Tumaco y las fumigaciones
María Fernanda Quintero Alzáte
Entre un presente y el olvido
“Son de Tumaco
Del puente de Tumaco el Morro se divisa el panorama Si miras hacia el horizonte sale el sol en la mañana Como baila mi Tumaco como goza mi Tumaco el carnaval. Yo le canto a mi Tumaco con amor y hermandad pero les doy un consejo que los disfrute en Paz Como baila mi Tumaco, como goza mi Tumaco el carnaval El carnaval en Tumaco es una fiesta tradicional Todo el mundo la disfruta y por la noche es salsa y rumba Como baila mi Tumaco, como goza mi Tumaco el carnaval Tumaco Isla hermosa rodeada toda del mar con mujeres bellas, arena y manglar Como baila mi Tumaco, como goza mi Tumaco el carnaval”
Cantautor: Marcos Polo Obando
El territorio Pacífico nariñense es memoria recogida en su naturaleza, tradición y cultura de las comunidades indígenas, de los grupos afro colombianos y campesinos. Se entiende por éste las tierras bajas y el piedemonte de la cordillera Occidental, conformada por los municipios de Tumaco, Francisco Pizarro, Mosquera, Olaya Herrera, La Tola, El Charco, Santabárbara (ubicados en la zona costera) y Barbacoas, Roberto Payan, Magui Payan (zona centro-piedemonte). Esta región tiene una extensión de 17.299 Km., lo que corresponde al 52 por ciento del departamento de Nariño.
Como parte integral de la región, mirando dentro del mar, se encuentra Tumaco. Su área es de 3.778 Km2. Sus comunidades perciben en esta geografía, en su memoria la historia oral, a través del chontaduro y el manglar, celebrando el rito de agua de coco y sumergiéndose en un aire cálido, húmedo en un ambiente cómplice; solidario y sincero. Estas complejas comunidades se expresan trabajando la tierra, sembrando la caña, plátano, cacao, yuca, cosechando los frutos del Océano para reforzar su presencia en la territorialidad y su seguridad alimentaría. En este tejido de vida, la memoria descubre y ejerce a cada paso la ancestralidad de la cultura vinculada en la tierra y el sentido que tiene la vida.
La fumiga, incertidumbre por la vida y lo inatendido
Tumaco sigue hoy al vaivén del Océano Pacifico. Su memoria aún continua vigente, se construye y se resiente al aparecer la fumiga, palabra para denominar las fumigaciones realizadas con glifosato, implementadas por el Estado para erradicar los cultivo de hoja de coca que empezaron en el año 2000 y continúan hasta el presente.
La llegada de las fumigaciones a Tumaco se asocia con la aparición y extensión de los cultivos de la hoja de coca, el despliegue del Plan Colombia, y la confrontación militar contra la subversión.
El cultivo de la hoja de coca se toma importantes extensiones de tierra de nuestra región, sin percatarse sus sembradores del daño que hace a la selva. Su siembra en tanto que cultivo limpio genera efectos significativos de erosión de suelos en los bosques húmedos tropicales, en donde las pendientes y las altas precipitaciones arrastran altas cantidades de material edáfico. De su mano llegaron el Plan Colombia y los paramilitares, quienes hicieron sus primeras incursiones en la segunda mitad del año 2000 con la incursión de un grupo de 400 hombres, denominado Bloque Libertadores del Sur, comandado por Guillermo Pérez Alzate, conocido como ‘Pablo Sevillano’
De esta manera, no solo su población sino la de otros centros urbanos y las áreas costeras, se entremezclan en una cartografía del terror y de crueldad, con la ejecución de asesinatos selectivos y masacres sobre sus habitantes.
Las fumigaciones repercuten en la comunidad; se perpetran daños progresivos en los ecosistemas, en la red de los afluentes que arriban al Océano, lo que afecta la seguridad alimentaría de su población. A tal punto, por ejemplo, que para el año 2005, en el municipio de Tumaco, las comunidades de los ríos El Salado y El Dulce se habían organizado para un proyecto de producción de panela de trapiche, que no se ejecutó porque sus cultivos de caña a pequeña escala quedaron totalmente quemados por las fumigaciones realizadas de manera indiscriminada. Al mismo tiempo, las practicas tradicionales de producción se han interrumpido, de un lado por el crecimiento de los cultivos de hoja de coca y, de otro, por la aplicación de una política ambiental forzada en los territorios.
El agua como recurso indispensable y controlado por las comunidades se ha visto afectada, hasta tal punto que una comunidad como esta, que cuenta con varios ríos, no puede consumirlas ni usarla en el riego, debiendo cargarla desde otras fuentes.
Con la fumiga, la biodiversidad de las selvas, así como los recursos acuáticos, se convierten en teatros de crueldad. El valor de la vida, representado en el derecho indivual y colectivo al alimento, como el mismo derecho a la sobreviviencia y reproducción, son negados.
El recurso fluvial es derecho ignorado y por lo tanto la fumiga se convierte de desequilibrio socio-ambiéntal, que genera enfermedades, como ocurre en las comunidades indígenas Eperara Siapidaara, donde sus efectos causaron, entre el 25 y 26 de abril pasado, la muerte de los menores de edad Evelio Chirimía, Yeison Chiripúa y de María Sandra Mesa Mejía, dejando a otros gravemente afectados de salud. Esta comunidad está agrupada en ACIESNA (Asociación de comunidades indígenas de la Costa del Pacifico de Nariño), organización que representa a las comunidades indígenas de Boca de Satinga, el Municipio de Olaya Herrera, el Charco, la Tola, Tumaco e Iscuandé, las cuales, reclaman el pleno derecho a la vida, la cultura, y a sus territorios por mantener su tradición como pueblos amparados en los derechos constitucionales de 1991.
Se perfila en toda esta dimensión agresiva de las fumigaciones, procesos de segregación, exterminio, desplazamientos, y marginamiento de los grupos colectivos. En efecto, a Tumaco llegaron en noviembre de 2005, 622 personas desplazadas de ocho veredas de la Costa Pacífica como resultado de las operaciones antinarcóticos. También, en esta desestabilización de los territorios incide el “reagrupamiento” de miembros de estructura paramilitar conocidos hoy como «bloque nueva generación de autodefensas», los cuales actúan en veredas del municipio de Cumbitara.
Sin embargo, la protesta no se dejó esperar. Para mayo de 2006 sus habitantes se manifestaron en la Costa Pacifica nariñense, reprimidos por la fuerza pública con gas pimienta, como se sabe prohíbido por las convenciones internacionales.
Territorio: el sentido de la resistencia
La territorialidad se expresa y se ejerce en paisajes colectivos, que deben ser representados en un Mapa por las instancias de la memoria de quienes merecen ser mirados a través de la historia y en el conjunto de la sociedad como expresión de su condición y sus espacios de vida. Es la memoria de las comunidades que representa múltiples facetas de su propia historia.
En estas condiciones, la memoria cartográfica en la representación política requiere crear espacios de concertación, validación, autonomía, democracia, pervivencia por los derechos en los recursos que garanticen el espacio geográfico de las comunidades.
La marginalización en cualquier forma de representación, como por ejemplo en grupos sociales minoritarios y étnicos, debe ser combatida en todo los lugares. Así, tanto los derechos de grupos sociales minoritarios como los étnicos deben ser consecuentes y compatibles con las reivindicaciones de todo los grupos en desventaja en la sociedad, porque todos los individuos que componen estos espacios, son excluidos y marginalizados de la diferencia.
De otro lado, se requiere validar los derechos por una representación política con miras a proteger, satisfacer las reinvidicaciones territoriales, los ecosistemas acuáticos que permitan el beneficio de las comunidades una viabilidad de un espacio social, una construcción cultural y una organización política diferenciados, democráticos y fortalecidos por la igualdad. Así lo manifestaron en la toma de la Iglesia de San Francisco de Bogotá (septiembre de 2005) diversas comunidades Afrocolombianas del territorio nacional. que demandaron salud, censo, educación y ambiente (ley forestal). Acuerdos en su mayoría incumplidos por el Gobierno nacional.
En estos múltiples esfuerzos hay que dimensionar una verdadera interrelación hacia el ejercicio de los derechos en la aplicación de la territorialidad, según como lo anota Eduardo Restrepo, “Territorio que implica no simplemente el derecho a la tierra, sino un ejercicio de territorialidad colectiva con base en la autonomía…Identidad como la posibilidad del ser de la comunidad negra de la igualdad y la diferencia …cultura como el anclaje y amarre del territorio y de la identidad como el hacer y el imaginar del ser de la comunidad”.
En esta alternativa, se hace necesario un pasado y un presente memorizado que responda a un proceso que genere nuevas formas de vida y mejore las contenidas. Desde el pasado el presente alcanza toda una significación lo que debe ser el futuro de estas comunidades. Es descifrar lo inatendido y no limitarse a un reconocimiento del presente. Se plantea la instancia de un pensamiento comunitario que se permita simétricamente mirar una retrospectiva y dando lugar a una prospectiva del presente hacia una geografía de la memoria, de la resistencia.