Comunidad autonoma zapatista Javier Hernández, Chis., 13 de agosto. Investido con la fuerza aérea wixárika de muchos colores que engalana su blanca vestimenta, elegante y cotidiana, el delegado de Santa Catarina Cuexcomatitlán, Jalisco, fue quizás el orador más breve del largo día de reunión de pueblos indígenas ocurrida hoy en las afueras de la comunidad tzeltal Carmen Pataté, convocada por el EZLN: ‘’Yo creo que somos millones que estamos luchando, y debemos seguir resistiendo a los opresores. No creo que nos podrán vencer”.
Decenas de aviones supersónicos corrían en todas direcciones en la tela sintética de vivos verdes, rojos, amarillos, etcétera, cuando felicitó a la juntas de buen gobierno zapatistas, las cuales adoptaron hace dos años una forma de gobierno que los wixaritari (o huicholes) han practicado ‘’por miles de años'’. El indígena llegó aquí como llega a cualquier parte por lejos que sea: tranquilo, fresco, atento como un detective. Me dio gusto volverlo a ver.
Y él fue sólo uno entre decenas de voceros, dirigentes y delegados de 51 organizaciones, procedentes de casi todas las entidades indígenas del país. Sin excepción, todos se sumaron a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, aun los que tenían alguna queja o reticencia, como la OIDHO y el CIPO-Flores Magón, de Oaxaca.
Con la elocuencia de quienes hablan lo real desde la realidad, uno tras otro, los participantes dirigieron mensajes notables, dolorosos y fuertes. Más allá del resentimiento histórico, mostraron que buscan las mismas reivindicaciones, y en sus bocas no suena forzada la palabra “hermano”.
P’urépechas, nahuas de muchos estados, mixtecos, zapotecos, mayas, nanhñú, mazahuas, triquis, huicholes, amuzgos, cuicatecos, rarámuris, yaquis, totonacos (quienes explicaron que, en su lengua, “naco” significa “corazón”, y que los naqueen los enaltece: “damos las gracias de que nos llamen nacos”), tzeltales, mixes, zoques, tzotziles, pames, huastecos, choles, amuzgos, tlapanecos… Prácticamente todos, miembros del Congreso Nacional Indígena (CNI).
Con el rostro cubierto, los comandantes y comandantas de la Comisión Sexta escucharon al representante de Nurío decirles: ‘’La palabra de ustedes es la nuestra'’. Y si se piensa que por ello los mensajes fueron repetitivos, se incurre en un error.
Cada pueblo es un mundo. Y hoy, aquí, entre todos enumeraron la totalidad de la agenda indígena nacional. Como se preguntó una representante otomí en una de las intervenciones más poderosas de la jornada: ‘’¿Dónde está mal lo que hacemos, si tenemos todos las mismas demandas?'’.
Perteneciente al Bloque de Organizaciones Indígenas de la Ciudad de México, y vistiendo un eléctrico vestido azul, contó rápidamente la historia de su pueblo en el Distrito Federal: “En 1940 llegaron nuestros abuelitos a buscar trabajo. Se fueron a encontrar con gente que no te escucha, que no te entiende, que no sabe lo que quieres. No teníamos dónde vivir. Nuestros abuelitos eran comerciantes, obreros, albañiles, cargadores, limpiadores de calzado. Nos discriminaron. Lo único que conseguimos fue rechazo. La gente piensa que somos mostros. Piensa que somos gente que no pensamos”.
El subcomandante Marcos hasta dejó de tomar notas para oír mejor a esta mujer en las antípodas del estereotipo televisivo de la India María. Ella prosiguió: “En 1970 empezamos a dar una lucha con nuestros padres para defender nuestros derechos. No robamos. Con mucho orgullo. Nos dedicamos a trabajar para vivir dignamente”.
Reconoció: “Hemos ido muy lentos, pero ahora en 1994, aquí los compañeros presentes dieron muchas vidas por todos nosotros, indígenas y no indígenas. Hemos estado pendientes de los compañeros (zapatistas). Nos interesa esta lucha porque es de todos”. Recordó que su organización fue al CNI en Nurío, su participación en las caravanas, sus visitas a las comunidades zapatistas, sus encuentros con los comandantes indígenas y los gobiernos autónomos, y la “palabra que llevamos a nuestras comunidades”. Con la alerta roja “no nos atoramos. Estuvimos pendientes de los comunicados”. Y remató: “Luchamos por las mismas demandas de educación, vivienda, salud. Luchamos por una libertad, por la justicia y por la democracia”.
Se refirió al momento actual de la ciudad de México, cuyos gobernantes “no son tarugos” para reprimir a los indígenas y hacen leyes, hacen bandos. Cita la Ley Cívica que ha servido para desalojar gente de las calles. Hay un bando de rescate de la ciudad de México también pensado para desalojar y despojar a los trabajadores indios.
Las luchas de todos
Fue constante el rechazo a los tres partidos políticos que gobiernan el país y los estados. Las críticas y denuncias más numerosas y fuertes vinieron de Oaxaca: presos, muertos, heridos, desalojados, ataques paramilitares, exilio, injusticia institucional. OIDHO, UNOSJO, Servicios del Pueblo Mixe y Santiago Xanica, aun desde posturas encontradas, llegaban siempre a las mismas conclusiones. El gobierno de Ulises Ruiz y de su antecesor, José Murat, han sido “enemigos de los pueblos”, como lo puso uno de ellos. OIDHO llamó a la entidad “laboratorio de Madrazo en las entrañas del Plan Puebla-Panamá”.
El CIPO, luego de hacer reclamos al EZLN y el CNI por no prestar suficiente atención a la represión sostenida que viven, pero declarándose zapatista “porque somos marginados”, respaldó la Sexta Declaración. “Cómo no vamos a estar cerca de ustedes, si somos iguales”. Subrayó la presente “visibilidad” del movimiento indígena nacional, cuya “raíz no está en el alzamiento zapatista, pero sí la síntesis. El origen del movimiento indígena está en los pueblos y se traduce en la sobrevivencia. Somos profesionales de sobrevivir al exterminio”. Y concluyó con los puntos claves de un programa común de lucha: resistencia a la ofensiva del gobierno y los neoliberales, apoyo común bajo el planteamiento de la autonomía, el territorio como base, el movimiento social como instrumento y la autonomía como plataforma.
Narraron sus esfuerzos y penalidades los autónomos de Suljaá (Xochistlahuaca), la policía comunitaria de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias de Guerrero, los nahuas de Tuxpan (Jalisco), los totonacas de Semilla Nueva en la sierra de Puebla, las organizaciones de Ilamtlán y Huayacocotla en Veracruz. También los chinamperos de Xochimilco, los campesinos de Milpa Alta, los indígenas de la Zona Rosa y el Centro Histórico de la ciudad de México.
Especial contundencia tuvieron los comuneros michoacanos de Nurío, los autonomistas de Zirahuén, los voceros de Nación P’urépecha, Ireta y Paracho. Mientras los mazahuas mexiquenses tomaron un tono espiritual y terrenal muy suyo, los nanhñú de Haciendo Camino, pidiendo permiso “al alma del viento”, narraron su paso de peones bajo capataces a obreros de maquila bajo supervisores, y descreyeron de los partidos políticos (PRI, PAN y PRD) y de elecciones, como las de hace unas semanas, cuando un bajísimo porcentaje de la población votó para elegir gobernador.
El Foro Maya Peninsular de Yucatán, Campeche y Quintana Roo se manifestó por “la defensa de la autonomía de hecho”. De Chiapas se sumaron a la convocatoria zapatista Las Abejas, Yomblej, el Consejo Cultural Mankame, las autoridades de Nicolás Ruiz, grupos no zapatistas de Bachajón, Tila, Simojovel, Pantelhó. Una mujer de Chilón pidió a la comandancia ayudar en la búsqueda de acuerdos entre miembros de distintas organizaciones.
El CNI enumeró las leyes privatizadoras y antisoberanas que han aprobado recientemente los tres partidos que gobiernan. En materia de derechos indígenas, agua, maíz, bioseguridad, acceso a recursos genéticos y otros.
Al caer la noche, en la comunidad zapatista Javier Hernández, llamada así en honor a un combatiente caído en enero de 1994, las participaciones seguían relatando experiencias, haciendo propuestas y sumándose al llamado zapatista.