Foto izq. Simpatizantes de la otra campaña que asistieron al mitin que encabezó el subcomandante Marcos en la plaza de armas de Guadalajara, Jalisco, el pasado 19 de marzo Foto Víctor Camacho
Foto der. En el barrio de Tiroma, municipio de Ayotitlán, Jalisco, el delegado Zero se reunió con indígenas nahuas el jueves anterior FOTO Víctor Camacho
Sábado 25 de marzo de 2006
Subcomandante Marcos
¿Otra teoría?
Hace ya tiempo, la madrugada tapatía encontró a Elías Contreras, comisión de investigación del EZLN, sentado en una de las bancas del parque que está frente a la catedral que impone su doble poder, el simbólico y el real, a la ciudad de Guadalajara. Elías Contreras había llegado a esta ciudad para encontrarse con el Ruso en su puesto de tortas salvadas y, después, con el chino Feng Chu en los baños públicos de la Mutualista, cuando estaba metido en lo de resolver aquel desconocido caso del Mal y el Malo.
Para quien no lo sepa, Elías Contreras era un compañero base de apoyo del EZLN, veterano de guerra, que apoyaba a la Comandancia General del EZLN en labores de lo que ustedes llaman “de detective” y nosotros llamamos “de comisión de investigación”.
Pero antes de las desconcertantes tortas del Ruso y de la parquedad del Chino, Elías Contreras había estado sentado en uno de los parques del centro de esta ciudad de Guadalajara, garabateando en su libreta dibujos, frases sueltas, párrafos completos y líneas imprecisas, mientras esperaba que el sol manchara la pared oriente de la catedral.
Yo no sabía de la existencia de esa especie de bitácora de vuelo o diario de campaña en el que, paradójicamente, Elías Contreras no escribió nada que se refiriera directamente al caso aquel en el que el amor, ese otro amor, le llegó como llega de por sí el amor, es decir, por donde menos lo espera uno; en su caso, acompañado del desconcierto y el miedo que suelen acompañar el encuentro con lo otro. El amor que se le fue por donde uno teme siempre que se vaya: por la irremediable ruta de la muerte. Porque, tal vez alguien lo recuerde, La Magdalena cayó peleando de nuestro lado, el zapatista, contra el Mal y el Malo. Y era nuestra compañera por partida doble: porque eligió ser mujer y porque escogió serlo con nosotros. Pero es otra historia que tal vez encontremos en otra parte.
Elías Contreras nunca dijo que se hubiera enamorado de La Magdalena, el o la travesti que le salvó la vida en las calles de la ciudad de México y que lo acompañó en la persecución del tal Morales. Nunca lo expresó abiertamente, es cierto, pero uno que aprende a escuchar palabras, silencios, gestos y maneras, sabe también encontrar secretos de los que ni siquiera se sospecha su existencia. Y Elías Contreras, comisión de investigación del EZLN, hablaba de La Magdalena callándola, como si las palabras fueran a lastimarla. Creo, es algo que se me ocurre ahora, que Elías Contreras no era correspondido en los mismos sentimientos que abrigaba por La Magdalena y que eso, de alguna forma, le alivió del desbarajuste que esa emoción le provocaba.
Pero del oculto amor del ahora finado Elías Contreras por La Magdalena y de lo que en él había en su libreta de apuntes tal vez les cuente en otra ocasión. O tal vez no les cuente nunca, porque hay personas que no sólo dejan, como peso, el manifiesto de su muerte; también nos dejan los secretos de su vida.
Ahora quiero contarles de algunas partes del cuaderno que cargaba Elías Contreras. No pocas veces la madrugada nos encontró parados frente al fogón de su cocina y, cuando los silencios de uno y otro se alargaban lo suficiente, Elías sacaba de su morraleta la ajada libreta y me la pasaba sin mirarme o decirme algo siquiera.
Yo me asomaba a ella como un intruso torpe. Bastaba darle una mirada rápida para darse cuenta de que sólo el autor podría descifrar lo que ahí estaba escrito o dibujado. Como si se tratara de un rompecabezas cuya figura total ignoran todos, menos quien diseñó las piezas.
A veces leía yo en voz alta alguna frase y él, Elías Contreras, empezaba a armar las piezas. Como hablando para sí mismo, rehacía una anécdota o un argumento.
Estaba, por ejemplo, esa sencilla y concisa ética del guerrero que, en trazos casi ilegibles, debe haber copiado Elías Contreras de algún lado:
1. El guerrero debe ponerse siempre al servicio de una causa noble.
2. El guerrero debe estar siempre dispuesto a aprender y hacerlo.
3. El guerrero debe respetar a sus ancestros y cuidar su memoria.
4. El guerrero debe existir para el bien de la humanidad, para eso vive, para eso muere.
5. El guerrero debe cultivar las ciencias y las artes, y con ellas ser también el guardián de su pueblo.
6. El guerrero debe dedicarse por igual a las cosas grandes y pequeñas.
7. El guerrero debe ver hacia delante, imaginar el todo ya completo y terminado.
No una madrugada, sino una tarde, viendo cómo el sol saltaba de una nube a otra hasta esconderse tras la montaña, con su cuaderno en mis manos, le leí a Elías Contreras las siguientes frases, escritas por él mismo:
“La resistencia es detener el destino que impone el de arriba, justo el tiempo preciso para hacer la fuerza necesaria y destruir entonces esa desgracia y a quien nos la procura.”
Al escucharla, Elías Contreras dijo “Guadalajara, cuando el Ruso y el Chino”. Y acto seguido me contó que escribió ese su pensamiento en la madrugada de espera en el centro de la llamada Perla de Occidente.
Después seguía otra frase. La leí en voz alta:
“A los cabezas grandes que se venden al dinero les falta la inteligencia, como les falta coraje, vergüenza y buen modo. Como dicen los ciudadanos, son mediocres, cobardes, imbéciles y maleducados.”
Allá arriba, me dijo Elías Contreras mirando hacia abajo con rencor, no sólo se inventa una religión donde vale el que tiene y no el que es. También hacen unos como sus sacerdotes, que escriben y predican la doctrina del poderoso entre los de arriba y entre los de abajo. Pero son como sacerdotes, pero también como policías y vigiladores de que nos portemos bien, que sea que nos aceptemos la explotación y estemos como mansitos, con la cabeza diciendo “sí” o “no” según la orden. Que sea que el poderoso te chinga también con el pensamiento. Y esos sacerdotes del pensamiento de los de arriba son los cabezas grandes que se venden al dinero.
-¿Los intelectuales de arriba? -pregunté.
-Esos -dijo Elías Contreras, comisión de investigación del EZLN, y, sentado en un tronco, viendo hacia occidente, repitió para mí el argumento que construyó aquí en Guadalajara, cuando le seguía la pista al Mal y al Malo, en esa todavía inconclusa tarea de nosotros, los llamados neozapatistas.
De ese argumento, que Elías Contreras me expuso en tzeltal y que, por tanto, tiene palabras para las que no hay equivalentes en los diccionarios de los idiomas dominantes y dominadores, saqué los siguientes apuntes:
Los intelectuales de arriba
Si las policías y los ejércitos son los comisarios del buen comportamiento del ciudadano frente al despojo, la explotación y el racismo, ¿quién cuida del buen comportamiento en la reflexión intelectual en el análisis teórico?
Si el sistema jurídico que viste de “racional y humana” la violenta imposición del capital tiene jueces, vigilantes, policías y cárceles, ¿cuáles son sus equivalentes en la cultura en México, en la investigación y la academia, en la producción teórica, el análisis y el debate de ideas?
Respuesta: los intelectuales que arriba dicen qué es ciencia y qué no, qué es serio y qué no, qué es debate y qué no, qué es verdadero y qué es falso; en suma, qué es inteligente y qué no.
El capitalismo no sólo recluta a sus intelectuales en la academia y en la cultura, también “fabrica” sus cajas de resonancia y les asigna sus territorios. Pero lo común a ellos y ellas está en su fundamento: simular humanismo donde sólo hay sed de ganancias, presentar al capital como síntesis del devenir histórico y ofrecer la comodidad de la complicidad por la vía de las becas, el pago de publicidad y la interlocución privilegiada. No hay una diferencia apreciable entre un libro de superación personal y las revistas Letras Libres, Nexos, ¿Quién? y TV y Novelas. Ni en la redacción, ni en el precio, ni en el lugar que ocupan en los Sanborns de Carlos Slim Helú. Si acaso, en que se venden y leen más las dos últimas. ¿En el contenido? Todas ofrecen el espejo imposible a los que arriba son los que son.
Los intelectuales de en medio
Igual que en el imposible centro de la imposible geometría del poder, en las frágiles torres de cristal de la “neutralidad” y la “objetividad” están los intelectuales que navegan dirigiendo discretas o descaradas coqueterías al sistema, sin importar el color de quien detente el poder político.
Mirando hacia arriba, estos intelectuales responden a la pregunta explícita o implícita con la que arranca su quehacer: “¿Desde dónde?” Y en esta pregunta se anudan las otras preguntas: “¿Por qué?”, “¿Con quién?”, “¿Contra quién?”
Desde la antesala del poder, haciendo méritos en la corte del mandarín de moda sexenal, estos intelectuales no están en medio, sino en tránsito hacia arriba. Se ponen a disposición, con la herramienta del análisis y el debate teóricos, en las banquetas del poder político y económico de México, con un letrero que reza: “Se hacen discursos. Se justifican programas gubernamentales. Se asesoran empresarios. Se hacen publicaciones al gusto. Se amenizan fiestas, reuniones de accionistas y gabinetes”.
Junto a estos intelectuales están los que, lenta o rápidamente, declinaron sus principios, claudicaron y buscan desesperadamente una coartada que los salve frente al espejo. Son los intelectuales prudentes, maduros y sensatos que han depuesto las armas de la crítica con las caricias de quienes visten de izquierda su quehacer de derecha.
Pero no deja de ser desconcertante la posición deshonesta de estos intelectuales afectos al sistema. La pobre coartada del cambio pausado, racional y responsable no alcanza a santificar la cueva de ladrones que es la autodenominada izquierda electoral. Se visten con la frágil fugacidad de los medios de comunicación y con ella disfrazan no sólo sus inconsecuencias, también su renuncia a todo ejercicio de análisis crítico de la clase política. Acosados por los fantasmas que sus prudencias crearon, ratifican un profundo desprecio por la inteligencia.
Y hay quienes se dicen de izquierda radical y hasta zapatistas (seguramente del mismo modo en que Guajardo se dijo zapatista). Desde la comodidad de la academia se erigen en los nuevos jueces, los neocomisarios de las buenas maneras en el debate sobre lo que realmente significa el irresistible ascenso de AMLO en la modernidad democrática, es decir, en las encuestas.
Son quienes dicen que toda crítica a la clase política es promover el abstencionismo y, con una lógica tomista, que con eso se favorece a la derecha. Los que seleccionan y editan la realidad nacional para presentar lo impresentable. Los que guardan silencio ante el trato que el presidente municipal de Tulancingo, Hidalgo, de filiación perredista, otorga a indígenas y personas de la tercera edad; ante el brinco frenético del PAN y del PRI a los brazos abiertos del PRD en cualquier punto de la geografía nacional; ante el nepotismo de los cabildos perredistas en Tabasco; ante la venta de su franquicia al cacique en turno de cualquier estado; ante la aprobación de leyes de destrucción neoliberal por las bancadas del sol azteca; ante la sospechosa similitud de nombres y apellidos de las listas de candidaturas perredistas con las de antaño del PRI y del PAN.
Son los mismos que quieren que nos traguemos la piedra de molino de que hay que sostener el proyecto macroeconómico, al mismo tiempo que se cambia la macropolítica.
Son los mismos que venden la ilustrada resignación a domicilio: el cada vez menos malo es la única opción… cómoda.
Son los mismos que dicen sin empacho que el gobierno protege la otra campaña para que ataque a López Obrador, mientras las diversas policías fotografían, vigilan y hostigan a l@s integrantes de la Karavana, a las coordinadoras estatales, regionales y locales. Los mismos que sienten un profundo desprecio por sus lectores y que, sin vergüenza alguna, un día dicen que Rosario Robles es una heroína y al otro si te vi ni me acuerdo.
Son los mismos que descalificaron a los jóvenes estudiantes del CGH que en 1999-2000 lograron con su movimiento, contra todo, mantener a la UNAM como universidad pública y gratuita; los mismos que aplaudieron en silencio la represión a los jóvenes altermundistas en esa vergüenza del calendario de Jalisco que es el 28 de de mayo de 2004.
Son los mismos que suspiran con deleite por los segundos pisos, el tren bala, el proyecto transístmico, las co-inversiones en Pemex y la industria eléctrica, la entrada de México al circuito de beisbol de ligas mayores, los conciertos en el Zócalo de la ciudad de México, el privilegio de la interlocución con las autoridades.
¡Ah! ¡Por fin una escenografía de nivel, o sea de segundo piso, para no ver o fingir no ver a l@s de abajo, l@s provocador@s, l@s acelerad@s, l@s aretud@s, l@s pelos parados, l@s revoltos@s, l@s nac@s, l@s maldit@s, l@s de abajo.
¿A quién importa que sean los mismos en la política de arriba y que sea el mismo programa “macroeconómico” de antes? ¿Quién se fija en esas minucias? ¿Quién se preocupa porque ese programa represente la continuación y profundización de la destrucción de la nación mexicana?
Son los mismos que ofertan la calamidad de no conformarse con lo que hay, mano, tampoco hay que ponerse muy exigentes, mano, porque si Madrazo o si Calderón, si el PRI o el PAN, a ver, ¿qué dirán las naciones extranjeras? Lo de los grandes inversionistas, mano, bueno pues ésos ya entendieron, ahora falta que entiendan, o sea que obedezcan, los de abajo. Pero ya está amarrado todo, mano, es la nuestra, mano. Ahora sí se nos hizo. Una asesoría, viajes, comidas, codearse con los meros meros.
Son lo que cargan sus agujereadas cubetas de agua para enfrentar la promesa escrita en Guanajuato: “aún hay muchas alhóndigas por incendiar”. Son los de la piel frágil que se resquebraja ante el primer señalamiento crítico y se desgañitan repartiendo etiquetas de “intolerantes”, “estalinistas”, “ultras”, “trasnochados”, “inmaduros”.
Los intelectuales de en medio… Donde la otra dice “despierten”, esos intelectuales dicen, suplican, ruegan, imploran: “sigan dormidos”.
L@s otr@s intelectuales
Desde abajo y desde la izquierda, un movimiento que se construye a sí mismo, la otra, construye también nuevas realidades. Los neozapatistas pensamos que estas nuevas realidades que ya surgen, y que irán apareciendo más adelante, necesitan otra reflexión teórica, otro debate de ideas.
Esto requiere de l@s otr@s intelectuales, primero, la humildad de reconocer que se está frente a algo nuevo; y, segundo, integrarse, hacer suya la otra, en ella conocerse y conocer al indígena, al obrero, al campesino, al joven, a la mujer, al niño, al anciano, al maestro, al estudiante, al empleado, al homosexual, lesbiana y transgénero, a la trabajadora y trabajador sexual, al ambulante, al pequeño comerciante, al cristiano de base, al trabajador de la calle, al otro, a la otra.
Nosotros pensamos que deberían participar directamente en las reuniones de adherentes en sus estados y, además, escuchar todo lo que dicen tod@s l@s adherentes en todo el país. Gracias a los medios alternativos, los otros medios, es posible seguir de cerca esta hermosa lección de historia nacional contemporánea. En su medio y con su modo, l@s otr@s intelectuales seguramente producirán análisis y debates teóricos que asombrarán al mundo.
Como zapatistas pensamos que la otra campaña puede decir con orgullo que se merece a l@s mejores intelectuales de este país que forman parte de ella; ahora que ellas y ellos, con su quehacer propio, digan si se merecen a la otra campaña.
La palabra que falta
En el viejo y ajado cuaderno de apuntes de Elías Contreras, comisión de investigación del EZLN, hay una hoja suelta, cuidadosamente doblada, donde se lee:
Hay piedras que aún callan. Cuando hablen los secretos que guardan, ya nada será igual, pero, es seguro, será mejor para todos. Valdrá el ser y no el tener. Otra mano levantará la bandera y el mundo olerá, se oirá, sabrá y se sentirá como lo que debe ser: la digna casa de quienes lo trabajan.
Otra vela para sombra
Madrugada. Arriba, la luna sigue en su deslavado desnudarse de la luz azul que la viste. La oscuridad le perdona las cicatrices y le ofrece, generosa, otro velo para su impudicia. Abajo, la sombra se acurruca en el último rincón de su desvelo.
¿Eso que se levanta es un viento o un puente buscando lejos la otra orilla para acabar de tenderse?
Un suspiro, tal vez.
Y otra vez la duermevela y sus ilusiones: una serpentina suspirada y liada en un cuello ausente, el ansia levantándose y hundiéndose en el bajo vientre, el leve respirar de la sombra en el oído de la noche, el deseo vistiendo la morena luz de la penumbra, un beso largo y húmedo en los otros labios, la mano escribiendo una carta que nunca llegará a su destino:
Daría lo que fuera por enredarme entre sus piernas, por confundir nuestras humedades, por desgastarme en la luna hendida de sus caderas. Daría lo que fuera, menos dejar de hacer lo que es mi deber hacer.
Amanece.
El sol empieza a ayudar a las casas y edificios en su lánguido inclinarse a occidente.
El otro Jalisco afila la palabra y afina el oído.
Afuera preguntan:
“¿Listo?”
Adentro la sombra dobla con cuidado el ansia, la pone en el bolsillo izquierdo de la camisa, cerca del corazón, y responde:
“Siempre”.
Desde la otra Guadalajara.
Subcomandante insurgente Marcos.
México, marzo de 2006.