Martes 23 de agosto de 2005
Se reagrupan los pequeños propietarios de Altamirano, Las Margaritas y Ocosingo
Ganaderos acusan a los zapatistas de mantener ociosas tierras recuperadas
Escuelas, clínicas y oficinas indígenas cobran vida en los otrora cascos de las haciendas
Decenas de nuevos poblados han surgido en los terrenos que ocupaban “parvifundistas”
Dolores Hidalgo, Chiapas, 22 de agosto.
A pesar de lo específico de las convocatorias del EZLN para las reuniones preparatorias de la otra campaña, lo que ha pasado los tres últimos fines de semana en la región de las cañadas de Ocosingo resulta más complejo y diverso de lo que pareciera. Llegan grupos e individuos con una década ya de relación con el movimiento zapatista, y también nuevos interlocutores, nuevos escuchas que no tan incidentalmente han venido a encontrarse con un zapatismo interior, para muchos todavía desconocido.
Esta comunidad tzeltal representa una experiencia concreta del zapatismo en la selva Lacandona. Es uno más entre las decenas de “nuevos poblados” que surgieron hace diez u 11 años en los otrora ranchos ganaderos de Ocosingo, Altamirano y Las Margaritas, y ahora son columna vertebral de algunos municipios autónomos como Francisco Gómez, San Manuel, Francisco Villa, 17 de Noviembre, Primero de Enero, Vicente Guerrero y Ernesto Che Guevara. Unos pertenecen al caracol de La Garrucha, otros al de Morelia. Unos cuántos más corresponden al caracol de La Realidad.
Quizá no sea casualidad que este fin de semana se hayan reunido y reactivado (declarativamente al menos) los ganaderos o “pequeños propietarios” de Ocosingo, en su puja sin fin con el gobierno por las tierras de sus ex fincas (”invadidas”, dicen ellos; “recuperadas”, según los zapatistas).
Su lenguaje lo dice todo: el representante de los “propietarios invadidos”, Jorge Pimienta Calvo, declaró este sábado que los zapatistas mantienen “ociosas” las tierras (se habla de 17 mil hectáreas y 253 fincas) y los ranchos “están completamente abandonados”.
Como no se emplean para criar ganado extensivamente, no “sirven”. Los poblados, las milpas, los centenares o miles de familias indígenas que viven allí, con sus pueblos y milpas, su experiencia y resistencia, no valen lo que las 12 mil vacas anuales de antaño.
Los cascos “destruidos” de las fincas hoy son clínicas, escuelas, oficinas, bodegas y otras horrorosísimas señales de vida indígena. Incluso nada, pues algunos pueblos decidieron que no necesitan las casas del antiguo patrón. Como sea, el gobierno federal espera resolver el descontento de los ex ganaderos, quienes fueron desde 1994 los primeros derrotados por la rebelión indígena.
Cuentas alegres sobre electrificación
Otra cosa que revelan los poblados zapatistas donde se han realizado las reuniones preparatorias de la otra campaña es que la selva Lacandona, electrificada al “ciento por ciento”, según el gobernador chiapaneco y la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, existe, si acaso, en los boletines de prensa. La propia Comisión Federal de Electricidad ha puesto en duda tan dichosa totalidad electrificadora.
Dolores Hidalgo, San Rafael, Javier Hernández, y decenas de pueblos de las cañadas y las montañas son invisibles en las cuentas oficiales, pero existen.
El caso particular del viejo rancho Campo Grande, y lo que ha devenido tras el levantamiento indígena, posee una ejemplaridad que no dejó de señalar el subcomandante Marcos este sábado, al recibir al medio centenar de participantes y observadores en la tercera reunión preparatoria de la otra campaña.
La escuela de Dolores Hidalgo, con sus cuatro aulas edificadas en madera, sus murales y su porche de barandales blancos, recibe decenas de niños cada mañana. La alguna vez “casa grande” del patrón sirve de modesta clínica rural. Centenares de campesinos viven de trabajar milpas y frijolares.
“Aquí ya me nacieron cuatro hijos”, dice Sebastián. “Y ora lo conocieron apenas al sup Marcos. Pero yo y mi señora, de por sí. Como todos. Tiene años que no lo vimos, pero ora que vino, ya vio la comunidad que hemos hecho.”
No es éste el único regreso del subcomandante Marcos. A través de sus mensajes escritos desde el pasado 19 de junio, y su palabra hablada en lo que va de agosto, ha reactivado la atención de los medios de comunicación hacia un proceso que no se ha detenido un solo día desde enero de 1994 y que significa ya, en los hechos, una vía alternativa de gobierno autónomo, eficiente y pacífico. Si bien rodeada de un despliegue de Ejército federal suficiente para una guerra regular en forma, y en el curso sostenido de una guerra irregular, encubierta y no tanto, la experiencia zapatista está viva, y muerde.
Mientras los rebeldes se preparan a salir con la Sexta, y echarse a rodar por el territorio nacional, las declaraciones recientes del vocero zapatista han calentado un horno que va subiendo la temperatura conforme se acercan las elecciones presidenciales de 2006.
La capacidad de Marcos para revolver e irritar a la opinión pública permanece activa, como lo muestran el panorama actual de las izquierdas y la opinión que guardan sus miembros respecto del zapatismo y los análisis del vocero rebelde sobre la clase política, el inminente candidato perredista, Andrés Manuel López Obrador, y el PRD.
Cartas, declaraciones y reacciones en su contra han hecho a Marcos repetir aquello de que el movimiento zapatista no busca ganar concursos de popularidad (aunque su rating sea notable una y otra vez).
La intensidad del debate en la izquierda mexicana implica mucho más que la mera oposición entre “posibilistas” y “puros”; es reflejo de la crispación del crítico momento que enfrenta la vida política nacional.
Y obliga a la izquierda -que ve la oportunidad de ganar la Presidencia de la República en la urnas por primera vez en la historia- a definir posiciones respecto al neoliberalismo rampante y sus prácticas democráticas presentes y futuras.
Desde “algún lugar de la selva Lacandona”, como antes se decía, parece no menor el espejo que ofrece Brasil hoy, con los escándalos por corrupción de su izquierda “posible”, aun desde antes de ganar las elecciones. (O “cuando las barbas de Lula veas cortar…”)