Marcos se reune con cientos de comunarios mazahuas

01.May.06    Análisis y Noticias

24 de abril de 2006

Los proyectos, para gente bonita, se quejan ante Marcos

Denuncian indígenas intento de quitarles La Marquesa
Los chilangos, como los coletos en Chiapas, ignoran a las etnias, reprocha el delegado Zero ante cientos de mazahuas

La Jornada

La Marquesa, Estado de México, 23 de abril. “Nosotros estamos buscando tumbar a los gobiernos, a todos. El que tiene que mandar es el pueblo. Para qué queremos un chingado licenciado que viene de otro lado, que ni conoce aquí a la gente, si mismo la gente se puede organizar y poner uno de ellos y estarlo turnando, porque así hacemos (en las comunidades zapatistas de Chiapas). Allá no manda el gobierno de la República, ni el estatal ni el municipal, sino que las mismas comunidades ponen su autoridad, y así debe ser aquí, porque ¿quién conoce los problemas de La Marquesa? Pues mismo la gente de La Marquesa. Y así, si un gobernante empieza a agarrar mal camino, pues aquí mismo lo estamos viendo; si es que se está enriqueciendo, se quita”.

Son las ocho y media de la mañana. En su camino a Xalatlaco, donde la otra campaña tendrá su primera reunión formal del día, el subcomandante se detiene a orillas de la carretera México-Toluca, frente a las fondas y cabañas de La Marquesa, para dialogar con un grupo de indígenas y campesinos mestizos que lo esperan y exponen las penas que padecen por las presiones del capital y el gobierno para despojarlos de tus tierras y echarlos, y así desarrollar aquí plazas comerciales y proyectos de turismo, recreación, ecología plastificada y deportes extremos para “pura gente bonita”.

“Ellos quieren todas estas tierras para hacer sus centros turísticos. No es que el gobierno esté diciendo voy a cuidar la naturaleza, lo que quiere es agarrar la tierra y pasársela a los ricos, porque es como su empleado. Y las leyes que hace son para beneficio de los ricos y en contra de los pueblos. Primero como pueblos indios que nos quieren destruir la lengua, la cultura, todo lo que tenemos, porque ahí es donde está la fuerza. Y el otro problema que tenemos como campesinos, como pequeños comerciantes, como lo que hace cada quien, es que uno está chambeando todo el chingado día y apenas sale, o no sale.”

Conforme se aproxima la otra campaña a la capital de la República, y los hechos que le salen al paso por cualquier parte que transita siguen siendo terribles, indignantes, dolorosos y desoídos, las palabras del subcomandante Marcos podrían empezar a molestar los oídos del poder y sus ecos mediáticos. A lo mejor empiezan a escuchar murmullos que vienen de acá abajo. Y, a lo mejor, querrán burlarse. Sólo que ni Marcos ni sus numerosos interlocutores hablan para esos poderosos, sino contra ellos. Es la gente, siempre pobre, que lo recibe o viene a buscarlo a los lugares donde pasa, la que da existencia a la otra campaña.

“Nos están aventando a la pobreza y a la pobreza, y están metiendo sus leyes, el Procede, el Procecom y las expropiaciones para quitar toda la tierra. Y ni siquiera es que nos avienten al monte. A la chingada nos quieren mandar. Que vayamos a buscar trabajo en Estados Unidos o a otra ciudad, pero que ellos se queden con todo esto.”

Los campesinos y pequeños comerciantes de esta zona, perteneciente a San Jerónimo Acazulco (municipio de Ocoyoacac), saludan en lengua ñañú al delegado Zero, y luego le exponen las acechanzas en que viven, mientras paseantes defeños y mexiquenses de todos los estratos sociales ya dominguean en el área, vista como un patio recreativo de la capital, no como la casa y la tierra de miles de indígenas tan invisibles para los chilangos y toluqueños como lo eran los de Chiapas para coletos y tuxtlecos antes de 1994. Si no es que más.

Marcos habla en corto con ellos. Al pie de la carretera, al aire libre, sin micrófono. De pronto, unas voces lo interrumpen, “abran paso, abran paso”, y una mujer menuda atraviesa el apretado corrillo de indígenas que rodean al delegado zapatista llevando un plato de quesadillas de maíz azul y un vaso de agua de frutas para que el delegado Zero desayune. Será al rato. De momento, junto a la camioneta donde viaja, habla a la gente, y ésta lo escucha con seriedad.

“Lo que queremos es cambiar todo eso, y que esos ricos que nomás están ambicionando nuestras tierras que se vayan del país, que se vayan a otro lado, y aquí mismo, la gente que trabaja sea la que viva bien. Donde quiera que estamos pasando estamos hablando con gente que está jodida, no con gente rica ni diputados, ni estamos buscando cargo. Lo que estamos buscando es organizar a la gente y juntos hacer el movimiento y cambiar todas las cosas. Porque ya basta es que nos estamos organizando para ver si el gobierno nos hace caso, y como quiera sabemos que no nos va a hacer caso.”

La ciudad ingrata

Uno de los comuneros otomíes dijo poco antes: “Estamos condenados a estar siempre en la mira de los empresarios. Tenemos la desgracia de vivir entre las dos ciudades más grandes”. Contó de los intentos (el más reciente, del hasta hace poco gobernador priísta Arturo Montiel, cuyo “esfuerzo gubernamental” fue derrotado por los indígenas) por arrebatarles estos bosques, ríos, cerros y campos, que son mucho más que mero paisaje para automovilistas y paseantes. “A las puertas de la ciudad de México tenemos una de las faltas de respeto más flagrantes y continuas a los pueblos originarios en el país (y eso que la competencia es muchísima y grave)”.

El subcomandante Marcos añade: “Ya no vamos a hacer lo que está haciendo la ANIPA (Asamblea Nacional Indígena Plural por la Autonomía), que está rogando al gobierno a ver si por favor le hace caso y le da cargo. Nosotros no queremos esas cosas, queremos quitar a los gobiernos. Ya hemos pasado muchos estados, ya casi 20, y en todas partes hemos encontrado pueblos indios y gente de la ciudad que ya está encabronada, que ya está indignada y que quiere organizarse, no con partidos políticos.

“No puede ser que aquí estamos trabajando y llegan los funcionarios a extorsionar, y como quiera está el otro plan que tienen ellos de apoderarse de todo, desde la ciudad de México hasta Toluca, toda la carretera y ellos poner sus centros comerciales, extranjeros, pues. Y el pueblo otomí no les importa, ningún pueblo indio les importa, ni mazahua, ni maya, ni tzotzil ni tzeltal.”

Mirando sucesivamente a los ojos de cada uno y una de quienes lo rodean, Marcos plantea: “Lo que tenemos que hacer es organizarnos. Que la misma gente ponga sus gobernates, y los gobiernos que estén allá en México tienen que respetar el modo de las comunidades indígenas, según sus problemas, según como se organizan, y entonces vamos a vivir en libertad, porque ahorita no hay libertad ni nada”.

En referencia a su encuentro con indígenas de San Antonio Pueblo Nuevo, al noroeste de Toluca, dice: “Ayer estuvimos con mazahuas, y también es el mismo problema, que los quieren destruir, su lengua, su cultura, sus costumbres”.

E insiste: “Vamos por todo, vamos a sacarlos a todos, que se vayan los ricos y que nos dejen trabajar en paz aquí, y que aquí llegue la gente también trabajadora a pasar bien el rato, a divertirse y comer bien, como centro turístico, porque ellos lo que quieren es quitar todo esto, poner su centro y ya puro rico va a llegar, no va a llegar la gente de México, de Toluca, que es pobre y que aquí llega a pasar el día, a divertirse con su familia, ya no se va a poder, porque va a estar bien caro, porque ya no va a haber otra cosa. Entonces hay que trincarse aquí, defender la tierra, defender los comercios, pero ya no solos, sino que unidos pues, todos de acuerdo”.

Los indígenas aseguran a Marcos que no se han dejado ni piensan dejarse: “Vamos a estar en la lucha y seguiremos. No pararemos, sólo que nos mataran. También en la cuestión de las carreteras nos vamos a defender hasta que el gobierno dé una propuesta. Si la aceptamos, sí; si no, no, así debe de ser”. Y le aseguran algo más: “Siempre que sea gente de lucha, allí donde vaya usted, va a ser bien recibido”.

Más tarde se efectuará un acto de la otra campaña en San Jerónimo Acazulco, la comunidad a que pertenecen las tierras del lado sur de La Marquesa. “Desde el DF hasta Morelos quieren sacarnos, quieren que vendamos nuestras tierras”. Allí habrá de hablar Isidoro Plácido, de San Pedro Totoltepec, sobre la corrupción que se ha generado en el estado de México alrededor de las comunidades y ejidos: “Parecen buitres”.

Se suceden presiones y expropiaciones. “El nuevo gobernador, Peña Nieto, nos dice que es un polo de desarrollo social, pero no podremos trabajar ni como barrenderos. En 1994 nos sorprendimos con los zapatistas, porque entonces no se podía siquiera faltarle al respeto al gobierno, y hoy indígenas y campesinos nos unimos para enfrentar a ese desgraciado gobierno que jamás resuelve nada. Ya estamos cansados de tanta chingadera.”

Clemente Linares, de Acazulco, razonará a su vez: “Entendemos el desarrollo del país, la necesidad de carreteras. Las hemos aceptado, nacionales, estatales, la expropiación de tierras de Pemex para construir el ININ (Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares), que ya no cumplen la función para la que fueron expropiadas y fueron pagadas con cantidades mínimas”. Reconoce que en otras ocasiones han “entendido y cedido, pero no entendemos cuando las inmobiliarias, valiéndose de lagunas de la ley, despojan a las comunidades”.

Cita las reformas a La Marquesa, SA de CV. “No estamos de acuerdo. Defenderemos la integridad de esta superficie. No nos han ganado. Tenemos derecho a regirnos y tomar nuestras propias decisiones.” Menciona los conflictos “de más de tres siglos” con el vecino Atlapulco, que marcan una rivalidad histórica. “Somos vecinos, tenemos que juntarnos para ver la solución más viable. La lucha la vamos a dar juntos.”

Un caso más de disputas territoriales de las que los gobiernos se aprovechan para revolver, no resolver, o hacerlo a medias, que resulta peor. Atlapulco, sede del próximo Congreso Nacional Indígena, es otra comunidad del municipio de Ocoyoacac. Sería interesante que el acontecimiento abriera puertas al acuerdo que por 300 años ha faltado entre hermanos otomíes.