Comités Populares por una Nueva Educación y Trabajo
El llamado Paro Social no lo fue.
Ninguna organización social se plegó a la paralización de la educación.
Los 80 sindicatos firmantes del día sábado convocaron a marchar desde la biblioteca nacional y luego esa marcha aparece como llamado del Frente MR. Alguien no ha jugado limpio, queriendo pasar gato por liebre.
No tenemos nada contra esa organización, muy por el contrario, pero no ha sido lo más prudente introducirse en medio de las dinámicas estudiantiles para llevarlas en otra dirección o inyectar en ellas otras “formas de lucha”, lo que ha generado simpatía en una parte del estudiantado y de la población, así como la antipatía de otra parte, que no es precisamente la derecha, encantada por que alguien le saque las castañas del fuego sin quemarse las pestañas, feliz de que alguien venga a mostrar que algunos estudiantes son saqueadores y vándalos.
Los estudiantes estaban consiguiendo el apoyo generalizado de la población, ensanchando progresivamente la franja social inquieta y participante. Los llamados a juntar alimentos para ellos se sucedían uno tras el otro, madres y apoderados se acercaban a las escuelas y se confundían con los muchachos.
En varios barrios se ha juntado gente y nos informan que están discutiendo entre vecinos los acontecimientos. O sea, hay todavía una convulsión social, una rebeldía en todos lados, que no necesita detonantes ni estopines. Viene rugiendo como un volcán, desde el fondo de nuestros corazones, sin estridencias ni demagogias, sino con la mirada limpia dirigida hacia el futuro, con pasos decididos y definiciones firmes.
Dos tendencias se perfilan claramente en las batallas, actividades y declaraciones que se han visto en estos días: La organización y la autoorganización.
Los grupos organizados con dirección política externa al movimiento estudiantil, trabajan reclutando y ampliando sus redes de presencia. Para ellos el movimiento es subsidiario, lo importante es la táctica y la estrategia de la lucha por el poder. El poder ocupa sus intereses, para eso insisten en el desarrollo de la conciencia o de la llamada voluntad de poder, maneras de encadenamiento lógico-racional-compulsivo de los concientes a las dirigencias.
Los que practican la autoorganización hasta ahora siguen siendo mayoritarios. Han arrasado con las concepciones tradicionales y conservadoras de entender la vida y la sociedad. Buscan innovar, son los que han instalado y reproducido la práctica asamblearia y horizontal de democracia directa, son los que han conseguido mantener la cohesión del movimiento, mientras los grupos y partidos se esmeran en desacreditar a los que no les siguen, son los que han preferido avanzar sobre seguro que poner toda la carne en el asador, priorizando más por el crecimiento que por el estallido, por los pasos que comprometan a muchos que por acciones que respondan a intereses particulares de unos pocos.
Los grupos organizados nos hablan del pasado, del mismo lenguaje que la historia ha superado, los mismos destacamentos de combate o las células dependientes del comité central, las mismas formas verticales de organización, el mismo sectarismo, el mismo vanguardismo.
Las prácticas de autoorganización y asambleismo nos hablan del futuro, es decir, no nos ponen diseños prefabricados de lo que nos espera para que sigamos a ciegas los caminos de la liberación, sino que asumen la vida como una tela de pintura y arrojan a ella mil colores, llamando a transformar transformando, no a cerrar filas en los disciplinados destacamentos del proletariado que quizás mañana nos lleven a una nueva URSS donde nadie vivió el comunismo soñado, sino apenas el capitalismo de estado mientras se les concientizaba a diario del mañana feliz. Nos basta con leer una sola vez 1984 de Orwell, aunque lo recomendable sea leerlo repetidas veces.
Los grupos organizados proponen que nos sumemos a ellos para dirigir algún día la sociedad desde arriba, desde el estado, o sea, nos proponen ser clase dirigente, nos estimulan el apetito de poder. La autoorganización planta las estacas de la nueva sociedad ahora entre muchas manos, ejecuta nuevas relaciones y arma el tejido de las miradas de una sociedad generosa y solidaria, donde los cambios puedan hacerse sin tomar el poder.
Esas nuevas miradas son las que vienen desde los estudiantes secundarios. Y contra ellos se ponen por delante las otras miradas: del estado, del gobierno, de la policía, de las agrupaciones de la derecha, de los grupos parlamentarios, de los partidos políticos, de la izquierda tradicional. Todos ellos con el pánico de que se despliegue ante sus ojos incapaces aquella potencia estudiantil que viene desde abajo libremente, creadoramente, y que puede contagiar con su entusiasmo a la población de los barrios.
¡Que contraste entre aquellos desconocidos que con toda justicia retiraban objetos de las tiendas en Ahumada y los estudiantes que trataban de evitarlo!
Sin duda más de un desalmado se encontraba entre las filas de los que invadían el centro como pajarillos libertarios gritando al mundo que están cansados de tanta ignominia y falta de respeto, intentando que se escuche su voz, pero no por ello se puede juzgar el movimiento ni a la juventud de los barrios desesperada y empujada por el sistema a vivir del narcotráfico o de la delincuencia, juventud que vive sin destino, sin un futuro por delante, sólo miseria.
Ese joven con todo derecho entra en las tiendas y sale con lo que puede, eso no es cuestionable, y menos con tanto corrupto y pedófilo que pulula por los pasillos del poder. El contraste produce lástima y dolor. Lo más chocante de las jornadas fue eso: ver como jóvenes obstruían a otros jóvenes, cada uno actuando en justicia. Unos tratando de que el movimiento crezca y se imponga como nuevos modelos de hacer las cosas, otros empujados por la necesidad atraviesan los portones prohibidos de la propiedad privada y se hacen de lo que puedan vender en el mercado negro o las ferias barriales. En el medio están los que no permiten el encuentro horizontal y comprensivo entre esos sectores de juventud. En el medio están los que temen que la autoorganización y la horizontalidad se haga carne en los barrios. También entremedio están los agentes del sistema, especialistas en provocar situaciones de desvío. Por eso no nos dejamos engañar por las apariencias.
No vamos a analizar al infiltrado, sea policía, neonazi o cualquier otro. Esos eran los menos y no por ello se va a tergiversar la lucha social. En Santiago y Concepción la lucha callejera fue válida, aunque denota que aún se está en fases iniciales de las posibilidades organizativas de la juventud y los estudiantes. Aún hay un cierto predominio de las orgánicas que priorizan por la “lucha” más que por la construcción de nuevas relaciones sociales donde se asienten los valores libertarios. Distinto ha sido en Valparaíso e Iquique, por poner dos ejemplos donde oleadas de jóvenes hace tiempo vienen saliendo de las salas de clases y participando en barrios en centros culturales, escuelas comunitarias. Ellos ya no necesitan hacerse notar y disputar espacios propagandísticos o de competencia unos con los otros. No. A ellos les basta saber que avanza paso a paso la construcción de nuevas relaciones sociales, de espacios libertarios donde la democracia directa puede asentarse de forma invencible. Por eso invitan a los grupos y personas sueltas que insisten en quedarse solamente en la barricada y la molotov a que después de ello vayan a los barrios a sumarse al apoyo a la autoorganización social, que no es posible pasarse en eso, que no es necesario reunirse solamente en el centro de la ciudad, sino que hace falta multiplicar esas dinámicas en los barrios.
Algunos barrios tuvieron caceroleo, aunque podría haber sido más. Los jóvenes de Villa Francia salieron a la protesta y aún no llegan noticias de si eso ha sido también realizado en otros lugares. Poco podemos vanagloriarnos de esta jornada. Si hubiesen sido diferentes barrios, otra cosa sería. No hay mucho crecimiento si sólo nos detenemos a analizar el crecimiento cuantitativo de las batallas en el centro, tal vez algunas orgánicas puedan aumentar su membresía, pero eso será a costa de aniquilar el movimiento.
Nuestra propuesta es la de convocar a reuniones en el barrio para instalar asambleas permanentes de vecinos o comités populares por una nueva educación y trabajo. Creemos que sigue siendo una propuesta válida y además permitiría retomar la dinámica estudiantil autónoma extendiéndose de manera horizontal hacia los espacios sociales de la vida en los barrios, lugares donde puede ampliarse el apoyo e instalarse también la práctica asamblearia de autoorganización y democracia directa.
Comités Populares por una Nueva Educación y Trabajo CET
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