John Holloway
¿Cómo podemos hablar del comunismo hoy? ¡El comunismo hoy! Y no simplemente como idea, como sueño, como tradición, sino como realidad social, como relaciones sociales totalmente distintas. ¿El comunismo hoy? ¿Aquí y ahora?
El título es absurdo. La esperanza también es absurda, la esperanza en este mundo encaminado hacia la auto-destrucción de la humanidad. Hablar de la revolución en este siglo XXI es absurdo. Y no hay nada más absurdo que el ¡Ya basta! de los zapatistas. Querer vivir en una sociedad dedicada a la muerte es absurdo. Pero no hay de otra. Finalmente somos comunistas, somos gente absurda. Entonces aceptemos el desafío absurdo contenido en el título absurdo y entendámoslo de la manera más absurda posible, como exigiéndonos una discusión de la realidad social hoy del comunismo. Y no quiero hablar de Corea del Norte, ni de Cuba.
Entonces ¿cómo podemos hablar del comunismo como realidad actual? Podemos empezar con una cita de Marx y Engels en La Ideología Alemana: “Para nosotros el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual.”
El comunismo no es algo del futuro, entonces: es un movimiento actual. Pero ¿dónde está el movimiento comunista ahora? ¿Incluso dónde está el movimiento obrero ahora? Pero Marx y Engels en esta cita no dicen nada del movimiento comunista, ni del movimiento obrero: hablan del “movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual”. ¿Y dónde está este movimiento real? Dentro del capital mismo.
Por eso es tan importante el concepto marxista del capital. Porque, a diferencia de otros conceptos como hegemonía o imperialismo o imperio, el capital contiene su propia negación, contiene dentro de el mismo el “movimiento real que lo anula y supera”. ¿Qué es este movimiento? El movimiento del trabajo. El capital es la negación del trabajo. Pero no lo destruye, porque depende de él. Entonces el trabajo sigue existiendo dentro del capital como fuerza negada, como amenaza.
Pero, según Marx, el trabajo tiene un carácter dual. Es al mismo tiempo trabajo abstracto y trabajo concreto y útil. El trabajo abstracto produce el valor, la plus-valía, el capital. El trabajo abstracto es trabajo enajenado. Entonces, no es el trabajo abstracto o enajenado que constituye el “movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual”. Sí existe un antagonismo entre el trabajo abstracto o enajenado o asalariado y el capital, pero es un antagonismo bastante superficial, porque finalmente trabajo abstracto y capital se complementan. (Por eso los sindicatos, que son organizaciones construidas para la defensa del trabajo asalariado, no pueden ser organizaciones revolucionarias.)
Para hablar del “movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual”, tenemos que enfocarnos entonces en la otra cara del trabajo – su existencia como trabajo útil o concreto. El trabajo útil existe en la forma de su contrario, el trabajo abstracto (exactamente como el valor de uso existe en la forma de su contrario, el valor). Ahí, en este conflicto entre trabajo útil y trabajo abstracto tenemos el conflicto fundamental del capitalismo, “el eje en torno al cual gira la comprensión de la economía política” (El Capital, 9), y la comprensión de la sociedad en general. Aquí tenemos el núcleo de la lucha de clases. El trabajo útil existe en la forma de su contrario, el trabajo abstracto, es decir que existe en-y-contra esta forma. En otras palabras, la abstracción del trabajo es una acción constante en contra del trabajo útil que busca contener el trabajo útil dentro de la forma del trabajo abstracto, pero que no lo logra totalmente (si no fuera así, sería imposible criticar el trabajo abstracto). Entonces, el trabajo útil existe dentro, contra y más allá del trabajo abstracto – como fuerza volcánica. Aquí, en el trabajo útil está el “movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual.” El comunismo es el movimiento del hacer humano en contra de su propia enajenación o abstracción. El comunismo es la revuelta en contra del trabajo enajenado, en contra del trabajo asalariado.
Esta revuelta tiene muchas manifestaciones. Obviamente viene del interior del trabajo asalariado en las múltiples expresiones del rechazo al trabajo asalariado, las huelgas, el sabotaje, el ausentismo etc. Pero también viene desde afuera del trabajo asalariado en la lucha para no someter nuestro hacer al capital, para oponer al capital un hacer opuesto a la enajenación. Lo que ambas expresiones tienen en común es la desobediencia, el rechazo, el NO: “No, no vamos a moldear nuestras vidas según los requerimientos del capital”. Y en los mejores casos agrega “Vamos a hacer lo que nosotros consideramos necesario o deseable”. En este caso, la desobediencia es al mismo tiempo dignidad.
Estas dignidades, estas desobediencias, se pueden ver como grietas en el tejido de la dominación, grietas que nos dejan entrever esa otra sociedad que queremos construir. Se puede visualizar el capitalismo, el sistema actual de dominación, como un telón que no nos deja ver el mundo de creatividad y potencial humano que reprime. Nosotros con nuestras luchas cortamos el telón una y otra vez y a través de las hendiduras podemos ver una sociedad alternativa, llena de contradicciones y problemas, por supuesto, pero caracterizada por otro tipo de relaciones sociales, relaciones sociales que no están basadas en el dinero y la competencia y la subordinación al mando ajeno.
Estas grietas pueden tener varias dimensiones. Las más obvias son las espaciales o territoriales, espacios en los cuales la gente dice “aquí en este territorio no vamos a aceptar el mando del capital, vamos a hacer las cosas de otra forma”. Estos espacios pueden ser países enteros (Cuba, tal vez), pueden ser regiones grandes (el área zapatista de Chiapas) o pueden ser tan pequeños que un centro social o un café alternativo.
Pero las grietas no son necesariamente territoriales. También se pueden concebir en términos de una actividad útil o un valor de uso. Por ejemplo, podemos decir “en todo lo que toca el agua – o la salud o el software o la música – no vamos a aceptar el mando del capital, vamos a hacer lo que nosotros consideramos deseable”. O bien se pueden entender en términos del tiempo: “en este evento, en esta manifestación, en este momento, no vamos a aceptar el dominio del capital, vamos a crear otras relaciones sociales, vamos a hacer las cosas de otra forma”.
Poco a poco uno se da cuenta que el mundo está lleno de dignidades, de desobediencias, de grietas en el tejido de la dominación. Y estas dignidades no son solamente parte de una lucha a largo plazo, sino que cada grieta tiene su propia validez, cada No al mando ajeno es una visión del mundo que todavía-no es y por lo tanto existe ya, cada dignidad es un destello de lo que podría ser y es.
Estas grietas son el comunismo hoy.
Muy bonito, pero ¿no es una fantasía académica? Esta es la pregunta importante: ¿todo lo que he dicho es pura fantasía o corresponde al movimiento real de las luchas actuales? Estoy hablando de comunismo aquí no como un Estado con una economía planificada, sino como destellos de auto-determinación, erupciones del hacer desenajenado contra el trabajo enajenado, como el movimiento de una dialéctica negativa sin síntesis. El planteamiento es que este concepto del comunismo corresponde a una nueva constelación de clases, una recomposición de la lucha de clases. La vieja idea del comunismo como Estado–Plan, como síntesis y no como negación, correspondería entonces a una constelación de clases anterior, una constelación caracterizada sobre todo por la lucha del trabajo abstracto, del trabajo asalariado. Esta constelación de clases (la constelación fordista) está en crisis desde hace muchos años, y con ella sus formas de organización (partido, sindicatos) y también sus conceptos de comunismo y de tiempo. Esta crisis es una crisis del trabajo abstracto, de la abstracción del trabajo. Es a través de esta crisis de lo viejo que está surgiendo un nuevo concepto y sobre todo una nueva realidad del comunismo. (Este último párrafo es resultado de una conversación con mi amigo Sergio Tischler.)
Preguntando caminamos.