Lunes 22 de mayo de 2006
“El neoliberalismo trae sufrimiento y muerte”, escriben campesinos sudafricanos
La Jornada
Desde la nación Mohawk, en Canadá, al pueblo mapuche, en el extremo sur de Chile, las voces de solidaridad con los presos de San Salvador Atenco y de la otra campaña llegan de abajo, y prueban que en todas partes los de abajo están despiertos, activos y atentos. Que todos los que en sus países parecen estar solos, no lo están. Así, Mohawk Nation News expresó su apoyo a la lucha hoy castigada por el gobierno mexicano: “Su lucha es la misma que la nuestra y nos solidarizamos con ustedes. Nosotros enfrentamos a los mismos acá, y comprendemos las circustancias de ustedes”.
Desde Horning Mills, Ontario, y bajo el lema “unidad, fuerza, paz”, los mohawk canadienses llaman “a la comunidad internacional a que ponga alto a esta locura y se resuelva a poner en evidencia el genocidio del planeta”.
En Argentina, la agrupación Jóvenes por la Igualdad, Partido ARI (Alternativa por una República de Iguales) manifestó un “fuerte apoyo a toda la gente de la otra campaña y a quienes aún pelean más allá de estas cobardes actitudes, como las que se vivieron en Atenco”. Asimismo, entregó una carta al presidente de la Comisión de Derechos Humanos de Buenos Aires, Facundo Di Filippo, para que a su vez la hiciera llegar a la embajada de México en Argentina, “en repudio a la barbaridad ocurrida en Atenco”.
Algunos miembros de la agrupación acompañaron a la caravana de la otra campaña por cinco estados de México y comprobaron “las condiciones en que viven muchos hermanos y la injusta e intolerable situación por la que atraviesa el México profundo”. También se cercioraron “de la calidad de gente que son y el gran desafío que llevan adelante con principios, sencillez y convicción”.
La abundante información sobre las protestas proviene de la Comisión Intergaláctica del EZLN, de diversos portales electrónicos independientes y de comunicaciones recibidas directamente por La Jornada. Del Comité de Acción de Vrygrond, Sudafrica, llegó una muy significativa, que por su tono y contenido pareciera salida de la otra campaña en nuestro país: “Vrygrond es un asentamiento de tierra liberada en Ciudad del Cabo. Desde 1929 el pueblo habita esta tierra. La comunidad antes se extendía del mar hasta Cafda, en el norte, unos 10 kilómetros. Aquí vivían pescadores, trabajadores del campo, y todos aquellos que no tenían dónde vivir. Construyeron sus casas a pesar de los ataques constantes del Estado porque esta tierra era ‘propiedad privada de los hombres blancos’.
“El nombre Vrygrond quiere decir tierra libre en afrikáner (dialecto colonial de Sudáfrica, derivado del holandés). La gente era tratada como ilegal en su tierra natal, suya solamente mientras pudieran seguir luchando y si evitaban que el Estado se las robara. En los años 80 el gobierno expulsó a las familias para construir un club de golf (que nunca se materializó) y las reubicó en otras partes, para que trabajaran como mano de obra construyendo unidades habitacionales para los pueblos expulsados de otras tierras”. Finalmente reconstruyeron Vrygrond, aunque en sólo “un miserable kilómetro.”
Estos labriegos sudafricanos revelan que su lucha “renació en la comunidad de Overcome Heights (Lomas de los Vencedores). La tierra es nuestra, por nacimiento y por nuestro trabajo, pero seguimos siendo ilegales. Desde aquí les escribimos en solidaridad. Hemos escuchado del niño que fue asesinado defendiendo la tierra de los vendedores de flores; lo mismo le pasó al joven Marcel King, muerto en Durban hace unos años por agentes de seguridad privada mientras defendía a su pueblo de la suspensión de servicios de luz eléctrica.
“En todas partes el neoliberalismo trae sufrimiento y muerte. Sabemos de las personas que encarcelaron en México, de la tortura y las amenazas de sentencias prologadas. Estamos con el pueblo de Atenco, el pueblo de Texcoco y el pueblo de la otra campaña”. Los campesinos sudafricanos en resistencia demandan libertad, “que también significa tierra, para los compañeros encarcelados. La lucha sigue, aquí en Sudáfrica y allá en México, y es una sola contra un solo enemigo. Un ataque contra uno, es un ataque contra todos nosotros”.
Pero también el México de arriba se ha enterado del repudio internacional a la violencia institucional y el uso faccioso de la ley que se ha visto en Atenco. Hace una semana, la embajadora en Canadá, María Teresa García Segovia, recibió un escrito de James D. Cockcroft, notable y reconocido académico estadunidense especializado en México que reside ahora en Quebec. El autor de decenas de libros como La esperanza de México y América Latina y Estados Unidos: Historia país por país, denuncia “la brutal represión contra la otra campaña y en especial el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT)”. Se refiere al asesinato de un menor y a numerosos testimonios, “incluyendo el de tres agentes”, de que varias mujeres fueron violadas. “Me uno a los muchos en todo el mundo que demandan la inmediata liberación de los detenidos, el retiro de la policía, el fin de la represión y el castigo a todos los policías involucrados en estos actos criminales, así como a los funcionarios gubernamentales que los autorizaron”.
El embajador de México en el Reino Unido, Juan José Bremer Martino, ha recibido cartas y manifiestos en el mismo tenor. Uno, firmado por el secretario general del Partido Comunista de Inglaterra, Robert Griffiths, y con copia a Margaret Beckett, titular de la cancillería británica, expresa “profunda preocupación por las prácticas policiacas masivas empleadas en Atenco los días 3 y 4 de mayo”. El escrito subraya que los pobladores de Atenco llevan tiempo “resitiendo a los intentos de despojarlos de sus tierras” y exige del gobierno mexicano el respeto a los derechos humanos y la “liberación inmediata” de los presos políticos. Mensajes similares han llegado a más de 20 legaciones mexicanas en el mundo.