde el exterior de las prácticas. Sino el nacimiento de una cosmovisión en lucha efectuada y desarrollada por ellos mismos. Este hacer y pensar resulta el mejor reaseguro para que nadie le expropie la palabra y la acción.

(…)

Una vez más, vamos camino a tener que enfrentar una regla de hierro en la lucha de clases: Las demandas que no terminan en la ruptura antisistémica concluyen integrándose a la lógica de la mercancía. Basta sino comprobar, tristemente, como la mayoría de las fábricas recuperadas perviven en la pobreza, la autoexplotación y la tercerización capitalista. Sean luchas estudiantiles por más presupuesto para la educación, un monto mayor para los planes sociales de los desocupados, mejores salarios para los empleados, y menor impunidad judicial ante la corrupción y los asesinatos de empresarios y políticos; para emanciparse socialmente, no hay gradualismo sindical posible que sustituya la batalla final contra la derogación del estado y la abolición del capital. De lo contrario, no habrá liberación personal y social.

Si los nuevos cuerpos de delegados y comisiones internas clasistas que se reivindican independientes, pero de izquierda, no quieren que ningún otro organismo: sindicato oficial y partido, aun los de izquierda, le marquen cómo pensar y qué hacer; tendrán que darse ellos mismos su propia organización y su propio proyecto social. Difuminar en todo conflicto su contradiscurso, coordinar de manera cada vez más amplia los nuevos contrapoderes, y no temer a aspirar a ser los protagonistas del nuevo poder constituyente del trabajo.

Es lógico que los medios seleccionen sólo las respuestas intemperantes de los automovilistas, sean trabajadores o patrones, a los que los desquician los métodos piqueteros. La mass media, como parte constitutiva del poder, aborrece la política hecha por lo comunes. Su país normal sólo cierra con la democracia del voto y las mayorías en silencio en sus hogares. Pero al mismo tiempo, a no dudar, que millones ven con simpatía, o una pasividad complaciente, las nuevas formas de lucha. Sigue habiendo diez millones de argentinos que viven con dos pesos diarios. Hay 17 millones de pobres, dos millones de pibes que trabajan, 50 por ciento del empleo es en negro, y más de 100 personas se mueren por día por causas evitables. A todo este latrocinio, sumémosle, la burla amparada judicialmente a quienes coimean senadores, la impunidad de los directivos de Southern Winds como la aerolínea del capital-narcodemocrático, y la libertad de los asesinos ideológicos y políticos de los muertos del 20 de diciembre de 2001, de Kosteki y Santillán, y el Oso Cisneros; entre tantos otros crímenes contra el pueblo que no reciben condena del estado. Toda esta orgía de explotación y corrupción, y crimen sin castigo, está hartando a cada vez más sectores sociales. Son ellos los que con sus luchas dicen claramente: que con Kirchner no sólo no estamos mejor, sino que mucho peor.

“Si los nuevos cuerpos de delegados y comisiones internas clasistas que se reivindican independientes, pero de izquierda, no quieren que ningún otro organismo le marquen cómo pensar y qué hacer; tendrán que darse ellos mismos su propia organización y su propio proyecto social. Difuminar en todo conflicto su contradiscurso, coordinar de manera cada vez más amplia los nuevos contrapoderes, y no temer a aspirar a ser los protagonistas del nuevo poder constituyente del trabajo”.

Para el poder el pueblo es la gente. Y en el mejor de los casos es la sociedad civil y no la multitud. Esto no significa que todos los integrantes de la multitud sean anticapitalistas. Pero son la clase que valoriza en su conjunto el capital, y como tal, la única clase con potencialidad revolucionaria. Una clase radical es únicamente aquella que puede terminar con la sociedad capitalista y construir la anticapitalista. Y esta tarea sólo está en manos de la paleta multicolor de la multitud subsumida formal y realmente al capital. Desocupados y ocupados, teletrabajadores y asalariados, empleados públicos y obreros fabriles, autoempleados y subocupados, registrados y en negro, en la ciudad y en el campo. En las fábricas recuperadas y barrios piqueteros, en los resabios asamblearios autónomos posteriores al argentinazo y en los padres de los barrios populares que luchan contra la policía mata pobres.

Hoy la miseria no es una excepción sino la regla del capitalismo. Los desheredados no son el 5 por ciento como en 1974, sino media Argentina. Hoy enfrentar a los pobres es confrontar a la inmensa mayoría de los habitantes. Ahora el país es parte de una Latinoamérica miserable, con el 50 por ciento de sus hijos bajo privaciones críticas y crónicas.

En la Capital Federal, el 80 por ciento de los jóvenes desnutridos están en los barrios del sur. El Cordón Sur de la Capital compite con las más brutales pobrezas del Gran Buenos Aires. En la provincia del Chaco el 80 por ciento de los menores de 14 años son pobres. El capitalismo como sistema social genocida es comandado por una clase política que utiliza con magistral hipocresía el revólver asesino y la enfermería, la salita de primeros auxilios y la picana, el homicidio sumario y la sumisión escolar.

En la Ciudad de Buenos Aires los Centros de Salud y Atención Comunitaria poseen un ejército civil de contenedores de la violencia social y disciplinadores de estómagos vacíos. Bien lo dijo Ricardo Righi, después de la masacre de Cromañón donde fue asesinado su hijo Emiliano: “No quiero psicólogos que me contengan, quiero acción”. En cambio, nutricionistas y psicopedagogos, trabajadoras sociales y médicos, se ocupan de medir cuanta hambre toleran miles de pibes antes que la ira de sus padres explote.

El rol más importante del estado es gobernar la vida. Un típico rol de policía. Para algunos con el patrullero, para otros la ambulancia. Para unos las cárceles, para otros las migajas. El sistema es macabro: los policías de guardapolvo y estetoscopio cuentan las calorías para subalimentar, educar y curar, a los hijos de los ciudadanos que pagan sus sueldos, mientras ayudan a mantener en el filo de la muerte a la prole de la multitud. Facultativos con poder estatal para administrar la tortura social capitalista más difundida: el hambre. Un niño y niña desnutrida tiene hasta 8 veces más posibilidades de morir que uno bien alimentado. Después el progresismo se asombra de porqué mueren tantos chicos por causas evitables. Eso sí, en el 2005 las cosechas batirán el récord del 2004, que a su vez, batió el record del 2003. Suena tedioso, pero necesario, ante tanto farsante que habla del “gobierno popular en disputa”: con Kirchner estamos cada vez peor.

En la Provincia de Buenos Aires, según el reciente informe de la Subsecretaría de Atención a las Adicciones, en los últimos 10 años se duplicaron, y entre 1995 y el 2003 se triplicaron, las muertes de adolescentes entre los 14 y 19 años. Lo escalofriante es, según la estadística, que las muertes evitables no fueron el 10, el 40 o el 60, sino el 90 por ciento de todos estos pibes y pibas que se podrían haber salvado.

“Hoy la miseria no es una excepción sino la regla del capitalismo. Los desheredados no son el 5 por ciento como en 1974, sino media Argentina. Hoy enfrentar a los pobres es confrontar a la inmensa mayoría de los habitantes. Ahora el país es parte de una Latinoamérica miserable, con el 50 por ciento de sus hijos bajo privaciones críticas y crónicas”.

Como Saturno en la mitología, el capitalismo se come a sus hijos. En el 2003 fueron asesinados por el sistema mercantil otros 955 chicos y, en el 2004, el Conurbano aportó 112 de los 194 ultimados en Cromañón. La estadística usa un prolijo eufemismo para no hacerse cargo que el sistema mata con un menú diabólico. A la droga y el alcohol, los suicidios y accidentes, los llama: “causas externas”. Más bien lo podrían definir como el síntoma de la indigencia del precariado como enfermedad social, el desempleo crónico de padres e hijos, y el fin de la ciudadanía del estado de bienestar peronista.

Estas muertes son un reflejo deforme, fetichizado, del excedente de la fuerza de trabajo sin destino. Con empleos basura de 16 horas diarias, o vendiendo los pibes un poco de falopa para comer y alimentar a su familia. El sistema incapacita y mata, ¡Vaya si mata!, sea con la explotación, la cárcel y el suicidio. Sea con la muerte fulminante o en cuotas provocada por el hambre patronal. Hay medio millón de adictos sólo en la provincia de Buenos Aires: la contracara de los asalariados posfordistas del crimen, la policía genocida y socia del delito, la educación colapsada, la salud en bancarrota, y un presente sin futuro.

Millones de niños, adolescentes y jóvenes muertos en vida: bajo la prisión a cielo abierto de la escasez, o en la prisión de las tumbas del GULAG capitalista. Muertos en vida o suicidados. El asesinato en cuenta gotas por la pésima alimentación o las neuronas quemadas por el paco en pocos meses. El estado para tratar a los adictos, al igual que con la desnutrición, siempre tiene preparada una ambulancia con la sonda terapéutica que alimente psicológicamente con lo mínimo e indispensable a sus víctimas para mantenerlos vivos. De lo contrario, siempre hay un lugar más en la camilla que lleva a la morgue a quien desfallece o se deja morir.

Un océano de medio millón de adictos y el estado provincial atiende apenas a 11.000. Una gota de agua en un mar de desheredados condenados a muerte por el capital-parlamentario. Para ser mas precisos: no una gota, sino la atención para apenas el 2,2 por ciento de todas las gotas de un mar de espectros juveniles, de los cuales sólo se curarán 1.100, o sea, el 0,2 por ciento de todos los adictos. El resto, que se cuide como pueda, o que pida caridad a las ONGs que hacen de muleta del estado. Las muertes evitables son otra forma de aniquilar jóvenes. Un crimen social por otros medios que la dictadura militar de los ´70, pero igualmente efectiva para sacarse de encima a los que sobran.

En el tema adicciones la provincia de Buenos Aires tiene 180 Centros de Atención. Nueve de cada diez de sus pacientes no se recuperan. Es lógico que así sea. ¿Para qué rehabilitarse? Sino es para luchar, la vida como se les presenta no merece ser vivida. Son Centros de Atención que sirven, poco y nada más que, para justificar la planta de estables y contratados con que el estado paga el silencio cómplice de funcionarios y galenos, psicólogos y sociólogos, que juegan a ser la Cruz Roja peronista.

“Millones de niños, adolescentes y jóvenes muertos en vida: bajo la prisión a cielo abierto de la escasez, o en la prisión de las tumbas del GULAG capitalista. Muertos en vida o suicidados. El asesinato en cuenta gotas por la pésima alimentación o las neuronas quemadas por el paco en pocos meses”.

¿Qué hay pobres sin conciencia de clase? Sin dudas, esto ha sido así, aún luego, del estallido de una revolución social a favor de los mismos pobres. Pero esto nunca impidió el intento de construir en la tierra el reino de los hombres y mujeres libres, iguales y fraternas.

¿Qué a veces el enemigo está en el propio campo de la multitud? Es cierto, por eso es tan valioso el despliegue que hacen sus actores poniendo el cuerpo y la palabra en cada conflicto, persuadiendo y si hace falta polemizando, con aquellos sujetos que se oponen a las luchas que también los benefician.

La CTA podrá evitar por un tiempo la divisoria de aguas entre capitalismo y anticapitalismo. Pero la que no puede obviar más, es el parte aguas entre ser oficialista u opositor al gobierno peronista. La tensión entre un Edgardo De Petris aplaudiendo a Cristina de Kirchner, y un Claudio Losano pregonando que la distribución de la riqueza es peor que nunca, es una dicotomía, que está haciendo implosionar a la CTA.

Los viejos planes de lucha del viejo movimiento obrero peronista son obsoletos. La huelga dominguera, el parar las actividades por unas horas y días, el esconder el conflicto al interior de la empresa y el estado para luego traicionarlo en la mesa de negociación por migajas, se terminó. Todas las nuevas expresiones de lucha aborrecen de estos métodos. No le temen a ganar la calle y las plazas, cortar peajes y bloquear aeropuertos, tomar ministerios, juzgados y legislaturas, escuelas y empresas. Hablan con los usuarios en el espacio público, la mayoría compañeros de clase, estén o no involucrados directamente en su lucha. Transforman la huelga gremial en huelga política, el paro económico en contrapoder territorial, ponen en discusión quienes mandan, y a favor de que intereses están.

Al interior de los nuevos conflictos también surgirán las diferencias. Hay un mundo que se derrumba y otro en constitución. Para decirlo sin reservas: al interior de la multitud también se reproduce la lucha de clases.

Está el abogado que se desrepresenta en su rol de procurador de justicia capitalista, y que apela a los tribunales desde una posición cínica actuando sólo a los fines de mostrar la inutilidad de la justicia capital-parlamentaria. Y está aquel que sostiene su saber-poder a partir de que se refuerce la creencia en el sistema jurídico que le otorga su prestigio profesional y credencial de clase.

Está el diputado que acompaña la lucha de los familiares para desenmascarar la farsa judicial, y está el quintacolumna que acompaña, para llegado el momento, actuar de dique de los familiares que vayan por la cabeza del presidente.

Están los profesionales de la salud que se creen más que el enfermero y aspiran al carrerismo a costa de las 16 horas diarias de trabajo de los paramédicos. Y están los facultativos que integran multitud y usan su saber, como un instrumento más, a favor de la emancipación de la especie humana, sin por esto, esperar privilegio alguno.

No se trata de idealizar a los pobres de la multitud. Sino, muy por el contrario, saber medir a los aliados, estar alerta a los oportunistas que se disfrazan de horizontales, y tejer lazos de solidaridad más estrechos con aquellos que aspiran a un cambio social autodeterminado y anticapitalista.

La relación social bicéfala entre el capital y el trabajo está repleta de victorias y derrotas permanentes para cada una de las partes. Eso es la lucha de clases. La guerra civil planetaria del capital contra la multitud, sea con ejércitos o parlamentos, se enfrenta a la autoorganización del trabajo, los conatos destituyentes de presidentes, la constitución de organismos extra-estatales y la posibilidad de revoluciones sociales.

“Al interior de los nuevos conflictos también surgirán las diferencias. Hay un mundo que se derrumba y otro en constitución. Para decirlo sin reservas: al interior de la multitud también se reproduce la lucha de clases”.

(…)

Los integrantes de la multitud del trabajo inmaterial: servicial y cognitivo, afectivo y comunicativo, saben que sus condiciones de empleo son cada vez peores. Su sistema nervioso está cada vez más exigido. En los hospitales se atiende a cada vez más personas que pasan a integrar las capas pobres de la multitud y antes fueron trabadores de clase media. El dolor social cala los huesos, y la lucha, es el síntoma del hartazgo ante la propia vida miserable y la miseria como forma de vida capitalista de sus semejantes. Los operarios de la industria posfordista y los operadores de la “net economy” son más intensamente expoliados para que, las máquinas que conducen y utilizan como capital, rindan más ganancia luego del colapso del 1 a 1. Los diseñadores y laboratoristas, controlan más despiadadamente el proceso productivo computarizado para que no baje el plusvalor que producen a costa de más plustrabajo. Docentes que se desgañitan en las aulas tratando de educar a los hijos de la multitud para el empleo genuino en extinción. Subconsumistas y condenados estudiantes que: o se rebelan y organizan, o van a la noria del trabajo basura, las adicciones y la prisión, y el matadero del delito.

(…)

Asamblea y acción directa. Insumisión y coordinación obrera. Lucha gremial, simbólica y territorial. Rudimentos valiosísimos del hartazgo obrero ante el sindicalismo patronal y el estado cómplice. Bases autodeterminadas para una lucha de nuevo tipo. Novedosos dispositivos del trabajo tejiendo redes insumisas en las empresas y en el territorio, en la producción y el comercio. Antagonía de los empleados como forma de atascamiento de la circulación del capital. Manifestaciones del poder obrero dotando de musculatura social el contrapoder de los hacedores. Pasos previos institucionales, que llegado el momento, servirán para tomar el relevo estatal ante las crisis profundas del capitalismo que cíclicamente se producen. Formas de poder popular que sustituyan al estado luego de su colapso. Destrucción conciente del capital-parlamentario como maquinaria por excelencia del poder empresario. El más allá del Que Se Vayan Todos. Un proyecto multitudinario que dote de significante positivo el anticapitalismo y el final de la democracia indirecta. Una manera organizada de reproducir la sociedad bajo otras bases antimercantiles, asamblearias y autogestivas. La abolición del capital como vínculo social, el final de los patrones como sus beneficiarios, y el inicio de la cooperación antimercantil generalizada de la multitud en beneficio propio, una vez que se emancipe, del yugo de los capitalistas.

El fin del gobierno de la minoría sobre la mayoría, y el comienzo de la república autogobernada de la mayoría trabajadora contra la minoría patronal. No olvidemos que en la Argentina la fuerza de trabajo urbana está compuesta por una minoría de 3.2 por ciento de patrones. En cambio, la mayoría, son la multitud trabajadora: 60 por ciento son asalariados, 17% está desocupada, y el resto, son el 19.7 por ciento de cuentapropistas de todo tipo.

“Los integrantes de la multitud del trabajo inmaterial: servicial y cognitivo, afectivo y comunicativo, saben que sus condiciones de empleo son cada vez peores. Su sistema nervioso está cada vez más exigido. En los hospitales se atiende a cada vez más personas que pasan a integrar las capas pobres de la multitud y antes fueron trabadores de clase media. El dolor social cala los huesos, y la lucha, es el síntoma del hartazgo ante la propia vida miserable y la miseria como forma de vida capitalista de sus semejantes”.

(…)

Buscando un efecto mediático, la Corte Suprema de Justicia sacó un fallo de actualización de haberes que beneficia a 1.000 jubilados. Mientras que en el país hay cuatro millones de jubilados y pensionados que ganan en promedio 350$, mientras la línea de pobreza está en 772$. La antagonía piquetera no para, y no tolera más el escaso valor de 150$ que tienen los planes sociales. Una suma que no alcanza para cubrir ni la mitad de la línea de indigencia en 352$. Lo repetimos. Unos pocos pesos que están bien lejos de la canasta total de bienes y servicios, que no llega a la línea de pobreza; ni siquiera, a la de indigencia. ¡Sino que es menor a la m-i-t-a-d de la línea de i-n-d-i-g-e-n-c-i-a! Los empleados registrados están hartos de la explotación laboral con jornadas de 12, 14 y hasta 16 horas, que le reduce al mínimo todos los placeres: el sueño y el estudio, el sexo y las amistades, la crianza de los hijos y el deporte, la práctica política y los paseos, el arte y el ocio. Y del precariado carente de seguridad social y previsional que nunca se podrá jubilar, con semanas laborales de siete días sobre siete, y ganando en promedio la mitad de los empleados formales.

Jubilados, desocupados, empleados registrados y precarios; todos ellos, coordinando su resistencia con los obreros okupas y los vendedores ambulantes, los estudiantes y asambleístas vecinales, le están poniendo límites a la voracidad del capital. Una voracidad que no tiene más límites que aquella que le imponga la marea multitudinaria del trabajo, la creación y la imaginación, el arte y la palabra, y el asambleismo en todas sus formas antagonistas.

La latinoamericanización de la pobreza y la muerte de la Argentina como una sociedad de “clase media” son contundentes. A valores de hoy: si en 1974 cada 10 asalariados, 8 ganaban 1.700$, en el 2005: sólo 3 de cada 10 ganan esa suma. El 53 por ciento de la población es pobre. Son 17.7 millones de argentinos en la miseria. Por cada punto porcentual que sube la canasta básica total (CBT) que mide la línea de pobreza, caen en esta condición 188 mil personas. De Enero a marzo inclusive, hay 700 mil nuevos pobres producto de la inflación. El 30% de la población económicamente activa tiene problemas de empleo. El 65% de los asalariados privados registrados gana menos que el costo de la CBT y el ingreso promedio de todas las familias no supera los 551$.

“Asamblea y acción directa. Insumisión y coordinación obrera. Lucha gremial, simbólica y territorial. Rudimentos valiosísimos del hartazgo obrero ante el sindicalismo patronal y el estado cómplice. Pasos previos institucionales, que llegado el momento, servirán para tomar el relevo estatal ante las crisis profundas del capitalismo que cíclicamente se producen. Destrucción conciente del capital-parlamentario como maquinaria por excelencia del poder empresario. El más allá del Que Se Vayan Todos. La abolición del capital como vínculo social, el final de los patrones como sus beneficiarios, y el inicio de la cooperación antimercantil generalizada de la multitud en beneficio propio”.

(…)

El dólar alto sólo cierra con bajos salarios. Se concentra el grueso del consumo popular en lo que resta de los asalariados fordistas registrados que vienen perdiendo poder de compra con cada nueva crisis. Este modelo nacional y popular tiene consecuencias nefastas para la mayoría de la multitud: para los desempleados la tortura social del hambre, para el precariado el subconsumo calórico, para las empresas recuperadas ser tercerizadoras del mercado y para los piqueteros la subindigencia.

La tan pregonada economía “progre” de Duhalde-Lavagna-Kirchner, es peor que la de Cavallo. En los ´90, la brecha entre el 10 % más rico y el 10 % más pobre de los argentinos era de 20 veces. Hoy supera las 27 veces. La pobreza y la indigencia durante el neoliberalismo de Menem era, respectivamente, un 96 y un 300 por ciento menor que en “El país en serio” de Kirchner. El trabajo no registrado es un 60 por ciento más alto que durante la segunda década infame. El 90 por ciento, del 50 por ciento de los argentinos que trabajan en negro, son pobres. El 43 % de la población económicamente activa gana menos de 323 pesos (107 dólares) y por lo tanto son indigentes. El ingreso promedio de la misma población resulta de 648 pesos (216 dólares) y por lo tanto son pobres. No olvidemos que la línea de indigencia ronda los 400$ y la línea de pobreza los 800$.

(…)

Con este escenario social de: pobreza sistémica y carcelización de la miseria, el regreso de los políticos a sus cargos luego de ser repudiados por el ¡Qué se Vayan Todos!, inestabilidad de la vida de la multitud y aumento del trabajo infantil, traición a los mandatos populares y un nuevo genocidio en curso; con esta crisis histórica de la especie humana que se repite en toda América Latina, hace que cualquiera de los presidentes, tenga calentando los motores de su helicóptero en los techos de la casa de gobierno. La chispa menos pensada: tarifazo y caída de planes sociales, reducción del presupuesto educativo y aumento de los alimentos básicos, salarios de hambre y encarcelamiento de luchadores sociales, impunidad para los empresarios criminales y una clase política vendida, falta de insumos en los hospitales y desalojo de fábricas recuperadas, masacres policiales y por accidentes de trabajo, el avance bilateral y regional del ALCA luego que se despotrica contra los EE.UU., una vuelta de tuerca dictocrática del capital parlamentario para que cierre el modelo, privatización de recursos naturales y control del tráfico en internet; reiteramos: cualquiera de estas causas, y otras tantas que van a surgir para mantener la barbarie capitalista, puede provocar el arrasamiento en las calles de la raquítica popularidad con la que hoy cuenta la política hecha por la clase política.

(…)

No hay plata para aumentar los salarios a valores de la canasta total de bienes y servicios; pero sí hay millones para volver a subsidiar a la industria automotriz como en los ´90, bajándole la alícuota a las exportaciones. No hay reducción del IVA en los productos de consumo popular, pero sí se le puede rebajar 5 puntos a las autopartistas. No hay plata para cloacas y agua potable, de la que carece medio país; pero sí hay otros $ 2.300 millones para los bancos, que se suman, a los ya recibidos 8.500 millones de pesos desde el 2002.

No hay más plata para salud y educación, pero sí hay más subsidios para las empresas de transporte y energía. Un Regalo del estado que paga todo el pueblo para beneficio de los capitalistas, y que lejos de bajar desde el derrocamiento de De la Rúa, pasó, según los últimos datos completos con los que cuenta el ministerio de Economía: del 1,77 del PBI en el 2001 al 2,46 por ciento del PBI en el 2003. Todo esto sumado al tarifazo encubierto a favor de Edesur, Edenor y Edelap, con multas del 200 por ciento por el excedente de electricidad que haga cada hogar en comparación al 2003.

Demostrando que con Kirchner, el peronismo y sus socios menores, con el capitalismo nacional de cotillón estamos peor, digamos lo siguiente:

El gasto público total, bajó del 35.6 por ciento del PBI en el delarruista año 2001; al 29.4 por ciento en el progresista año 2003.

En educación, cultura y ciencia, se bajó del cavallista 5.2 por ciento en 2001; al lavagnista 4 por ciento de 2003.

En salud, descendió del 5.1 por ciento bajo el recesivo año 2001; al 4.3 % bajo la economía con crecimiento del nueve por ciento del PBI del 2003.

De igual forma cayó también lo destinado a vivienda entre el 2001 y el 2003, bajó del 0.4 por ciento al 0.3 por ciento.

En previsión social la poda del gobierno popular, (que venía a terminar con los conservadores que fueron eyectados en el 2001 para poner en su lugar un gobierno de “un país en serio” desde 2002) fue terrible. El estado le robó 15.000 millones de pesos a las mayorías sociales, pasando la previsión social del 8.1 por ciento del PBI al 6.5 por ciento.

Demostrando una vez mas, que las deudas financieras que genera toda economía capitalista que se basa en el trabajo por dinero, que se sostiene en la esquizofrenia entre valor de uso y valor de cambio, entre socialización del hacer y acumulación privada de lo hecho, entre dirigidos y dirigentes, entre el trabajo y el capital, entre la multitud y el estado; se pagan más que antes: con el hambre y el abandono educativo, la enfermedad y el hacinamiento, y la niñez y la vejez menesterosa de la mayoría del pueblo.

Una deuda interna y externa, que siempre se honra, a costa de una peor salud y educación, escasos salarios y jubilaciones paupérrimas, desempleo y represión. Una forma muy coherente la que tiene el presidente para entender los derechos humanos de “su país normal”. Sirviendo “en serio” al capital y subordinado los intereses de la multitud a la codicia de los empresarios. El discurrir normal de un país mercantil en serio. Otro gobierno derecho y humano. El estilo “K”.

“La brillantez comunicativa del Garrahan, abreva en el ejercicio semiótico militante que antes hicieron los empleados telefónicos y de los subterráneos. No alcanza con poner el cuerpo en la asamblea, enfrentar a los burócratas y al estado. Hay que salir a disputar el sentido común permanentemente reforzado por la mass media. Es una batalla desigual pero imprescindible. Los nuevos sentidos de la multitud se van abriendo paso. Desarticulando los viejos significantes con las herramientas de la contrainformación en manos de los mismos trabajadores y el mediactivismo”.

(…)

La forma asamblearia, como embrión de poder popular, no se expande constituyendo organizaciones verticales, sino, creando campos de composición de fuerzas horizontales que vinculen multisectorialmente a otras asambleas en lucha, sean o no, hospitalarias. Al obrero social no le corresponde como forma organizativa el sindicato representativo, autoritario y burocrático del obrero de planta fabril fordista; sino, la asamblea de base. Una forma de organización cuyas demandas económicas al estado y sus objetivos políticos de emancipación social, son indistinguibles, unos de otros. De la asamblea hospitalaria a la huelga metropolitana, del paro hospitalario a la asamblea barrial.

El general intellect no entiende a la herramienta sindical separada de la herramienta política. La vieja estrategia de: para la lucha económica el sindicato y el partido para el combate político ha terminado. La nueva clase obrera en movimiento no tolera especialistas de ningún tipo: sean sindicalistas como casta, o sean los cuadros partidarios con aspiraciones de funcionarios estatales que, al arribar al gobierno, cualquiera fuese su forma, terminan como una Nueva Clase dominante clausurando el poder de aquellos a los que le deben sus puestos: los trabajadores autoorganizados.

La dualidad de poderes: entre los organismos extraestatales y el estado obrero, siempre terminó mal para la vía comunal, soviética, consejista, o asamblearia. Siendo aprovechado su arrasamiento por un socialismo de los burócratas del capitalismo de estado.

Sin dudas que los trabajadores se tienen que organizar más allá del reclamo salarial, mejores condiciones de trabajo y obtener la jornada laboral más corta que puedan. Pero esta complejización de demandas y objetivos le compete a la propia autoconciencia de las clases populares. Cada asamblea, en sí misma, es potencialmente un preludio comunal de la república anticapitalista. Como cada partido, en sí mismo, es un potencial estado.

Por supuesto que en las nuevas formas autoorganizativas hay compañeros y compañeras que pertenecen, o pertenecieron, a la izquierda partidaria en todas sus variantes. Pero lo más destacado en la autonomía en curso, no sólo en Argentina sino en el mundo entero, es que la amplísima mayoría de sus actores posee una desafiliación absoluta, y un sabio cinismo, contra las antiguas formas de organización sindical y partidaria que terminan como mecanismos de dominación sobre los sujetos autoconvocados. Una de las expresiones mas acabadas de esta práctica de contrapoder político territorial, social y económico al mismo tiempo, es la Coordinadora del Alto Valle. Donde confluyen desde el MTD a otras expresiones gremiales y partidarias. Una articulación de la práctica fabril de la empresa sin patrón, ex -Zanón, con la propia comunidad. De hecho, un auténtico contrapoder. Otro ejemplo ilustrativo de esta novel manera de organizarse que tiene la multitud, resulta, la Asamblea Ínter hospitalaria y Multisectorial que funciona en el Garrahan.

Los que combaten por su dignidad no esperan las elecciones, ni ganar los sindicatos para revelarse. Entre ellos, la patronal y el estado, no existe nada más, que su autoorganización. Si los empresarios y el gobierno quieren negociar, de ahora en más, lo debe hacer con los cuerpos de delegados y comisiones internas. Formas mandatadas de poder, originadas, en las asambleas de trabajadores donde late la vida insumisa. Las conciliaciones obligatorias para evitar y desviar conflictos resultan inaplicables donde la lucha no queda en manos de los jerarcas sindicales que enfrían y traicionan la antagonía de clase. Al mismo tiempo, esta aristocracia gremial representa, cada vez más, a menos empleados. La independencia económica de los autoconvocados contra los viejos sindicatos y sus dirigentes, es un comportamiento autoorganizado de la multitud como clase hacedora. Directamente proporcional a su autonomía política con respecto a los partidos y el estado.

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De las telecomunicaciones y Metrovías con su asambleismo, a los ferroviarios y pueblos originarios. De los docentes autoconvocados en Salta a los aeronáuticos de Lafsa. Del despertar de las asambleas autoorganizadas en la industria a las tomas de escuelas. En abril, se le sumó al poder otra piedra más en el zapato: la comisión interna del Hospital Garrahan expandiendo una multisectorial hospitalaria.

El escalafón del poder capitalista transpira por muchos poros. El mercantilismo se alimenta de humanos. Las jerarquías humanas invisten la forma estado como dispositivos de vigilancia y castigo del capital contra los que no se dejan formatear.

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Ya no hace falta decir que la nueva clase obrera, los desocupados y el precariado, las nuevas generaciones de la multitud, se organizan más allá del sindicato. Ahora solamente basta constatar la cada vez mayor difusión de esta práctica, su expansión y articulación conciente con otras experiencias similares, que doten de volumen social y simbólico, a las nuevas formas organizativas del trabajo contra el capital, el mercado y el estado.

Algunos se presentarán a elecciones en los viejos gremios, y otros los dan por muertos y enterrados. Pero lo más importante es que no se puede estar esperando, ni hace falta, otros 20 años como los que pasaron, para conquistar aquí y ahora la manera de autoorganizarse contra las dirigencias sindicales y antagonizar al poder.

“El justicialismo en todas sus variantes gobernó 14 de los últimos 16 años; y puso a las mayorías en condiciones, aun más miserables, que la última dictadura militar”.

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La brillantez comunicativa de la comisión interna del Garrahan, abreva en el ejercicio semiótico militante que antes hicieron los empleados telefónicos y de los subterráneos. No alcanza con poner el cuerpo en la asamblea, enfrentar a los burócratas y al estado. Hay que salir a disputar el sentido común permanentemente reforzado por la mass media. Es una batalla desigual pero imprescindible. Los nuevos sentidos de la multitud se van abriendo paso. Desarticulando los viejos significantes con las herramientas de la contrainformación en manos de los mismos trabajadores y el mediactivismo.

No hay que tener miedo de explicar los reclamos. Sabiendo de las zancadillas y mentiras del poder, la oposición de buena parte de la propia multitud, y las operaciones de prensa que tergiversan lo actuado para desprestigiar las luchas.

Pero el posfordismo del precariado, millones de asalariados en la miseria y el desempleo de masas, no trajo consigo todas malas. Ahora, el concepto castrense del “zurdo infiltrado” en las asambleas de empleados autoconvocados no asusta a ninguno de sus participantes. Los empleados conocen a sus delegados que son trabajadores como ellos. Al peronismo le queda grande la acusación de “gorila” o antipueblo, a todo aquel que se oponga a su presidente. El justicialismo en todas sus variantes gobernó 14 de los últimos 16 años; y puso a las mayorías en condiciones, aun más miserables, que la última dictadura militar. No olvidemos que los salarios de hoy son la mitad de los de 1980. Hay 200.00 contratados en el sector público cuando antes no existían y el propio personal de limpieza de Casa de Gobierno está tercerizado. El desempleo pasó del 3 al 17 por ciento y la pobreza aumentó de 5 al 50 por ciento en tres décadas, y el capital-parlamentario sigue asesinando 100 personas por día por causas evitables.

Luego de la lucha del Garrahan nada volverá a ser igual. Y no hizo falta esperar mucho para comprobarlo. La comisión interna del Garrahan no terminaba de firmar en disconformidad, el acta de aumentos de sueldo, que ATE entendió que: o se pone a la cabeza de los reclamos, o la autonomía como forma de lucha de los trabajadores, les retira la prerrogativa de dar la batalla salarial contra el estado.

La autonomía es un comportamiento, una forma de ejercer el poder en los conflictos, un imaginario y un proyecto que no tiene dueños privados, pero sí, millones de portadores.

“Los directores de hospitales y todas las autoridades jerárquicas cumplen el rol de una verdadera Nueva Clase dominante. El perro guardián del capital-sanitarismo dentro del capital-parlamentarismo”.

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La multitud es un cerebro colectivo que hace de la forma asamblearia su esqueleto institucional. Y de la complementación con otras asambleas la musculatura de la futura autogestión generalizada y coordinada del trabajo. El cerebro asambleario de la multitud, le da cuerpo y espíritu anticapitalista, al poder constituyente de la república de las comunas del uso concreto del trabajo.

Si bien hay militantes partidarios y gremialistas todo terreno, los nuevos delegados no se definen en público, ni por su pertenencia partidaria, ni por la disciplina a los viejos gremios. Son mandatarios que mandan obedeciendo. No son profesionales, ni de la política, ni del sindicalismo. Sus comisiones internas son honestas y combatientes. Abnegadas y solidarias. Su identidad es de clase y asamblearia. Lo económico y organizativo define al sujeto social. Lo social y organizativo se da al mismo tiempo. Lo económico y lo político al unísono. La nueva constitución técnica del trabajo va encontrando su nueva composición política.

Por su puesto que hay comisiones, cuyos integrantes, rondan las cuatro décadas y vienen de 22 años de frustraciones electorales y partidarias. Pero a su vez, traen consigo, un bagaje indespreciable de victorias y derrotas en su debe y haber.

Al interior de los hospitales pasa algo parecido como en toda la sociedad. La multitud asalariada está, no sólo fragmentada, sino dividida en castas. El personal profesional es ambivalente. Apuesta a su carrerita que lo suba en su estatus social. Y en momentos críticos de la lucha de clases como los que estamos transitando, se sabe, que el chantaje del ascenso a cambio de traicionar al resto, es una moneda corriente en los juegos palaciegos del poder.

Los directores de hospitales y todas las autoridades jerárquicas cumplen el rol de una verdadera Nueva Clase dominante. Una clase burocrática administrativa. En el campo de la salud son el estado personificado con guardapolvo, matrícula y amenaza de sumario a los insumisos. El perro guardián del capital-sanitarismo dentro del capital-parlamentarismo.

La tecnología de alta complejidad es trabajo muerto alimentado por el trabajo vivo de bioquímicos, enfermeros y mucamas, personal de maestranza y administrativo. Pero como en cualquier empresa, si los productores se rebelan, la fábrica hospitalaria no se mueve por más médicos gerentes y tomógrafos computados que haya.

Si el médico no tiene a su secretaria que le ordene las historias clínicas, al personal que da los turnos, o por caso, el material descartable del que se deshacen las enfermeras: o el galeno se desrepresenta como la autoridad médica a la que no se le caen los anillos por hacer el trabajo de otro, o el sistema de salud estatal no funciona.

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Pero la contratendencia del capital en todas sus variantes burocráticas sindicales no va a ser tomadas por sorpresa dos veces. Impugnadas las conciliaciones obligatorias dictadas por el Ministerio de Trabajo, ignorados los sindicalistas elegidos según el ritual de la rosca y la componenda con el poder, la superestructura jurídica y gremial está colapsada. Ahora las variantes burocráticas del SUTEGBA, la Asociación de Profesionales, UPCN y aún ATE, vienen por las asambleas de los autoconvocados. Desembarcan oportunistamente a ponerse a la cabeza de los conflictos para entregarlos ante el primer aprete del poder, como hizo Pablo Micheli de ATE con el Garrahan. A patotear y dividir como es el estilo del sindicato del menemista, devenido kirchnerista, Andrés Rodríguez de UPCN. Enviando los impresentables de Amadeo Genta y Patricio Datarmine de SUTEGBA a sus matones a fisurar costillas a los autoconvocados del Álvarez. A comprar voluntades y amenazar con acciones por abandono de personas como el gremio más cercano a la Nueva Clase capital-sanitarista: la Asociación de Profesionales de la salud.

El intelecto general como fuerza productiva y reproductiva del capital recorre toda la sociedad. Intelecto general no es sinónimo de intelectualidad académica. Es un general intellect cooperante como forma de valorizar la subsunción real del trabajo en el capital. Una forma virtuosa y colectiva de reproducir la sociedad capitalista. Se puede tener la primaria incompleta, ser un técnico calificado, o estudios universitarios, y en cualquiera de los casos integrar el general intellect. Ocupados y desocupados por el trabajo asalariado, integran el cerebro colectivo de la multitud de la fuerza viva del trabajo. Unos están ante el peligro de la precariedad por un trabajo sobreproductivo, otros, descartados por el capital por subproductivos.

“La tecnología de alta complejidad es trabajo muerto alimentado por el trabajo vivo de bioquímicos, enfermeros y mucamas, personal de maestranza y administrativo. Pero como en cualquier empresa, si los productores se rebelan, la fábrica hospitalaria no se mueve por más médicos gerentes y tomógrafos computados que haya”.

Lo que el Garrahan nos muestra como síntoma, es una forma asamblearia donde la lucha gremial destituye al viejo sindicato fabril. Una gestación de un nuevo imaginario sindical y un imaginario político en gestación. La constitución autosoberana de los asambleístas, un discurso alternativo y la vinculación con la comunidad: conforma un todo material y simbólico, una real organización contracultural. El propio cerebro colectivo se para sobre sus pies, pelea y habla, se organiza y construye campos de fraternidad política. Los trabajadores abandonan la vieja cultura peronista que los condenaba a ser la columna vertebral que soportaba todo el peso de la dominación burocrática, que pensaba y decidía por ellos. Se vuelven autónomos. Está naciendo una poderosa máquina de guerra económica, social y política de los trabajadores.

Un contrapoder que no acepta delegar su potencia, salvo circunstancialmente, en nadie más que en alguno de los participantes de la lucha. Acotando el liderazgo de los delegados a la negociación contra la patronal. Pero conservando la asamblea la voluntad decisoria y su propia autosoberanía.

El intelecto general de las masas, cerebro colectivo, o general intellect, no es un patrimonio exclusivo del desarrollo capitalista de los países más desarrollados o post-industriales. El posfordismo es la tendencia dominante también en América Latina, además de serlo en EE.UU., Japón y Europa.

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La Nueva Clase y la forma estado son dos dimensiones recíprocas de una misma cosa: la representación de la fuerza de trabajo como mercancía, sea como gremialista, sea como político. La autonomía de la multitud cuestiona ser representada, y al hacerlo, disputa contra todas las formas de representación: el eterno dirigente partidario, el gremialista atornillado al sillón, y el político de comité.

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Además, en los primeros años del siglo XXI hay una nueva generación que no se la corre con el posibilismo de reclamar sólo lo que resulta funcional al capital. No se la asusta con el cuco de las dictaduras, no se las ahuyenta hablando de los peligros del comunismo. No se las pacifica pidiéndoles que esperen, porque el gobierno recibió una herencia muy pesada. Esta nueva militancia, heredera de derrotas, sinsabores y victorias de los que los precedieron, no está dispuesta a ser pasto de ninguna organización externa a su hacer y pensar, que los venga a conducir hacia el camino de la revolución.

Resulta grotesco como militantes setentistas sexagenarios, buscan aparecer para la foto y acaparar las cámaras cuando la mass media viene a interrogar a los delegados acerca de los conflictos. ¿Qué pensarían sus compañeros asesinados en la lucha popular? La mayoría de los sobrevivientes de los ´70 están reblandecidos. Ahí están reptando en algún ministerio justificando lo injustificable, y poniéndose a la moda armando alguna Mutual, Red y MTD, como fachada para actuar como falange del estado al interior de los movimientos. Se los ve ansiosos por llegar a ocupar algún lugar al calor del poder, y queriéndose desquitar con la historia sobre las espaldas de los que luchan. ¡Dan vergüenza ajena! Lamentablemente, son como el partido peronista y radical: ya dieron todo lo que podían dar. No pueden seguir otros veinte años, como en estos últimos 20 años, refregando como último criterio de sometimiento a sus posturas con que en el pasado fueron presos políticos, torturados y exiliados. ¡Todo el pueblo luchador reconoce su gesta pasada, y la de toda su generación que se la jugó entera por una patria liberada del capital! Pero desde su intocable pedestal, ahora son más un estorbo que una ayuda. No están dispuestos a cambiar. Ven a los jóvenes revolucionarios como antes los veían sus mayores conservadores a ellos: peligrosos. Se niegan a crear lo nuevo. A lo sumo se ubican discursivamente del lado de la utoorganización, haciendo de ella, una mercancía más que ofrecen en el mercado persa electoral. Aspiran a conservar, o alzarse, con el soñado cargo que de jóvenes repudiaban.

La consecuencia es un atributo humano que requiere permanente muestras de coherencia. No basta con lo que se fue. Ahí está el ejemplo de Lula. El obrero metalúrgico que luchó contra los militares y ahora es un dócil discípulo de Washington. Tampoco basta llegar con un movimiento social antisistémico al poder y no demoler el estado. De nada le sirve a la multitud que sus representantes tomen posesión de las funciones gubernamentales y se apoltronen. Entendamos sino, si esta no fue la gran carencia, que facilitó la posterior traición, de Gutiérrez hacia la CONAIE en Ecuador. Y de la CONAIE que confió, que desde el estado y sin asambleas, sin abolir el trabajo capitalista, se pueda cambiar la sociedad.

“Lo que el Garrahan nos muestra como síntoma es la gestación de un nuevo imaginario sindical y un imaginario político en gestación. La constitución autosoberana de los asambleístas, un discurso alternativo y la vinculación con la comunidad: conforma un todo material y simbólico, una real organización contracultural. El propio cerebro colectivo se para sobre sus pies, pelea y habla, se organiza y construye campos de fraternidad política. Los trabajadores abandonan la vieja cultura peronista que los condenaba a ser la columna vertebral que soportaba todo el peso de la dominación burocrática, que pensaba y decidía por ellos. Se vuelven autónomos. Está naciendo una poderosa máquina de guerra económica, social y política de los trabajadores”.
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El autismo social de la crema del capital: la Asociación Empresaria Argentina (AEA) y el presidente Kirchner, es digna de Luis XVI.

Pero hay que reconocer que no mienten cuando apelan a un país normal. Para ellos un país en serio es aquel en que la fuerza de trabajo es dócil, delega su soberanía en el político, baja la cabeza cuando falla la justicia, confía en los viejos sindicatos, y se asusta ante las homilías del cardenal Bergoglio. Un viejo país fordista que no volverá jamás. Un país sin cartoneros y travestis, con maestras y profesores venerados por sus alumnos (a-lumno=sin luz, suena feo ¿no?).

Un país sin piqueteros, con viejas chismosas y viejos maldicientes que viven pegados a Radio 10. Con encargados de edificio que veneran a Víctor Santa María, mientras hacen de alcahuetes de la policía alertando a las comisarías sobre las reuniones de los raritos y zurditos del barrio. Un país donde el saber sólo venga envasado en libros y no fluya por la internet.

Donde el docente universitario sea el “summun” del conocimiento y que los desheredados no generen su saber emancipador. Donde el pueblo arrodillado ante el sentido común que emana del señor televisor, se consuele con los consejos del reportero bien pensante que adora el orden capitalista y la seguridad policial. Con los medios masivos de comunicación inmovilizando a los lectores, radioescuchas y teleplateas, con una nueva ola de delitos aterrorizantes, justo, justo, cada vez que la lucha de clases recrudece. Haciéndolos sentir tan poca cosa, tan expuestos, que sólo el orden castrense les permita volver a dormir, a costa, de que los pobres vivan sus sueños mortuorios como sus propias pesadillas funerarias.

Donde “la gente” sea lo opuesto a la multitud. Donde la política sólo se haga en el estado y las instituciones del capital. Pues bien, ese país está en bancarrota. Su crisis de sentido es brutal. Su imaginario está más próximo a la ideología, como falsa conciencia, que a un proyecto de sociedad. ¿Qué todavía hay millones que creen en él? ¿Qué tienen su ideal desfondado pero no pueden creer que ese país se acabó? Así es. Aún en plenas jornadas revolucionarias millones se quedarán mirando la TV. Y otros llegarán a defender el capitalismo con todo lo que tengan a mano, no sea cosa, que se termine de enterrar las veinte verdades de su universo decrépito.

El presente con su materialidad y subjetividad, la realidad, desborda la imaginería nostálgica de la sociedad keynesiana del estado de “bienestar” capitalista. El posfordismo avanza, y mientras lo gerencia Kirchner a decretazo limpio, su gobierno va articulando todo un frente opositor. Quiere destruir a los piqueteros sacándoles los planes sociales ganados en las rutas bajo el frío, la lluvia, el calor, y las balas de los políticos. Quiera acelerar la muerte por inanición y encarcelar el excedente de la fuerza de trabajo que les sobra a los patrones.

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A los piqueteros desasalariados, se les suman la lucha por el salario de los empleados estatales. Que junto con los jubilados son los que más perdieron con la pesificación. También están los empleados de los servicios públicos privatizados, las 150 empresas recuperadas con 15.000 empleados, los indígenas que pelean por su autonomía, los movimientos campesinos que procuran una demanda tan elemental, y que la brutalidad del capitalismo ha tornado inaplazable, como la soberanía alimentaria. Y todas las luchas de las nuevas figuras del trabajo posfordista: los cartoneros, trabajadores sexuales, fleteros, vendedores ambulantes y delincuentes.

Al ser la circulación del capital el modo en que producción y reproducción del valor se realiza, en la etapa del domino absoluto del trabajo en el capital, del trabajo territorial en la mercancía, del barrio como fábrica social; es obvio, que aquellos encargados de autovalorar el capital en la superficie social sean los nuevos sujetos que enfrenten al mercado como sistema; y al estado como el representante capitalista colectivo que los somete y los condena. Sean empresas alternativas de colectivos y fleteros enfrentados a Moyano y a la Cámara patronal de los transportistas, vendedoras callejeras y 10.000 cartoneros sólo en la Capital de la Argentina; todos ellos, son nuevos desafíos para cualquier estrategia de panóptico social a gran escala.

“Todo en uno: batalla sindical y nueva sociedad. Reclamo puntual y contrapoder. Formas políticas más allá de la democracia parlamentaria y más cercana al autogobierno. Una república anticapitalista y comunal. La democracia directa en gestación. Para la multitud todo, para el capital nada. Fin de la mercancía y comienzo de un nuevo mundo. Contra el desorden del gobierno, el orden nuevo del autogobierno. Una vida posthumana del capital. El mínimo de trabajo socialmente necesario para reproducir la existencia material, y el máximo tiempo emancipado del trabajo para edificar una nueva civilización”.

El mundo del trabajo en sus diferentes variedades va tejiendo sus contrapoderes. Las expresiones mas avanzadas ya no luchan únicamente por un mejor sueldo, sino que, como los empleados de subterráneos, cuando sus compañeras y compañeros de otras empresas son reprimidos, paran sus actividades por solidaridad de clase.

La lucha autónoma del trabajo inmaterial: como el servicio de camilleros en los hospitales, el cognitariado de los laboratorios, y el trabajo afectivo de las enfermeras; demuestra, que la nueva clase obrera no necesita producir bulones y acero para ser parte de la nueva clase revolucionaria de la multitud.

Trabajadoras y trabajadores sexuales, vendedores de productos populares en el espacio público, y recolectores de residuos reciclables; perseguidos y encarcelados como las presas y presos de la Legislatura porteña, constata, que su antagonía al estado del capital es tan desequilibrante a la gobernabilidad posfordista, como las viejas luchas del operario fordista de la industria de los ´70.

Una clase revolucionaria es aquella que, oponiéndose a valorizar el capital a costa de sus privaciones, destruye su circuito de acumulación. La circulación, como forma por excelencia de la subordinación del trabajo en la mercancía, torna a las nuevas figuras del general intellect distribuido en toda la trama geográfica, en tan peligrosamente antisistémico como el obrero industrial de antaño. ¿Qué queremos decir con esto? ¿Qué no hay mas proletarios industriales, o que sus luchas son innecesarias? No, no estamos diciendo eso. Una vez más lo repetimos: el trabajo industrial perdura, y el fordismo sigue existiendo. Pero la fábrica ha dejado de ser el lugar central, y el proletariado industrial la figura social por excelencia, de la antagonía de clase. El trabajo fabril es una forma, y sólo una, de las variantes productoras de plusvalor y ganancia privada capitalista. Ni más ni menos relevante que aquellas funciones de la multitud que ejerce su trabajo en la esfera de la circulación del capital. Todos reproducen la sociedad capitalista. Y obviamente, si se unieran en su antagonía a los patrones y el estado, todo sería más fácil para poder derrotarlos. Por cierto, que sin los obreros industriales no se podrá vencer. Pero la lucha de clases no espera a nadie. Una clase revolucionaria se constituye con los que pelean y tiene conciencia de su pelea y objetivos anticapitalistas. Más allá del lugar que ocupen en la producción, reproducción y consumo capitalista.

“La circulación, como forma por excelencia de la subordinación del trabajo en la mercancía, torna a las nuevas figuras del general intellect distribuido en toda la trama geográfica, en tan peligrosamente antisistémico como el obrero industrial de antaño. La lucha autónoma del trabajo inmaterial: como el servicio de camilleros en los hospitales, el cognitariado de los laboratorios, y el trabajo afectivo de las enfermeras; demuestra, que la nueva clase obrera no necesita producir bulones y acero para ser parte de la nueva clase revolucionaria de la multitud”.

Plan de lucha sí, y una lucha hecha plan también. Plan como imaginario de los actores en lucha que buscan su concreción. Planificar la lucha, organizarla sin desautonomizarla. Ponderar los puntos más débiles de la matrix y antagonizar sobre ellos. Atascar las iniciativas del gobierno para evitar la profundización del posfordismo. Desde esa perspectiva será más fácil saber: contra quién, cómo, con quién y, para qué se lucha.

Todo en uno: Batalla sindical y nueva sociedad. Reclamo puntual y contrapoder. Demanda inmediata y fines mediatos. El sujeto social como agente económico y sujeto colectivo. Fin de la delegación de la soberanía corporal y espiritual en personajes y organismos exteriores al conflicto. Unificación de la acción, el discurso y el imaginario por los propios actores. Formas organizativas más allá del sindicato y el partido. Formas políticas más allá de la democracia parlamentaria y más cercana al autogobierno. Contra el poder del capital y el estado, un contra-poder de la multitud asamblearia. El sujeto social como protagonista económico y político del nuevo poder constituyente del trabajo. Una república anticapitalista y comunal. La democracia directa en gestación.

El fin del trabajo alienado y competitivo dando paso al trabajo vocacional y cooperante. El fin de la compraventa del hacer humano, preanunciando el reinado del uso y consumo sin valor monetario de todo los haceres y servicios producidos. Para la multitud todo, para el capital nada.

Fin de la mercancía y comienzo de un nuevo mundo. Contra el desorden del gobierno, el orden nuevo del autogobierno. Contra lo político estatal como gobierno sobre el trabajo, la política asamblearia como autonomía de la multitud. Contra la máquina que se come el trabajo del hombre para escupir pobreza y capital, la tecnología al servicio del trabajo para que exista la abundancia y el tiempo libre. Robótica, redes virtuales y maquinarias, para las manos y el cerebro de la multitud, contra el trabajo esclavo y la esclavitud del desempleo capitalista.

Una vida posthumana del capital. El mínimo de trabajo socialmente necesario para reproducir la existencia material, y el máximo tiempo emancipado del trabajo para edificar una nueva civilización. Menos trabajo obligatorio y más tiempo de ocio. El fin del capitalismo implica, menos tiempo de producción como carga para no morirse de hambre, y más tiempo excedente para uso personal y social.

No hay democracia directa donde exista el capital como relación social que tarifa la vida. Ni hay anticapitalismo donde la mayoría no pueda actuar políticamente construyendo la sociedad porque continúa produciendo plusvalor, y delega su autosoberanía, en el poder de una nueva clase dominante hecha estado. El anticapitalismo no es sólo un más allá del capitalismo, sino también, un más allá del socialismo como gestión estatal del capital. El anticapitalismo es el fin de todo estado, la oferta y la demanda, los representantes políticos y los empresarios, la moneda y el mercado.

18 de agosto de 2005.

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