Asger Jorn
Extracto del ensayo de Asger Jorn Critique de la politique économique publicado en el # 4 de Internacionale Situationiste (junio-1960). La presente traducción de Eduardo Subirats publicada en Textos situacionistas sobre arte y urbanismo (Anagrama, 1973). Existe una versión completa en castellano de este texto en radicales libres.
Para el hombre, el tiempo no es otra cosa que una sucesión de fenómenos en un punto de observación del espacio, mientras que el espacio es el orden de coexistencia de los fenómenos en el tiempo, o proceso.
El tiempo es el cambio que solo puede concebirse bajo la forma de movimiento progresivo en el espacio, mientras que el espacio es lo estable que sólo puede concebirse en la participación en un movimiento. Ni el espacio ni el tiempo poseen una realidad o valor fuera del cambio o proceso, es decir, fuera de la combinación activa espacio-tiempo. La acción del espacio-tiempo es el proceso, y este proceso es así mismo la transmutación del tiempo en espacio y del espacio en tiempo.
De esta manera vemos que el aumento de la cualidad o resistencia al cambio obedece al momento cuantitativo. Ambos discurren paralelamente. Y este desarrollo constituye precisamente el fin del progreso socialista: el aumento de la cualidad mediante el aumento de la cantidad. Y él permite que este aumento sea forzosamente idéntico a la disminución del valor, del espacio-tiempo. En esto consiste la reificación.
La magnitud que determina el valor es el espacio-tiempo, el instante o el acontecimiento. El espacio-tiempo reservado a la existencia de la especie humana en la tierra expresa su valor en acontecimientos. Allí donde no hay acontecer, no existe tampoco historia. El espacio-tiempo de una vida humana es su propiedad privada. Es el gran descrubimiento de Marx en la perspectiva de la liberación humana, pero también el punto de partida de los errores de los marxistas, pues una propiedad no se convierte en valor sino en la medida en que se realiza, se libera y se utiliza, y lo que convierte el espacio-tiempo de una vida humana en una realidad es su variabilidad. Y lo que convierte al individuo en una valor social es su variabilidad de comportamiento con respecto a los demás. Si esta variabilidad llega a ser privada, excluida de la valoración social -como sucede de hecho en el socialismo autoritario-, el espacio-tiempo del hombre se hace irrealizable. Así, el carácter privado de las cualidades humanas (los “hobbies”) se convierte en una desvalorización todavía mayor de la vida humana que la propiedad privada de los medios de producción, pues en el determinismo socialista lo inútil es inexistente. El socialismo en lugar de abolir el carácter privado de las propiedades, no ha hecho más que aumentarlo hasta el extremo, convirtiendo al hombre mismo en un ser inútil y socialmente inexistente.
El fin del desarrollo artístico es la liberación de los valores humanos mediante la transformación de las cualidades humanas en valores reales. Y es ahí donde comienza la revolución artística contra el desarrollo socialista, la revolución artística vinculada al proyecto comunista…
El valor de este arte constituye así un contra-valor con respecto a los valores prácticos, y se mide en un sentido inverso al de estos últimos. El arte es una invitación a un gasto de energía sin fin preciso, e independientemente del que el mismo espectador pueda atribuirle. Es la prodigalidad… No obstante, se ha imaginado que el valor del arte reside en su duración, en su cualidad. Y se ha creido que el oro y las piedras preciosas constituían valores artísticos, que el valor artístico era una cualidad inherente al objeto en sí. Pero la obra de arte sólo es la confirmación del hombre como fuente esencial de valor..
La revolución capitalista ha consistido esencialmente en una socialización del consumo. La industrialización capitalista aporta a la humanidad una socialización tan profunda como la socialización propuesta por los socialistas -es decir, la de los medios de producción. La revolución socialista es el cumplimiento de la revolución capitalista. El único elemento que debe suprimirse en el sistema capitalista es el ahorro, pues la riqueza del consumo ya ha sido eliminada por los mismos capitalistas. Encontrar hoy día un capitalista cuyo consumo sobrepase las necesidades más mezquinas es bastante raro. La diferencia entre el tren de vida de un gran señor del siglo XVII y un gran capitalista de la época de Rockefeller es grotesca y se agrava por días.
El capitalismo economiza la riqueza en la variabilidad del consumo, pues la mercancía no es más que un objeto de uso socializado. Y de ahí que los socialistas eviten plantearse el objeto de uso.
La socialización del objeto de uso, la cual permite considerarlo como una mercancía, reúne tres aspectos principales:
a) Por sí solo, el objeto de uso que goce de un interés común y sea deseado por una cantidad suficientemente grande de personas puede servir como mercancía. La mercancía ideal es el objeto deseado por todos. Para permitir que la producción industrial accediera a una socialización semejante, el capitalismo debía destruir la idea de la producción individual y artesanal, considerándola como “formalismo”.
b) Para que pueda hablarse propiamente de mercancía se precisa la existencia de una cantidad de objetos exactamente equiparables. La industria no se ocupa sino de objetos en serie, de objetos de fabricación cada vez más numerosa.
c) La producción capitalista se caracteriza por una propaganda del consumo popular que alcanza una importancia y un volumen increíbles. La publicidad de una producción socialista sólo es la consecuencia lógica de la publicidad de un consumo socializado.
La moneda es la mercancía plenamente socializada que indica la medida del valor común a todo el mundo…
La socialización constituye realmente un sistema fundado en el ahorro absoluto. Consideremos, en efecto, el objeto de uso. Ya hemos señalado que el objeto de uso se convierte en una mercancía en el momento en que se hace inmediatamente inútil, en que se rompe el vínculo causal entre el consumo y la producción. Por sí sólo, un objeto de uso transformado en ahorro, guardado en depósito, se convierte en mercancía, y ello solamente en el caso en que existe cierta cantidad de objetos de uso en depósito. Ahora bien, este sistema de stocks, que constituye la raíz misma de la mercancía, no se elimina por el socialismo; todo lo contrario, el sistema socialista está basado en el depósito de toda producción, sin excepción, antes de su distribución, con el fin de asegurar un control perfecto de esta distribución
Hasta ahora, nunca se ha analizado la acumulación -el depósito o el ahorro- en la forma que le es propia, es decir, la del recipiente. El depósito se efectúa en función de la relación existente entre el recipiente y el contenido. Hemos subrayado al principio que la sustancia que por lo común se llama contenido no es otra cosa que el proceso; y bajo la forma del contenido, significa una materia en depósito, una fuerza latente. Sin embargo, nosotros siempre la hemos considerado a partir de su propia forma estable. La forma de un recipiente es una forma contraria a la forma de su contenido; su función consiste en impedir al contenido que entre en el proceso, a no ser bajo condiciones controladas y limitadas.
La forma-recipiente es también algo muy diferente de la forma de la materia en sí, donde nunca existe otra cosa que la forma del contenido; aquí, uno de los términos se encuentra en contradicción absoluta con el otro. Es solamente en el dominio biológico donde el recipiente se convierte en función elemental. Por así decirlo, toda la vida biológica ha evolucionado oponiendo las formas-recipientes a las formas de la materia. Y el desarrollo técnico sigue el mismo camino; en fín, todos los sistemas de medida, de control científico, son relaciones que se establecen entre las formas objetivas y las formas-recipientes.
Las formas-recipientes se establecen como contradicción de las formas medidas. La forma-recipiente oculta normalmente la forma del contenido y posee asimismo una tercera forma: la de la apariencia. Estas tres formas nunca se distinguen claramente en las discusiones en torno a la forma…
El dinero es la medida del tiempo en el espacio social… El dinero es el medio para imponer la misma velocidad a un espacio dado, que no es sino el de la sociedad. La invención de la moneda se encuentra en la base misma del socialismo “científico”, y la destrucción de la moneda será el fundamento de la superación del mecanismo socialista. La moneda es la obra de arte transformada en cifras. El comunismo realizado será la obra de arte transformada en totalidad de la vida cotidiana…
Allí donde se manifiesta (ya sea en el capitalismo, en el reformismo o en el poder llamado “comunista”), la burocracia aparece como la realización de la socialización contrarrevolucionaria en cierto modo común a los diversos sectores rivales del mundo actual. La burocracia es la forma-recipiente de la sociedad: ella bloquea el proceso, la revolución. En nombre del control de la economía, la burocracia economiza sin control -para sus propios fines, para la conservación de lo existente. Ella detenta todos los poderes excepto el poder de cambiar las cosas. Y todo cambio se hace en primer lugar en contra suya…
El comunismo real será el salto al reino de la libertad y de los valores de la comunicación.. El valor artístico, contrario al valor utilitario (que de ordinario se denomina material), es el valor progresivo por cuanto constituye la valoración del hombre mismo a través de un proceso de provocación.
Desde Marx, la política económica ha mostrado sus impotencias y sus inversiones. Una hiperpolítica deberá tender a la realización directa del hombre.