Admiración.
Esa es la palabra que cabe al ver la magnitud de las luchas estudiantiles secundarias en Chile. Decenas de escuelas ocupadas, paros y movilizaciones combativas en diversas ciudades. Las asambleas estudiantiles han ocupado el vacío de las viejas organizaciones políticas y gremiales del estudiantado. La voz de cada uno tiene valor, ya no se espera que venga la línea desde arriba, aunque algunos flamean sus banderas invitando a cuanto estudiante se les pone por delante a “integrarse” a su colectivo, pero no son la mayoría.
Los cabros, como se llama a los adolescentes y jóvenes en estos pagos, han sido capaces de hacerse oír, cosa que ninguno de los partidos que pululan entre ellos ha sido capaz de conseguir del gobierno, obviamente. Lo harán cuando votemos por ellos, ahí podrán negociar “en nuestro nombre”.
Savia fresca que viene al mundo de lo social y lo político en estos territorios caracterizados por una democracia que mantiene intactas las estructuras montadas por la dictadura. Esos mismos muchachos casi linchan a Fujimori en Rancagua, motivo por el cual pocos especimenes autoritarios se aventuran hoy día a circular por las calles de Santiago y otras ciudades. En cualquier momento la muchachada se les va encima a cobrar cuentas de sus acciones que han dejado este país como el “modelo” del neoliberalismo: cordones de miseria en las periferias de las ciudades, falta de agua en los cerros de Viña del Mar, depredación del medio ambiente y matanza de cisnes por las papeleras, sacrificio de los glaciares de Pascua Lama, leyes contrarias a los intereses de los pescadores artesanales, desalojos de los sin casa, aplicación de leyes pinochetistas a las comunidades mapuche, sobreexplotación de los trabajadores temporales mineros y de otros rubros, inestabilidad e inseguridad laboral y de jubilación, escándalos de las AFP, corrupción en todos los niveles institucionales, una reforma educativa que ha creado un sistema de horarios negativos para el estudiantado, florecimiento de la propiedad privada y el mercado en la educación, salud, servicios y necesidades mínimas, etcétera largo.
Tienen mucha razón los “cabros”.
Además de mucha valentía y audacia.
Representan la voz de los callados, los temerosos, los que aún no se atreven a lanzar el grito de la protesta contra tanta ignominia que nos ha caído encima desde el asesinato de Salvador Allende y de Miguel Enríquez, líderes populares que sacrificaron sus vidas por los mismos motivos que la juventud de hoy: derechos, justicia, reparaciones, solidaridad, respeto, igualdad.
La burocracia de todos los que se denominan socialistas o demócratas, en el gobierno o fuera de él, es rechazada por estos jóvenes, así como son rechazados los cantos de sirena de los poderosos. La crítica no es contra los cambios sociales, muy por el contrario, es por la profundización de las medidas democráticas y por el respeto a las nuevas formas de organización que vienen desde abajo: el asambleismo, la horizontalidad y la democracia directa, el protagonismo social y la voz de los sin voz, el fin de las instituciones tradicionales y la construcción de otras basadas en la dinámica de agrupamiento de las personas.
Esa será tarea de ellos mismos, que están dando el ejemplo de capacidad de autoorganización y lucha por sus necesidades, necesidades que transforman en derechos a ser escuchados por quien quiera que sea, o también a ser impuestos por su propia autoorganización. Por último le gritan al mundo que aquí están, que son sujetos, que pueden hacer cosas y modificaciones del entorno en la misma medida que se juntan para hacer de muchos “yo” los nosotros que anuncian ahí mismo una nueva sociedad.
Es eso: ellos anuncian una nueva sociedad.
Una sociedad donde los muchos deciden lo que se debe hacer, donde las asambleas se transforman en formas de vida, donde la calle es el espacio cotidiano saliendo de las casas y de la prisión de las escuelas para emitir su grito libertario. La gran mayoría de ellos se niega a inscribirse en los registros electorales, como otros dos millones y medio de jóvenes.
Vaya manera de romper el cascarón. No vienen a vivir el mundo como está, sino exigiendo otro. Y si no se les da, parecen muy bien dispuestos a hacerlo a su manera.
Me sumo a ellos.
Profesor J
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http://clajadep.lahaine.org