Ninguna Revolución puede basarse en un solo hombre
Nelly Prigorian* / Soberania.org
Hegemonía por arriba y por abajo
Mucho se ha especulado sobre la naturaleza del proceso que vive nuestro país desde hace ocho años. Las conjeturas van y vienen, pareciera que los lideres ni de la izquierda, ni de la derecha, ni del centro están conformes con el proceso que protagoniza el Presidente Chávez (en adelante solo lo llamaré movimiento chavista, para no personificar). Incluso, en el mismo seno chavista no se ponen muy de acuerdo qué es lo que están obrando, menos, cuáles son los métodos y las herramientas para este obrar.
Ciertamente, hay mucha confusión: se habla de socialismo, pero la lucha de clases no está presente, se habla de una revolución, pero no se observan los cambios violentos que normalmente acompaña a una, se habla de capitalismo salvaje que hay que combatir, pero el gran capital trasnacional está proliferando como nunca en el país.
Tal vez, las palabras clave para descifrar de qué se trata son la “Revolución Pasiva o Pacífica” y Antonio Gramsci, el padre de esta contradictoria frase, un marxista italiano.
Pero vamos hacer un poco de memoria para entender mejor qué es lo que vivimos hoy y hacia a dónde eventualmente podemos llegar.
En 1998 el movimiento chavista accede al poder, más por la figura casi mítica de Hugo Chávez, por agotamiento crónico de la política bipartidista y por una campaña electoral eficiente, que por un minucioso trabajo de base para difundir y contagiar las ideas políticas, lo que llama Antonio Gramsci construir la hegemonía ideológica en la base. Es decir, el movimiento chavista se convirtió en grupo dominante mediante elecciones, sin ser hegemónico ideológicamente (entendiendo por ideología un conjunto de ideas). A mi modo de ver, ni el Presidente Chávez tenía las ideas muy claras llegando al poder, salvo la necesidad de cambiar el estado de cosas. Tanto es así, que los primeros dos años el gobierno manejaba el Estado más por inercia que por una determinación política, ni siquiera la nueva Constitución era sustancialmente nueva, salvo los avances significativos en Derechos Humanos y creación de dos nuevos poderes.
Pero volvamos por un momento a Gramsci y su particular interpretación de Hegemonía y el Bloque Hegemónico. Para Gramsci la hegemonía es la cultura reinante en una sociedad, que impone el grupo social dominante a través de tres instituciones claves: Educación, Iglesia y los Medios de Comunicación. Todo lo que deriva de la superestructura de una sociedad (ideología, política, derecho, hábitos, costumbres, creencias, moral, conciencia) es condicionado y controlado a través de la educación formal e informal por la hegemonía cultural de la clase dominante. Es ella el principal guardián de la estabilidad del Estado, mucho más que las armas. Sería muy fácil enfrentar al Estado con su fuerza represiva, decía Gramsci, si no contase con el bloque hegemónico que impone la cultura en una sociedad, sólo bastaría contraponerle una fuerza igual o mayor de la clase dominada. Y el movimiento chavista sintió este axioma en su propia carne en el Abril del 2002 cuando casi sale del poder: eran una fuerza dominante, pero sin hegemonía, ni control sobre el bloque hegemónico.
Los que tienen buena memoria, recordarán que sólo unos meses antes de esa fecha el gobierno empezó a enfrentar a los representantes de la Iglesia, a los Medios de Comunicación y a la Educación con el Decreto 1011, que se convirtió en el principal motivo que movilizó a los que se oponían al gobierno de Chávez. En otras palabras, el gobierno atentó contra las tres instituciones que aseguran la hegemonía cultural en una sociedad.
Si bien todo lo anterior expuesto sobre la hegemonía era la explicación gramsciana de cómo y a través de qué mecanismos operaba la clase burguesa para asegurar la continuidad del Estado burgués, el mismo Gramsci da la receta de qué manera se debía enfrentarse a ella: no más crear una hegemonía alternativa y de base. Y es precisamente esto lo que empezó a impulsar desde el gobierno el movimiento chavista casi inmediato después de los acontecimientos de Abril: los primeros fueron los Círculos Bolivarianos, después los medios de comunicación comunitarios, más adelante mesas de agua, concejos comunales, comité de tierras, cooperativas, grupos culturales, microcréditos, en fin, toda clase de organizaciones de base, políticas y no políticas, en todo el territorio nacional. Trataban de asegurar el apoyo de base, pero en realidad lo que estaban haciendo es crear la nueva conciencia y bajo concepto marxista de infraestructura y superestructura.
“Esta es una revolución pacífica, pero armada.”
Ahora, volvamos otra vez en el tiempo, a los días cuando sonó por primera vez con mucha fuerza la frase: “Esta es una revolución pacífica, pero armada.”
Aparentemente no hay más frase contradictoria que esta. Una revolución pacífica no es muy común que digamos, cualquiera revolución implica violentar lo establecido, pero cuando de paso es armada, ya se presume una violencia extrema ¿cómo puede seguir siendo pacífica?
Sin embargo, por más absurdo que suene, es la frase que describe exactamente y con precisión el estado de cosas. Y la respuesta la podemos encontrar, como no, en el mismo Gramsci.
La revolución pacífica o pasiva se refiere al reformismo que adopta el Estado a su conveniencia o bajo presión para satisfacer las demandas de los grupos dominados y así seguir manteniendo el control sobre ellos. El movimiento chavista es gobierno, que cuenta con la potestad de Estado sobre la administración de la violencia, es decir las armas, y a la vez mediante reformas legales ejecuta la revolución pacífica. En pocas palabras, revolución pacífica y armada.
Hasta ahora las reformas hechas no son de mucha relevancia en cuanto se refiere al cambio de las estructuras de Estado burgués. Sin embargo, hoy, después de las elecciones del 3 de Diciembre con seguridad se puede decir que vendrán cambios sustanciales, por una simple razón, el movimiento chavista demostró con el 62% de votos, que cuenta con la hegemonía necesaria de base en el país y domina (de formas distintas) casi en su totalidad las tres instituciones del bloque hegemónico: Educación, Iglesia, Medios de Comunicación.
Ahora bien, esclarecido un poco el panorama en dónde estamos, es pertinente preguntarse a dónde vamos o mejor dicho, de qué manera vamos a ir a este objetivo tantas veces anunciado, el Socialismo. A los que tratan de hacer las diferencias entre los socialismos es pertinente advertir que hay un solo Socialismo, pero distintas maneras de llegar a el.
Igual como el hombre, según Aristóteles, tiende a su fin último que es encontrar el bien, hallar la felicidad, y todos sus actos (a veces equivocados) conciente o inconscientemente están enfocados a este fin; de la misma manera las sociedades tienden a buscar su mayor bienestar (a veces de maneras equivocadas), la mejor forma de relacionarse sus integrantes. No hay que ser materialista histórico, ni creer en la lucha de clases como el motor de la historia, ni ser socialista, ni comunista para no darse cuenta de ello. Sólo basta con analizar los últimos 60 años de Finlandia o de algún país del norte de Europa y sus modos de lograr lo que tienen hoy, una sociedad de bienestar, pero muy reglamentada y regulada, con fuertes controles económicos que han permitido ir cerrando la brecha entre los muy pudientes y menos pudientes. Sin duda también podemos referirnos a Rusia, Vietnam, Cuba… y sus maneras violentas de buscar el bienestar. ¿Cuál método podría ser aplicado en Venezuela?
Hoy el grupo social que habla de ir hacia el socialismo está en el gobierno, llegó por la vía electoral, mal podría usar la violencia extrema para imponer de golpe los cambios radicales lo que implica una revolución clásica. Pero sí debe enfrentar las viejas estructuras de poder, pero sólo mediante reformas y asegurando la hegemonía cultural de nueva clase política, lo que no esgrime usar la fuerza si es preciso.
Hoy en Venezuela no está planteada la lucha de clases, proletarios contra burgueses. Hoy en Venezuela se plantea la coexistencia de dos clases en pugna dialéctica (siempre y cuando la clase burguesa no se oponga al objetivo planteado), tal y como lo anuncia Martha Harneker (una de las ideólogas del movimiento chavista) en la entrevista “Como vio Lenin el socialismo en la URSS”. Se toma como principio el cambio gradual y paulatino de Gramsci, desde arriba y desde abajo. Y los mecanismos para lograrlo están esbozados en su obra El Moderno Príncipe.
Sin embargo, por muchas semejanzas en conceptos y procedimientos que podemos encontrar entre los planteados por el marxista Antonio Gramsci y los que ejecuta el movimiento chavista, hay una diferencia insalvable (¿por ahora?). El Moderno Príncipe de Gramsci es el Partido Revolucionario y sus operadores intelectuales orgánicos (salidos de la base y obrando en la base) y algunos intelectuales burgueses prestados para la tarea; un partido que resguarda, aglutina, difunde, instruye, siembra el conjunto de ideas en la conciencia de la sociedad y asegura continuidad del proyecto en el tiempo, esté quien esté a la cabeza. Hoy, el movimiento chavista no cuenta con un partido revolucionario. El principal partido del movimiento chavista, el MVR, es una maquinaria electoral que ha sido muy efectiva en propagar una sola idea: ¡uh, ah, Chávez no se va!; toda la hegemonía cultural-ideológica se ha reducido a esta consigna.
A mi modo de ver, el grueso de los 62% de votos en las pasadas elecciones, no era para una idea política, ni para el socialismo… era el voto exclusivo para el Presidente Hugo Chávez. He aquí la gran contradicción dialéctica, ningún movimiento social (el que fuese), ninguna revolución (pacífica o no) puede basarse en un solo hombre. En varias oportunidades Heinz Dietrich (otro ideólogo del movimiento chavista) ha señalado que la existencia de la revolución en Venezuela, hoy, solo es asegurada por la figura de Hugo Chávez.
Esta situación pudiera eventualmente devenir en la instauración de una especie de monarquía post-moderna o en la perdida de todo lo conquistado con la salida del Presidente Chávez del poder. Solo un partido con ideas claras y visión de futuro puede asegurar la continuidad de un proceso.
Estamos en el umbral de nuevos acontecimientos: los cambios en la Constitución, las nuevas Leyes más acordes con lo que se pregona, la idea de un Partido único… Todo depende de si el mismo movimiento chavista toma conciencia en dónde se encuentra ideológicamente y actúe en consecuencia, y que tan profunda pueda resultar la Revolución dentro de la Revolución.