Los Robin Hoods fueron llamados los jóvenes de Nueva Orleans que retiraban alimentos, agua, pañales, etc. de las tiendas para distribuir a los necesitados. Sea usted también un Robin Hood.

09.Sep.05    Análisis y Noticias

Viernes 9 de septiembre de 2005

Llena la solidaridad del pueblo el vacío político dejado por la desidia de Bush

La Jornada

Nueva York, 8 de septiembre. Desde las primeras horas después del paso del huracán Katrina, reporteros de medios nacionales y locales, el actor Sean Penn, el cantante Harry Connick Jr., bomberos de Nueva York, un empresario de San Diego, estudiantes, veteranos de guerra y un sinnúmero de voluntarios anónimos de todas partes del país llegaron a Nueva Orleáns para sumarse a los esfuerzos de rescate junto con los ciudadanos de esa ciudad, y hasta la fecha siguen ofreciendo todo, algunos arriesgando su vida y salud para salvar a compatriotas desconocidos.

Mientras los políticos intercambian acusaciones de quién entre ellos tuvo la culpa por la inepta, tardía y posiblemente criminal respuesta al desastre en Nueva Orleáns y otros puntos del golfo, miles -tal vez millones- de ciudadanos anónimos (artistas, religiosos, organizaciones comunitarias y otros) han llenado el vacío dejado por las autoridades al responder con acciones directas ante la emergencia humana.

Así, mientras altos funcionarios como el secretario de Seguridad Interna, Michael Chertoff, y Michael Brown, jefe de la Agencia Federal de Manejo de Emergencias, insisten en que no podían llegar antes a rescatar gente ya que era intransitable gran parte de la zona y no había forma de ingresar a lugares como Nueva Orleáns, reporteros de varios medios de comunicación, voluntarios de otras partes del país y hasta estrellas de cine y otros artistas ya estaban en las zonas afectadas rescatando a los estadunidenses que podían.

Desde que Katrina azotó a esa costa, ciudadanos de todo tipo -anónimos y famosos- se han movilizado a través de Estados Unidos enviando caravanas con necesidades básicas, y organizar ofertas de vivienda para damnificados a lo largo y ancho del país; llegan en persona para ofrecer sus brazos, sus talentos, cualquier cosa, para “hacer algo” ante la desesperación de observar hora tras hora, día con día, que los políticos hacían nada o muy poco.

En las primeras horas de la inundación estaban los Robin Hoods, jóvenes de Nueva Orleáns -muchos acusados inicialmente de ser saqueadores- que fueron a buscar donde podían alimentos, agua embotellada, pañales y otras necesidades para entregárselos a los que más lo necesitaban. Pescadores de la zona llegaron a la ciudad y sus alrededores para “pescar” seres humanos, incluso cuando los primeros helicópteros de rescate suspendieron operaciones por los balazos que se reportaban en ciertas zonas.

Poco después fueron llegando otros ciudadanos del sur, y pronto aparecieron más de varios puntos del país para sumarse a los esfuerzos de rescate, mientras Washington seguía “evaluando” las necesidades.

Ahora, con más de 50 mil tropas en la zona y el arribo de equipo y recursos del gobierno federal se intenta borrar el hecho de que mucho de esto fue demasiado poco y tarde para miles -tal vez decenas de miles- de personas atrapadas en un infierno trasmitido en vivo y directo a todo el planeta.

Las iniciativas “desde abajo” no ceden el terreno a las autoridades, y continúan multiplicándose. Albergues de emergencia, centros de atención médica, apoyo a necesidades inmediatas de vivienda, educación y empleo, e iniciativas de recaudación y envío de asistencia material (ropa, medicina, alimentos) establecidos por agrupaciones e individuos de todo tipo son las respuestas del pueblo por todo el país.

Circulan, en gran medida por Internet, ofrecimientos de vivienda desde todo Estados Unidos. “Tengo un departamento de un solo cuarto, pero hay un sofá para cualquier familia que lo necesite”, ofrece alguien en Brooklyn. Otros parecidos, incluso de gente de clase media y alta que ofrece recámaras y ayuda para buscar empleo desde Nueva York a San Francisco y cientos de puntos intermedios. Cerca de la zona de desastre muchas personas abrieron sus puertas a refugiados desconocidos.

Unos 300 bomberos de Nueva York están hoy en Nueva Orleáns. Muchos estadunidenses recuerdan que días después de los atentados del 11-S, hace casi cuatro años, llegaron bomberos voluntarios de Nueva Orleáns a prestar ayuda a sus contrapartes de Nueva York. “Sé que había un montón de ellos que llegaron a nuestro lado el 11-S -comentó el bombero Brett Asher, del Bronx, a los medios-. Estaban ahí por nosotros; tenemos que estar aquí por ellos. Es una gran hermandad”.

El gran periodista Pete Hamill recuerda, en un artículo publicado en el New York Daily News, que los neoyorquinos deberían buscar a esa gente que llegó manejando toda la noche desde Nueva Orleáns sin que nadie se lo pidiera, mientras aún estaban incendiádose las Torres Gemelas, y establecieron una cocina popular en la calle Greenwich para policías, bomberos, trabajadores de rescate y de la construcción, y para los reporteros, “y nos relajaron un poco a todos con rumbo y risa (…) les debemos”.

Estrellas de cine, de la música y la televisión ya han organizado eventos para recaudar fondos, y hay planes para más conciertos y otras iniciativas en apoyo y solidaridad a los damnificados y a la ciudad de Nueva Orleáns, cuna del jazz y, junto con Mississippi, del blues. Algunos serán trasmitidos en cadena nacional en estos días y semanas.

Entre los que participan en las diversas iniciativas hay artistas que nacieron y vivieron en Nueva Orleáns, como Wynton Marsalis, los Neville Brothers, Harry Connick Jr,, Allan Toussaint, Fats Domino y Dr. John. Pero se suman artistas de todo el país, incluyendo a los músicos Randy Newman, Paul Simon, Rod Stewart, Alicia Keys, las Dixie Chicks, Neil Young, Letón John y Jenny Kravitz, y los actores Jack Nicholson, Jennifer Aniston, Tim Robbins y John Cusack, y muchos más.

El actor Sean Penn, según un reportero de Rolling Stone que fue testigo personal, participó en el rescate de por lo menos 40 personas en Nueva Orleáns. “Estoy haciendo lo que se pueda. Hay muchos cuerpos por todas partes, sólo hemos llegado a unas cuantas casas”, dijo después de cargar junto con otro voluntario anónimo a un hombre enorme para sacarlo de las aguas.

David Pérez, ejecutivo en jefe de una empresa de petróleo y gas de San Diego, no aguantó quedarse quieto “al ver como nuestro gobierno nada hacía”. Recaudó fondos en partes de California, fletó un jet de Delta Airlines por 10 mil dólares, lo llenó de alimento, agua y medicinas y voló a Luisiana.

Al llegar, repartió todo de inmediato en un albergue de emergencia y sorprendió a los presentes al ofrecerles a 120 refugiados un vuelo gratis a San Diego, donde ya tenía organizado viviendas, empleos y educación privada gratis para los niños.

Sindicatos nacionales y la central obrera AFL-CIO han establecido una serie de centros de atención para trabajadores del sur de Estados Unidos; recaudan fondos entre los agremiados y ofrecen asistencia a trabajadores para ubicar empleos, rescatar familiares, ofrecer vivienda temporal, entre otras cosas.

El sábado anterior, el reverendo Jesse Jackson, la diputada federal Maxine Waters y un par de legisladores estatales decidieron tomar intervenir ante la ausencia de un plan federal que dejó a miles de refugiados depositados en el aeropuerto de Nuevo Orleáns en una espera eterna para ser trasladados a puntos desconocidos de todo el país. Llegaron con un par de autobuses y coches y llevaron a 150, principalmente mujeres y niños, a un albergue ubicado a cuatro horas de distancia que había estado esperando durante dos días recibir a damnificados del huracán.

A la vez, lograron que se habilitara una ex base militar como albergue. Las autoridades federales no han explicado por qué hay miles de refugiados a unas pocas horas de distancia con 150 autobuses estacionados, porque al parecer a nadie de los encargados se les ha ocurrido usar lo que ya está disponible cerca de la zona de desastre.

Solidaridad de ex militares

Integrante del grupo de ex militares Veteranos por la Paz han establecido un centro de atención en las afueras de Nueva Orleáns. Acaban de desmantelar su equipo frente al rancho del presidente en Texas, donde participaron en la vigilia con Cindy Sheehan en protesta contra la guerra, y trasladaron todo aquí para atender lo que ellos consideran las consecuencias de políticas erróneas del gobierno, tanto en casa como en Irak.

Todo lo anterior, sin mencionar las operaciones de las grandes agencias nacionales de caridad y asistencia en situación de emergencia, como la Cruz Roja, Habitat y decenas más que están recaudando millones de dólares mediante contribuciones de cientos de miles de estadunidenses (dos niños de Nueva York enviaron ayer un dólar, toda su fortuna, a los damnificados).

El gran cantautor Randy Newman escribió hace años la canción Louisiana 1927, que cuenta la historia de la inundación de 1927 en ese estado, que cobró cientos de vidas y desplazó a cientos de miles: “Lo que ha ocurrido aquí abajo es que los vientos han cambiado/las nubes llegaron desde el norte y empezó a llover/Llovió bien duro y llovió por mucho tiempo/seis pies de agua en las calles de Evangeline”, dice la letra. Agrega: “algunas gentes se perdieron en la inundación/otros lograron escaparse”, y el coro es “Luisiana, Luisiana/ Nos están tratando de deslavar/nos están tratando de deslavar”.

Vale señalar que ese desastre provocó uno de los grandes cambios electorales del siglo pasado, cuando después de que el presidente republicano de ese entonces visitó la zona de Nueva Orleáns y prometió apoyo federal para la reconstrucción para no cumplir, con ello generó un giro político que se transformó en un impacto nacional.

Fue en este contexto que el popular y controvertido político Huey Long fue electo gobernador de Luisiana un año después para implementar un plan de gobierno populista y expresar, con gran retórica, el repudio al poder de Wall Street y a las políticas imperiales de Washington. Esto, a la vez, sentó las bases de lo que sería el proyecto político del New Deal del presidente Franklin D. Roosevelt, en los años 30.

No pocos se preguntan ahora si la historia se repetirá.