DIÁLOGO Y SOLUCIÓN POLÍTICA
De nuevo nos hemos reunido el Ejército de Liberación Nacional de
Colombia y el gobierno nacional en la tercera ronda de diálogo, llevada
a cabo en la ciudad de La Habana, Cuba, entre el 25 y el 29 de abril del
presente año.
En esta ronda se evaluó el trabajo realizado, se decidió fortalecer los
diálogos ELN – sociedad y mantener la mesa ELN – gobierno, se dio
continuidad a la Casa Paz y a la comunidad internacional como garante.
Se acordó mantener abierta la llave del diálogo para convocarnos en una
próxima ronda, seguramente después de las elecciones presidenciales del
28 de mayo próximo, independientemente de los resultados, para definir
una metodología y una agenda temática.
Con la visita del Comandante Antonio García a la Casa de Paz en
Medellín, el ELN comprobó el poder de convocatoria de su propuesta
política para la solución al conflicto. La suma de sectores populares,
sociales y políticos concurrentes a este diálogo nos dejaron oír su voz
e ideas, a la vez que sumamos más voluntades al esfuerzo de la solución
política.
En ese viaje y en ese compartir, logramos exponer con claridad nuestras
ideas en torno al poder popular, los gobiernos alternativos urbanos y
regionales, el TLC, la unidad de las fuerzas democráticas, sobre la
actual campaña electoral, el problema del desplazamiento de más de
cuatro millones de compatriotas, la mal llamada Ley de “Justicia y Paz”,
el Plan Colombia, etc.
La experiencia de las mesas de diálogo con la sociedad da cuenta de la
acogida que tienen nuestras propuestas, de la fuerza y legitimidad que
nos unen a diversos sectores de la sociedad colombiana. Hay un nuevo
clima receptivo, esperanzador, que las fuerzas que luchamos por la
democracia y la revolución en Colombia no debemos desaprovechar.
Nosotros hemos aprendido mucho de esta dinámica, hemos ganado iniciativa
política, hemos avanzado en nuestra propuesta de diálogo con la nación,
logrando una amplia convergencia popular y democrática alrededor de la
Casa de Paz y de la necesidad de la Convención Nacional.
Es importante decir que la reactivación de un conjunto de países
garantes y amigos, donde participan España, Cuba, Suiza, Noruega y
Venezuela, nos proyecta en el escenario internacional como una fuerza
popular revolucionaria, con reconocimiento político y estatus negociador
ante estas naciones.
Somos conscientes que aún nos faltan caminos por recorrer, por aprender.
Un análisis juicioso de lo logrado en lo positivo está por realizarse,
así también de los faltantes que hayamos tenido. Este es un largo
proceso que apenas estamos iniciando.
Es evidente que una sociedad compleja como la colombiana requiere de
diferentes formas de búsqueda de solución a sus graves problemas, entre
ellas una es el diálogo directo entre los que han causado el conflicto y
las desigualdades, con quienes lo sufrimos y padecemos.
No pretendemos al abrir este diálogo con la sociedad y el gobierno,
graduarnos como negociadores ni recibir diplomas en esta materia.
Pretendemos sí, involucrarnos a fondo en las nuevas realidades políticas
y sociales del país, donde la propuesta de solución al conflicto
despierta cada vez más simpatía entre los colombianos, con el consabido
fracaso de la solución militar que el régimen uribista propende, sin
éxito alguno.
Tanto los gobiernos anteriores como el de Álvaro Uribe, han pretendido
legitimarse desde sus génesis políticas, colocando como referente
principal la derrota política y militar de la insurgencia colombiana, en
específico del ELN. Evaluando, con la distancia del tiempo, los
gobiernos que antecedieron a éste, y al propio de Uribe Vélez,
concluimos que una vez más la oligarquía ha fracasado en su empeño por
borrarnos del escenario político del país y del continente.
Nosotros, si ellos persisten en esta terquedad, proclamamos ahora como
lo hicimos cuando nacimos en Simacota: pretender liquidar al ELN por la
vía política o militar es una ensoñación que lucha contra un imposible
histórico.
La voluntad del ELN para explorar el camino de la solución política y
los escenarios de diálogo, no nos inhibe de las respuestas militares o
de la convocatoria a la movilización social como recurso para la
acumulación revolucionaria, para modificar las correlaciones de poder.
Si el régimen pretende imponernos unas condiciones de negociación
propias de guerrillas derrotadas, como sucedió en anteriores procesos en
los años 1989 y 1992, con los gobiernos de Virgilio Barco y César
Gaviria, respectivamente, está en una grave equivocación.
Pretender repetir escenarios comunicacionales donde aparecen fuerzas
guerrilleras entregando sus armas y afianzar en los colombianos la idea
que la paz nace de la rendición, desmovilización y entrega de armas,
negándose a discutir su lujurioso poder económico, su afán de lucro
permanente y su insaciable poder político, sería adentrarnos en una
nueva frustración nacional que no queremos repetir.
Revista INSURRECCIÓN No. 057 - 29 de abril de 2006