Bienvenida al subcomandante Marcos en la comunidad de San Miguel Tzinacapan, municipio poblano de Cuetzalan Foto Víctor Camacho
Martes 14 de febrero de 2006
Organizaciones adherentes a la Sexta lo recibieron en el municipio de Cuetzalan
La Jornada
San Miguel Tzinacapan, Pue. 13 de febrero. Después de dar respaldo público a las luchas de los trabajadores de la industria maquilera en el valle de Tehuacán, en particular al defensor de derechos humanos Martín Barrios Hernández, a quien amenazan los patrones y las fuerzas policiacas locales, el subcomandante Marcos partió esta mañana en dirección a la sierra Norte de Puebla y llegó al municipio de Cuetzalan. Aquí fue recibido por las ocho organizaciones adherentes de la Sexta declaración de la selva Lacandona y otras 10 que son simpatizantes.
Su anfitrión fue Takachiualis, el centro de derechos humanos pionero en el país, pues data de los años 70. También lo recibieron las artesanas de Maseual Siuamej Mosenxicauani (en castellano, Mujeres Indígenas que Trabajan Juntas) y la Casa de la Mujer Indígena (Cami), organización de mujeres de diversas comunidades de la sierra, abocada a combatir la discriminación y la violencia contra las mujeres. En un modesto auditorio se congregaron esta noche más de 200 personas, a pesar del intenso frío.
Otra adherente a la Sexta es el Proyecto de Animación y Desarrollo (Prades), que en efecto ha animado a los indígenas de la sierra Norte a defenderse, organizarse y fortalecer su identidad. Estamos en una región con experiencias ya muy maduradas y que incluso ha cambiado varias veces de orientación y estrategias, sin dejar de luchar por sus pueblos. Es el caso de Tosepan Titataniske, con 29 años de fundada, que se orienta fundamentalmente al desarrollo sustentable de las comunidad y los productores.
Ignacio Rivadeneyra, miembro del Consejo del Juzgado Indígena de Cuetzalan, propuso discutir la impartición de justicia tradicional y las soluciones que se han dado en años reciente (los caracoles zapatistas, la policía comunitaria de Guerrero, los gobernadores huicholes y tarahumaras y otros), así como el papel del Estado en estos procesos.
En lo más alto de la sierra Madre Oriental, desde Tzinacapan, se ven las tierras bajas y altas del Totonacapan. En tiempos recientes se hizo aquí la experiencia de un pueblo donde a todos les vinieron ganas de contar historias, cuentos, tradiciones. Hace dos décadas arribaron unos lingüistas y antropólogos tras la “tradición oral”, pusieron un taller de recolección y fueron coleccionando los cuentos y sucedidos, y entre más juntaban más encontraban o más se le ocurría a la gente.
Pronto el taller pasó a manos de los indígenas y reunió centenares de relatos. Algunos los metieron en modestos libros, y de paso refinaron la escritura de la lengua nahuat, variante totonaca del náhuatl, pues estas tierras fueron invadidas por chichimecas y aztecas que la colonizaron. De allí viene su náhuatl “romance”, con el cual saludan esta tarde en la plaza del pueblo al subcomandante Marcos.
La juvenil banda Arcángel Miguel, con la que los indígenas resucitan a la primera banda que hubo, en 1910. Que llegó a tener 150 miembros, que ensayaban en los platanares, que parecía que los cerros les respondían. Que desapareció. Que hace dos años los bisnietos de aquellos músicos tomaron de nuevo los instrumentos, con los que hoy le tocan algunas melodías a la otra campaña, “que nuestro corazón abraza”, dice un hombre mayor como saludo. Otros niños hacen la danza de Los voladores y la de La boda. Y luego una muchacha de la telesecundaria saluda al delegado Zero en representación de los jóvenes.
Al agradecer el recibimiento, el subcomandante Marcos contó una historia ante centenares de indígenas que lo rodeaban, en este lugar rico en historias: “Dicen nuestros mayores que al principio, cuando los dioses hicieron el mundo, no lo hicieron cabal, no lo hicieron como debía ser, y que tenía que pasar mucho tiempo para que quedara como de por sí debe quedar el mundo: parejo.
“Entonces reunieron los primeros dioses a 77 de los que habían creado y les contaron lo que iba a pasar. Dijeron que como no habían puesto bien atención a la hora de hacer el mundo, se les había salido que habían creado hombres y mujeres malos, que se iban a apoderar del trabajo de los demás y se iban a enriquecer a su costa, e iban a perseguir y humillar a los que somos del color de la tierra.
“Entonces dijeron los dioses: ‘Viene una noche muy larga y muy dolorosa. Van a llorar los nuestros, van a sufrir y va a llegar la desmemoria a su corazón y a su cabeza’. Y se pusieron muy tristes y preguntaron a los dioses: ‘¿Y qué pasará entonces con la palabra que nos hace caminar? ¿Qué pasará con la música y el canto? ¿Qué pasará con nuestros bailes? ¿Qué pasará con el color que somos?’ Y los dioses dijeron: ‘Nada sabemos, hasta aquí llega nuestro trabajo, y el de ustedes es seguir y caminar la noche, hasta encontrar otra vez el día’.
“Y entonces esos primeros dioses repartieron a estos guardianes. Y pusieron entre ellos a los tzotziles, que quiere decir hombre y mujeres murciélago, y les enseñaron a caminar la noche como de por sí caminan la noche los murciélagos; les enseñaron que la palabra tienen que ir y venir, hasta que va encontrando las puertas y ventanas que permitan a los pueblos indios ir saliendo de la noche.”
En referencia al nombre de Tzinacapan (algo así como “la fuente del murciélago”, en nahuat), Marcos añadió: “Los compañeros y compañeras jefes me dijeron: ‘Ve, camina, busca al que es como nosotros, busca al hermano que vive en la casa de la noche, donde puede beber el murciélago. En su canto, en su música, en su baile, en su cultura, en su dolor y su rebeldía vamos a encontrar la puerta y la ventana para volver a asomarnos al día. Y diles que a lo largo de esa noche que tenemos que caminar, la palabra, la música, el canto, el baile, son las formas de que no nos olvidemos de nosotros mismos. Y cuando podamos abrir la puerta del día, la ventana que deja atrás la noche, volverá a nacer el reconocimiento de lo que somos”.
Respalda Marcos a Martín Barrios
Anoche, en Altepexi, el subcomandante Marcos manifestó el respaldo de la otra campaña al defensor de los derechos humanos Martín Barrios, quien acababa de relatar que ha recibido amenazas en días recientes: “A este compañero hay que cuidarlo, porque él representa mucho aquí en el valle de Tehuacán y a lo mejor él no lo sabe pero también representa mucho en la lucha que estamos levantando en todo el país. No vamos a esperar que le pase algo para elevar nuestra voz y advertir de una vez al gobierno estatal, al gobierno federal y a los poderosos que no está solo. Que todo el movimiento nacional de la otra campaña está con él”.
Al concluir el paso de la otra campaña por el valle de Tehuacán, el delegado Zero recapituló las denuncias, testimonios y declaraciones de valor y resistencia que expresaron obreros e indígenas: “Cuando compramos un pantalón, por ejemplo, no vemos lo que pasó. En el pantalón no está escrita la historia de explotación que nos contaron las compañeras y compañeros. No están las jornadas laborales de más de 12 horas. No está la humillación que reciben de los jefes de línea o de los gerentes, o de los capataces. La explotación de la que son víctimas después de esas jornadas laborales, tras las que sólo reciben una pequeña cantidad de dinero.
“Ahí está la trampa del sistema. Aparecen los productos y no aparece quién los produjo y quién sufrió para hacerlo, y, sobre todo, eso que pagamos por ese pantalón, para quién va. No para quien produjo esa mercancía, no para la compañera, el compañero que cosió ese pantalón, que lo pintó y le puso la etiqueta. Es para el dueño de la empresa. Y a lo mejor resulta que es uno de esos grandes políticos o el pariente de uno de los grandes políticos que en el valle de Tehuacán tienen el apellido Gil. Y a lo mejor si le rascamos a esos nombres descubrimos que detrás de ellos hay grandes empresas de otros países.
“En ese pantalón está escrita una historia que taparon a la hora que lo pintaron para que fuera azul y con los residuos de esa pintura fueron y contaminaron el agua del valle de Tehuacán y a la hora de contaminar el agua afectan a los pueblos indios y a las comunidades que dependían de esos manantiales. Y a la hora de perder el agua y perder la tierra tuvieron que emigrar a Estados Unidos y estar buscando trabajo allá. Y van caminando por una de las grandes ciudades de Estados Unidos y ven en el aparador ese pantalón que está ahí con una marca norteamericana y precio en dólares; ellos saben que fue producida aquí por sus familiares.”
Marcos invitó a los trabajadores que lo escuchaban: “Imagínense que cada mercancía que compramos llevara la historia de explotación, sufrimiento y humillación del trabajador. Entonces, cada mercancía se convertiría en un agitador que estaría diciendo que este país no vive en la justicia”.
Y propuso entonces “echar trato” entre todos, porque “tu misma situación la tengo yo. Entonces tal vez volvamos a enfrentar la soledad de nuestra mesa, de nuestra casa, de nuestro trabajo, pero ya de otra forma, sabiendo que esa soledad está empezando a desmoronarse, como se desmoronan las cosas para ya no volver a encumbrarse, que es desde abajo.”
Tenemos que arañar la historia, dijo, “porque no tenemos otra cosa para poner nuestro nombre en ella más que nuestras propias manos, la dignidad, la fuerza y el coraje de nuestro corazón. En ese pantalón de mezclilla va a venir la historia no sólo de la explotación, sino la de la rebelión que empezó en febrero de 2006 en Altepexi, y junto con todo lo que se levantó en el resto del país, iluminó México y dio la lección de amor más hermosa que han tenido estos suelos: la de quien lucha junto con otros porque todos tengan justicia, democracia y libertad”.