En huelga de hambre prisioneros de Atenco

14.May.06    Análisis y Noticias

Viernes 12 de mayo de 2006

La huelga de hambre iniciada por internos se mantiene por sexto día consecutivo

Detenidos rechazan salir bajo fianza en solidaridad con los 28 sentenciados
Papelitos, única comunicación con el exterior Afuera, sigue la “guardia sonora”

La Jornada

Almoloya de Juárez, Mex, 11 de mayo. Los que pudieron salir hoy bajo fianza no lo harán. La huelga de hambre de los detenidos continúa por sexto día. Sus abogados reconstruyen nuevos detalles del operativo donde fueron detenidos los presos políticos más flamantes del foxismo y develan las irregularidades procesales. Cartas van y vienen de adentro a afuera. Las que vienen del interior del penal de Santiaguito, escritas en envolturas de cigarros, pequeñas hojas o girones de papel, contienen letras temblorosas y palabras conmovedoras o trepidantes.

Aquí se respira la resistencia. Cartulinas, mantas, tiendas de campaña y toldos modestos erizan los alrededores de la cárcel donde se encuentra la mayor parte de los detenidos en Atenco el día 4. Familiares, amigos y compañeros montan sonora guardia para que los detenidos los oigan en sus celdas y sepan que están con ellos. “Este 10 de mayo las madres de los presos políticos lo celebramos en pie de lucha”, se lee en un mensaje contra la alambrada. Por el sonido, Silvio Rodríguez y su Sueño con serpientes dicen del reptil: “Oh, la mato y aparece una mayor, con mucho más infierno en digestión”.

Al paso de las horas y los días la historia de los detenidos en Atenco y trasladados al penal de Santiaguito en condiciones que avergonzarían a otras policías que no fueran la del estado de México, se torna más elocuente.

Acallados de muchas maneras a partir de su aprehensión, se las han arreglado para hacerse oír, leer y sentir.

Y si bien un buen número podrían salir si pagara fianza, hoy anunciaron que no lo harán, en solidaridad con los 28 que no alcanzan ese beneficio, pues se les imputan delitos graves, que si acaso fueron cometidos (secuestro equiparable, por ejemplo), no fue por ellos.

Es el caso del doctor Guillermo Selvas y su joven hija, Mariana; de la comerciante mazahua Magdalena García Durán, y del trabajador telefonista Jorge Salinas, quienes llegaron al lugar de los hechos la noche del día 4, como muchos de los detenidos, y los delitos que se les imputan habrían sido cometidos la víspera.

Estas personas acudieron al mitin de la otra campaña en la Plaza de las Tres Culturas y sólo después se desplazaron hacia Atenco.

Mientras varios policías mexiquenses de mirada amenazadora rinden su declaración contra los detenidos en las salas del penal, la abogada Bárbara Zamora describe cómo Magdalena García Durán, originaria de San Antonio Pueblo Nuevo y comerciante en el Distrito Federal, “no tuvo derecho a traductor”, a pesar de ser mazahua, pues “la señora entiende español”, según el secretario del juzgado.

Cuando Magdalena escuchó de qué la acusan, no entendió. “Es que son términos jurídicos”, justificó el secretario. “Los analfabetos como ella no los conocen”. Y también explicó, con indiscutible elegancia: “Que hable mazahua no quiere decir que sea mazahua; yo podría hablar en inglés y no soy de Estados Unidos”.

Esto es nada comparado con las brutales patadas que recibió en la entrepierna al ser arrojada al camión de la policía que la trajo aquí, mientras el gobierno, representado por el agente que la pateaba, la saludaba: “Pinche vieja hija de la chingada”. Una “granadera” la arrastró del cabello al fondo del vehículo: “Ya estás vieja para andar en esto. Te vamos a matar, perra. Ya verás cómo te vamos a cortar la cabeza”.

Magdalena es la misma espléndida mujer que habló en el Zócalo capitalino el primero de mayo en nombre de las indígenas comerciantes de la otra campaña. Vende fruta. Pertenece al Congreso Nacional Indígena. La policía le da trato de “perra”.

El abogado Juan de Dios Hernández notifica que no saldrán, a pesar de que podrían hacerlo, 23 reos de la causa 96/06, ni cinco de la causa 95/2006. Permanecerán adentro, y en huelga de hambre con los demás. Sólo uno, internado en el hospital, aceptó salir, “pues requiere de una operación cardiaca urgente”.

Las suites de Santiaguito

Una carta es leída en el plantón. Llega “desde la suite rebelde número dos” de Santiaguito: “Hoy cumplimos nuestra primera semana encerrados injustamente, viviendo en carne propia y presenciando la violación constante y cotidiana de cualquier cantidad y tipo de derecho o garantía”.

Los autores de la misiva se presentan como “jóvenes estudiantes, adultos mayores, mujeres de todas las edades, todos golpeados, violados, humillados, algunos de los cuales fuimos sacados de nuestra casa: mamá, papá, cuñado, arrancados de la misma casa junto con el hijo; hoy todos calificados como delincuentes organizados, secuestradores y atacantes de las vías de comunicación”.

En los tribunales, añaden, “un anciano de 85 años, molido a golpes, es acusado de secuestro equiparado. Somos testigos los que estuvimos presentes, pero debería serlo también el pueblo de México”. Y saludan a sus interlocutores, que escuchan con fervor: “Hoy la dignidad pernocta y declama fuera del penal de Almoloyita, en la Palma y en todos los lugares donde se hallan secuestrados sus hijos, esposos, hermanos, madres, compañeras, hijas”.

Aún se dan tiempo para declarar: “la otra campaña avanza, compañeros, compañeras, familia; avanza en el marco del desarrollo y agudización de la lucha de clases”. Y una posdata: “La incomunicación sigue siendo una constante. No hay médico para quienes lo requieren. El compañero Fernando Miguel López Bárcenas no recibe sus medicamentos. Sufre de esquizofrenia”.

Los que ya salieron, cuentan los integrantes del plantón, iban tan lastimados que no podían abrir los ojos, y contaban que a las mujeres violadas en la detención “las obligaban a cubrirse la cabeza, para que no reconocieran a su violador”.

Estas y otras historias recorren el plantón, donde el dolor no es tan evidente como el ánimo de lucha y resistencia. Al menos de los familiares más expansivos. También hay gente taciturna, hermanas tristes, novios cabizbajos, madres al filo de un nervio tensado al máximo. “La mía es la más dulce y laxa de la experiencias. Hay compañeras que fueron violadas. Hay compañeros diseminados en el tumulto de la población (del penal)”, tranquiliza un muchacho a su madre en un papelito que ella atesora en su bolso.