Alma Gloria Chávez/Colaboración especial
Indymedia Chiapas
Domingo 25 de Marzo de 2007
«Hay que seguir contando nuestra historia, que es la defensa de un lago y sus recursos naturales… la razón de ser y existir de todo comunero».
En una asamblea comunitaria
El lunes 19 de marzo, miembros de la comunidad indígena de Zirahuén y de algunos de sus anexos (Cópandaro, Agua Verde, Turián y Santa Ana) se die-
ron cita en el paraje denominado Huanandico para volver a levantar el cercado que desde el año 1988 delimitaba los terrenos que ellos mismos reforestaron como parte del proyecto de recuperación vegetal del lago y que hace algunos meses fue «adquirido», sin consentimiento de la comunidad, por la empresa Desarrolladora y Comercializadora, perteneciente a la Organización Ramírez.
Cuando en octubre pasado la empresa llegó a «tomar posesión» del lugar, cortando el alambrado y derribando postes para levantar una malla ciclónica, los comuneros hicieron acto de presencia deteniendo estas acciones que además afectarían la reforestación hecha hace cerca de 20 años.
Las consecuencias: don Bulmaro Cuíriz Hurtado, presidente de Bienes Comunales, y Marcos Paz Calvillo fueron acusados de despojo… de sus propias tierras. Detenidos en Pátzcuaro, permanecieron cuatro días encarcelados, logrando su libertad mediante la movilización de muchas voluntades, conscientes de la justeza de la resistencia comunal, además de los buenos oficios de los asesores legales de la Unión de Comuneros Emiliano Zapata.
La comunidad indígena de Zirahuén (único Caracol Zapatista ubicado fuera de Chiapas) ha resistido desde muchos años atrás la ofensiva lanzada por intereses extraños a la región, que en nombre del «progreso» pretenden despojarla de sus mejores tierras y aún de sus riquezas naturales. Contando con títulos virreinales de 1731-1733 emitidos por la Real Audiencia y que amparan 21 mil 500 hectáreas de tierras, bosques y en el centro de ellos el lago, desde la misma época Colonial los nativos no han logrado su pleno disfrute, pues las haciendas les despojaron de un buen porcentaje.
En 1915 se logró -mediante trámites y movilización organizada- la recuperación de tierras ocupadas por las haciendas de Tapinva y Tepamio, pero ayudados por el gobierno se establecieron en la región nuevos terratenientes que, además de despojar tierras, iniciaron el saqueo de bosques.
Largos años de trámites ante dependencias y funcionarios encargados de la cuestión agraria lograron que en 1970 se diera la resolución presidencial sobre las tierras comunales. Sin embargo, los resultados no fueron muy alentadores: de las 21 mil 500 hectáreas que se deberían confirmar, solamente se reconocieron 604 hectáreas.
Este reconocimiento tan minimizado, que de ninguna manera se basó en un estudio y medición de campo, favoreció la entrada a la comunidad de gente como Guillermo Arreola Estrada, quien obtuvo concesión para talar los bosques aledaños al lago. Después, pidió permiso para levantar una casa de veraneo y poco a poco fue ampliando la construcción hasta convertirla en un centro turístico. A partir de un cambio del uso del suelo en el lugar, autorizado por Luis Martínez Villicaña, cuando era secretario de la Reforma Agraria, y de un decreto que permite la urbanización, emitido cuando él fungió como gobernador del estado, existe la pretensión de la familia Arreola y de otros empresarios de ampliar y crear nuevos consorcios turísticos, apropiándose de parte del lago y playas anexas.
A pesar de haber sufrido varias represiones, encarcelamiento de muchos y atentados contra su vida, además de las numerosas órdenes de aprehensión que existen para ellos, los dirigentes comunales de Zirahuén y sus anexos, con Marcos Paz y Bulmaro Cuíriz a la cabeza, continúan en la lucha emprendida por sus padres y abuelos en contra de las viejas haciendas de peones acasillados, reorganizando a la comunidad bajo la idea central de recuperar de manera pacífica sus tierras, lago y bosques (además de toda la riqueza de recursos naturales contenidos en ellos) para poder convertirlos en fuente de trabajo permanente «que ayude a detener tanta migración de nuestra gente».
«Queremos que esta gran riqueza de recursos, incluidos los recursos turísticos, se usen para beneficio de la comunidad. No queremos que la sigan explotando unos cuantos ambiciosos que dejan a nuestro pueblos solamente miseria y malos recuerdos, mientras ellos acumulan más y más, sin tener llenadera», nos dicen los comuneros.
Y las mujeres reflexionan: «Ellos, los que vienen a despojarnos, dicen que abrirán fuentes de empleo… que nos traen el progreso. Pero nosotras miramos cómo los empleos que ofrecen son solamente de sirvientes y cómo el progreso consiste en levantar bardas que impiden nuestro paso a lugares que antes fueron de todos y hasta nos miran como extraños… por nuestra propia tierra».
La comunidad trata de avanzar, construyendo terrazas para la protección del lago, recuperando el bosque mediante campañas de reforestación, alimentando huertos de árboles frutales, participando en jornadas de trabajo para construcción de canales, incorporando al sistema de riego tierras en las que se podrán introducir nuevos cultivos, etcétera; todo mediante trabajo colectivo.
Mientras tanto, los planes mercantilistas tratan de destruir estos avances, formando grupos de choque, provocando incendios forestales, repartiendo «generosas» cantidades de dinero para comprar conciencias y dividir a la comunidad, difamando y confrontando.
El día 19 de marzo, en medio de la actividad que comuneros y comuneras realizaban en los terrenos agredidos, volvimos a recordar la historia de la comunidad de Zirahuén, trayendo a la memoria a tanta gente valiosa que, si no físicamente, de alguna manera continúa presente animando la decisión de lucha de quienes, como don Ventura, hace cerca de cien años defienden la propiedad comunitaria como alternativa de vida.