El fuego se enciende desde abajo y sube la llama

19.May.06    Análisis y Noticias

La lava de los volcanes viene de lo profundo para arrojarse por sobre la tierra y las raíces de los árboles se clavan muy adentro para que las ramas se extiendan hacia el infinito. Lo mismo pasa con la lucha social.

Salvador Allende nacionalizó el cobre y los militares empezaron a complotar en su contra. Hasta el día de hoy tenemos testarudos que insisten en que había que quedarse quieto y dejarlo hacer desde arriba, que el golpe se hizo porque los extremistas andaban tomando tierras y fábricas como marabuntas enloquecidas. Lo que había era una transferencia de la capacidad de decidir los pasos, que salía de los salones y los pasillos de las negociaciones y componendas para instalarse paulatinamente en el naciente poder popular autónomo.

Los militares bolivianos están quietos, el horno no está para bollos. El capital en la actualidad está invirtiendo en el continente en la figura política que se ha dado en llamar el neo populismo, es decir, la figura de un líder que trascendiendo partidos e instituciones, establece una relación directa con lo social ejerciendo una representación de los intereses populares que ya no efectúan las organizaciones tradicionales que se encargaban de negociar corporativamente la participación de los beneficios del estado de bienestar, primo hermano del capitalismo de estado u otra cara de lo mismo.

Kirchner ha parodiado o actualizado a Perón, Lula a Getulio Vargas y así en adelante. Pero en Bolivia aún está por verse la contradicción entre la aplanadora del MAS y la organización autónoma de las comunidades indígenas, modelo que faltó en la izquierda argentina que lloraba debajo de la cama cuando la multitud derribaba gobiernos.

Sin el fuego sagrado de la organización social y territorial, la antorcha que queda en manos de los gobernantes tiende a apagarse progresivamente, especialmente si se observa como el petróleo venezolano teje redes de circulación mercantil funcionales al desarrollo capitalista que necesitan para su mantenimiento la subordinación de lo social a la planificación de las estrategias de acumulación, lo que si bien refuerza el potencial productivo, por el otro lado debilita el protagonismo social.

El neo populismo y el neo capitalismo de estado surgen por la crisis desatada con el neoliberalismo y que se pretende apagar con la vuelta a las viejas políticas keynesianas en una época donde el trabajo constante ya no existe, habiendo sido substituido por el desempleo y la precariedad, es decir, la fuerza de trabajo circula a veces por la relación directa con las instancias productivas, generándose en la actualidad un sistema cada vez más centralizado e informatizado que administra la producción, la circulación y la realización de los ciclos del capital, al mismo tiempo que se amplia progresivamente la capa de población retirada de esta relación directa con el trabajo. Y no por gusto o maldad de los empresarios, sino por una exigencia muy simple de las actuales condiciones del capital globalizado, aunque no nos guste esa palabreja (y quizás podamos ponerle mil nombres más digeribles).

La vieja estructura de las clases sociales se desmorona por la nueva modalidad del capitalismo moderno o pos moderno, surgiendo por todas partes la ontología de la multitud y el reordenamiento de fuerzas en torno a las culturas tradicionales o posibilidades locales de sobrevivencia. Muchísimos militantes de izquierda entendieron estas nuevas condiciones y se sumergieron a vivir en barrios y comunidades para preparar (y prepararse) desde allí la emergencia desde debajo de las nuevas dinámicas sociales, que esta vez vienen por el comunismo y ya no más por el capitalismo de estado.

Rearmar el capitalismo desde el control estatal ya no parece ser una buena medida, en especial cuando cada vez más responde a las estrictas leyes del mercado y no más a la capacidad administrativa de los estados, estos últimos más dedicados a la represión y la ideologización institucional que a dar empleo o resolver problemas de salud y educación, áreas también en paulatina transición a la arena mercantil.

La propuesta de los cubanos de resolver las necesidades sociales vía estado y las propuestas de autoorganización social en localidades y comunidades parecerían contradictorias vistas desde el prisma y diagnóstico indicados, pero es justamente ahí donde está el arte de la política, es decir, de la nueva política.

¿Cómo hacemos para articular ambos factores?

Hay sectores en la izquierda que están más por acceder a puestos estatales o de dirección política en el capitalismo de estado como transición a la sociedad sin clases, mientras muchos más están por el protagonismo social que desarrolle la capacidad de avanzar desde abajo haciendo abstracción de si contamos o no con un gobierno afín. El desarrollo de la conciencia y organización social sin ninguna duda favorece la llegada a los gobiernos, pero es ahí donde justamente el capital deposita sus esperanzas, en que la población abandone las dinámicas de protagonismo y se subordine a las líneas de dirección política de la izquierda gubernamental, cuestión que sólo podrá ser superada justamente con el avance desde abajo asegurando capacidades de control territorial, autonomía y autogobierno local.

De allí la importancia que adquieren las nuevas batallas que, como el fuego desde abajo, se erigen como llamaradas emblemáticas hoy día en el continente: la lucha por la libertad de los presos políticos mapuche y la autodeterminación de ese pueblo, las batallas en La Parota y la Otra Campaña zapatista, y en tercer lugar la Cumbre Itinerante en Colombia. A ellas hay que sumarle los estremecimientos sociales en Perú, Guatemala y Ecuador, así como las luchas de los inmigrantes dentro de la cabeza del imperio del capital.

La lucha por los presos mapuche ha conseguido movilizar miles de personas en los territorios controlados por los estados chileno y argentino, así como en otros lugares del planeta. Poco a poco se abre paso, gracias a la notable batalla de la huelga de hambre y las movilizaciones de los propios comuneros mapuche, la conciencia de que ahí hay algo más que una lucha social, hay la configuración más acabada del perfil de un pueblo que se levanta contra el estado capitalista y la depredación de las empresas que ocupan los territorios del Wallmapu. Hay la noción de que no sólo se trata de una comunidad “originaria”, sino aún más, que se trata de un pueblo nación que reivindica justamente eso: el poder ser y organizarse como tal. Sus formas de organización son semejantes en alguna medida a los ayllus andinos, es decir, comunidades compuestas por varias familias que cuidan la tierra, producen y consumen juntos. Las formas de organizarse han prescindido de los partidos y sindicatos, ofreciendo el ejemplo de la autoorganización que empieza a prender en barrios de varias ciudades donde jóvenes y sectores de población se encuentran y desarrollan con autonomía actividades culturales, pedagógicas y aún autogestionarias soslayando la ineficacia estatal y las limitaciones del mercado.

El ejemplo de la población contraria a la represa de La Parota, apoyada plenamente por la Otra Campaña zapatista, es ejemplar de cómo una comunidad puede reunirse en torno a un programa local que se lleva a cabo con las propias fuerzas de la gente, como ha sido en Tambogrande y Esquel, como está siendo en Gualeguaychú y en otros lugares del continente.

La Cumbre Itinerante en Colombia ha sorprendido por la inteligencia de su organización y estrategia, ya que desde diferentes lugares comenzaron marchas campesinas e indígenas que se encuentran movilizadas por la autonomía y el derecho a la tierra. Ello se hace tras las ocupaciones ocurridas poco tiempo atrás donde los Nasa levantaron la consigna de la defensa de la madre tierra.

Si a ello sumamos la convocatoria de la fuerte coligación de comunidades indígenas del Perú al levantamiento previsto para la próxima semana, podemos afirmar que el fuego se extiende por la pradera. No hay duda que el ejemplo cunde, y no se trata como afirman algunos analistas de que avanzan las victorias electorales, sino más bien esas victorias son consecuencia del avance continental de la capacidad de organización y lucha desde abajo.

Abrazos

Profesor J