En Rostock, Alemania, harán un llamado a reorganizar el movimiento altermundista
Los activistas contra la globalización neoliberal alistan protestas contra el G8
La Jornada
Venecia, Italia, 2 de abril. En la primera semana de junio los jefes de Estado y de gobierno que integran el G8 se reunirán en el centro vacacional de Heiligendam, cerca de Rostock, Alemania. Los representantes de Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón y Rusia estarán protegidos por una barda de 13 kilómetros de largo y dos y medio metros de alto, enterrada a un metro de profundidad. La valla tendrá un costo de 12.5 millones de euros.
En Rostock estarán también miles de activistas contra la globalización neoliberal, como en la Cumbre del G8 de 2001 en Génova, Italia, y en Gleneagles, Escocia, en julio de 2005. Su presencia quiere ser un grito de furia, un llamado a reformular el movimiento altermundista sobre otras bases, a convertir los centros sociales que existen en casi toda Europa en espacios de reorganización de los trabajadores precarios.
Esa es, al menos, la intención de los asistentes al Globalmeeting que recién concluyó en Venecia, entre asambleas masivas, reuniones de coordinación, conferencias y un concierto de rap a cargo del grupo Asalto Final. Se trata de hacer de las protestas contra el G8 un momento privilegiado en la construcción de la Europa de los de abajo.
Entre las acciones que se impulsarán destaca la realización, el 2 de junio, de una jornada de protesta contra la guerra y el racismo. El día 5 de ese mes se efectuará un día de bloqueos contra la militarización y la guerra, alrededor del aeropuerto de Rostock-Laage. Ese puerto aéreo es usado tanto para propósitos civiles como militares. Se ha convertido en la base aérea del noreste de Europa más importante. Sirve simultáneamente como punto de embarque de vuelos turísticos baratos como para el traslado de soldados.
Para hacer realidad esos bloqueos el movimiento parte de un eficaz tejido organizativo, hilado por los autonomistas alemanes, corriente política particularmente activa alrededor de la ocupación de casas y espacios industriales que fueron abandonados durante la década de los 80, que se ha reactivado alrededor de las jornadas de Rostock.
Ecos de Copenhague
La coordinación de dichas acciones tiene como telón de fondo un acuerdo más general entre grupos que integran dos amplias corrientes del movimiento contra la globalización neoliberal: el autonomista y el anarquista, también conocido como Black Block.
Según Vittorio Sergi, uno de los coordinadores de la asamblea de movimientos realizada en Venecia, ésta “es una asamblea abierta para permitir a los movimientos europeos expresarse y confrontarse, para abrir una nueva fase, conscientes de representar una parte del movimiento que trabaja desde abajo y a la izquierda de manera autónoma, que destruye la idea de los bloques de movimiento nacidos en Praga, que busca la materialidad de necesidades y deseos, y que parte tanto de la defensa de los espacios sociales” como de medios de comunicación recuperados.
En el aire se encuentran las recientes jornadas de protesta en Copenhague. De hecho, al Globalmeeting asistieron algunos de los participantes en esos disturbios y se estableció comunicación directa, vía telefónica, desde la capital de Dinamarca, con uno de los activistas.
Los enfrentamientos entre la policía y los jóvenes radicales en Copenhague empezaron a raíz del cierre y desalojo, por parte de la fuerza pública, de una casa ocupada, emblemática, del movimiento, convertida en centro juvenil alternativo en 1981. El club Ungdomshuset de Copenhague se encontraba tomado desde 1981, y el año pasado fue vendido por el ayuntamiento de la capital danesa a una iglesia conservadora.
El 3 de marzo, un alto número de manifestantes, varios de ellos de nacionalidad alemana, fueron arrestados, en la peor ola de violencia vivida en esa ciudad en muchos años. La policía cargó con toletes, macanas y gases lacrimógenos. Los más de 3 mil insumisos respondieron instalando barricadas y lanzando bombas molotov. El enfrentamiento duró toda la noche. En total, unas 500 personas han sido detenidas.
Las movilizaciones en Copenhague se vieron acompañadas por manifestaciones de adhesión de jóvenes radicales en otras ciudades europeas, principalmente en Alemania.
La flama de Copenhague se ha extendido y alimenta los proyectos de acción hacia Rostock. Federico, activista de los centros sociales de la ciudad de Trento, señaló en el Globalmeeting: “queremos ser radicales y crear conflicto en una ciudad que nunca lo ha vivido y que vivió el desalojo de un espacio común. Hemos decidido -señaló dibujando el Oso, símbolo de Trento, de rosa- crear un puente con la resistencia de Copenhague y todos los centros sociales. ¡Desde Copenhague hasta Trento, los centros sociales y su radicalidad no se tocan!”
También ha estimulado la reflexión. De acuerdo con Cristiana, lo sucedido no es cómo “queríamos construir el movimiento en Copenhague. La lucha que teníamos no es sólo la del derecho de habitar y de la casa, sino en favor de los migrantes, contra la criminalización del Islam, de las culturas juveniles, del hip hop y de los murales. La lucha para Hungdomsuset ha sido para crear algo nuevo. Si miramos Dinamarca, vemos que los movimientos han sido marginados y eso es lo que llevó a perder Hungdomsuset. Si ese tipo de espacios no tienen más derecho a existir, se presenta entonces una situación más oscura”.
Una situación explosiva
Hace menos de una semana en París, Francia, la agresión policiaca contra un migrante que se había metido al Metro sin pagar provocó una batalla campal de proporciones mayúsculas. Diversos usuarios del servicio, en su mayoría jóvenes, se solidarizaron con el agredido y se enfrentaron con los gendarmes. El fantasma de los disturbios en los suburbios de París, en los que fueron quemados centenares de automóviles, volvió a aparecer.
Las llamas de París, como las de Dinamarca, parecen indicar un estado de insatisfacción profunda dentro de una parte nada desdeñable de la juventud europea. No en balde las policías de varios países tomaron medidas preventivas después de los sucesos en Copenhague. “No queremos vivir como si estuviéramos en una second life”, expresaron diversos asistentes al foro, haciendo referencia al mundo de realidad virtual en que los participantes pueden inventarse en la red una vida totalmente ficticia.
Según uno de los asistentes al Globalmeeting, “la asamblea es un punto de no regreso y momento para construir una red de movimiento que lucha por los derechos globales”. De ser verdad esta apreciación, Europa vivirá en los próximos meses una profunda convulsión social.