Los jíbaros, el estallido francés, y la protesta argentina

15.Nov.05    Análisis y Noticias

Pablo Levin
lavaca.org

Otra mirada sobre la actualidad

Pablo Levin es economista, profesor de la UBA, y considera que el marxismo se ha convertido en una parte de la ideología dominante que ya ni siquiera sirve, por ejemplo, para entender a Marx. Su opinión sobre los estallidos en Francia, la crítica al “peticionismo” (las prácticas políticas que se agotan en pedir cosas) y su cruda mirada sobre Cumbre y Contracumbre marplatenses: el show, y la esterilidad de la lucha contra el ALCA, según un vecino de los fantasmas, que considera que los chamanes reducidores de cabezas nos han dado una clave para entender el presente.

El profesor Pablo Levin considera que buena parte de la enseñanza universitaria -al menos con respecto a la economía política- deja pálidas a las técnicas de los legendarios chamanes jíbaros, artesanos de la reducción de cabezas. Para Levin, es significativo que las tsantsa, esas cabezas reducidas que aún pueden verse en ciertos museos, tengan los labios cosidos. (Cualquier parecido con el establishment intelectual, político, periodístico, jurídico, televisivo o el que se quisiera agregar, queda a cargo de las lectoras y lectores presentes).

Para llegar a visitarlo al Centro de Estudios de la Planificación y el Desarrollo Económico (CEPLAD) de la Facultad de Ciencias Económicas, hay que atravesar lo que él mismo describe como un laberinto tridimensional: luego de subir las escaleras de mármol donde el busto de José León Suárez observa imperturbable a la multitud de jóvenes estudiantes, hay que doblar seis veces a la derecha, trayecto que incluye el paso por un pasillo o voladizo sobre el patio de la facultad (quienes padezcan algo de vértigo, abstenerse), construido alrededor de una chimenea de ladrillos.

La chimenea pertenece al crematorio de la morgue judicial, edificio simbióticamente pegado al de Económicas. Los veteranos de la Facultad cuentan que en los venerados años 60, cuando la policía entraba con los bastones largos y los borceguíes dispuestos, algunos estudiantes corrían a esconderse, gracias a una entrada un tanto secreta, en la morgue, donde más de uno pasó la noche en la sala de cadáveres esperando a que el portero llegase a abrir. (Los directores de series televisivas sobre forenses -tipo CSI- y funerarias -Six feet under- tal vez tengan aquí una historia que recuperar).

El hecho de que las ciencias económicas se estudien alrededor de una morgue puede ser considerado de diversos modos, pero al menos el horno ya no funciona. Sin embargo Levin sostiene que cuando las chicas y chicos van dejando vacía la facultad, por ahí andan los fantasmas, a los que no hay que creerles todo lo que cuentan.

Pablo Levin es profesor Consulto de la facultad, titular de Historia del Pensamiento Económico, director del CEPLAD, miembro del Comité Científico de la Comisión de Doctorado, entre algo de lo mucho que podría mencionarse sobre su trayectoria y su presente. En otro orden colabora, por ejemplo, con los obreros de Zanon que han recuperado, puesto en marcha y duplicado la cantidad de puestos de trabajo en la planta de cerámicos de Neuquén.

El disparador fue la Cumbre de presidentes en Mar del Plata, pero la conversación con lavaca se internó por el laberinto tridimensional de una actualidad de vértigo, en el que Levin debate muchos clichés, incluido su cuestionamiento al marxismo vulgar -al que ve como parte de la ideología “dominante”- y a las formas de protesta a las que llama “peticionismo” porque cree que terminan siendo funcionales al poder. Considera, además, que George Bush debe agradecer a la providencia que exista alguien como Hugo Chávez, a quien no ve como un peligro para los Estados Unidos. Y explica su visión sobre el estallido en Francia.

-¿Qué sensación le dejó la Cumbre de presidentes? Se ha construido una imagen según la cual Argentina se plantó frente a los Estados Unidos de un modo histórico.

-No tengo esa visión, Argentina no se plantó nada. En realidad, Bush se salió con la suya, impidió que se trataran los temas que se debían tratar a fondo, que son la desocupación y la miseria. Nadie se ha dignado a publicar en los diarios la declaración, porque en realidad fue un show. Reconozco que Bush estaba disgustado, no estaba complacido por el show mismo, pero todo esto se maneja dentro del margen de lo tolerado por los Estados Unidos. En realidad deberíamos preguntarnos cuál es el teatro en el que se pone en escena esta obra, que es una comedia de amagues y malentendidos, de la cual forma parte también la Contracumbre.

-¿También?

-A mí me queda la sensación de que hay una relación muy estrecha entre cumbre y contracumbre, y de que en realidad el triunfo de Kirchner no fue tanto contra Bush sino contra los que se ensartaron en la Contracumbre. Ese sí fue un triunfo contundente del gobierno porque puso a los “anti” en un escaparate donde no asustan ni perjudican a nadie. Los neutralizó seguramente como resultado de una serie de negociaciones, los encerró en un estadio a donde fueron voluntariamente, lo que es peor, y encima los reventaron armando un show complementario o paralelo que eran los saqueos o microsaqueos, aparentemente manipulados más de arriba para abajo que de abajo para arriba. Con lo cual valorizaba su papel frente a Bush, de ser él el que está conteniendo los desbordes. Yo no veo que esas expresiones puedan ponerse en el mismo nivel que los saqueos de los barrios de Paris, pero sí juegan con la misma pólvora. Acá se jugó con la chispa cerca de la pólvora, pero la pólvora no se quemó, y allá la pólvora estalló de todas maneras.

La explosividad de los excluidos está presente. La diferencia es que una cosa es controlarlo y manejarlo internamente, y otra cosa es que explote de manera incontenible como ocurre en Paris.

-Esa explosividad es una novedad que hace poco no se veía.

-Es tremendamente vigente, aunque no sea nueva. Pero los saqueos demuestran la impotencia de las opciones políticas. Son estériles, pueden causar enorme alarma, pero no ponen en peligro el sistema ni mucho menos: forman parte de él. Pero tampoco pone en peligro al sistema la Contracumbre, muy mediocre intelectualmente, carente también de estrategia, y que armó una posición de rechazo, repudio y protesta contra algo que no era central en la situación del mundo, de la región… ni siquiera algo central en la cumbre misma: lo del ALCA. En ese sentido, el tema preciso del ALCA, curiosamente se presenta como muy superior la posición del gobierno que la de la Contracumbre.

-No entiendo.

-La Contracumbre fue con sus lanzas contra un molino de viento llamado ALCA, sin precisar de qué se trataba, contribuyendo al show que estaba armando el gobierno tanto para uso interno como externo. Me quedo con el canciller que era mucho más preciso en lo que decía: no estamos en contra del ALCA, sino que no queremos negociar apresuradamente si no se aclaran ciertas cuestiones relativas a los subsidios. Así que el debate no era “nos abrazamos al ALCA incondiconalmente” contra los que decían “lo enterramos”, como el presidente venezolano.

De manera que dar semejante batalla, jugar todas las cartas frente a una cuestión mal enfocada, sin objetivos claros y sin estrategia, le hace más el juego a Bush que la posición del gobierno que se podía formular en el lenguaje lacónicamente técnico y sereno de los negociadores que dicen: esperemos que se diriman la cuestión de los subsidios agrícolas a los productores norteamericanos, y después vemos. Y eso tampoco es una cuestión para plantear en el ALCA ya que Estados Unidos no es la única potencia que tiene subsidios. El lugar natural no era ahí. Aunque Argentina esté totalmente entregada al oro yanqui, o aunque esté totalmente en contra, en ningún caso era ese el momento en el que discutir el tema.

La posición argentina en última instancia no respondía a una lógica rebelde, sino a una lógica estrictamente técnica y razonable. Y no se vio que eso violara los deberes de hospitalidad de Kirchner frente a Bush ni que fuera allí donde está su genuflexión o donde está su rebeldía. Es un problema falso. Tan falso como la estrategia del un vendedor que va a tu casa y te pregunta si querés una heladera rosada o una celeste, y te quiere convencer de que ese es el tema que tenés que decidir, cuando vos no querés comprar ninguna heladera.

-He visto varias heladeras vendidas con ese sistema.

-Pero es una discusión inútil. Lo que hay que preguntarse es qué significa esta situación, y porqué se produce una gran expectativa alrededor de un problema falso que sirve de cortina de humo para eludir lo central. Había una complicidad profunda, eso sí, entre partidarios y detractores del ALCA.

-Pero unos estaban a favor y otros en contra. ¿Cuál era la complicidad?

-Todos dejaron de lado los temas que estaban en el centro del temario. Yo me preguntaba cómo se las iban a arreglar para decir algo más o menos coherente o relevante sobre las políticas de desarrollo, frente a la miseria y al desempleo. Pero nada se dijo.

-Se debatió sobre el color de la heladera.

-Lo cual evidentemente dio oportunidad a personajes mediocres y lamentables como el presidente Fox, para usar el show y desempeñar el papel opuesto.

-Pero la interpretación general, o por lo menos la oficial, es que se armó un bloque del Mercosur, más Venezuela, que marca límites al poder norteamericano.

-La prueba de que no están marcando ningún límite es que al día siguiente Bush se encontró para hablar en serio con Lula Da Silva, y allí se trató el asunto, digamos, entre gente mayor, mientras los chicos duermen. Realmente me parece un montaje farsesco.

-Pero hay matices.

-Desde ya, y los matices importan. Obviamente a Bush le fallaron algunos cálculos. No se fue derrotado con la cola entre las patas, pero tuvo algún traspié.

-No todos son más papistas que el Papa, como Fox.

-O no encontró la subordinación que sí tiene en pequeños países del Caribe, tropicales, que exportan productos no afectados por los subsidios norteamericanos.

-¿Y Chávez?

-La versión de los mosqueteros, donde Bush fue derrotado por Kirchner y Chávez… Me doy cuenta de que estoy totalmente fuera de la opinión común, incluso de muchos de mis amigos, pero mi opinión es que Chávez no tiene por qué preocuparle a Bush. Ese tono un poco más fuerte frente a los Estados Unidos, que es real, proviene de que se percibe que Bush está debilitado en estos últimos tiempos. Eso permite algunos arranques que en realidad son bastante intrascendentes. No creo que Chávez sea un motivo de preocupación. Creo que Bush debe agradecer al cielo y a la providencia que exista Chávez, que sea como es y que esté donde está. Porque la opción a Chávez en Venezuela sería muy desfavorable para los Estados Unidos.

-¿Por qué?

-En Venezuela estaba en alto riesgo lo que en el show se llama la gobernabilidad. Ocurrieron el Caracazo, las asambleas y el profundo y aparentemente irreversible deterioro de los partidos políticos, en un país proveedor de una materia crítica para los Estados Unidos. Pero como los norteamericanos deben verlo, no creo que les convenga mucho instalar otro Fujimori en Venezuela, que pondría mucho más en crisis todo. El peligro, en todo caso, es que Chávez se convierta en un Fujimori. Pero realmente no creo que ninguna opción que pudiese apoyar Estados Unidos es comparable a Chávez en cuanto a la posibilidad de asegurarle provisión regular de petróleo, apertura a los capitales norteamericanos, y a otros productos como petróleos pesados, aluminio, hierro.

-Pero Chávez habla del socialismo, se apoya en sectores populares, defiende símbolos como el del Che Guevara, plantea temas que los otros gobiernos ignoran para mejorar la situación de la sociedad, y lo apoya Cuba.

-Sí, y ha ofrecido 10.000 millones de dólares para combatir el hambre el analfabetismo. Es decir: existe, y es Chávez, no es cualquiera. Lo que intento es sopesar qué posibilidades tiene de ejercer una presión real. Ha tenido infinitas posibilidades, pero perdió una que tal vez era la más importante: apoyarse en los trabajadores de PDVSA (Petróleos de Venezuela S.A.). La clase trabajadora venezolana está muy concentrada en esa empresa que genera las tres cuartas partes de la facturación internacional del país. Nadie jamás soñó -ni en los momentos más exultantes de la OPEP- que el petróleo podía llegar a 60 dólares el barril. De manera que Chávez tiene excedentes fenomenales y oportunidades de armar un aparato productivo, una estrategia de desarrollo apoyándose en esos trabajadores de PDVSA, y expandir la gestión obrera. Hay gestión obrera pero no con esta perspectiva sino que los enormes recursos financieros, fueron a parar al armado de un sistema clientelístico e improductivo, más que una opción realmente socialista. Ni siquiera tiene un programa económico.

-Pero ha planteado la Alternativa Bolviariana para América Latina (ALBA) en lugar del ALCA. Es un programa.

-Y seguramente es más deseable el ALBA que el ALCA, pero creo que hasta ahora es más bien abstracto.

La clase que perdió un rol

Levin propone conversar sobre algunas cuestiones que considera clave para comprender estos tiempos.

- El signo de la sociedad en estos tiempos es la deserción de la clase capitalista del papel que históricamente tuvo. ¿Cuál era ese papel? No digo asegurar, pero por lo menos brindar una conducción verosímil capaz de ofrecer una perspectiva de desarrollo y progreso para la gente. Y de ofrecer ocupación a la clase obrera. La clase capitalista existe, pero lo que se desvaneció es su capacidad para seguir desempeñando ese papel. Su posibilidad de ejercer una hegemonía como clase dominante, está muy menoscabada. Esto es una situación inédita en el país. Y por eso las instituciones y hasta las palabras que usamos son obsoletas, corresponden a una estructura social que no existe.

-¿Por ejemplo?

-Cualquier palabra. Por ejemplo, mandatario. La palabra incluía un engaño en los mejores tiempos de vigencia de las instituciones burguesas, porque se le decía primer mandatario al tipo que mandaba, cuando el concepto significa todo lo contrario: es el que tiene que cumplir un mandato.

-El que le da el pueblo. Lo estudiamos en el colegio.

-El mandato que le da el pueblo no lo ejerció nunca, pero sí tenía el mando. En ese mando se concretaba algo que se ha desvanecido, la soberanía nacional, que le daba un sentido al conjunto de definiciones, instituciones y sistemas de representación. Los cargos de los funcionarios, como una cáscara vacía, perdieron su significado. Se sigue repitiendo maníacamente el ritual de las elecciones, que no molestan a nadie porque de ninguna va a surgir ningún gobierno con autoridad suficiente como para dar una orientación o una estrategia, porque verdaderamente no gobiernan nada. Y si antes esta limitación del poder estaba oculta por una serie de pantallas, en estos últimos años se ha desnudado de una manera completamente descarnada, con las visitas de las instituciones financieras internacionales, para monitorear la formulación de los presupuestos, de las leyes, la forma en que se administrarán: no hay ningún asunto de cierta trascendencia sobre el que no se deba rendir cuentas. De manera que el mandatario ahora sí lo es, pero el mandante no es el que suponen las leyes sino el que manda a formular una ley de patentes, por poner un ejemplo entre tantos. Al vaciarse el poder del Estado de su contenido esencial de soberanía, el ritual política se convierte en un show vacuo. Y los representantes, los primeros mandatarios con sus gabinetes, son acróbatas que han aprendido a hacer equilibro en campos de fuerza que sobrepasan completamente su capacidad de decidir y seguramente también la de interpretar.

Las posiciones que pueden tomar a favor o en contra de artificios como el ALCA, que no está especificado qué es, se hacen no solamente como un show para las tribunas más altas donde están los “chochamus”, sino fundamentalmente para los palcos más caros, donde están las empresas que quieren el ALCA y las que no. Los que no les importan los subsidios, como pueden ser los exportadores de caños sin costura para la industria petrolera, y los exportadores de materias primas afectados por los subsidios. Pero no dirimen cuestiones estratégicas, sino que son tironeos entre corporaciones, entre mafias de una clase capitalista que ha perdido su capacidad de dirigir la sociedad y que aprendió a hacer negocios armando lobbies de cuarto nivel.

-La descripción es la de una democracia vaciada.

-Yo lo veo así. Pero tampoco creo que Estados Unidos tenga todavía una estrategia muy clara, porque vivimos en un momento de transición donde también ellos están tironeados entre intereses de lobbies y corporaciones con poder cambiante. Esos son los mandantes, los representados por los gobiernos. Bueno, como hay tironeos, Bush está tironeado.

Las máscaras

-Pero Pablo, ¿a dónde cree usted que va esto?

-Creo que Estados Unidos, en el largo plazo, no tiene ningún interés en mantener los subsidios, sino que está dispuesto a sacrificarlos. Digo más: el sueño que la izquierda consideraría de máxima en cuanto a la política más progresista que podrían tener nuestros países, es esa política la de los Estados Unidos, que poco a poco se va mostrando a través de distintos signos.

El hecho de que Bush se haya bancado alguna cosa que no le gustó, que no se haya preparado ni siquiera para el encuentro, muestra que mucho no le importó todo esto, y que su juego es el interno: esos campos de fuerza en el interior de los Estados Unidos, donde hay dos orientaciones distintas de la propia clase capitalista. Y se expresan, muy en la superficie, como las posiciones a favor y en contra de los subsidios.

-¿Cuál es la posición de los que no defienden los subsidios?

-Todavía no se expresó de modo muy coherente en la política exterior, pero creo que es la política del capital tecnológico. ¿Por qué? Porque se puede decir que tiende a configurarse un sistema capitalista donde los países ya están divididos en dos clases. Los de capital reducido y los de capital potenciado. Se han abandonado todas las máscaras legalistas en las relaciones internacionales. La ficción de que todas las naciones son iguales no corre más, y de una manera muy cínica es el canciller Bielsa el que le hizo recordar a Bush que hay muchos países que apoyan la posición norteamericana, pero que quienes son reticentes, más que oponentes, representan el 75% del producto bruto de la región, incluido Brasil y Argentina. Este razonamiento, curiosamente, pone en boca de Bielsa lo que en realidad es la doctrina norteamericana básica: acá los que importan son los que tienen más peso. Los demás no cuentan. La igualdad es una ficción. Los discursos oficiales norteamericanos no ocultan que la juridicidad internacional se aplica si les conviene, y no los obliga a nada en ningún caso. La misma doctrina de la “guerra preventiva” significa tirar a la basura toda ficción legal.

El capital tecnológico vs. los obreros ricos

-En este marco -continúa Levin- ¿cuál sería el mundo más favorable para esta nueva estructura económica, mientras asistimos a este rezago de la adaptación de las instituciones y las formas jurídicas? Yo pienso que la nueva forma estaría dispuesta no solo a sacrificar los subsidios agrícolas, sino también la posición de privilegio, entre comillas, que han tenido los trabajadores de Europa y los Estados Unidos. Este capital tecnológico funcionaría en un mundo donde no hay nada parecido a los subsidios agrícolas, pero tampoco hay nada parecido a las clases trabajadoras que tienen fuertes sindicatos en países de altos salarios. Y si esto es verdad, quiere decir que las presiones que ejercen los Estados Unidos sobre China, para que se modere con sus exportaciones textiles a los Estados Unidos, son lágrimas de cocodrilo. En realidad ya hay que usar un lenguaje distinto. No hablaría de los sectores más concentrados del capital, sino de los más potenciados, a los que les conviene mucho más invertir en China que en los propios Estados Unidos, en las inversiones de procesos: es lo que se anticipaba con las maquiladoras en el norte de México, por ejemplo, pero que ahora reaparece en una escala incomparable con el pasado.

Para este sistema los subsidios agrícolas son un estorbo. De todas maneras no van a abandonar rápidamente este sistema. Uno, porque la clase obrera tiene mucho peso, otro porque lo que queda de la burguesía se ha transformado muy profundamente, pero existe y es anacrónica y obsoleta en el propio capitalismo, pero tiene sin embargo mucho peso político en Europa y los Estados Unidos, y para ellos es fundamental: si eliminás los subsidios eliminás a toda esa clase.

-Que no se va a tomar las cosas con calma.

-Digamos que si el capitalismo dura lo suficiente como para que terminen de manifestarse estas tendencias, antes de eliminar los subsidios va a haber un período en el cual las empresas de capital tecnológico que utilizan sus propias innovaciones técnicas en sus propias plantas industriales, se van a beneficiar con ellos. El subsidio no favorece solamente al “farmer” sino también a Monsanto o tantas otras que son de capital tecnológico.

-La competitividad de los subsidiados.

-Pero esto demuestra que si hay una tendencia a eliminar los subsidios no es una cuestión de patria o muerte para los Estados Unidos, pero tampoco van a estar dispuestos a eliminarlos porque el propio capital tecnológico todavía puede sacarles el jugo. ¿Durante cuánto tiempo? No se puede saber.

Todo esto da un panorama del mundo que es bastante diferente que el que tiene la izquierda actualmente, con su posición peticionista. Así la deserción del papel hegemónico de la clase capitalista, se remata y culmina con la evidencia inimaginable y espantosa hasta hace pocos años, de una sociedad en la cual la mayor parte de su propia población se vuelve superflua.

-Ya ni tiene valor utilitario.

-Exacto. Esa población superflua resiste como puede, se vuelve explosiva pero no amenaza al sistema porque no tiene estrategias ni un sector de la clase obrera que esté en condiciones de tomar la producción, de apropiarse de sus propias capacidades productivas. Está compuesta, esta población por una gran masa de gente que carece de capacidades productivas efectivas y concretas. Genera prácticas políticas peticionistas, que pueden ser muy activas y masivas, y llegar a ciertos nodos de fuerza, pero que es totalmente ineficiente y funcional al sistema.

-No lo veo. ¿Funcional?

-Sí, ¿en qué se expresa? En la mediocridad general de todo el sistema de representación y en el propio discurso político. En la intrascendencia de las divisiones políticas en todo el espectro. Si vamos de la derecha, pasando por el centroizquierda de ida y vuelta, la extrema derecha ha perdido terreno. Hasta nuevo aviso perdió un papel, pero puede recuperarlo en cualquier momento, a partir de un discurso inocuo de la izquierda. Pero en la mayor parte del espectro político, del centroizquierda al centroderecha, la verdad es que las diferencias son muy poco definidas, y las mismas personas se van intercambiando de sector. Es una especie de puchero donde hierven todos juntos, algunos van subiendo, otros bajando. (Aclaración: un día después de la conversación un diputado apodado Borocotó, estrella televisiva, hizo una pirueta entre partidos, confirmando la teoría del puchero).

-¿Qué sería el peticionismo?

-Las prácticas políticas que se agotan en el horizonte del peticionismo. Que no tienen ninguna estrategia, ningún programa u opción propia que no esté dirigida a cambiar la política del gobierno para forzarle la mano, para apretarlo o para enternecerlo recordándole sus buenos sentimientos o promesas preelectorales. Pero que no tiene “Plan B”, no tiene carta en la manga.

-Pero hay algo lógico: la primera carta es el reclamo.

-No lo cuestiono. Y forma parte de los derechos de las constituciones liberales, y forma parte necesaria de una política de izquierda. Pero llamo peticionismo a las prácticas que se agotan en la petición. Sin otra opción.

-¿Y cuál es la opción?

-No existen opciones salvo en sectores de la clase trabajadora, que si concretan esas opciones pueden adquirir una hegemonía sobre el resto de la clase trabajadora que está sumida en el peticionismo, en la desocupación, la miseria. No hubo nunca como ahora, una etapa en el capitalismo en que la clase obrera fuera tan numerosa y con un peso tan abrumador en la población. Pero el sector que ha sido educado para la producción por el sistema capitalista, y que mantiene vigente y actualizada su capacidad productiva, es muy reducido. Y es el único sector, a mi entender, que podría desarrollar esta dimensión necesaria de sus propias reivindicaciones y accionar, que es el control obrero de la producción, que ofrecería la posibilidad -sólo la posibilidad- de superar y romper los límites peticionistas a los cuales de otro modo está condenada la política de izquierda.

-Por un lado se excluye a cantidades monstruosas de gente. Pero los que quedan, no he visto que tengan la intención de cambiar nada.

-No lo sabemos. La historia no ha terminado. Para mí hay un proceso del capital, que tiende a reproducirse fuera de los países donde se ha localizado originalmente. Y así va dando forma a un proletariado importante en los países que se convierten en plataformas de exportación de productos y mercancías. En estos países como la India, el club al que en el mejor de los casos aspirarían a entrar Brasil y Argentina, se forma un proletariado, mientras el proletariado de Inglaterra, Francia, Alemania, Estados Unidos, Japón, se va a ver sometido a un proceso de igualación, hablo de una tendencia, que paradójicamente va a proletarizar al proletariado. En estos momentos hay que buscar con lupa la fábrica donde los obreros quiera iniciar la experiencia de realizar el control obrero de la producción, pero esa pequeña vanguardia con el correr de esta tendencia que estoy describiendo, se puede convertir en una porción incluso cuantitativamente importante de la clase obrera, y su liderazgo va a ser incontenible. Y se van a convencer de que no tienen otra opción que seguir el camino de ese liderazgo.

-Pero en el tiempo presente, esa gente excluida es la que motoriza cambios, novedades, vitalidad social.

-Es la paradoja: los que tienen menor posibilidad de concretar el control obrero de la producción son los que están más dispuestos a cuestionar el sistema. Pero tienen menor posibilidad de cambiarlo. Esa es la paradoja. Hay que convivir con ella, pero sabiendo que de ahí no viene la cosa. Una de las cosas más difíciles para la vanguardia obrera va a ser justamente incorporar a trabajadores que no han sido educados por el capitalismo para a producción. No solo porque estuvieron desocupados durante mucho tiempo sino porque hay una masa de jóvenes cada vez mayor, que no ha trabajado nunca.

Y entre los que no han trabajado nunca hay una porción creciente de personas que ya no estarían en condiciones de trabajar y asumir cierta exigencia de complejidad y de concentración, porque no han recibido la educación básica. Y en muchos casos, ni la alimentación que permita tener un organismo y un sistema nervioso requerido para un trabajo de cierta calificación. La infancia abandonada produce desastres espantosos, y no hay que pensar que solo por su carácter injusto eso va a avivar los movimientos de protesta y procesos de cambio. Todo lo contrario: el efecto es terrible, quizás ese sea uno de los obstáculos mayores para la superación del sistema y una base sólida para que aparezcan por fin, en serio, movimientos de extrema derecha.

-Sin embargo en muchos de esos excluidos y en esas experiencias sociales, uno encuentra una capacidad de resistencia, de transformación. De cambio. Y en los sectores supuestamente deberían asumir esa vanguardia uno ve pensamiento viejo, esquemático, elitista, cerrado, nostálgico.

-Es así, totalmente así. La característica de toda la sociedad presente es la diversidad. Cuando hablamos de un sector hay que reconocer la heterogeneidad. Cuando hablamos de excluidos… yo estoy hablando de un estrato muy extremo. Pero lo que vos decís necesita la conducción de un sector avanzado de la clase obrera que esté en condiciones de organizar la producción. Porque sea cual sea el cambio político que pueda ocurrir, sería completamente intrascendente si primero no se abre la posibilidad de crear un nuevo Estado, y si simultáneamente no está la clase trabajadora en condiciones de tomar la conducción de la economía. Por lo que sabemos hasta ahora, aún en condiciones favorables eso es bastante difícil. No hace falta que hablemos de los ejemplos que hemos tenido, los conocemos muy bien. (Para que se entienda, cuando Levin habla de la instalación del estalinismo en la Unión Soviética, en el siglo XX, lo define como “la pesadilla más ominosa”).

Entonces, el peticionismo es siniestro, es la derrota definitiva. Lo único que puede superar el callejón sin salida del peticionismo es la planificación obrera. No en las fábricas de autogestión, sino donde están los capitalistas. Ahí está la verdadera posibilidad de desarrollar el control obrero de la producción y de incluir reivindicaciones que atañen a la información, al conocimiento, que permitan tomar iniciativas. Ahí yo veo el potencial de abrir un nuevo horizonte.

-Pero si el control obrero reproduce mecanismos de poder, verticalidad, control de las personas, sin tomar elementos nuevos de libertad y horizontalidad que aparecen en los movimientos sociales, van a reproducir mecanismos de poder y a formar estructuras que replican lo que dicen combatir.

-Esa tendencia a la burocratización, al aburguesamiento, a ser atrapado por la vorágine de acumulación de capital que no se puede desatender porque caería el nivel gerencial de los sectores… el antídoto contra esa tendencia es la propia lucha de clases, para evitar las tendencias burocratizantes y de aburguesamiento.

-Esas concepciones sobre el futuro, Pablo ¿son algo científico o una creencia?

-Mi creencia, si vamos a hablar de futuro, es que esto se va a concretar en países como Inglaterra, Alemania, Francia, Estados Unidos, y Japón, ahí es donde puede darse vuelta la cosa, y la esperanza es la de la clase obrera de esos países. Pero cuando me he acercado, hasta ahora vuelvo siempre decepcionado. Encuentro que la clase trabajadora, por lo menos sus manifestaciones más visibles, son verdaderamente lamentables. Pero creo que justamente lo que va a despertar es el recrudecimiento de la lucha de clases primero nacional y después internacional. Ellos la van a iniciar no por razones de solidaridad internacional sino de egoísmo nacional, cuando empiece a erosionarse la jerarquía de países que todavía es una rémora del pasado, y cuando empiece a reemplazarse esa vieja jerarquía por una nueva. Ahí pienso que va a despertar el sector más poderoso de la clase obrera, no por razones buenas sino por razones malas, y rápidamente verá que no tiene otro remedio que tomar en consideración su propia situación objetiva comprendiendo que tiene que tomar en sus manos lo que ya tiene en sus manos: el aparato productivo.

Las experiencias más limitadas, en menor escala, con mucho mayor atraso técnico que estamos realizando nosotros (se refiere al caso de Zanon) podrán aportar a ese proceso acortarlo, hacerlo más consciente, más lúcido y más eficiente. Y creo que esto va a facilitar la formulación de estrategias, políticas, objetivos y metas para el control obrero de la producción a gran escala, en los sectores más avanzados y no en los más atrasados de la economía.

-Pero mientras tanto, hay reclamos y peticiones cruciales. No se ve que sean funcionales al sistema.

-Yo no hablo con ningún menoscabo de la petición. Adhiero, participo, tengo toda mi simpatía con quienes piden trabajo, justicia: sin la petición, no valemos cinco guitas. Lo reprochable no es la petición sino el peticionismo, al que le falta la chirola para el mango: es un desgaste de esperanzas, de expectativas dignas de mejor causa.

Pero ojo, no estoy mirando por encima del hombro diciendo “qué inútiles”. De ninguna manera. En nuestra época es lo más hermoso, admirable y noble, y justamente lo trágico es que eso así como está es insuficiente, y hasta contraproducente. No porque se hace, sino por lo incompleto, por la falta de estrategia y de perspectiva. Y viene entonces el problema del partido. Hay partidos de izquierda que dicen “nosotros somos esto, somos los que representamos”.

-Debe haber 5.000 partidos que se dicen únicos y verdaderos representantes de lo mismo que los demás.

-Yo no los conté, pero tengo una limitación porque se me mezclan las siglas y no entiendo nada. Pienso que sin partido no hay revolución, sin teoría no hay partido, y sin revolución, no hay teoría ni partido. El partido no es el demiurgo de la revolución sino una criatura de la revolución. Para mí la función no es convocar a una revolución, sino dirigirla al socialismo. La misión de los socialistas es dirigir la transición al socialismo. Para eso hay que actualizar la teoría, comprendiendo que la teoría recibida es antigua. Valiosa, preciosa, pero insuficiente. Es una realidad teórica.

-¿Es inexorable esa revolución?

-Sí.

-Esa idea de lo inexorable ¿es algo que pueda considerarse científico, o una proyección de deseos? La cantidad de pronósticos sobre cosas inevitables que nunca sucedieron, es enorme.

-No creo que sea posible desear algo arbitrariamente. Lo que aspiro es a tener un fundamento científico. El deseo lo tenemos todos. Yo lo que busco es el fundamento, el quién, cómo, cuándo, esa es la tarea de la teoría. No hay un mundo de la práctica y otro de la teoría. Sino que la teoría es un problema práctico, y la práctica sin teoría es estéril, y vulgar. Pienso que el marxismo vulgar es uno de los principales obstáculos que hay, quizás el más importante, por lo que constituye la ideología. Es parte de la ideología que tiene una estructura frente a la cual el marxismo no se opone, sino que forma de ella. (Levin considera que se vive en medio de una trampa ideológica. “La ideología no se vale de un único discurso sino que requiere, básicamente, dos, el oficial, y otro”. Para él, expresiones como “ideología dominante” son el resultado de un artificio ideológico, destinados a encubrir a la ideología, que tiene siempre dos carátulas: la apologética y la contestataria, como las hojas de una tijera. Nadie hablaría de oposición, sino de articulación. “Ricos y pobres, privilegiados y desfavorecidos, explotadores y explotados, dominadores y dominantes. Parece que hubiera dos ideologías en pugna pero esta apariencia es, precisamente, el quid de la ideología”, ha escrito”.

-Pero los marxistas están contra el sistema, por lo que me acuerdo.

-Podríamos hablar mucho rato sobre esto. Pero al mismo Marx le preguntaron una vez sobre el marxismo, y dijo que eso no existe, no tiene sentido. La primera limitación es que desde el marxismo no se puede entender la obra de Marx.

-Levin, me empieza a doler la cabeza: ¿cómo que no se puede?

-Marx es un joven hegeliano que estudia a David Ricardo, escribe su obra de juventud a pedido de los trabajadores que constituirían la primera internacional, escribe y (como coautor, gesto generoso de su parte) El Manifiesto. Y ahí, un poco corriendo con la vaina y al mismo tiempo haciendo un descubrimiento, y además formulando lo que va a ser después su propio programa intelectual, establece la diferencia entre las doctrinas socialistas y el socialismo científico. ¿Cuál es la diferencia? Él no habla de doctrinas sino que las califica de utópicas. Pero el marxismo también es utópico desde el momento en que considera que ha recibido una doctrina. La diferencia entre el utopismo y el socialismo científico corresponde a la diferencia entre doctrina y ciencia. Marx empieza una obra monumental, se muere, y la deja a medias, inconclusa. Cuando esa obra se cristaliza como doctrina, sólo cabe ser partidario cien por cien o detractor cien por cien. Pero ninguna de esas dos actitudes permite apropiarse de la fuerza y el potencial que tiene el concepto. Para el marxismo no tiene sentido realmente un proyecto como el de Marx, de hacer la crítica de la economía política.

Pero crítica es en primer lugar autocrítica. Si el marxismo es algo así como la congelación de la teoría básica de Marx, realmente no tiene sentido por definición.

-¿Podemos relacionar esta conversación con el estallido ocurrido en Francia?

-Decíamos que esta sociedad ha vuelto superflua a su propia población, y esta se subleva. Y lo hace sin haber destruido totalmente las promesas incumplidas de la sociedad moderna. Esto debe ser más agudo en los inmigrantes recientes y en los hijos de inmigrantes, porque ese sueño de progreso que promete el Estado moderno los hizo pasar por varias decepciones y resucitaciones de la ilusión, que fueron muy costosas porque han dejado su tierra, una decisión tremenda para cualquier familia, para ir al lugar donde en serio se iba a cumplir el sueño de la modernidad.

-El sueño se quebró.

-Y volvió. Llegaron los abuelos, o los padres, se dieron cuenta de que a ellos no les tocaba. No podían aspirar a ser aceptados como iguales pero se sacrificaron pensando que sus hijos sí. Les abrieron un futuro. Y los hijos siguen siendo tan marginados como ellos. Soñaron con tener la residencia, la nacionalidad, los papeles. Los consiguen, pero siguen siendo excluidos.

-La idea de Igualdad de la Revolución Francesa no funcionó ni para los nietos de los inmigrantes.

-La idea de Igualdad forma parte de ese cúmulo de promesas de la sociedad moderna, como libertad o fraternidad. Pero hay otras, además de las de 1789, como el Estado de Derecho, y quizás lo que englobe a todo en el sueño del inmigrante es el progreso. Progreso indefinido, universal, para todos. Y… mierda.

-Frente a eso, saqueos, violencia.

-Pero es estéril. Es la versión violenta del peticionismo. La reacción del gobierno francés fue doble. Por un lado más palo, revivieron las leyes de represión de la época de Argelia, y al mismo tiempo se movieron para activar planes sociales. Hay una comisión del gobierno francés en la provincia de Buenos Aires tratando de convencer a Chiche Duhalde de que se traslade a Francia.

-Pablo… ¿es una broma? Mire que esto es la Argentina.

-Sí, sí, tranquilo, es una broma.

-No habría que perder las esperanzas: punterismo parisino.

-La transversalidad cruza las fronteras.

-Pero en serio, con los planes asistenciales están queriendo ver -también en Francia- si llegan a cumplir alguna de aquellas promesas de progreso.

-Pero lo grotesco, payasesco, es que cuando la promesa se cumple, es peor que si no se cumpliera, porque es denigrante, un remedo tristísimo de lo que era la promesa.

-En lugar de derechos, ciudadanía, se instalan formas de control y sometimiento.

-Formas degradantes. Te condenan a una especie de mendicidad.

-Buscando dar algo, para calmar los ánimos.

-Pero no calman demasiado, se pueden aplacar focos de violencia en los barrios más violentos. Y la moraleja va a ser que los franceses van a cantar como el tango: el que no llora no mama y el que no afana es un gil.

Ahora, todo esto lo veía cualquiera que haya andado por Londres o Paris en los últimos años. Esa muchedumbre que ni siquiera hablan el idioma, con rostros y vestimentas de otro lado, que llegan de todas partes del mundo, una Babel de pobres. Y son prepotentes. En Londres es impresionante. Si uno quiere confirmar algún estereotipo sobre cómo son los ingleses, es imposible hacerlo. No se ven ingleses.

Pero lo que no se ve es el otro lado de la moneda, la clientela de Le Pen, la ultraderecha. Te cuento algo. El anteaño pasado estuve en Inglaterra, dando un seminario. Me alojaron en una de esas adorables casitas que son como una pensión, “bed & breakfast”. Te dan alojamiento y el desayuno. Era de una viejita inglesa adorable, encantadora, con una casita llena de cosas. Ella teje, tenía los muebles antiguos, el reloj cucú que sonaba cada quince minutos. Los pájaros y las ardillas en el jardín, todo fino, cálido, hospitalario. Pero esta mujer respiraba un odio contra los inmigrantes que nadie se puede imaginar. No había tema en el que ella no se quejara de los inmigrantes, y los “asylum seekers”, los buscadores de asilo. Esta encantadora señora pensaba que esos son la fuente de todos los males. No se puede tomar un taxi porque te gana siempre un hindú. ¿Por qué subieron los alquileres? Por culpa de ellos. No se puede tomar el tren porque está lleno de “esa gente”. Ese sentimiento tiene que estar presente en un episodio de rebelión social como el de Paris.

-La violencia está reflejando otra violencia previa.

-Sí, hay un sentimiento de este tipo. La moneda es de dos caras. Le Pen es una expresión más o menos grotesca. No hay una derecha instalada y vigorosa. Pero no hay que excluir que alguna versión más refinada. Hablábamos de Fox, ¿cómo puede ser el tipo tan cerril si los mexicanos saben cómo los han maltratado y los maltratan en los Estados Unidos? Y he viajado al norte, a Detroit, la ciudad más superindustrrial, y no hay carteles de blancos y negros, pero hay lugares de blancos y otros de negros. Y si te equivocás te miran con una hostilidad impresionante.

-Ya no necesitan el cartel.

-Y los sin techo, los homeless, son multitudes durmiendo con temperaturas de 10 o 15 grados bajo cero. Y son todos negros. La población de las cárceles es negra. Es el drama de una multitud que abarca a una porción cada vez mayor de la humanidad, que busca emigrar y choca con estas fronteras brutales como Ceuta, Trieste en Italia, país al que conocemos como inmigrantes pero miran con odio a los que quieren ir allí. Ahí está la violencia, y ahora estamos viendo la otra cara de la misma moneda.