Delincuencia, inteligencia y contrainsurgencia

17.Sep.06    Análisis y Noticias

Cuanto estuve en Colombia en el exilio era común escuchar que el mayor tráfico de drogas pasaba por las fronteras con la connivencia de las autoridades. Luego en otros países escuché lo mismo. Grandes contenedores entran y salen de diferentes países por aire, mar y tierra asegurando la circulación masiva de los más variados tipos de drogas, blandas y duras.

En la cárcel de Johannesburgo, Sudáfrica, donde estuve dos meses prisionero, conocí varios mulas latinos, cargadores de droga que viajaban por distintos países. Había peruanos, colombianos y otros más. Ellos relatan que es muy extraño que las autoridades estén dateadas acerca de quienes son los portadores. La idea que circula es que los portadores que se arriesgan en los aeropuertos con la promesa de fuertes sumas monetarias no son más que un volador de luces, una distracción para la opinión pública, un diversionismo tendiente a que se instale la idea de que es por ahí que pasa la droga y que las autoridades están eficazmente controlando y deteniendo a los autores de tan vil delito. De más está decir que en otras cárceles que he “visitado” se comenta lo mismo, aunque los más favorecidos, por ejemplo con subsidios a sus familias, guarden la ley de la Omertá, es decir, en boca cerrada no entran moscas… ni balas…

Por otra parte, he tenido acceso y leído con detenimiento algunos textos publicados por ILSA de Colombia relativos al narcotráfico, donde una de las ideas que más captó mi atención era sobre el rol de este negocio en la cadena del capital internacional. La red del narcotráfico articula productores, laboratorios de transformación, transportes, etc. y cuenta con planillas de pago a los más disímiles niveles de las diferentes estructuras que tienen que ver con el control de las entradas y salidas de los países, así como de la estadía en ellos.

Sobre la base de esa red se acumula un poderoso capital que se deposita en bancos instalados en paradisíacas islas caribeñas, tipo Caimán y Aruba, pero a no dudarlo también deben estar envueltos los más famosos bancos mundiales. Si no se hubiese destapado la olla del Banco Riggs, los dineros de Pinochet aún seguirían allí descansando el sueño de los justos en la más absoluta impunidad. Ya Contreras, el hombre de confianza del ex dictador, encargado de los negocios sucios, rompió la Omertá y delató al individuo afirmando que parte importante de esos fondos son provenientes del narcotráfico. Vaya a saber uno si el infidente es confiable.

El caso es que sabemos que el capital no tiene ética, que no es posible su humanización, de modo que es un hecho que los bancos y demás organismos aceptan sin pudor la enorme circulación financiera derivada de las fumadas e inyectadas que se multiplican entre las víctimas del propio capital. Distinto es cuando los medios naturales son utilizados como parte de actividades comunitarias, sea ello basado en las tradiciones y cultura ancestral, sea sobre la base de los procesos de reconstrucción del carácter gregario del ser social. Una cosa es el comercio infame que busca la adicción de sujetos individuales separados y en competencia los unos contra los otros, y otra cosa es el consumo de ayahuasca en las ceremonias amazónicas, por sólo citar un ejemplo.

La hoja de coca es cultura milenaria, pero parte de ella es desviada, mezclada y trabajada con componentes químicos en laboratorios para hacer la cocaína, lo que es igual para todas las drogas y más aún, hay algunas de pura química, con los consabidos daños cerebrales. Cuando la DEA y los gobiernos persiguen a los productores, eso también es diversionismo, pues ya llevan años en eso y el tráfico está aún más acrecentado.

Poder y dinero, esas son las mecas del capital. Todos los que tienen poder y riqueza lo tienen solamente gracias a que han puesto en juego cierto capital obtenido de forma nonc santa, y una vez que lo tienen, la ambición los ciega y van por más. El fenómeno de la corrupción no es circunstancial.

Por ejemplo, en mi caso, llegando a Chile hice dos proyectos sociales que fueron aprobados en un municipio de Santiago, pero luego me expulsaron porque me negué a darle una “contribución” de mi salario a la presidenta de la junta de vecinos, militante del PC y ex candidata a concejal, sabiendo de ello el alcalde, que había sido militante del partido en que yo milité durante 20 años, y el representante del ministerio del Interior, a la sazón militante del PPD, partido de gobierno. Se inventaron chapuzas y dinámicas paralelas para vaciar mis actividades y crear la imagen de “innecesario”, con lo que el salario se destinó a otra persona, de “confianza” de la presidenta.

Pero es un pelo de la cola, ya que el PT en Brasil mostró que la izquierda no escapa a los jugosos premios del acceso a los aparatos, tal como hicieron parlamentarios del Partido Socialista en Chile que fueron sorprendidos en el caso de las coimas derivadas del caso del Ministerio de Obras Públicas.

En Italia, cuna de la mafia, los jueces persiguieron durante un buen tiempo a los parlamentarios que recibían sus fuertes cuotas monetarias de la Mafia Siciliana y del Vaticano, en lo que se llamó el proceso de los jueces de las manos limpias, lo que no me creo mucho (lo de limpias), ya que del Banco Ambrosiano sólo fueron cambiados algunos telones conservando los entretelones donde el aparato papal está más que bien envuelto.

Y a propósito de jueces, el tal Garzón que organizó el show de la prisión de Pinochet, que ahora anda paseando por el mundo dando una de partidario de los derechos humanos mientras ha perseguido con tutti a los independentistas vascos, se ha puesto al lado de los derechos humanos de los mapuche, que por su vez han declarado que su lucha es semejante a la del pueblo vasco. Eso significa que Garzón es un vivo, ya que aspira a mejorar su imagen y al mismo tiempo meter la cizaña entre los luchadores mapuche para que sean “democráticos” y con el pretexto de los derechos humanos acepten las reglas del juego. Ese es un truco ya conocido.

Cerrado el paréntesis, sigamos con la corrupción:
En Brasil hay un dicho en las poblaciones periféricas: En las ocupaciones o poblaciones nuevas no hay circulación de droga, pero cuando se instala el cuartel policial, llega el narcotráfico. Es sabido que desde los cuarteles se manejan los hilos del tráfico y las pretendidas batallas entre narcos no son más que muchas veces enfrentamientos entre policías traficantes y civiles ídem. Cuando atrapan un “avión”, que es como llaman al mula en Brasil, lo aprietan para saber las fuentes de aprovisionamiento y las siguen para agarrar los hilos y tomarlos ellos. Las parejas de policías o los grupos operativos se reparten la torta. Entran en contacto con el distribuidor y se ofrecen para ser ellos los distribuidores intermediarios que dirigen a los aviones. Lo mismo sucede en Sudáfrica, donde la corrupción es candela desde la farsa de Mandela (hice un verso).

Mandela es un farsante, ya que aceptó el trato con los blancos del apartheid para repartir la torta del estado entre la burguesía negra y las fracciones blancas ligadas al capital internacional una vez asesinado el secretario general del Partido Comunista que resistía las presiones negociadores de miembros de su comité central que optaron por entrar en el juego. Este secretario asesinado dirigía la guerrilla llamada Lanza del Pueblo, que no era muy bien vista por la burguesía negra del CNA (Consejo Nacional Africano).

Una vez la burguesía negra en el poder, se extiende la red de la contrainsurgencia hacia Soweto (la enorme periferia pobre que rodea Johannesburgo) y otros barrios populares. Personalmente me tocó asistir a redadas, registros de pasajeros de buses y cierres de barrios con el pretexto de perseguir a los narcos, mientras crecían los desalojos y represión a los que luchaban contra los cortes de luz que efectuaba el estado a los que no podían pagarla, que se fueron agrupando por miles en diferentes ciudades uniéndose en comités populares con los desalojados o amenazados de tal por no pagar las cuotas habitacionales. Fueron los anti-eviction (eviction es desalojo).

Así, en las favelas de Río, periferia de Sao Paulo y Soweto –lugares donde estuve trabajando con organizaciones comunitarias y fui testigo directo de lo que digo en este artículo- se entrecruza extrañamente el fenómeno del narcotráfico con la represión a las organizaciones sociales barriales y de localidades. El hecho es que hay una extensa red policial que cubre y controla esas regiones, consideradas de grave explosividad social.

La hipótesis que surge de inmediato es que las autoridades, sean de derecha, centro o de izquierda, están seguras de que nunca tendrán solución para esa gente, para los millones de parias que viven en las periferias de las grandes ciudades, como dice la declaración de Chanavayita, donde están siendo empujados y acorralados los pobres expulsados por el acaparamiento de las tierras, la depredación de los bosques, el envenenamiento de los ríos y mares, etc.

Por lo tanto, si no habrá solución, hay que desarrollar las estrategias de control. Se organiza una verdadera prisión social donde el acoso es sistemático con el argumento de la persecución a los narcos. Vengan a las ciudades empujados por el capital que pasa la aplanadora por las áreas rurales, desérticas y montañosas, pero aquí no hay chance, deben someterse al más estricto control. Eso es contrainsurgencia pura. Vaciar los campos para empujar al ganado social a las prisiones de las periferias donde serán consumidos por la droga y asegurados por la policía como perros mordiendo las patas de las ovejas.

El tráfico se está presentando para los desempleados como una fuente de trabajo y miles de aviones y mulas tienen su vida asegurada junto a sus familias, puesto que los jefones cuidan de entregar alguna cantidad a los familiares para callar las bocas prisioneras y a los miembros de sus hogares.

De esa manera la droga, que siempre ha sido presentada por las izquierdas como una “evasión” que duerme las conciencias, presenta un trasfondo mucho más profundo: una enorme red de acumulación capitalista que envuelve autoridades civiles y militares de los más altos rangos hasta los más bajos, que al comienzo están obligados por la disciplina, pero luego quedan envueltos en la complicidad de la que no pueden escapar.

Una estudiante de mis clases de derecho en universidades brasileñas –y no fue la única vez- me dijo que era miembro de la policía y que en el cuartel era la única que resistía la red, “soy la única que no ha entrado en el esquema, ¿qué hago, profe?”.

Si los mandos están en eso, entonces es política oficial, pero como no puede ser llevada adelante por las estructuras abiertas, debe hacerse por vía de los aparatos de inteligencia.

Esta política institucional se corresponde con la nueva estructura orgánica del capital, donde ya no es posible el trabajo estable, existiendo la precariedad, la falta de derechos y la inestabilidad en todos los terrenos junto a un creciente desempleo que la moderna tecnología no necesita absorber. En el campo esa política del capital se complementa con el llamado trabajo temporal, de los temporeros y temporeras, que trabajan por períodos de cosecha solamente en algunos rubros. Y es sabido que lo que reúnen ahí en dinero no les alcanza para vivir el resto del tiempo.

Por lo demás el narcotráfico es una manera de estimular la conciencia y la práctica mercantil, ya que el consumidor adicto debe conseguir dinero de alguna manera para acceder al producto, es una compraventa, y como no hay empleo, muchos deben quebrar las reglas de la propiedad para obtenerlo o promocionar su cuerpo y girar en un círculo vicioso como el perro mordiéndose la cola. El consumidor se endeuda y aterrorizado bajo la amenaza de una cuchillada o una bala se envuelve aún más en la espiral de la dependencia, como las tarjetas de crédito de las grandes tiendas y bancos, que amenazan con embargar los muebles y artefactos de la casa llamando una y otra vez a los infelices deudores.

Bajo esas condiciones no es extraño que la gente ya no crea en nada y aumente la abstención electoral y el descrédito de las instituciones, así como crecen las ilusiones de la izquierda electoral que sólo consigue envolver a sectores de la población en políticas que no llevan a nada pues igual hay que seguir administrando el capital. Las organizaciones políticas se quejan de que la gente “no participa” y van detrás de ellos para ponerse adelante, para explicarles acerca del capitalismo y concientizarlos.

Para retirar a la gente del consumismo, de la droga, de la llamada delincuencia, del mercado y del estado, no basta con organizarse para luchar por los derechos o para acceder a los gobiernos. Eso ya se está evidenciando como muy insuficiente. Hace falta practicar, mostrar y desarrollar formas concretas de una sociedad alternativa.

Eso se está haciendo ya en diferentes lugares, como en los municipios autónomos zapatistas, regiones bolivianas, MTDs autónomos argentinos, comunidades mapuche, colectivos culturales y autogestionarios en las periferias de las ciudades, comunidades originarias, en fin, en muchas partes.

No es un camino, ya que cada espacio social, comunidad y localidad debe hacer el suyo, pero vaya si estimula saber que otros tienen las mismas preocupaciones y buscan alternativas con autonomía, sin esperar que lleguen las lecciones de alguien o las vanguardias a conducir algún proceso.

Abrazos
Profesor J