La patria vive y trabaja en la calle…
Se constituye el primer Consejo Autogestionario de las Comunidades Nómadas en la Hoyada, Caracas
El movimiento sin pausa y sin destino, el trabajo a la deriva del que es excluido por esta sociedad de explotadores no quita la posibilidad del encuentro, de creaciones colectivas de resistencia, incluso de lograr niveles de organización que superan toda lógica burocrática y tecnocrática del desarrollo.
En el mes de Diciembre luego de quebrar la “guarimba” que los fascistas tenían planificada en las calles de Caracas justo antes de las elecciones (precisamente en ese mundo del buhonero aprovechando su debilidad, las mafias y oportunistas que allí se mueven), se aprovechó ese empuje para comenzar a generar la primera experiencia orgánica de construcción de una economía de calle, a partir de la participación directa de un conjunto de compañeros y compañeras que en este momento constituyen la asociación de vendedores en la parte baja de La Hoyada. El que escribe esto no hace parte de esa asociación ni es un rutinario vendedor de la calle, sin embargo, como ha aprendido carajo de todos ellos y ellas en estas lindas semanas de construcción de comunidad.
La idea de la creación de un Consejo Autogestionario que reúna en asamblea y coordine el conjunto de actividades allí generadas, a partir de una coordinación electa y de comisiones ampliadas, es una idea importada pero que comienza a cobrar sentido y carne en la medida en que las miradas y las afectividades se van acercando entre los allegados y aquellos que en un primer momento oyen, al principio sin mucho comprender y sin mucha confianza, pero luego se enamoran y hacen suyo lo que llegó de palabra ajena. Lo importante evidentemente ha sido el compartir, el saber recrear las cosas a partir de la realidad concreta hasta hacernos un “nosotros” (nómadas-rebeldes-gerenciadores de luchas y de esperanzas) donde nos integramos desde nuestra condición común de trabajadores fuera de los canales del salario y de las normativas de la explotación legalizada.
Se crea el Consejo con todos, y se apunta que este debe servir como instrumento no sólo para crear comunidad nómada y de lucha, sino como instrumento práctico para la superación colectiva de su propia condición de simple vendedor de lo que sea en una calle violenta, sucia y caótica. En otras palabras, se trata de una institución más de la democracia de la calle al servicio de la dignificación, el aprendizaje y la construcción colectiva, partiendo del quehacer cotidiano de la venta como medio de sobrevivivencia. Un proceso complejo cuyo primer escollo a superar es el individualismo casi obligado que se impone sobre la realidad del buhonero. “Seamos realista, luchemos por lo imposible” decía el Che, y aquí está una minúscula prueba, lo imposible se hace posible. El repliegue del yo solo y aislado, sin relación con nada que no sea lo estrictamente indispensable para la convivencia en la calle, de la sumisión ante el que impone su fuerza como reflejo permanente de la mayoría, empieza a superarse. Una vez conformado el Consejo Autogestionario, de inmediato los sueños por crear guarderías, escuelas de formación, acumulación y producción de fondos comunes que empujen una economía socializante en la propia calle, perspectivas de articular esto con la creación de de talleres productivos u otros espacios de producción colectiva, la utilización de este Consejo como gremio de resistencia y de imposición del respecto frente a las autoridades que han hecho de la humillación y la represión su código de relación con la clase trabajadora excluida, empieza a salir de la boca de todos.
Toda la tarea esta por hacerse, por ahora se avanza y se proyecta la creación de varios Consejos en diferentes puntos de la ciudad. En lo inmediato está la consolidación de un lugar físico del Consejo que es el toldo, demasiado importante para ganar presencia y control territorial, además de ser “el lugar de todos” y de articulación con muchos otros. A los “tombos” no les gusta por supuesto porque pierden poder y posibilidad de matraqueo, pero van a tener que calársela. Aprovechando lo del Foro Social Mundial, se hace entonces de ese toldo un pequeño lugar de encuentro y tertulia, de armazón de relaciones y vínculos de todo tipo. El nomadismo como identidad de partida así lo permite. La única frontera es la fuerza y los límites impuestos por el enemigo que “por ahora” no podemos derrotar. Nuevos saltos, en fondos autogestionados y los primeros y más simples proyectos comunes se darán de inmediato.
De lo que se trata compañeros es de reapropiarnos de la calle, de ese mundo descompuesto y tiránico que la lógica del “todo se vende”, “todo es mercancía”, “nada vale si no es dinero”, ha hecho de nuestras ciudades y nuestras vidas. La nobleza de la patria buena y llena de espíritu, aunque esté limpia de billete, tiene que imponer su poder sobre lo que le pertenece que no es otra cosa que el espacio común a todos. La calle y sus espacios perdidos tienen que ser convertidos en un lugar de desarrollo de nuevas formas de intercambio y producción de riquezas. Imaginemos que esto se extiende sobre el transporte, los servicios de correo motorizado, mercados y tanto oficio que hoy constituye el “nómada” que articula el trabajo de la calle, y estaremos viendo como un nuevo territorio urbano empieza a nacer basado en la dignidad, la belleza y la alegría recuperada…en movimiento compañeros que el grito nómada ya prendió.