Última reunión zapatista: Crónica de un participante

03.Sep.05    Análisis y Noticias

La sexta, una oportunidad, un reencuentro, una discusión necesaria
Editado por vlax on Tuesday August 30, @10:54AM
Indymedia México

ashantil escribe: Crónica libre: I de II

Ya sé que aparecieron en los periódicos relatos sobre el encuentro entre el EZLN y las ONG´s, colectivos y grupos… pero esta narración es diferente, intenta ser libre, para los medios libres, pues, para los compañer@s que estuvimos allá y l@s que no, para reconocernos, conocernos, encontrarnos, sincerarnos.

Sucede que varios salimos de la Ciudad Monstruo desde el jueves, el camino era largo y en los asientos de los camiones más baratos que pudimos encontrar dejamos nuestras nalgas, migajas de bolillo, charlas y letras que amenizaron las largas horas hasta llegar al territorio rebelde.

En los camiones que organizó el café la red había de todo: grupos de lesbianas y gays, poliamorosos, anarquistas, performanceras, ecologistas, estudiantes, pacifistas, fotógrafos y periodistas independientes y hasta un hombre que había sido barrera humana contra los tanques yanquis en los conflictos de Oriente. Osea que el encuentro medio empezó desde el camino.

Al llegar a Chiapas hicimos una escala en Ocosingo para comprar comida, yo nunca había estado ahí pero sí recordé los rincones del mercado donde en enero de 1994 amanecieron varios zapatistas muertos, después de su primer enfrentamiento con el ejército federal. Hace ya once años de eso.

Ya atardecía cuando tomamos el camión hacia Juan Diego, San Miguel ubicado dentro del Municipio Autónomo de Francisco Gómez, tenía razón el sup cuando dijo que la carretera no´más era un tramito porque después todo es terracería. Afuera del camión no se veía nada, sólo después comenzaron a aparecer algunas casas iluminadas, la gente salía a las puertas y los niños nos saludaban, uno que otro de nosotros permanecía despierto y contestaba el saludo desde la penumbra.

Cuando llegamos al poblado los compañeros zapatistas ya se habían organizado para llevarnos hacia las mesas de registro, a nosotros nos tocó de guía un joven de unos dieciséis años llamado Hugo, abajo se oían cumbias y un gran alboroto, así que todos nos sentimos felices de llegar directo a la fiesta. Atravesamos la pista de baile con nuestras chivas a cuestas y nos registramos con los compañeros de la revista Rebeldía, de vez en cuando se desprendía un bailarín y sonriendo decía: hola, ¿acaban de llegar? ¿Ya saben donde quedarse? Y así de puñado en puñado nos fuimos acomodando en donde quedaba espacio. Por aquí se tendía una hamaca, se ponía una tienda por allá, se estiraba un saco de dormir… ¿ya estuvo? ¡vamos a bailar! Uno, dos o tres pasitos… ¿qué pasó? Creo que estoy cansada mejor un café. Así hasta que pasó la media noche y ya sólo brillaban los vestidos coloridos de las muchachas de San Miguel, delgaditas, ligeras, con su cabello largo hasta la cintura perfectamente bien peinado.

Al día siguiente se corrió temprano la cortina de neblina que nos cobijó en la noche. Los más melindrosos nos formamos para bañarnos, los compañeros de la comunidad habían hecho baños con llaves a modo de regadera, unos palos y plásticos azules, a algunos les faltaba la puerta de enfrente. No importa, decía un chavo mientras se desnudaba, no hay que ser tacaños, a lo que todos respondimos con el clásico tono chilango: estarás muy bueno…

Se veía el trabajo previo a nuestra llegada: letrinas para hombres y mujeres, cabañas que habían prestado ciertas familias para que nos instaláramos ahí, puestos de comida, la mayor parte de ellas cooperativas, y lo más importante un auditorio abierto con capacidad para más de quinientas personas sentadas, mismo que se llenó desde las nueve de la mañana con un parloteo bajito, un zumbadero de voces que ansiaban encontrarse y que fueron interrumpidas por el “ya vienen”. Corrimos a la parte trasera, entre la verde vegetación se distinguían las figuras pequeñas de las comandantas, detrás de ellas a los comandantes y el sup y más allá una larga hilera de fusiles zapatistas. Los hombres y mujeres de la comunidad se organizaron sin palabras y en segundos habían hecho una valla para contener a los fotógrafos y chismosos que desordenados se abalanzaban sobre la comandancia. Las porras para el EZ no se hicieron esperar y una vez que todos tomaron sus lugares el sup dio la bienvenida, un largo comunicado que se nos fue como agua, tod@s escuchaban atent@s identificándose con algunas palabras: “La gran mayoría de los asistentes el día de hoy son jóvenes, somos jóvenes. Hay jóvenes en el calendario y habemos los jóvenes que nos autodenominamos “jóvenes con experiencia” (…)

El ser colectivo es también una característica mayoritaria. Y no me refiero a colectivo como un grupo de personas, sino colectivo en el sentir, en el decidir y en el hacer, es decir en el compromiso.
Los lugares donde resisten y luchan y sus modos son diferentes. Hay colectivos de defensa de los derechos humanos, de lucha de género, de análisis y reflexión, de arte y cultura, de estudiantes, de jóvenes jóvenes, de defensa de los recursos naturales, de rescate de los saberes, de respeto a la diferencia sexual, de maestros, de búsqueda de la conciliación y la paz, del derecho a decidir sobre el propio cuerpo, de salud, de zapatismo civil. (…)

Hay más cosas en común: la experiencia en el trabajo pequeño, en el que empieza con todo en contra, el que es ninguneado y despreciado por los grandes. Bueno, no sólo despreciado, también calumniado y denigrado, perseguido, encarcelado (como el ecologista preso en Guerrero, Felipe Arreaga) y asesinado física y moralmente (como Digna Ochoa y Pável González).

Nosotros vemos en ustedes más de un espejo. Su rebeldía. Su desinterés y sacrificio. Su nada esperar a cambio. Su pagar rigurosamente la cuota de entrega que demanda la lucha por un lugar para los que no hay lugar. Su empeño en construir algo mejor.

Algunos colectivos luchan con el análisis y la discusión; con la información y la propaganda; con las leyes; con las movilizaciones; con las denuncias; con las asesorías; con proyectos; con demandas; contando y haciendo una historia en la que los que no tienen lugar encuentran su lugar; cantando una canción que haga sentir y que haga pensar; con una música que declare Municipios Autónomos en Rebeldía a los pies, los brazos, la cintura, la cabeza, el cuerpo todo, y repita la ancestral alegría del baile; con una pintura, una fotografía, un cartel, un video, una película, una imagen que está siempre incompleta, esperando que una mirada, un oído, un corazón le ponga la parte que le falta; con una narración que no sólo es espejo de lo que fuimos o somos, también de lo que queremos ser; con un ensayo, un análisis, un estudio, que muestra el mecanismo oculto de un mundo que simula progreso escondiendo no sólo que en ese progreso no están los más, también que ese progreso se construye sobre la explotación, el desprecio y la represión de los más.

Si algo pudiera definir, en síntesis, a los que están hoy aquí es el doble despropósito que los anima: el despropósito de emprender una lucha gigantesca, y el despropósito de hacerlo con un grupo pequeño, con apenas un puñado de mujeres, hombres y otr@s (…)”

No puedo saber ni decir qué pensaban tod@s los que en ese momento escuchábamos estas palabras, pero veía en los ojos de tod@s esa mirada brillante de quien analiza con cuidado, quien recuerda experiencias, quien se pregunta. Mientras, ne la mesa, el pingüino intentaba caminar y guardar equilibrio, se cagaba sobre la mesa y pisoteaba los papeles, las comandantas sonreían y quitaban con un papelito sus gracias, otras atendían al sup y las más, miraban con esos mismos ojos chispeantes a los cientos de jóvenes y “jóvenes con experiencia” que tenían frente a sí.

Mientras tanto, Marcos abundaba más en lo que podría ser la organización de “La Otra campaña” señalando siempre que eso dependería de lo que se dijera en los diversos encuentros, lo que yo considero importante rescatar son las dos posibilidades de estructura organizativa que hasta ahora se dibujan para la otra campaña: “Una, la estructura centralizada en decisiones y líneas de acción: se hace esto y se hace así. Implica un centro de mando y una periferia de subordinación. Es, sobre todo, una estructura de cuadros: a través de ellos sube la información y el “sentir” de sus ámbitos de acción, los lugares donde se mueven y actúan. Arriba se procesa la información y el “centro” interpreta esos informes y “sentires”, toma decisiones y da indicaciones. Entonces, a través de los cuadros, bajan los análisis y trabajos. Esta estructura se basa en el convencimiento sobre puntos claves: una identidad que define, un objetivo común, un destino en el que ese objetivo se logra, un plan para caminar hacia ese destino y llegar a él, y un plan para concretar el objetivo.

La otra, la estructura amplia, sin jerarquías, que traza líneas generales por consenso de los participantes, y deja a la iniciativa, creatividad, imaginación e inteligencia de cada persona o colectivo la concreción de esas líneas. No hay verticalidad sino horizontalidad. Hay acuerdo en un objetivo común y, cada quien en su lugar y con su modo, es decir, con autonomía e independencia, camina hacia ese objetivo.

Sobre estas opciones organizativas habremos de opinar todos y decidir entre todos.”

Después de estas palabras el silencio se hizo más denso, algun@s tomaban apuntes, otros revisaban sus documentos como buscando sus “otras vías”, pero tod@s, creo, pensaban en eso mismo.

El sup dio entonces inicio a una pequeña historia sobre el poblado de San Miguel, ahora, en resistencia, nombrado por la comunidad como Juan Diego, hace 13 años mejor conocido como el cacicazgo: “hacienda de Santa Rita”. Como siempre esta hacienda se había formado a costa de robo de tierras y recursos naturales como el río, los habitantes de San Miguel no podían ni ir a pescar por las guardias blancas del cacique que tenía rodeado todo con alambradas. A pesar de las luchas legales que emprendió la comunidad no fue sino hasta la llegada del señor IK que en tzeltal puede significar “negro” y “viento”, que comenzaron a organizarse como parte del Ejército Zapatista.

El relato fue largo, lleno de referencias a la conformación del EZLN y sus primeras acciones, hasta llegar al día del 2 de enero del 2004 cuando cayó en combate el miliciano Juan de la, ya liberada, comunidad de San Miguel y más tarde, en febrero de 1995, cuando cayó Diego, tras el ataque traidor de Zadillo. Entonces, dice Marcos, “Los compañeros pensaron, hicieron cuentas, recordaron. El nuevo poblado tomó entonces el nombre de “Juan Diego”.

Así nos dio la bienvenida a la comunidad de Juan Diego y tod@s agradecimos con un aplauso. Marcos tomó asiento y cedió la palabra a la comandanta, pero de eso y las participaciones de tod@s hablaremos mañana.