Con motivo del estado de salud del presidente cubano, Fidel Castro, el gobierno de Estados Unidos y la gusanera de Miami aspiran a sacar provecho incitando a volver al anterior estado de cosas, es decir, en la práctica un estado colonial.
Una nueva prueba se viene sobre ese pueblo que heroicamente se sacó de encima a los agentes del estado norteamericano representados por la camarilla de Batista y el empresariado de la época. Los barbudos se alzaron en la Sierra Maestra y todas las corrientes progresistas se unieron para establecer una nueva sociedad, la que luego fue conducida por los caminos del socialismo burocrático con la fuerte intervención de la URSS y el papel preponderante que adquirieron los militantes del viejo partido reformista de ese país, el Partido Socialista Popular, cuyos principales dirigentes coparon los cargos decisivos del estado.
Hubo acuerdo en establecer el capitalismo de estado, camino aún no verificado hacia la sociedad sin clases y cuyos exponentes emblemáticos, la URS y demás países de Europa oriental, demostraron que está destinado al fracaso debido a la escasa participación en la construcción de las nuevas relaciones sociales comunitarias que deben caracterizar el protagonismo popular. Algunos, como el Che, prefirieron el camino de establecer nuevos frentes de lucha en otros lugares, además de criticar fuertemente el camino que se emprendía, en especial el cálculo económico, contrario a la centralización de las propiedades y empresas que habría permitido avanzar hacia la autogestión de los trabajadores y comunidades. Hoy gracias a la modalidad del cálculo económico todos son asalariados del estado, excepto los sectores que se dedican a la “iniciativa privada”. No por otro motivo el Che escribió tanto sobre el comunismo y el socialismo cotidiano.
Una nueva sociedad ya está visto que se construye desde abajo, en las comunas y con una capacidad popular local de resistir los diferentes avatares derivados del antagonismo entre el capital y los pueblos. La centralización de las decisiones en un estado que debe depender de las relaciones y del mercado capitalista, tarde o temprano paga las consecuencias de no haberse incorporado los primeros pasos de la sociedad comunista o de la anarquía, que son sinónimos. No existen las relaciones de producción socialistas, eso es falso, ya que las relaciones configuran un “modo de producción”. El socialismo mantiene las relaciones capitalistas y por eso se le llama capitalismo de estado.
Sólo la multiplicación de las comunas libres y de los municipios autónomos en el continente podrá ir modificando la correlación de fuerzas capaz de enfrentar y resistir las ofensivas del capital, así como defender gobiernos que aprendan a mandar obedeciendo y cumplan las funciones emanadas de las asambleas populares comunales.
Pero Cuba es una isla, separada del resto del continente. Ahí no es posible la solidaridad y el apoyo externo que consiguieron, por ejemplo, los pueblos de Indochina, que se coordinaban para enfrentar a los invasores. Los cubanos sólo pueden resistir hoy los ataques externos sobre la base de la mayor cohesión de sectores de la población.
No puede haber dudas de que dentro de los estados donde rigen las relaciones capitalistas, Cuba se caracteriza por ser el más abiertamente democrático y humanista en términos de las capacidades de control estatal sobre la propiedad y las formas de producción, distribución y consumo, tanto de alimentos como de servicios básicos a la población, así como hacia la solidaridad internacional. Por sólo citar un ejemplo, por sus escuelas de medicina han pasado miles de estudiantes de todo el mundo y en sus hospitales han sido atendidos otros tantos.
Ya hemos comentado en textos anteriores que Cuba es el último mohicano de los estados socialistas y su transición debe ser hacia el comunismo y no hacia una vuelta al pasado, por lo que estamos convencidos de que la tarea hoy es la defensa del pueblo cubano contra la intervención foránea. Los pasos a seguir a futuro deben ser realizados por la propia población de la isla, cuya capacidad de autoorganización tendrá que desarrollarse en la misma medida que en otros lugares avancemos en la construcción de sólidos espacios libertarios, por eso el mejor apoyo no son los discursos y panegíricos.
No estamos con los que levantan el modelo cubano como forma de organización en sus territorios, ya que en esos propagandistas se incuba la nueva burocracia. Por eso preferimos entender a Fidel como el barbudo que junto a los campesinos organizaba la resistencia contra los poderes fácticos y que luego como estadista fue capaz de articular el peso del reformismo y la burocracia con las necesidades de la población, lo que le llevó a establecer un modo personal de relacionarse con la gente. Para mí él sigue representando la insurgencia, pero a nadie le deseo el papel que le tocó jugar de mediar tratando de neutralizar las concepciones más verticales y autoritarias de los representantes de la vieja escuela bolchevique en contra de su pueblo.
En eso radica su mérito, y el de los que han sabido trabajar con él, y ahí está la lección para nosotros, que más que buscar, construir o seguir un líder, debemos asegurarnos de que las camarillas y aparatos no nos hagan la jugada de desarrollar el poder popular para montarse en él en pos de dirigir un estado capitalista con rostro de socialista. La estrategia está en la autoorganización social.
El pueblo cubano sabrá encontrar su camino, como todo pueblo.
¿Nosotros estamos construyendo el nuestro?
Respeto al pueblo cubano, no a la intervención.
Profesor J