El capitalismo andino es un paso intermedio para imaginar el socialismo. Entrevista a Álvaro García

20.Dic.05    Análisis y Noticias

Alvaro García Linera: “El capitalismo andino es un paso intermedio para imaginar el socialismo”

El capitalismo andinoamazónico, la propuesta de Alvaro García Linera, candidato a la vicepresidencia del MAS, es un modelo de desarrollo capitalista en el que las tres plataformas económicas vigentes en Bolivia –la moderna o estrictamente industrial, la andina comunitaria y la amazónica– se reequilibran, despliegan autónomamente sus propias capacidades y encuentran mecanismos de articulación “no brutal”.

Según el candidato del MAS, es posible construir un tipo de modernidad económica vinculada a los mercados globales, al desarrollo tecnológico contemporáneo, a sectores empresariales, que es la parte capitalista propiamente dicha, pero reconociendo obligatoriamente a las otras dos plataformas de la modernidad vinculadas a nuestras capacidades vernáculas: fuerzas comunitarias, artesanales, pequeños productores y de economía mercantil simple poseedoras de otra racionalidad de organización del trabajo, de uso del excedente, de sistemas tecnológicos, saberes, formas organizativas y distribución de la riqueza.

García Linera imagina un tipo de modernidad en el ámbito del capitalismo, en donde los segmentos mayoritarios de la vida económica boliviana –que han sido desconocidos, extorsionados y maltratados por la modernidad de corte industrial capitalista clásico–tengan la capacidad de autoorganizarse y de prosperar con los excedentes industriales.

¿Cómo integrar el pequeño taller con la gran industria?

Ahí está el papel del Estado fuerte que regula la expansión de la economía industrial, extrae sus excedentes y los transfiere al ámbito comunitario para potenciar formas de autoorganización y de desarrollo mercantil propiamente andino y amazónico.

¿Más o menos lo que quiso hacer el nacionalismo revolucionario?

No, porque el nacionalismo revolucionario decía que la comunidad desaparecería y que todos se volverían industriosos, modernos, capitalistas y asalariados. Eso no funcionó, en el mundo moderno el asalariado representa entre el siete y 15 por ciento de la economía y de la población económicamente activa (PEA).

¿El horizonte es que los microempresarios se conviertan en empresarios?

No; simplemente que produzcan un modelo de bienestar. Es una falsa utopía pensar que todos se convertirán en empresarios. Seguirán trabajando familiarmente y a nivel doméstico al menos por los próximos 50 años. La idea es que tengan soporte económico, acceso a insumos, a mercados, que generen en su régimen económico (artesanal y familiar) procesos de bienestar. Quizá la movilidad social sea pequeña y la mayoría siga en economía familiar de pequeña y mediana escala, pero con mejores condiciones de vida y productividad.

Es decir lo que propone Hernando de Soto en Perú…

Soto dice que el microproductor es un empresario en potencia. Yo digo que no lo es ni tampoco un proletario en potencia, ni lo uno ni lo otro, sino una condición social de largo aliento. La idea es que esta condición ni quede aplastada ni olvidada, que aceptemos que al menos hay tres modelos simultáneos de modernización.

¿Esas tres plataformas se desarrollan con democracia liberal y mercado?

En el mercado y en la economía mercantil, pero son modelos paralelos de desarrollo. En siguientes 50 años predominará la economía familiar y la pregunta es qué hacer con ella, ¿te haces al loco, la quieres obrerizar? No, simplemente que vivan bien y que el Estado les ayude. La parte revolucionaria del planteamiento es potenciar sus capacidades de autogestión y autoorganización en una perspectiva expansiva.

Por ahora, hay dos razones que no permiten visualizar la posibilidad de un régimen socialista. Por un lado existe un proletariado minoritario demográficamente e inexistente políticamente; y no se construye socialismo sin proletariado. Segundo: el potencial comunitarista agrario y urbano está muy debilitado. En los últimos 60 años se ve un retroceso de la actividad comunitaria productiva y erosión de los lazos comunitarios. Sigue habiendo comunidad, pero ésta ha implosionado internamente en estructuras familiares.

El potencial comunitario que vislumbraría la posibilidad de un régimen comunitarista socialista en el buen sentido del término pasa por potenciar las pequeñas redes comunitaristas que aún perviven y enriquecerlas. Esto permitiría en 20 o 30 años poder visualizar una utopía socialista.

¿Acaso no son experiencias comunitarias los movimientos de defensa del agua en El Alto y Cochabamba?

Son experiencias comunitarias sociales y políticas, no económicas. Por tanto, permiten una revolución política en el sentido marxista del término. En el caso boliviano la revolución política toma la forma de descolonización del Estado. Para que se convierta en una revolución social hace falta el despliegue de potenciales comunitarios prácticos, como los soviets que socializaron la producción industrial. No se ha tenido una experiencia similar en Bolivia desde la Guerra del Agua. Se necesita un tiempo para potenciar la comunitarización de la economía.

¿Y la cogestión en Semapa de Cochabamba?

Hay límites de estos procesos de comunitarización de la riqueza. Las experiencias de El Alto y Cochabamba son la expresión dramática de los límites comunitaristas del actual movimiento social.

Usted se asume centroizquierdista desde hace dos años y medio. ¿Con qué corriente se identifica más: neokeynesianismo, la socialdemocracia de Anthony Giddens o el “postcapitalismo” de Wim Dierckxsens?

Marxista clásico.

¿Y su propuesta del capitalismo andino a qué corriente pertenece?

Es marxismo clásico. No es el marxismo de Nikitin ni el de Trotsky. Está enraizado en la lectura del Marx que reflexiona las posibilidades de tránsito al socialismo en sociedades atrasadas y comunitarias.

¿Está diciendo que la propuesta de capitalismo andino es marxista?

No, no, lo que digo es con qué herramientas trabajo esta propuesta. Mi propuesta sigue siendo el socialismo y el comunismo abiertamente. Lo que hago como marxista es evaluar los potenciales actuales de desarrollo de la sociedad. Nuestro objetivo no es el capitalismo andino, eso es lo que se puede hacer hoy para potenciar procesos la autoorganización y apuntalar la autoafirmación económica a largo plazo. Esto es lo que hoy toca empujar en la perspectiva de la revolución socialista a mediano plazo. Y esa es una lectura estrictamente marxista.

Plantea la articulación de potencialidades familiares, indígenas, campesinas en torno a un proyecto de desarrollo nacional y de modernización productiva, ¿algo así como una revolución democrático burguesa 50 años después del MNR?

La Revolución del 52 fue una revolución traicionada y a medias no porque no llevó al socialismo sino porque no descolonizó al Estado. 50 años después estamos en la posibilidad de ir más allá de los límites democráticos que dejó la Revolución con el hecho más importante de los últimos 513 años en términos de democratización, la descolonización del Estado.

¿Eso lo hace la centroizquierda?

Lo hace el movimiento indígena, es su gran aporte. Para un revolucionario utópico la descolonización del Estado no es socialismo, pero para los indios es el acontecimiento histórico más importante que podía suceder. En sí mismo es un gigantesco paso histórico. Claro que nos falta mucho, nos falta el socialismo, el comunismo, pero hay que moverse en función de las posibilidades reales del movimiento que se desenvuelve.

El MAS propone un plan de desarrollo económico a partir de la microempresa y la fuerza laboral informal. Salvando diferencias, Tuto y Samuel proponen algo parecido

Más allá de la demagogia de apoyar a estos sectores, utilizan las estrategias comunitarias para reducir costos, como el Banco Mundial. Es la idea de la subsunción de lo comunitario a la modernidad industriosa, contra eso hay que pelear. El BM y los candidatos buscan exprimir, extraer sus energías a lo comunitario; el MAS quiere potenciar su desarrollo autónomo.

El sociólogo argentino Atilio Borón comenta que el pensamiento crítico en América Latina está en decadencia y que gradualmente ha sido sustituido por la cultura de la resignación política.

Más bien en América Latina y en particular en Bolivia surge una acción transformadora, un potencial emancipativo y una reflexión que acompaña ese potencial con mucha carga crítica. Privilegio el laboratorio boliviano en cuanto a acción colectiva y reflexión seria y no meramente filosófica. Soy más optimista que Atilio Borón. Siento que se está construyendo un alto pensamiento crítico a partir de la acción práctica de los sectores sociales. Lo que si está claro es que el socialismo debe ser replanteado y superando la vieja forma retórica manualesca con la que se abordó el tema de los años 20 hasta los 60.

¿Está de acuerdo con la tesis que anuncia el cierre del ciclo de las revoluciones antimperialistas, entendiéndolas como enfrentamiento total, militar y económico con el imperialismo?

Es un hecho de correlación de fuerzas. Serán los acontecimientos los que te coloquen ante esa disyuntiva, no puede uno adelantarse. Ese sigue siendo un debate abierto. Ahora las fuerzas progresistas han podido avanzar muy bien a partir de lo democrático representativo, pero es probable que algún rato eso se estanque.

La centroizquierda de fines del siglo pasado prometió que la “transición a la democracia” transformaría la sociedad y redistribuiría la riqueza gradualmente. 25 años después la desigualdad social se acentuó, la propiedad se concentró y el sistema se tragó a los centroizquierdistas. ¿Teme terminar igual que ellos?

Siempre es un riesgo y contra eso no hay vacuna. Lo único que queda es confiar en la fuerza creativa de la sociedad. La posibilidad de que estos intelectuales encuentren un límite y a larga sean conservadores dependerá del poder innovador de la propia sociedad.

¿Cuán alto es el precio de ser viable en el sistema político actual? ¿Resignar la utopía por ejemplo?

Nunca. Lenin proponía soñar con los ojos abiertos, que significa tener la capacidad de mirar el horizonte estratégico pero saber manejar la táctica. El capitalismo andinoamazónico es la manera que creo posible para mejorar las posibilidades de las fuerzas de emancipación obrera y comunitaria a mediano plazo. Claro que es un mecanismo temporal y transitorio.

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El MAS elige la “tercera vía”, el capitalismo andino

Luego del derrumbe asiático, ruso y brasileño, y a medida que la crisis capitalista se profundiza, la centroizquierda internacional va reclutando nuevos núcleos neokeynesianos, socialdemócratas de la tercera vía, postcapitalistas de la onda del Foro Social Mundial de Sao Paulo, y recientemente una novedosa corriente con sello boliviano que defiende el “capitalismo andinoamazónico”.

La tercera vía plantea medidas de re-regulación económica buscando salvar la racionalidad capitalista y, en algunos casos, manteniendo el fondo del credo neoliberal. Los neokeynesianos procuran remediar los efectos nocivos más inmediatos del neoliberalismo, pero sin cuestionarlo. La socialdemocracia plantea una economía mixta –que no ve en el capitalismo y en el libre mercado un escenario hostil– y a diferencia de la “socialdemocracia antigua”, no acepta que los derechos sociales sean obligaciones incondicionales del gobierno. “Ningún derecho sin responsabilidad, son responsables tanto el Estado como los destinatarios del bienestar”, predica esta doctrina.

Estas posiciones mantienen la lógica esencial del capitalismo y no resuelven la supeditación de la vida al mercado, sino que más bien la mundializan. Para estas corrientes, el centro del debate es la dupla mercado y planificación estatal, esta última al servicio del mercado.

La centroizquierda más radical propone un cambio de la racionalidad económica capitalista reconciliando los intereses privados con el bien común. El mercado debe subordinarse a la planificación, en tanto que los factores de integración social ya no están dados por el mercado sino regidos por el principio de solidaridad con la vida colectiva. “Mis derechos como ciudadano ya no dependerán de mi vinculación con el mercado sino con la ciudadanía”, explica el economista holandés Wim Dierckxsens, reconocido defensor del Foro Social Mundial de Porto Alegre como uno de los primeros pasos hacia el desarrollo de alternativas al capitalismo y al neoliberalismo con la participación de ONGs, movimientos sociales, sindicatos, asociaciones y entidades religiosas.

El postcapitalismo busca una economía orientada por el bien común sin suprimir ni el interés privado ni el mercado. Esto implica un movimiento en el péndulo de la historia desde el libre juego del mercado sin intervención ciudadana hacia una creciente participación ciudadana. En el socialismo real el interés privado se supeditó completamente al bien común y la planificación central marginó a la ciudadanía. Así, la utopía socialista se quedó a mitad de camino, explica Wim Dierckxsens.

Los postcapitalistas intentan diferenciarse de los neokeynesianos y socialdemócratas, y terminan coincidiendo con ellos en un rasgo esencial: es la fiesta neoliberal la que debe combatirse, no el capitalismo en sí.

El capitalismo andinoamazónico, la propuesta de Alvaro García Linera, candidato a la vicepresidencia del MAS, es un modelo de desarrollo capitalista que combina tres plataformas económicas vigentes en Bolivia –la moderna o estrictamente industrial, la andina comunitaria y la amazónica– para que se reequilibren, desplieguen autónomamente sus propias capacidades y encuentren mecanismos de articulación “no brutal”.

“El capitalismo andino es como imaginar la modernidad en el capitalismo por un tiempo más a mediano o corto plazo, pero donde el potencial comunitario, artesanal y semi mercantil despliega sus propias capacidades de generación y distribución de riqueza, de creación de saberes y tecnología. Esta economía de comunidades indígenas, colonizadores, pequeños productores está vinculada al capitalismo clásico, pero no está triturada, subsumida o desconocida brutalmente por esa racionalidad”, explica el ideólogo del MAS.

El postcapitalismo

El rasgo común que iguala a todas estas corrientes es su deseo de combatir al neoliberalismo, aunque manteniendo el capitalismo hasta donde se pueda. Reconocen la importancia decisiva del Estado nacional como responsable del bienestar colectivo y de la regulación de los mercados, a condición de que se compatibilice el intervencionismo con la iniciativa privada. Intentan combinar de modo ecléctico valores del capitalismo y del socialismo con el propósito de superar a ambos, pero sin cuestionar la génesis de la producción capitalista, es decir la separación radical entre el productor y los medios de producción.

Según Dierckxsens, el péndulo de la historia tendrá de detenerse en el futuro en algún punto intermedio entre el mercado total y la planificación total. En el punto donde prevalezca el interés privado se ubica la racionalidad neokeynesiana. En el punto donde prevalezca el bien común se podrá hablar de una racionalidad postcapitalista.

En el postcapitalismo volvería a prevalecer lo político sobre lo económico y habría ejes horizontales que vincularían entre sí a los movimientos sociales. Esto permitiría edificar no sólo una democracia formal sino una democracia con contenidos participativos. Dierckxsens presagia que cuanto más se profundice la crisis, más radical será la alternativa propuesta.