oposicion e izquierda en iran
Los acontecimientossitúan a Irán en el centro de la actualidad. Las protestas de los estudiantes, las amenazas y maniobras de EEUU, las detenciones enFrancia y las protestas han merecido espacio, pero en muchos casos se sigue sin profundizar en la realidad de la oposición iraní de izquierdas.
Se ha querido presentar a las tendencias reformistas que se aglutinaban en torno al presidente Khatami y las fuerzas monárquicas en el exilio como las alternativas al actual régimen.
Los primeros se encuentran en su momento más débil, los recientes resultados en las elecciones locales así lo atestiguan, y, además, las divisiones en su seno pueden debilitar aún más ese llamado «proyecto reformista».
Por su parte, los monárquicos quieren aprovechar la política exterior norteamericana en su favor, de ahí sus importantes vínculos con los neoconservadores de Washington y con los lobbys judíos.
Pero estas dos fuerzas no son suficientes para explicar los recientes movimientos. Se hace necesario tener en cuenta la presencia de otras fuerzas progresistas o de orientación de izquierda.
Así, nos encontramos con los Mojahedin-e-Khalq (MEK, organización de los Muyahidin del Pueblo, que estos días ha sufrido la redada ordenada por el Ejecutivo francés) y la alianza creada en torno suyo, Consejo Nacional de la Resistencia Iraní; el tradicional Partido Comunista de Irán, más conocido como Tudeh Party; y otras organizaciones de izquierda como el Partido Comunista de los Trabajadores de Irán o las diferentes facciones de los Feda’iyan.
Las raíces de los Mojahedin las encontramos en los años 60, en torno a un grupo de estudiantes y trabajadores que van forjando una ideología que engloba temas musulmanes, teorías chiítas, la filosofía de los clásicos marxistas y conceptos de guerra de guerrillas y lucha armada.
A pesar de ser señalados como una organización marxista e islamista, ellos rechazaban la primera, prefiriendo la definición de socialistas. En 1965 se forma oficialmente el grupo.
Las acciones contra el régimen dictatorial del shah le colocan pronto en el punto de mira de la represión del mismo. Junto al resto de organizaciones opositoras al dictador, promueven el cambio en el país, que se materializará en la revolución islámica iraní en 1979.
Previamente, en los años 70, las tensiones dentro del grupo dan lugar a la formación de dos tendencias dentro de los Mojahedin, los llamados «marxistas» y los «musulmanes». El cruce de acusaciones y la manipulación interesada de estas fricciones por parte de fuerzas externas (seguidores de Khomeini lo supieron rentabilizar) les conducen a un momento de debilidad. No obstante, cuando triunfa la revolución islámica, la organización «musulmana», dirigida por Masud Rajavi, se encuentra muy organizada y con un importante potencial armado y político.
En un primer momento intenta mantener una postura dual, que le permita maniobrar ante los nuevos dirigentes y el resto de organizaciones de izquierda, sin ser acusada de favorecer ni a unos ni a otros. Sin embargo, los choques con la dirección de los clérigos no tardan en llegar. Las tensiones se multiplican y desembocarán en el intento de alzamiento promovido por los Mojahedin en junio de 1981, que tras fracasar dará lugar a una feroz represión del régimen khomeinista.
A partir de ese momento, los Mojahedin van a entrar en una etapa de transformación condicionada por diferentes factores. El fracaso de la insurrección de 1981, el exilio forzado de sus dirigentes, la pérdida de buena parte de cuadros y militantes por la represión, la ruptura de los lazos de comunicación entre la dirección y las bases del país y los cambios que se producen en torno a los exiliados de París, tranformarán por completo la organización, resaltando el resultado de un desmesurado culto a la persona de su líder carismático, Masud Rajavi.
En 1981, los Mojahedin impulsarán la formación del Consejo Nacional de la Resistencia Iraní, entidad que aglutinará a su organización junto a otros grupos, pero rechazando la participación de los monárquicos, por su relación directa con el shah, y del Tudeh Party, a los que a acusa de colaborar con el actual régimen iraní.
La mayoría de organizaciones de izquierda y los Feda´iyan rechazarán tomar parte, a excepción de una escisión de estos últimos. Posteriormente vendría su instalación en Irak y colaboración con Saddam Hussein, lo que le restará apoyo dentro de Irán.
Las organizaciones en torno al movimiento de los Feda´iyan han sufrido la misma represión que los Mojahedin, tanto bajo el shah como bajo el régimen actual. En los años 60, un grupo de personas descontentas con la actitud del Tudeh comenzarán a impulsar nuevas formas de organización dentro de la izquierda iraní. De ahí surgirá en 1971 la Organización Iraní de las Guerrillas de los Feda´iyan del Pueblo, que lanzará una campaña armada contra el régimen dictatorial del shah.
La respuesta del régimen, en forma de brutal represión, le lleva a sufrir importantes pérdidas, pero logra mantenerse entre las bases sociales del pueblo iraní. A partir del año 1976, las diferencias internas darán lugar a la división entre la facción mayoritaria y la minoritaria, que se materializará en 1980.
La primera abandonará el uso de la lucha armada y pasará a colaborar con el Tudeh, mientras que la segunda mantendrá los principios fundacionales, a pesar de que posteriormente sufrirá también algunas divisiones.
La revolución islámica llega en un momento en el que los Feda´iyan se presentan como el grupo mejor organizado y, tal vez, el más poderoso de toda la escena opositora. Su oposición desde el primer momento al régimen religioso que querían implantar los clérigos iraníes y su propio potencial, les convierte en uno de los objetivos primordiales del nuevo régimen.
Las divisiones, junto a algunos errores estratégicos y la violenta represión del régimen, acabarán casi por completo con los Feda´iyan y su papel en la sociedad iraní perderá toda su anterior importancia.
Los intentos de colaboración entre los Mojahedin y los Feda´iyan han fracasado en todas las ocasiones. El rechazo por parte de los segundos del islam, por su ideología laica, así como diferencias en cuanto al papel que cada organización asumiría, han sido claves para esos fracasos de cara a la unidad.
Desde los segundos se suele acusar a los Mojahedin de buscar el poder, dejando de lado la revolución social que ellos preconizan.
Los acontecimientos de estos días pueden ser una prueba de que las organizaciones de izquierda iraníes todavía están desempeñando un importante papel dentro de la sociedad.
Las protestas de estudiantes y de algunos trabajadores, aspecto éste silenciado por los medios de comunicación, serían la prueba de ello. Estas manifestaciones no responderían a los deseos reformistas (los gritos contra Khatami lo demuestran), ni tampoco han sido impulsadas por la precaria base social de los Mojahedin. Todo parece apuntar a que el trabajo que han venido realizando desde la clandestinidad las diferentes organizaciones progresistas iraníes está comenzando a dar sus frutos. Y la existencia de esa compleja red de apoyos es el fruto de una organización en alza.
Es cierto que todavía es pronto para evaluar la potencialidad de este movimiento. Además, la represión interna, el oculta- miento sistemático que practican los medios extranjeros y la desconfianza y rechazo que generan entre los responsables de la política exterior norteamericana, serán obstáculos que deberá superar para lograr afianzar su proyecto político.
En definitiva, la izquierda iraní podría estar dando sus primeros pasos después de mucho tiempo de permanecer «desaparecida». -
(*) Txente Rekondo: Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)
Tomado de gara