Makhno y las falsas acusaciones de antisemita

08.Sep.05    Análisis y Noticias

De: Extracto de La Revolución desconocida de Volin. Ed. Campo Abierto.

http://www.galeon.com/ateneosant/Ateneo/Historia/SigloXX_2/sxx-makh7.html

Makhno y el antisemitismo.

-Una difamación particularmente infame fue lanzada al respecto, entre tantas otras, contra el movimiento makhnovista en general y contra Makhno personalmente, repetida por numerosos autores de diversos campos y charlatanes de toda ralea. Unos la propalaban intencionadamente, y otros, la mayor parte, la repiten sin el mínimo escrúpulo de verificar los dichos y examinar atentamente los hechos.

Se pretende que los makhnovistas, y Makhno mismo, estaban impregnados de espíritu antisemita, que perseguían y masacraban a los judíos y fomentaban y hasta organizaban programas contt”a ellos. Los menos aventurados reprochan a Makhno haber sido un antisemita oculto, de haber tolerado, «cerrando los ojos»,
si no simpatizado, con los actos antisemitas cometidos por «sus bandas».

Podríamos llenar muchísimas páginas con multitud de pruebas irrefutables de la falsedad de tales aserciones; podríamos citar artículos y proclamas de Makhno y del Consejo de los insurgentes revolucionarios contra esta vergüenza de la humanidad que es el antisemitismo; podríamos referir algurios actos de espontánea represión, de Makhno y otros makhnovistas, contra la menor manifestación de espíritu antisemita (de parte de algunos aislados desorientados) en el ejército y en la población. (En estos casos, Makhno no hesitaba en reaccionar en el acto, personal y violentamente, como lo haría cualquier ciudadano ante una injusticia, un crimen o una flagrante violencia).

Una de las razones de la ejecución de Grigorieff por los makhnovistas fue su antisemitismo y el enorme progrom antijudío que organizó en Elisabethgrad, con cerca de 3.000 víctimas. Una de las razones del despido de los ex partidarios de Grigorieff, admitidos en el ejército insurreccional, fue el espíritu antisemita que su anterior jefe les había inculcado.

Podríamos citar una larga serie de hechos análogos y suministrar auténticos documentos concluyentemente probatorios de lo contrario de cuanto ha sido afirmado por los calumniadores y sostenido por gentes sin escrúpulos. Pedro Archinoff cita buen número de ellos, mas no estimamos útil repetirlos aquí ni extendemos demasiado sobre la materia, lo que requeriría mucho espacio. Y, por lo demás, cuanto hemos dicho del movimiento insurreccional basta a demostrar lo absurdo de la acusación. señalemos, con todo, algunas verdades esenciales:

1º Un papel asaz importante desempeñaron, en el ejército makhnovista, revolucionarios de origen judío.
2º Algunos miembros de la Comisión de educación y propaganda eran judíos.
3º Sin contar los numerosos combatientes judíos en las diversas unidades del ejército, había una batería servida únicamente por artilleros judíos y un destacamento de infantería judío.
4º Las colonias judías de Ucrania contribuyeron con numerosos voluntarios al ejército insurreccional.
5º De modo general, la población judía, muy numerosa en Ucrania, tomó parte activa y fraternal en toda la actividad del movimiento. Las colonias agrícolas judías, diseminadas en los distritos de Mariupol, Berdiansk, Alexandrovsk, etc… participaban en las asambleas regionales de campesinos, obreros y combatientes, y enviaban sus delegados al Consejo revolucionario militar regional. .
6º Los judíos ricos y reaccionarios hubieron de sufrir, ciertamente, por obra del ejército makhnovista, no por ser judíos, sino únicamente por contrarrevolucionarios, lo mismo que los reaccionarios no judíos.

Lo que me importa reproducir aquí es el testimonio autorizado del eminente escritor e historiador judío Tcherikover, con quien tuve ocasión de hablar del tema hace algunos años, en París. Tcherikover no es revolucionario ni anarquista, sino, simplemente, historiador escrupuloso, concienzudo, objetivo. Desde hace años se había especializado en la investigación de las persecuciones y progroms antijudíos en Rusia, y ha publicado sobre el tema obras fundamentales extraordinariamente documentadas y precisas. Recibía de todas partes del mundo testimonios, documentos, relatos, puntualizaciones, fotografías, etc., ha escuchado centenares de deposiciones, oficiales y privadas, y ha contrastado rigurosamente todos los hechos señalados, antes de utilizarlos.

He aquí, textualmente, lo que me respondió al preguntarle si sabía, con precisión, algo sobre la actitud del ejército makhnovista y Makhno mismo con respecto ala población judía:

-Hube de ocuparme, en efecto -me dijo-, de tal asunto en varias ocasiones. Mi conclusión, con reserva de los testimonios exactos que pueda recibir más adelante, es ésta: un ejército es siempre un ejército, cualquiera él sea. Todo ejército comete, fatalmente, actos censurables y reprensibles, pues es materialmente imposible controlar y vigilar a cada uno de los componentes de esas masas de hombres arrancados ala vida sana y normal, lanzados a una existencia y un ambiente que desatan los malos instintos, autorizan el empleo de la violencia y, muy frecuentemente, penniten la impunidad. Usted lo sabe, ciertamente, tan bien como yo. El ejército makhnovista no constituye una excepción. Ha cometido actos reprensibles en un punto y otro. Pero -cosa importante, que tengo el placer de expresársela con toda certeza-, en conjunto, la actitud del ejército de Makhno no es comparable a la de los demás ejércitos que han operado en Rusia durante los acontecimientos de 1917-1921. Puedo certificarle, de modo absolutamente formal, dos hechos:

1º Es innegable que, entre todos esos ejércitos, comprendido el ejército rojo, el makhnovista es el que se ha comportado mejor con la población civil en general y con la población judía en particular. Tengo ahí numerosos testimonios irrefutables. La proporción de las quejas justificadas contra el ejército makhnovista, en
proporción a las motivadas por los demás ejércitos, es de poca importancia.
2º No se hable de progroms pretendidamente organizados o favorecidos por Makhno. Es una calumnia o un error. No hay nada de ello. En cuanto al ejército makhnovista como tal, recibí indicaciones y denuncias precisas al respecto. Pero, hasta hoy por lo menos, cada vez que me he puesto a controlar los hechos,
he podido comprobar que en la fecha indicada ningún destacamento makhnovista podía encontrarse en el lugar señalado, por encontrarse bien lejos de él todo el ejército. Al tratar de puntualizar la verdad de los hechos he podido establecer, en cada caso, con absoluta certidumbre, que en el lugar y la fecha del progrom
ningún destacamento makhnovista operaba ni se encontraba en esos parajes. Los progroms no fueron, pues, obra de makhnovistas.

Este testimonio, absolutamente imparcial y preciso, es de capital importancia. Confinna, entre otros, un hecho ya señalado poi nosotros: la presencia de bandas que, cometiendo toda clase de fechorías y no desdeñando los provechos de un progrom antijudío, simulaban ser makhnovistas. Sólo un examen escrupuloso podía establecer la confusión. Y está fuera de duda que, en ciertos casos, la población misma era inducida a error.

He aquí un hecho importante que el lector no debe perder de vista. El movimiento makhnovista estuvo lejos de ser el único movimiento revolucionario de las masas en Ucranía. Fue, sí, el más importante, el más consciente, el más profundamente popular y revolucionario, pero otros movimientos del mismo tipo -menos vastos, menos nítidos, menos organizados- surgieron constantemente aquí y allá hasta que fue sofocado el último grito libre por los bolcheviques, como, por ejemplo, el movimiento llamado de los verdes, del que la prensa extranjera dio noticia y que se le confunde a menudo con el movimiento makhnovista. Menos conscientes de su verdadero cometido que los insurgentes de Gulai-Pole, los combatientes de estas diversas formaciones armadas incurrían frecuentemente en desviaciones y excesos lamentables, cuya responsabilidad se hacía recaer, muy a menudo, sobre el movimiento makhnovista, que tenía buenas espaldas.

Los bolcheviques reprochaban a los makhnovistas el no haber sabido reducir «esas diversas bandas caóticas», englobarlas en un solo movimiento, organizarlas, etc., reproche que constituye uno de los ejemplos de la hipocresía bolchevique. En realidad, lo que más inquietaba al gobierno bolchevique era, justamente, la posibilidad de la unificación de todas las fuerzas populares revolucionarias de Ucrania bajo la égida del movimiento makhnovista, para impedir la cual los bolcheviques hicieron cuanto pudieron. Con lo que, el reprochar a los makhnovistas no haber logrado tal unificación, es como reprocharle a alguien el no poder marchar después de haberle atado los pies.

Los makhnovistas habrían acabado ciertamente, por reunir bajo su pabellón todos los movimientos populares revolucionarios del país, cosa tanto más segura cuanto que todos ellos prestaban oídos a cuanto ocurría en el campo makhnovista, considerando este movimiento como el más importante y potente. No es realmente achacable a los makhnovistas que no hayan podido alcanzar tal objetivo, cuya realizactón habría podido cambiar el curso de los acontecimientos.

En general, los insurgentes makhnovistas -como asimismo toda la población de la región insurgente y hasta fuera de ella- hacían caso omiso de la nacionalidad de los trabajadores.

Desde el comienzo, el movimiento conocido con el nombre de makhnovstchina abrazó a las masas pobres, de toda nacionalidad, habitantes en la región. La mayor parte consistía, naturalmente, en campesinos de nacionalidad ucraniana. De un seis a un ocho por ciento lo constituían trabajadores originarios de la Gran Rusia. En decreciente proporción seguían griegos, judíos, etc.

Campesinos, obreros y guerrilleros -decía una proclama makhnovista de mayo de 1919- bien sabéis que trabajadores de toda nacionalidad: rusos, judíos, polacos, alemanes, armenios, etc., están parejamente sumidos en el abismo de la miseria. Sabéis cuántos honestos y valerosos militantes revolucionarios judíos han dado su vida en las luchas por la libertad. La Revolución y el honor de los trabajadores nos obligan, a todos, a gritar tan alto como podamos que nosotros hacemos la guerra a un enemigo común: el capital y el principio de autoridad, que oprimen igualmente a todos los trabajadores, sean rusos, polacos, judíos o de cualquier otra nacionalidad. Debemos proclamar por doquiera que nuestros enemigos son los explotadores y los opresores de toda nacionalidad: el industrial ruso, el dueño metalúrgico alemán, el banquero judío, el terrateniente polaco… La burguesía de todos los países y de todas las nacionalidades se ha unificado para la lucha
encarnizada contra la Revolución, contra las masas laboriosas de todo el universo sin distinción de nacionalidad.

Formado por explotados y fundido en una sola fuerza por la unión fraternal de los trabajadores, el movimiento makhnovista estuvo desde el comienzo impregnado de un profundo sentimiento de fraternidad de los pueblos todos. Ni por un instante se apeló a sentimientos nacionales o patrióticos. Toda la lucha de los
makhnovistas contra el bolchevismo fue únicamente sostenida en nombre de los derechos y los intereses del Trabajo. Los prejuicios nacionales no tenían influencia alguna en la makhnovtchina, en la que nadie se interesaba, ni se inquietaba, por la nacionalidad de tal o cual combatiente.

Por lo demás, la verdadera Revolución transforma fundamentalmente a los individuos y las masas. A condición de que sean efectivamente las masas mismas que la realicen, que su libertad de escoger y de obrar permanezca intacta y no se consiga obstruirle el camino, el impulso de las masas en revolución es ilimitado. Y es de verse entonces con qué sencillez, con qué facilidad, este impulso natural supera todos los prejuicios, todas las nociones artificiales, todos los fantasmas, apelmazados sin embargo desde milenios: fantasma nacional, espantajo religioso, quimera autoritaria.