La revolución que el viento se llevó

22.Mar.07    Análisis y Noticias

Cuando los barbudos bajaron de la Sierra Maestra en Cuba, hicieron pedazos a la vieja escuela de la izquierda que se debatía en intensas discusiones entre los estalinistas rusos, los estalinistas chinos y sus respectivos seguidores, de cómo había que tomarse y dirigir el poder para llevar el capital a su máxima potencia. La plusvalía continuaba, pero esta vez se destinaba a satisfacer necesidades populares, muy simpático, pero a la vez sumamente dramático, ya que por esa vía jamás se establecería una sociedad sin clases. Los acuerdos de Yalta establecieron la era de la coexistencia pacífica de disputa entre los dos bloques donde unos y otros se tironeaban los países como perros peleando un hueso, los occidentales capitalistas etcétera por un lado y el capitalismo de estado por el otro.

En esa época a los rebeldes cubanos no les quedó otra alternativa que plegarse al bloque dirigido por la URSS, ya que de otra forma serían rápidamente aniquilados por la primera potencia occidental que estaba ad portas.

Eso confundió a muchos dirigentes revolucionarios de nuestro continente Abya Yala, que pensaron que era una necesidad a ser reproducida en todas partes y así las guerrillas que se extendían por todos lados aceptaron trabajar con los destacamentos estalinistas que poco a poco asumían la dirección de operaciones y las líneas estratégicas de acumulación de fuerzas, por más que algunas organizaciones realizaban denodados esfuerzos para constituir coordinadoras revolucionarias en la línea del pensamiento del Che, como la del Cono Sur, que fue arrasada por las fuerzas combinadas de los estados. La Coordinadora Bolivariana de Colombia entre las FARC, ELN y otras fuerzas tuvo corta vida, en especial por la rigidez de los estalinistas farianos que hoy día atacan a las columnas elenas como si fueran enemigos. Pero eso era de esperar, conociendo la historia de esas formaciones.

Así, los procesos rebeldes que se extendían por todas partes no sólo encontraron problemas de teoría, táctica y estrategia, sino fundamentalmente problemas organizativos y ausencia de arraigo en la población. La centralización en los mandos hacía que para el sistema bastara con acabar con los cuadros dirigentes para terminar de raíz con la insurgencia, puesto que dicha raíz estaba arriba, en la burocracia, y no en la gente.

Así la revolución continental fue llevada por el viento reformista y las malas costumbres de partidos y orgánicas autoritarios. Fue más que nada una autoderrota. Basta ver por ejemplo a muchos tupamaros, muy rebeldes ellos, que hoy dirigen el gobierno uruguayo sin que se les mueva un pelo. ¿Se viraron? ¿O siempre tenían esa inclinación?
O en Chile, donde viejos dirigentes miristas ocupan cargos junto al sistema, o en Bolivia donde antiguos dirigentes izquierdistas caen al ser descubiertos en medio de la corrupción.

En la actualidad muchas agrupaciones guevaristas, simpatizantes de aquellos barbudos de la sierra, se han incorporado a trabajar en las organizaciones sociales y han modificado notablemente sus formas organizativas, llegando algunas de ellas a plantearse más la construcción del poder popular para avanzar hacia la sociedad sin clases, el no poder, que a acumular fuerzas para dirigir y administrar el capitalismo de estado.

Ambas corrientes adquieren renovadas fuerzas y presencia en el continente, al parecer los vientos soplan fuertemente por estos lados. Por una parte los reformistas se instalan en algunos gobiernos o apoyan otros y se esfuerzan por atar a los movimientos sociales y por la otra los nuevos movimientos llenos de viejos militantes que aprendieron la lección se organizan y movilizan con autonomía, con lo que se va produciendo un acercamiento histórico entre ellos con los anarquistas y las comunidades originarias, como sucede por abajo entre diversos sectores venezolanos, la Coordinadora del Gas de Bolivia, los zapatistas, Oaxaca, regiones de Colombia y muchas otras partes.

El gobierno chileno acaba de dar un duro golpe a la Coordinadora mapuche Arauco Malleco con la detención de Huenchunao, pero llegan demasiado tarde, pues el arraigo está en las comunidades, de donde saldrán cientos y miles de otros Huenchunao o Huentelaf a continuar la batalla por la autonomía.

Así la experiencia está enseñando que la importancia de las comunidades, rurales o barriales, va más allá que ser el caldo de cultivo o la base de sustentación de fuerzas que disputan el estado, ya que está visto que es allí que se establece la resistencia, la propuesta y la construcción. Ya no basta en los barrios contar con la dirección de la junta de vecinos o una radio, sino que es necesario pasar a la fase de que la población salga de las casas a entrecruzar sus vidas y hacerla en común. No es suficiente cada cierto tiempo “salir a combatir” para luego regresar a la cotidianeidad sistémica. La rebeldía es una cuestión social, de autoorganización para cambiar las formas de vida de lo cotidiano y allí resistir los embates del estado para extender lazos fraternos horizontales hacia las otras comunidades e ir tejiendo el entramado de la nueva sociedad por abajo y por fuera de las instituciones, sean ellas presentes o de futuro, de manera que la estrategia debería ser elaborada en cada lugar, por la propia gente, para desarrollar la escuela participativa social donde las asambleas barriales y locales tomen decisiones sobre sus pasos de sobrevivencia y de defensa contra las agresiones estatales.

Por esos lazos horizontales entre comunidades y barrios debería circular una nueva economía, una economía alternativa basada en la autogestión, cooperación, solidaridad y apoyo mutuo.

La lucha ideológica ha salido de los espacios teóricos para hacerse carne en la práctica social de autoorganización en localidades, barrios y comunidades, lugares de donde saldrá una nueva subjetividad rebelde y constructiva.

Abrazos

Profesor J