La Jornada
Dolores Hidalgo, Chis. 3 de septiembre. Para el que crea que ya lo vio todo, que ya qué más le pueden contar, le faltó conocer la quinta reunión preparatoria de la Sexta. Unas setecientas personas reunidas, nuevamente en la gran pradera donde éste y otros poblados zapatistas próximamente cumplirán, en conjunto, diez años de existir, desde un ya lejano 1995, cuando las comunidades mayas de Chiapas recuperaron estas y muchas otras tierras en Ocosingo, Altamirano y anexas.
En este encuentro de “individuos” hubo lugar para ser irónicos, ingenuos, malpensados, pueriles (literalmente), creyentes o incrédulos, conspiradores, decepcionados, famosos o desconocidos. Hasta perredistas. Todos, autobiográficos. La quinta reunión hacia la otra campaña del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) atrajo representantes de barrios, calles, colonias o familias, pero en realidad fue de los indivisibles “uno”, con su nombre propio escrito en el pecho, sobre papeles adhesivos y fosforecentes.
“Soy bígamo de convicción: amo al Peje y al EZLN”, rezaba una camiseta que no era políticamente correcta ni incorrecta. Su portador era un hombre rapado. Cada quién su onda. Aquí cualquiera es reportero, fotógrafo, líder y base. Como dijo una ingeniosa muchacha esta tarde, “yo me represento a mí misma”.
Al inicio, el subcomandante Marcos había dicho, por aquello de probar el sonido, que hablaba para los de atrás. “Los de abajo”, diría alguien muy representativamente, “estamos hasta el nabo de que nos usen y engañen”. En Dolores Hidalgo se acusó hoy a los partidos políticos, a los gobiernos, a los medios electrónicos, a las empresas globales. O sea, ninguna novedad, pero a título estrictamente individual.
Se inscribieron 311 personas, y pidieron la palabra unas 180. Además hubo observadores, familiares, cuates, y decenas de familias tzeltales del municipio autónomo San Manuel. No fue una reunión festiva como las anteriores. Fue azorada, si se vale la expresión. Impredecible, pero no loca.
Un hombre zapatizó a Schumacher, el filósofo de “lo pequeño es hermoso”, y se pronunció por la tecnología alternativa, barata, del tamaño de la gente. Por la no violencia contra la naturaleza. Y llamó al EZLN a respaldar “otra” tecnología, “zapatera” en doble sentido, referente a los rebeldes y al filósofo inglés cuyo apellido, en alemán, significa zapatero. “El pingüino que no es pingüino”, como dijo el mismo orador, se paseaba a ratos entre la comandancia zapatista de la Comisión Sexta y la primera línea de fotógrafos y camarógrafos.
Habló desde una decepción dolorosa alguien que fue líder universitario, fundador del Partido de la Revolución Democrática y funcionario, y ahora ha renunciado a esa militancia. Un joven de León, Guanajuato, concedió la razón a José Alfredo Jiménez: en su tierra “la vida no vale nada”. Los que no están devorados por el consumismo vacío y reaccionario, hacen trabajo explotado. “La revolución es de cada quién”, concluyó.
Un sicólogo social que trabaja con niños discapacitados contó el sueño que tuvo anoche, aquí, y lo dedicó a sus hijos.
Un acapulqueño veterano del movimiento estudiantil del 68, que estuvo detenido en Campo Militar número uno, y lleva años de ser un defensor solitario de causas nobles, como una glorieta que se robó un empresario en el puerto guerrerense con la complicidad del entonces alcalde perredista de Acapulco, el “siniestro” Zeferino Torreblanca. En resumidas cuentas, le metió pleito y juicio político al hoy gobernador de Guerrero, y ya se recuperó parte de la glorieta propiedad del pueblo.
Una mujer de Tláhuac, Distrito Federal, denunció que el sistema “nos trata como ciudadanos de quinta o sexta”, y por eso suscribe la Sexta Declaración de la Selva Lacandona. Dos actrices de televisión, acompañantes del zapatismo desde 1994, hablaron con perspectivas muy distintas; una sobre qué hacer según ella, y otra de lo que ha estado haciendo por acá.
También participaron mujeres que han sido acusadas de tener vínculos con el Ejército Popular Revolucionario y el Ejército Popular Revolucionario del Pueblo Insurgente, y perseguidas en consecuencia. Otra mujer, intelectual de izquierda, expresó a nombre de un pequeño grupo de compañeras: “Nosotras no tenemos fuerza de masas, ni casi ninguna, pero tenemos algunas ideas”, mismas que expuso brevemente, y no eran malas.
Participaron niños. Uno, urbano, sólo señaló que estaba aquí, y que los niños también quieren cambios. Otro, indígena de la sierra de Veracruz, hablando en representación suya y de un amigo de nueve años como él pero que no pudo venir, confesó: “les creíamos a los gobernadores (y sus promesas por televisión), pero cuando vino el EZLN descubrimos que los gobernadores engañan” y se pronunció por “políticos justos, que no digan mentiras ni nos anden aventando los ejércitos”.
Una madre habló a nombre de sus hijos, adultos y politizados; una hija habló por sí y por su mamá. Una viuda habló por su marido, caído en la lucha.
“No sé quién soy”
Al atardecer, un arcoiris se colgó de las nubes distantes, y simultáneamente una muchachita se “robó” la plaza con su testimonio personal. “Soy apática, pero me entran ‘de repentes’. Este es un ‘de repente’”. Dijo querer “que el conocimiento real sea el de nosotros mismos, de lo que venimos a hacer en la Tierra”. Contó que de niña “no le tenía confianza a nadie”, que hizo a su padre las preguntas usuales (quién soy, de dónde vengo, para qué vine) y recibió las respuestas predecibles, lo que la llevó a concluir, confundida: “no sé quién soy”.
Ha deseado que exista una explicación, “un dios que nos salve aunque sea”, pero nada. Ha aprendido, a pesar de sus abuelos que son viejos y decadentes, que “las guerras empiezan en uno mismo” y que el primer paso es “la paz interna”. La cosa es “ser consciente de que esto es pasajero, para ser más justos y más libres. Y no morirnos con dudas”.
Para concluir, confesó que se pone más nerviosa ante sus maestros en la escuela que hoy ante los comandantes zapatistas.
La relación de lo expresado este día resulta imposible, o sería interminable. Un observador llamó “amorfa” la sesión. Pudo decir multiforme, catártica o reveladora, con tanta o mayor razón. Ya entrada la noche, esto sigue y sigue y sigue, como decía Efrén Capiz. De seguro hasta mañana.