Sábado 14 de enero de 2006
Francisco López Bárcenas
La Jornada
A una semana de que se iniciara la otra campaña, impulsada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, comienzan a verse sus frutos. Uno es que la claridad del discurso del delegado Zero arroja luz sobre la política y los políticos profesionales, poniendo a cada uno en su lugar, para que nadie se llame a engaño. Así, al clarificar que se trata de un movimiento anticapitalista y de izquierda, la otra campaña se relaciona directamente con los movimientos antisistémicos que suceden en otras latitudes del mundo, donde la lucha no es la toma del poder para después cambiar el mundo, sino la construcción de poderes alternos, lo que lleva implícita la transformación de la sociedad donde suceden. Se trata de una práctica política que recupera la ética y desnuda el mundo de la política y los políticos profesionales, mostrando su incapacidad para resolver los problemas de la gente a la que dicen servir.
Ahí está una explicación del porqué los funcionarios gubernamentales, los profesionales de la política y los personeros del capital salen a descalificar a los protagonistas de la otra campaña. Desde el gobierno federal y algunos gobiernos estatales se han montado contracampañas en donde vuelven a aparecer las mismas promesas de siempre, lamentándose de no haber cumplido sus compromisos con los pueblos indígenas, prometiendo que lo harán en el futuro, o negando legitimidad a los zapatistas y quienes creen en ellos. Los partidos políticos y las organizaciones empresariales, por su lado, intentan negar lo que de ellos se dice recurriendo a sofismas que buscan ocultar la realidad que se exhibe y haciendo llamados a ceñirse a las reglas dictadas por el poder, es decir, a no afectar el orden social impuesto por el capital. Para ellos la máxima parece ser el dicho popular de que “calladitos se ven más bonitos”.
Pero los excluidos de las decisiones políticas lo que menos quieren es continuar callados. Al contrario, sabedores como son, aunque no lo digan, de que los políticos profesionales no los representan, prefieren armar su propio juego; algunos apostando abiertamente por la otra campaña y otros tratando de jugar en doble banda a la otra campaña y a los partidos políticos al mismo tiempo. A éstos se refirió en Chiapas el delegado Zero, aclarando que las campañas presidenciales son incompatibles con los propósitos de la otra campaña, no sólo porque en ésta no se busca acceder a puestos políticos como en aquéllas, sino, fundamentalmente, porque sus objetivos son diferentes y excluyentes.
Pero si los escenarios políticos de cada una de las campañas -las de los partidos políticos rumbo a la presidencia y los de la otra- están definidos con claridad meridiana, no se puede decir lo mismo de las propuestas de los otros, o sea, los que no participan de la política institucional y por lo mismo han decidido hacerlo en la otra campaña. Lo que más escuchamos en los primeros días de iniciada son reclamos por la situación económica y política del país, pero no qué hacer para superarla. En otras palabras, hubo más protesta que propuesta.
Sería bueno que conforme la otra campaña avance se escucharan propuestas de por dónde articular la lucha de los otros, de los excluidos de México. Desde los pueblos indios hay una experiencia acumulada que bien valdría la pena articular en esta coyuntura. Su decisión de pasar de la demanda de reconocimiento constitucional del derecho a la autonomía a la construcción de la misma en los hechos, ha mostrado con creces cuáles son sus planteamientos, mismos que se pueden articular en tres grandes ejes: la defensa del territorio, el fortalecimiento de los autogobiernos y el impulso de programas específicos de desarrollo, con todo lo que cada uno de ellos implica.
Los zapatistas entienden bien que una práctica política distinta, como la que buscan construir con los excluidos, es posible sólo si se sabe por dónde se quiere caminar o, por lo menos, por dónde no se quiere hacerlo. Por eso se han propuesto escuchar los planteamientos de la gente, más que mostrarle el camino. Callarse no ayuda mucho a estos propósitos. No hay que olvidar que la autonomía es de quien la construye, pero para hacerlo se debe tener claro el rumbo. Y eso se logra abriendo veredas desde las realidades concretas, que articuladas unas con otras seguramente ayudarán a mostrar el horizonte que se espera encontrar.