Dos entrevistas: Como va la lucha de los gitanos por romper moldes sin renunciar a sus tradiciones.

15.Abr.07    Análisis y Noticias

«Los gitanos todavía aguantamos que nos sigan en las tiendas»

Con motivo del día mundial de su pueblo, Noemi Amaya y Rafi Jiménez hablan de su lucha por romper moldes sin renunciar a sus tradiciones

Noemi Amaya estuvo hace días en el campus de Deusto. Atravesó el claustro, se cruzó con varios estudiantes, con algunos profesores con aire atareado, vio los pupitres y aspiró ese olor a madera tan característico de la biblioteca. «Me encantó». Pasó por el local que la asociación Kale dor Kayiko (’gitanos del mañana’, en romanés) tiene en Bilbao antes de ir a casa de una tía. Le tocaba cuidar a uno de sus -«lo menos treinta»- primos. «No se sorprenda, una familia gitana puede llegar a tener 200 miembros», explica. La chica quiere estudiar Derecho Económico el año que viene y sueña con «participar en un juicio de esos que salen en las películas americanas». Ahora se prepara para la Selectividad.

Será la primera mujer en su familia que vaya a la Universidad. Y la primera gitana vizcaína que estudie en Deusto. No conoce en persona a Rafi Jiménez. Sí ha oído hablar de esta otra joven vitoriana de 28 años, de padres gitanos, licenciada en Trabajo Social. «Iba para Enfermera, de quirófano, pero aquel año pedían un 8,81 para entrar y yo me quedé con un 7,8», recuerda la única gitana con carrera de Álava, y de todo el País Vasco que se sepa, a quien no le choca «que las niñas gitanas de ahora quieran estudiar». Hoy muestra los frutos de sus años de estudio en el colectivo ‘Gao lacho drom’ (’el pueblo en el buen camino’) en Vitoria. Tanto Noemi como Rafi han sabido hacer convivir tradición y modernidad, a la vez que hacer visible su papel en la sociedad.

«La cultura gitana está desde hace siglos en la esencia de este país». Eran las palabras que Carmen Calvo, ministra de Cultura, dirigía hace meses a los congresistas, ante lo que mañana toma forma: la Fundación Instituto de Cultura Gitana. Entidad que se crea con objeto de «desarrollar y promocionar la historia, la cultura y la lengua gitanas en todas sus manifestaciones y difundir su conocimiento». Para comenzar a funcionar, Cultura aportará los primeros 600.000 euros. Llega en el mejor momento: el domingo, 8 de abril, se conmemora el Día del Pueblo Gitano en todo el mundo. Parte de la comunidad gitana del País Vasco también celebra su día el 16 de noviembre.

«Difundir la cultura»

No en vano, los gitanos llevan en España desde el siglo XV. Aunque no hay un censo único, se calcula que hoy son 800.000 (doce millones en todo el mundo, distribuidos en cuatro continentes), el 2% de la población. 16.000 sólo en Euskadi, según unas cifras oficiales pendientes de actualizar que no tienen en cuenta, por ejemplo, los inmigrantes gitanos procedentes del Este de Europa. «El 10% sigue viviendo en chabolas, uno de cada cien acaba en la Universidad (casi siempre, mujeres) y hoy la escolarización llega, prácticamente, al cien por cien», explica Carmen Méndez, antropóloga.

También son los ciudadanos con mayor necesidad de medios, y «los más rechazados», según el Barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). La misma encuesta dice que a más del 40% de los españoles le molestaría «mucho o bastante» tenerlos como vecinos y a uno de cada cuatro no le gustaría que sus hijos estén en la misma clase que niños de familias gitanas. En su aula, Rafi era la única, todos los demás ‘payos’. Sacaba buenas notas, como Noemi.

NOEMI AMAYA

18 años. Bilbao

«No por estudiar estoy ‘apayada’»

Su abuelo está bautizado en varios sitios distintos y, de hecho, no sabe con exactitud el lugar donde nació. A Noemi Amaya le produce risa… y respeto. Su vida ha sido bien distinta a la de sus ancestros, que viajaban de un lugar a otro con el carro de la venta ambulante de chatarra a cuestas, a hacer la vendimia, al mercadillo… Escolarizada desde niña en el modelo D de enseñanza en Bilbao, habla euskera con normalidad y romanó a medias. Su padre quería «dar un buen futuro a sus hijos». Su madre, que nunca pudo aprender a leer ni escribir y que la tuvo a los dieciocho años, también. «Conozco a chicas que dejaron los estudios por problemas con los profesores. Una vez oí a uno decir que, total, para qué se iba a esforzar en enseñarles, si a los catorce años iban a dejar el colegio para casarse. Me dolió. Pero mi experiencia en las clases ha sido buenísima».

Los suyos la aceptan y las suyas, cuando se enteran de que le cuesta desengancharse de leer novelas históricas, la admiran. Desde el área de juventud de la asociación Kale dor Kayiko, trata de ser referente de los más pequeños. Y de transmitir que «no por estudiar las mujeres gitanas estamos ‘apayadas’. «Yo sigo con celo mis tradiciones». Tiene claro que, cuando llegue el momento, se casará por el rito gitano. Guardará su virginidad hasta ese día y se someterá a la prueba del pañuelo, la que busca comprobar si la novia ha preservado la virginidad. El respeto a los mayores, cuidar a los abuelos son también aspectos que asume. Y con un «me encantan mis costumbres, de verdad», la joven cierra toda discusión posible al respecto.

Ahora bien, tener hijos es otro cantar. Y si hay que adoptarlos, «¿por qué no?». ¿Y las gitanas se casan con no gitanos? «Anda, ¿y por qué no iba a poder ser?», responde. «Oye, ¿y hay feminismo gitano?»… Entonces ya duda. «La mujer es la que manda en casa y la que transmite la cultura, pero de puertas para afuera se ve al patriarca gitano y su papel de autoridad. Hay que molestarse en conocernos», avisa.

RAFI JIMÉNEZ

28 años. Vitoria.

«Trabajé para pagarme la carrera»

«Aunque en Vitoria somos muy tolerantes, los gitanos aún tenemos que sufrir que nos sigan en las tiendas. Hay un cierto acoso provocado por los estereotipos». Que Rafi Jiménez se ha dedicado a romper uno detrás de otro. De niña ya era la única gitana en clase. Los compañeros lo sabían. Algunos la comían a preguntas, «ser gitana era toda una novedad». Y otros se dedicaban a minusvalorarla. «Sí sufrí rechazo en la educación más temprana, pero no grandes conflictos». Hoy la mayor parte de sus amistades, sus amigas del alma, «son payas». «Y no veas cómo las quiero».

Asumido que «la base del rechazo era el desconocimiento», ella estudió y estudió, al tiempo que trabajaba de camarera para pagarse la carrera. «Mi padre, un hombre muy asentado en los valores gitanos, se sorprendió pero me apoyó, al igual que mi madre y mis siete hermanos. Creo que están orgullosos de mí». Ella quisiera no ostentar el título de «ser la única gitana de Álava con título universitario», pero «haber sido la primera» lo lleva con orgullo. Tanto o más que haber sido madre hace escasos meses. «A mi niño le enseñaré a que sea persona, ni gitano ni payo. Sólo le enseñaré a ser y luego, que él elija», advierte. Y no porque haya renegado ella de la cultura que sus padres y sus abuelos, procedentes de los dos asentamientos de gitanos que había en Vitoria, le inculcaran.

«Si pierdes el respeto hacia tu cultura, sea cual sea, compartas o no sus pilares, estás perdido», sostiene Rafi Jiménez.

Parlamento de Cataluña reconoce genocidio del pueblo Gitano

Redacción Actualidad Etnica

Cataluña (España). 11/04/2007. Una declaración del Parlamento de Cataluña reconoció la persecución y genocidio del pueblo ROM (Gitano) en esta región de España. La declaración fue leída en pleno durante la reunión del Parlamento Catalán, celebrada el pasado 29 de marzo en el marco de la conmemoración del Día Internacional del Pueblo ROM.

En su declaración, el Parlamento de Cataluña afirmó que el pueblo gitano residente en el Estado español, y concretamente en Cataluña, ha sido víctima de un genocidio histórico y continuado. Deploró todas las leyes racistas y anti-gitanas que han dictado o secundado las instituciones catalanas, y todas las situaciones que han producido el maltrato, la discriminación y la vulnerabilidad del pueblo gitano a lo largo de la historia.

El Parlamento se comprometió a trabajar por la aplicación de políticas incluyentes, efectivas y decididas, que busquen la igualdad de oportunidades de los miembros del pueblo gitano en Cataluña y el reconocimiento y mantenimiento de sus señas culturales e identitarias, en observancia de las resoluciones 1045/VI y 1046/VI de este Parlamento, de las actuaciones gubernamentales llevadas a cabo en cumplimiento de las mentadas resoluciones, del artículo 42.7 del Estatuto de Autonomía y de la Directiva 2000/43/CE del Consejo de la Unión Europea, relativa a la aplicación del principio de igualdad de trato de las personas independientemente de su origen racial o étnico.

Además de estas resoluciones comprometidas en la declaración de reconocimiento al pueblo gitano, el parlamento catalán consideró importante el amparo del artículo 607 del código penal vigente español, sobre el delito de genocidio, el cual explica que tienen que ser castigados con prisión «los que, con propósito de destruir totalmente o parcialmente un grupo nacional, étnico, racial o religioso […], matan algunos de sus miembros […], someten al grupo o cualquiera de sus individuos a condiciones de existencia que pongan en peligro su vida o perturben gravemente su salud […], llevan a cabo desplazamientos forzosos del grupo o de sus miembros, adoptan cualquier medida que tienda a impedir su género de vida o reproducción, o bien trasladan por fuerza individuos de un grupo a otro».

Esta determinación fue tomada por el parlamento con base en los antecedentes históricos de represión hacia el pueblo ROM en Cataluña, entre los años 1499 y 1783, cuando se implementaron políticas anti-gitanas que prohibieron las señas de identidad cultural del pueblo ROM y lo sometieron a una doctrina de explotación laboral, como mano de obra barata en los trabajos de campo de la época. Así los subyugaron a políticas de unificación que pretendían una asimilación cultural e incluía la pérdida de su lengua romaní y el asentamiento forzoso.

Por otra parte, a mediados del siglo XX se retomó esta persecución encaminada al exterminio del pueblo ROM, con el estallido de la guerra civil española y la posterior dictadura franquista, durante la cual los gitanos fueron desestimados en su lengua, considerada argot de la delincuencia, y penados en su condición de minoría con una ley de peligrosidad social.

Posteriormente, con la promulgación de la Constitución española, se afirmó en el artículo 14 una ley de igualdad entre españoles y españolas que reconoció la NO discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social, acabando así con la discriminación legal.

Luego se promovieron ideas de fortalecimiento multicultural que desembocaron, en el caso del pueblo gitano, en la legitimación de su etnia como pueblo sin territorio, y en la institucionalización de algunos signos que los identificaran en el ámbito mundial, tales como la bandera o el himno ROM, adoptados el 8 de abril de 1971 en Londres, durante el primer congreso internacional del Pueblo ROM. Ese día también se institucionalizó el 8 de abril como el Día Internacional del Pueblo Gitano.