Filiberto Ojeda Ríos murió desangrado
25 de septiembre de 2005
Déborah B. Santana
El líder del Ejército Popular Boricua “Los Macheteros, Filiberto Ojeda Ríos, murió desangrado después de ser herido en el tiroteado con agentes del FBI que participaron en un operativo en una casa en un barrio del municipio de Hormigueros, aseguró hoy a EFE el doctor Héctor Pesquera, quien participó en la autopsia.
Pesquera estuvo en la autopsia que le practicaron a Ojeda Ríos dos patólogos del Instituto de Ciencias Forenses en San Juan y comentó que aunque no se ha ofrecido el informe oficial, como médico puede dar fe de esa aseveración.
Relató que el líder independentista presenta una herida de bala en el pecho, por debajo de la clavícula, que le atravesó y salió por la espalda, afectando el pulmón derecho y en la ropa que llevaba puesta había una gran cantidad de sangre.
“Lo que si pudieron adelantar, en opinión de los patólogos, es que (Filiberto) no murió instantáneamente, sin que puedan calcular el tiempo que transcurrió desde su muerte. Murió desangrado por perforación de un órgano”, expuso Pesquera, designado portavoz de la familia de Ojeda Ríos.
Precisó que “lo que yo vi como médico fue que lo dejaron desangrar, no era una herida de bala para matarte en el acto”.
“En mi opinión, estuvo bastante tiempo, un tiempo considerado herido y no recibió la asistencia que le pudo haber salvado la vida”, expuso Pesquera.
El también copresidente del Movimiento Independentista Nacional Hostosiano (MINH) observó el impacto de bala que presenta el cuerpo de Ojeda Ríos, que al parecer fue realizado por un francotirador, ya que la herida es de arriba hacia abajo.
Para basar su opinión de que el líder de “Los Macheteros” murió desangrado el médico independentista explicó que cuando las autoridades locales entraron en la casa hallaron a Ojeda Ríos con su mano izquierda sobre la herida de bala que tenía en el pecho, al parecer tratando de detener la hemorragia.
Sin embargo, reiteró que el resultado de la autopsia lo dará a conocer de manera oficial el Instituto de Ciencias Forenses.
El agente especial a cargo de la Oficina Federal de Investigación (FBI) en Puerto Rico, Luis Fraticelli, anunció hoy en una rueda de prensa que cuando los agentes encontraron el cadáver de Ojeda Ríos mostraba dos heridas de bala, una en la clavícula y otra en el hombro.
Fraticelli dijo que la intervención en la casa del líder independentista situada en el barrio Jaguitas de Hormigueros (oeste), se inició cuando los agentes federales que lo estaban vigilando desde el pasado día 20 de este mes fueron detectados.
El jefe del FBI en Puerto Rico argumentó que Ojeda Ríos disparó a los agentes en tres ocasiones, hiriendo en la primera a un agente federal, mientras otros dos resultaron ilesos porque llevaban los chalecos antibalas.
Previamente, el gobernador Aníbal Acevedo Vilá había anunciado que pedirá a las autoridades federales una investigación sobre la forma en que se llevó a cabo el operativo que acabó con la muerte del líder independentista Filiberto Ojeda Ríos.
Acevedo Vilá mostró “su profunda indignación” por la falta de comunicación y por las “irregularidades y contradicciones” que se han producido a 24 horas de haber comenzado el operativo.
El mandatario puertorriqueño compartió sus sospechas de que “como ciudadano hubieran dejado morir a Ojeda Ríos” al que presuntamente hirieron al comienzo del operativo y del que no se testificó su muerte hasta veintidós horas después.
Ojeda Ríos fue el puertorriqueño más buscado por la Justicia de EEUU en una década después de que en 1990 se liberó del grillete electrónico de uno de sus tobillos que controlaba su libertad condicional en espera de juicio, y lo dejó en la puerta del periódico independentista “Claridad” en Santurce.
El líder de “Los Macheteros” fue liberado en 1988 tras el pago de una fianza de un millón de dólares después de pasar tres años en prisión a la espera de juicio por el espectacular robo de 7,2 millones de dólares a un furgón de transporte de la compañía Wells Fargo, ocurrido el 12 de septiembre de 1983 en Hartford (Connecticut, EEUU), dinero que usó para repartir regalos a niños pobres puertorriqueños y para promover la independencia de la isla.
Anteriormente, entre 1970 y 1985 había permanecido en la clandestinidad por su supuesta relación con otras actividades independentistas.
Tras la violación de su libertad condicional, un juez de Connecticut le condenó en ausencia a 55 años de prisión por el atraco contra la Wells Fargo.
Más de mil Quinientas personas convocadas por grupos de jóvenes anti imperialistas se movilizaron frente al Hiram Bithorn donde piqueteamos por espacio de 2 hrs, bloqueando parte de la Ave. Roosevelt, para luego marchar hasta el Edif Federal de Estados Unidos en la Isla para demostrar nuestra indignación ante el acto de terrorismo de estado del asesinato de Filiberto Ojeda por el FBI. Frente al Edif Federal todas las organizaciones expresaron su coraje y compromiso con las ideas libertarias que no pueden ser asesinadas por los agentes del imperio.
El Gobernador de Puerto Rico, legisladores y líderes de todos lo partidos políticos han condenado públicamente la acción que llevó a cabo el FBI para capturar y asesinar al líder del Ejército Popular Boricua (Macheteros) desde ayer a las 3 de la tarde.
El exsenador independentista Rubén Berríos Martínez calificó la acción del FBI como una de “terrorismo de estado” y advirtió que denunciaría la misma en el seno de la Internacional Socialista, orgismo del cual es vicepresidente honorario.
Berríos también denunció la complicidad del gobierno de Aníbal Acevedo Vilá al que describió como “asistente y facilitador” de las tropas del FBI.
“Como Gobernador de todos los puertorriqueños, le hago un reclamo enérgico a las autoridades federales de que terminen el silencio que han mantenido desde la tarde de ayer en relación a estos hechos e informen al pueblo de Puerto Rico sobre lo ocurrido”, dijo en un comunicado, Acevedo Vilá.
Añadió que el superintendente de la Policía, Pedro Toledo; el secretario de Justicia, Roberto Sánchez Ramos, y el director del Instituto de Ciencias Forenses, Pío Rechany, tienen instrucciones claras y precisas de proceder con la investigación de la escena tan pronto se confirme que hubo una muerte violenta y actuar con todo el rigor que exige la ley en una situación como ésta.
“Es imperativo que el FBI informe cuánto antes lo que ocurrió”, dijo Acevedo Vilá.
Por su parte el Secretario General del Partido Nuevo Progresista, organización que propulsa que Puerto Rico se convierta en estado de Estados Unidos dijo que los hechos que rodean el diligenciamiento del arresto de Filiberto Ojeda Ríos “constituyen un espectáculo bochornoso e inaceptable para los agentes del FBI en Puerto Rico.
“La tardanza en explicarle al pueblo qué ocurrió levanta serias dudas y sospechas sobre el desempeño del FBI en Puerto Rico y retrata nuestra condición colonial”, agregó.
“No pueden imponer la pena de muerte so color de que alguien resistió un arresto. Nadie tiene más recursos que el gobierno americano para lograr un arresto, sin heridos ni muertos. Nadie va a creer que un hombre de la edad y circunstancias de Ojeda Ríos supere en armas y recursos al FBI durante un operativo”, añadió.
El superintendente de la Policía Pedro Toledo, también ha manifestado que el hermetismo con que el FBI ha trabajado el operativo abre un espacio a inferencias de que “manipularon las escena o que lo dejaron morir luego de herirlo”.
Keneth McClintock, de ideología estadista también opinó que “cabe preguntarse si una situación similar hubiese ocurrido en algún lugar de Estados Unidos, si hubiesen esperado 17 horas para hacer un pronunciamiento.
Una vida de pie con sus armas en la mano
24 de septiembre de 2005
Mari Mari Narváez
RedBetances.com
Siempre con esa suavidad inundando su llegada, apacible, siempre
sonriente y como enamorado de sus hermanos y hermanas patriotas, el
dirigente revolucionario puertorriqueño Filiberto Ojeda Ríos parecía
conservar y lanzar toda su bravura, toda su ira y toda su violencia contra un
solo adversario: el enemigo centenario del pueblo puertorriqueño.
La trayectoria revolucionaria de Filiberto Ojeda Ríos comenzó temprano en
la década del sesenta, cuando se cree que recibió adiestramiento y sirvió
a los cuerpos de inteligencia y espionaje de la revolución cubana. Por
esto, al dirigente independentista se le conocía como el ?G-2 cubano? en
referencia al Departamento de la Seguridad del Estado en ese país.
A finales de esa década y tras destacarse como músico trompetista en la
legendaria Sonora Ponceña, fundó el Movimiento Independentista
Revolucionario Armado (MIRA), al que se le atribuyen decenas de
misiones exitosas tales como explosiones de bombas en instalaciones
militares, federales, comerciales y del gobierno colonial tanto en Puerto
Rico como en Estados Unidos.
En la década del setenta, se registraron otras decenas de bombazos, y,
sobre todo, varios robos a instituciones financieras y camiones blindados
como parte de un plan de recuperación económica dirigido a cubrir los
gastos de la lucha revolucionaria armada.
En 1976, los grupos armados bajo el mando de Ojeda Ríos asumieron el
nombre de Ejército Popular Boricua, mejor conocido como los
Macheteros. Muchos de sus integrantes eran patriotas que habían
participado de los comandos armados de los años sesenta tales como el
Comando Armado de Liberación (CAL) y el propio Movimiento
Independentista Revolucionario Armado, (MIRA).
De las más de cien acciones que se le atribuyen a y que se atribuyó Ojeda
Ríos a lo largo de los años bajo sus diversos ejércitos, las más notorias
por su magnitud y por la impecable rigurosidad militar fueron: la muerte
de dos infantes de Marina en una base militar de Sabana Seca en 1979,
la destrucción en 1981 de once aeronaves de la Guardia Nacional Áerea y
el robo a mano armada de 7.2 millones de dólares a un camión blindado
de la compañía de transporte de dinero Wells Fargo en el año 1983.
Dos años después de la operación Wells Fargo, el líder de los
Macheteros fue arrestado en un apartamento en Luquillo después de
haberse batido a tiros con los agentes federales. En 1988 fue liberado
bajo fianza y con un grillete amarrado a una de sus piernas luego de tres
años de prisión a la espera de juicio.
Durante dos años compartió con el pueblo patriota, que lo reconocía
como un héroe nacional y constantemente le manifestaba su orgullo y
mayor admiración.
En 1989, Ojeda Ríos ejerció su propia defensa en un juicio en la Corte
Federal en Puerto Rico por alegada agresión a un agente federal durante
su arresto en Luquillo. La juez Carmen Consuelo Vargas presidió el juicio
y un jurado absolvió al acusado en agosto de 1989 probando así su teoría
de que él sólo defendía su vida de un asesinato inminente.
Filiberto Ojeda era desde hacía mucho tiempo una figura estelar y hasta
legendaria del movimiento independentista puertorriqueño. Sin embargo,
cuando el 23 de septiembre de 1990, el entonces director del periódico
Claridad, Manolo Coss, encontró en la puerta de las oficinas del
semanario un sobre con el grillete de Ojeda Ríos adentro y un mensaje
desde su nueva clandestinidad, la figura del revolucionario se elevó aún
más, dejando atónitos a todos los puertorriqueños y a las poderosas
autoridades estadounidenses.
Desde entonces, Ojeda Ríos ?paciente cardiaco, portador de un
marcapasos, lentes recetados y levemente cojo- permaneció en el
clandestinaje sin que ello significara su retiro de la vida pública
puertorriqueña. Se sabe que el dirigente pasó gran parte de esos quince
años de clandestinaje dentro de su patria y periódicamente otorgaba
entrevistas a la prensa y hacía planteamientos públicos, mayormente
exhortando a los líderes del movimiento a trabajar unidos en contra del
enemigo en común y a favor de la independencia de Puerto Rico.
En su último día de vida, mientras cientos de personas escuchaban su
mensaje de unidad patriótica en la tribuna de la Plaza de la Revolución en
conmemoración del 137 aniversario del Grito de Lares, el enemigo de
todos los puertorriqueños lo rodeaba a distancia y lo masacraba. Nadie,
tal vez ni siquiera él, hubiese imaginado que esa difícil unidad a la que
aspiraba, tomaría vida tan solo horas después, ante el derramamiento de
su propia sangre.
A las cinco de la tarde del 23 de septiembre de 2005, miles de hombres y
mujeres lloraban, odiaban y se enorgullecían en la intimidad de sus
carros, hogares y oficinas. Pero, aún sin tener información sobre el
operativo que acabaría con la vida del hombre, desde los primeros avisos
de que le rodeaban, sus compatriotas y amigos sabían, absolutamente
sin lugar a dudas, que Filiberto Ojeda moriría de pie con sus armas en la
mano.