Una indígena de Huayacocotla rompe en llanto al describir, a la llegada de la otra campaña, las condiciones de su comunidad Foto Víctor Camacho
Lunes 27 de febrero de 2006
Describen pobladores de varios grupos étnicos el recismo de que son objeto
Ya estamos despertando, ya ni el Presidente nos mete miedo: indígenas de Veracruz
Queremos preguntarles cómo le hicieron ustedes, dicen a integrantes de la otra campaña
La Jornada
Huayacocotla, Ver. 26 de febrero. Si en la ciudad de Tulancingo (Hidalgo) los indígenas son invisibles, aquí en Huayacocotla resultan inevitables. Y si el racismo allá no se nota, aquí es la fuerza que guía a los ganaderos y caciques para odiar, despreciar y explotar al indio, al que siguen viendo como un animal de carga.
Es el lugar adonde llega hoy la otra campaña, en domingo de carnaval. El carnaval de los mestizos, cabe agregar. Una festividad arrogante, en la que los indígenas no participan ni como público, pues aquí sólo son bienvenidos para sacarles su trabajo, sus productos, y si se mueven tantito de más, su libertad y hasta la vida.
Los ganaderos y caciques parten plaza sobre sus caballos, y los siguen carros alegóricos de una ridiculez infinita, como una Malintzin de tacones o un guerrero azteca fornido, pintado de plateado y bailando música disco rodeado de serpientes de cartón y un chac mol de mala factura. En otro contexto sería una mascarada más, pero aquí es insultante. Y la gente de Huayacocotla reconoce entre los disfrazados a los pistoleros y guardias blancas de los patrones.
“Esta es la mera mata de la corrupción priísta”, define uno de los representantes de Huayacocotla que habla en la reunión de adherentes de la Sexta, celebrada a lo largo del día en el Albergue Indígena Oscar Arnulfo Romero, verdadero refugio para nahuas, ñuhús (otomíes de la Sierra) y tepehuas, de este enclave entre Veracruz, Hidalgo y Puebla.
El orador ironiza: “Aquí llegaron los nuevos del gobierno municipal, que prometieron el mejoramiento de la vivienda en su campaña electoral. Y es verdad. Ahora sus casas de todo el gabinete del municipio tienen dos y tres pisos, rápido les echaron obra. Y para nosotros de las comunidades, nada. Como le han hecho siempre”.
Destacan en la reunión las participaciones de la mujeres, que en regiones como del norte veracruzano como Ilamatlán y Huaya sostienen luchas ejemplares desde hace tiempo. Una de estas mujeres dice al subcomandante Marcos: “Lo que sienten los de Chiapas lo sentimos nosotros”.
Una joven de Zenzonapa (Ilamatlán) dice: “Nosotros somos los humillados. Como indígenas no estamos contentos porque no nos dejan la ley. Ellos tienen el dinero y los terrenos; no queremos el dinero, queremos la ley. Ya nos cansamos del gobierno malo porque nos trata como quiera. Nos da láminas y materiales corriente, que no sirven. Ya no vamos a apoyarlo. No sabemos que vamos a hacer con el Progresa. Ya no queremos que nos traten mal.”
La mujer reconoce que los zapatistas “vinieron a la ciudad de México, al ‘congreso nacional’ a exigir nuestros derechos, y allí los traicionaron. Entonces los zapatistas se pusieron fuera del gobierno, y aunque eran pocos se hicieron fuertes y trabajan su ley de pueblos. Ya tienen sus trabajos propios, clínicas, escuelas, pero dicen que falta todavía. Y lo quieren así para todo el país”.
Participan en el encuentro adherentes a la Sexta declaración de Amatepec, Petlacuatla, San Gregorio, Atempa, Zenzonapa, Zilacatipan, Zapote, Texcatepec (Veracruz) además de Huehuetla y San Lorenzo Achiotepec (Hidalgo), así como Xicotepec de Juárez y Huauchinango (Puebla). De este último municipio acude también el centro de derechos humanos Neteco (”Mi dueño” en náhuatl), que propone luchar “por una economía solidaria”.
Marcos Melchor Cáceres, de la Organización Náhuatl Independiente (Orni), describe las malas condiciones de la educación, así como la permanente represión contra comerciantes indígenas del norte de Puebla. “Al gobierno no le conviene que nos eduquemos bien.”
Nos ven como animales, nos ven pequeños
Entonces desfilan por el micrófono las impresionantes mujeres de las comunidades de Ilamatlán. Uno, de Amatepec, expresa: “Allá nos usan, nos ven como animales, nos ven pequeños, en nuestras comunidades hay puras lágrimas”. Describe cómo se han organizado las mujeres para trabajar la salud con medicina natural. “Queremos enseñarnos”, dice con ánimo.
Otra mujer, de Tlacuautla, refiere los frecuentes choques y hasta muertes por causa de los partidos políticos, “que son los mismos siempre, aunque unos se cambian según su conveniencia”. En mayo, junio y julio “siempre hay falta de agua” y debemos hacer mucho esfuerzo”. Como se trata de una región militarizada, los soldados insultan y hostigan a las mujeres.
“A ver si al subcomandante Marcos le gusta lo que hemos hecho, a nosotros nos gusta lo que hacen los zapatistas”, agrega, mientras describe las actividades de las mujeres organizadas de Ilamatlán. Allí acapara el poder desde hace años una sola familia, la Ramírez Tapia. Han sido alcaldes el abuelo, el hijo, los yernos, sin pudor alguno. “Antes (de la elección) dicen que sí entienden mexicano, y cuando ya están en el poder se les olvida”. Las mujeres organizadas hacen baños secos, medicamentos, hortalizas.
En Atempa los esposos “trabajan mucho y ganan poquito”, dice otra indígena. “Las compañeras están tristes y queremos preguntarles cómo le hicieron ustedes los zapatistas”, se dirige al delegado Zero. Y otra mujer más dice: “Ustedes van en la Sexta, pero nosotros vamos en nuestra primera apenas. Firmamos con la otra campaña porque queríamos conocerlos, y que nos cuenten cómo le hicieron con los borrachitos”. Ennumera las necesidades de sus pueblos: “Sabemos que queremos agua en nuestras casas, un puente, escuelas, doctor. Lo que nos faltan son ideas para hacerlo”.
Las mujeres de Ilamatlán, que ya enviaron a la selva de Chiapas unas compañeras durante las reuniones preparatorias de la Sexta en 2005, cuentan que un trabajo del pueblo “se volvió un programa del gobierno de Carlos Salinas”, cuando Carlos Rojas, que trabajaba en la región, salió de aquí para irse de funcionario. Ya no quieren esos contactos con el gobierno que siempre los engaña.
Las mujeres de Zenzonapa quieren ser vistas como personas, no manipuladas por gente de fuera, como unos estudiantes de la ciudad que vinieron a filmarlas para sacarlo en televisión y hacer negocio. Cuentan que tras la visita de bases zapatistas durante la consulta, fueron golpeadas por el único mestizo de la comunidad: Jorge López, tendero. “Tráiganlos otra vez a que los defiendan”, les dijo entonces. “Y nosotras no tenemos paga para el pasaje de irlos a traer.”
Agrega esta mujer: “Si yo me meto en esto es porque se que vamos a lograr algo”. Habla de cómo las han usado los partidos políticos. “El PRI decía que tiene los colores de la virgen de Guadalupe, y el PRD decía que es nuestro padre, por él teníamos lo que teníamos. Si los mestizos no nos quieren, ¿para qué nos quieren en sus votaciones? Ya no vamos a votar por nadie que nos venga con engaño”.
Un hombre del norte veracruzano reconoce: “Ya vamos despertando, ya ni el Presidente nos mete miedo. Ya no les creemos, por eso estamos aquí ahorita”.
De Huehuetla (Hidalgo) participan varios campesinos, de la organización Chunín (”Zopilote” en lengua tepehua). “No sabíamos por qué nos pusimos eso nombre. Cuando salió la Sexta de los zapatistas entendimos: los zopilotes viven de comer desperdicios, y los indígenas hemos comido mierda durante siglos”. Ahora ya no se llamarán así, no se identifican con esa idea. Al unirse a la otra campaña han pasado a formar un colectivo. “El gobierno de México ya no gobierna el país. Se ha convertido en administrador de los intereses de los poderosos dueños del dinero.”
Margarita Islas, de Huayacocotla, piensa que está bien lo que se expresa aquí en la otra campaña. “Yo sí me encuentro muy triste. Estamos enfermos, pero en el hospital no nos quieren atender. No tenemos recursos ni dónde vivir. Llevamos años aquí, rentando donde podemos. Sigo en la lucha porque siento que es un bien para mis hijos.”
Surgen otros temas sensibles: la emigración a Estados Unidos, el despojo de tierras. Sin olvidar que en Huayacocotla se ganó una memorable restitución de tierras comunales inspirada en los acuerdos de San Andrés.
Finalmente, el subcomandante Marcos toma la palabra y cuenta muy descriptivamente el origen de las demandas zapatistas en las comunidades de Chiapas. Los campesinos de esta Sierra Norte lo escuchan muy atentos, asienten, entienden. Describe enseguida la incorporación de las mujeres indígenas a la lucha armada del EZLN, y hace explícito el valor emancipatorio del hecho, cuando una mujer llega portando un arma al mando de una tropa de hombres. Recrea la conmoción de las mujeres de los pueblos al ver eso, cuando se pensaba que la mujer vale menos que el hombre, y peor la mujer indígena. Y cuenta la historia de la Ley Revolucionaria de Mujeres, revolucionaria también para los propios pueblos.
Cuenta cómo la pobreza de las comunidades en Chiapas empezó a ser tal que las muertes de niños y mujeres por enfermedades curables se convirtieron en una verdadera guerra, y cómo de ahí vieron que mejor ellos hacían su propia guerra para cambiarse la vida. Y de ahí a la evolución a una lucha civil y pacífica que ahora con la otra campaña se está haciendo nacional para los de abajo.
En un simil con lo que ocurre en el país, relata el levantamiento de 1994, la huida de los finqueros y sus capataces, la toma de sus armas y las tierras por los rebeldes. Algo equivalente se busca ahora: que corran los dueños del dinero, y con ellos sus capataces, o sea el gobierno.
El subcomandante Marcos confirma a los adherentes indígenas de estas regiones montañosas que “no están solos”. Que la otra campaña ya recorrió 10 estados y en todos hay gente dispuesta a participar en un plan nacional de lucha, y no necesitan ser zapatistas para participar. Basta con estar contra el capitalismo y tener la disposición para cambiar el país, cada quien desde su lugar, su organización y sus trabajos.