Este año recién pasado ha sido de estabilización del capitalismo globalizado, el imperio del capital, y de aumento de la insatisfacción popular, lo que ha significado más una escuela de aprendizaje del sistema para responder a las protestas y cohesionar a la población en torno a los estados e instituciones, que de propuestas y logros populares de avance estratégico hacia la autonomía, la autogestión y el cambio social.
En Europa se aprecia un notable auge de la identidad, organización y legitimación de las nacionalidades, que ponen en jaque a los estados, sin embargo algunas de esas dinámicas resultan en nuevas formas de gobiernos que no parecen amenazar desde abajo la continuidad capitalista, como en Irlanda y Kosovo, no así en Euskal Herria, Catalunya, Flandes, Bretaña, Escocia y otros donde sigue creciendo el sentimiento nacional contradictorio al estado centralizado. Tal vez uno de los elementos más notables sean las luchas de los metalúrgicos alemanes, sabiamente integrada por las instituciones, y las extraordinarias batallas de jóvenes e inmigrantes en la periferia de París.
En Estados Unidos, después de las movilizaciones de los trabajadores del metro de Nueva York y de los inmigrantes, nada parece denotar un crecimiento de la capacidad de los de abajo para determinar sus destinos. La mayoría de los analistas se concentran en la batalla propagandística entre Republicanos y Demócratas, lo que, como es sabido, no produce modificaciones de ningún tipo.
En África las regiones más conflictivas, como Zimbabwe, cuerno africano y Magreb, fuera de algunas batallas entre diferentes corrientes, no presentan modificación de la tendencia general a la estabilización. Mucha inquietud se aprecia en Kenya y Chad, pero hasta ahora se trata de lucha de fracciones que disputan el poder de oprimir a los demás.
En Asia las tensiones se concentran en la lucha del pueblo árabe y en la notable movilización de la ex Birmania, que sólo ha terminado en ajustes temporales, al tanto que la situación de Nepal se mantiene en un tira y afloja entre monárquicos y comunistas haciéndose sumamente difícil asegurar los acuerdos mínimos alcanzados con diferentes escaramuzas. China afirma fuertemente el modelo capitalista diseñado astutamente por los modernos mandarines.
Nuestro continente continúa siendo el territorio de la esperanza, aunque la atención mundial sigue siendo dirigida hacia las superestructuras por una parte y a las acciones o declaraciones zapatistas por la otra, lo que tenderá a modificarse por las derrotas sufridas por los gobiernos Chávez y Morales, ambos acosados por la derecha y la izquierda, debido en gran parte al burocratismo y centralidad con que han encarado sus gobiernos, sin permitir la expresión popular, lo que ha sido inteligentemente aprovechado por las derechas para ganar simpatía y prestigio con sus programas “democráticos” y críticos del autoritarismo, sin embargo crece en Venezuela la conciencia de la autoorganización independiente y autónoma en el plano social para asegurar avances esta vez en los territorios y localidades por abajo. En Bolivia las batallas territoriales han sido sabiamente acogidas por la oligarquía cruceña aprovechando que Morales descuidó apoyarse en las organizaciones de base para optar por el camino de emitir centralizadamente las decisiones desde el aparato estatal y partidario, actitud suya que ha entrado en contradicción con las experiencias desde abajo que venían haciendo las comunidades originarias, campesinas y urbanas, cuya diferencia con la oligarquía pasa por el hecho de que esta última se apoya en el control de instituciones regionales. El MAS habría podido ganar muchos otros municipios si hubiese aplicado el principio del mandar obedeciendo, pero sus prácticas burocráticas de descalificación de los representantes sociales para preferir a los miembros de la máquina partidaria le fueron haciendo perder terreno en regiones claves. Las capas medias, que apoyaron a Morales desde el inicio, hoy día se distancian aceleradamente. Tal vez haya que encajarles el partido único para que se subordinen, pero bueno, el tema ése aún no aparece muy del gusto de la sociedad venezolana tampoco.
El gobierno Lula cada vez más se anuncia al mundo como el salvador del capitalismo brasileño y regional permitiendo que el viejo proceso de industrialización siguiera orientándose hacia la construcción de una burguesía exportadora que traiga dólares que son asociados localmente al capital financiero internacional que se pasea como Pedro por su casa, siendo la burguesía agraria la que ha obtenido mayores beneficios paralizándose completamente la reforma agraria y frenándose la lucha de los sin tierra cuyos dirigentes se subordinaron al proyecto capitalista del PT. No es casual que la empresa internacional Monsanto sea uno de los núcleos duros de la expansión de la burguesía en el campo, así como no es casual que la empresa estatal brasileña del petróleo se asociara a la empresa similar venezolana para instalar en los territorios controlados por el estado brasileño una poderosa planta que procesará una cantidad gigantesca de oro negro, aunque con ello haya fracasado en parte la táctica norteamericana de apoyarse en Brasil para el desarrollo del combustible derivado de la caña, cuestión que no se ha abandonado y es de interés de las grandes empresas agrarias. En la misma línea va el corredor transoceánico que desde el puerto de Santos movilizará las mercancías hasta los puertos de Arica e Iquique.
La señora Kirchner ya ha dado suficientes pruebas de que paulatinamente irá derechizando el gobierno argentino manteniendo sólo algunas de las políticas “progresistas” que caracterizaron a su hombre. Dentro de poco se espera que comience la represión contra la insurgencia de Gualeguaychú que llegó a movilizar 100 mil personas contra las empresas pasteras que se están instalando en territorio controlado por el estado uruguayo, país donde los izquierdistas en el gobierno han levantado consignas nacionalistas y patrióticas para justificar el funcionamiento de la empresa que procesa la celulosa. De nada ha servido que la empresa depredadora haya tenido que paralizar dos veces su funcionamiento para contener la fuga de gases contaminantes.
Los colombianos están de fiesta con voladores de luces en torno a la tragedia humanitaria de los prisioneros de las FARC, en que diversos presidentes se pelean por ser los intermediarios para su liberación empujando a Chávez para sacarlo del camino, en tanto el gobierno se regocija en medio del revuelo esperando que Papá Noel le conceda el deseo de arrancarle los presos a la guerrilla. Esta última no consigue avanzar y se limita a dar golpes de vez en cuando. En medio de ambos -gobierno y guerrilla- se organizan dos corrientes populares, una marcada por la socialdemocracia junto a la vieja izquierda intentando copar municipios desde los cuales disputar el poder central y la otra en un sostenido proceso de organización independiente por abajo en que se destacan comunidades originarias, sectores campesinos y afrodescendientes.
En Ecuador la aplanadora Correa afila estacas para la nueva Constitución mientras las comunidades originarias agrupadas en la CONAIE elaboran y circulan proyectos muy interesantes que no son los mismos ni parecidos a los que proponen la máquina correista, más dedicada a asegurar una cohesión estatal capitalista que a reorganizar la sociedad sobre la base de la territorialidad, la identidad, la autogestión y las comunidades. Correa ha demostrado que no era tan izquierdista como lo querían mostrar algunos desesperados por decirle al mundo que ha llegado la época de los avances populares. Al menos el programa de Morales cuenta con el reconocimiento formal de los ayllus.
En Perú el movimiento social está inmovilizado después de haber instalado a García en el gobierno, cuyo programa ha conseguido arrastrar tras de si a sectores importantes de la oligarquía y aún de dirigentes e intelectuales populistas. En México han fracasado todas las iniciativas sistémicas por acabar con el zapatismo y la midia ha optado por invisibilizar su presencia manteniendo en el más profundo silencio la ofensiva derechista por desalojar a las comunidades bases de apoyo zapatista de sus tierras, ofensiva que hasta ahora se ha estrellado con la fortaleza de los municipios autónomos. En Uruguay ya todos saben que el gobierno de los ex tupamaros es el gobierno de la traición.
De ese modo podemos caracterizar el año que terminó como el fin de la ilusión izquierdista de avanzar al cambio social desde los gobiernos. Los diarios y medios de la izquierda continental se esmeraban por mostrar con grandes titulares como las fuerzas populares avanzaban apoderándose de los gobiernos, haciendo abstracción de la diferencia abismal del papel protagonista de aquellas dinámicas que derribaban autoridades con relación a aquellas que llevaban ordenadamente al ganado a emitir su opinión acerca de quien estaría al mando del aparato de dominación.
En conclusión la ausencia del protagonismo social y del poder popular se está haciendo notar. Los serios retrocesos de Chávez y de Evo han arrojado un balde de agua fría a las ilusiones de los demagogos que querían sacar del sombrero del sistema el conejo del cambio social con un abracadabra o un ábrete sésamo escrito en el mismo lenguaje que la sociedad ya no acepta.
Si el lenguaje del cambio desde arriba se apropia hábilmente de los colores de las iniciativas sociales desde abajo, poco fruto ha dado la argucia de pintar el futuro con colores diferentes. La gente se da cuenta que se trata de un lenguaje democrático de camuflaje para imponer otra vez la bota autoritaria de los partidos y el verticalismo que en vez de abrir las compuertas de la iniciativa social, las cierra para subordinar a la población a los nuevos zares, a los nuevos populistas que no aprenden de la caída del muro, que creen que es suficiente un discurso agitador y excitante.
En los territorios controlados por el estado chileno cada cierto tiempo se sale un grupo de los partidos tradicionales y se lanza sobre lo social disfrazándose de “autónomos” con piel de oveja tratando de cambiar el lenguaje para capitalizar el inmenso descontento que recorre las poblaciones, barrios, campos, centros de trabajo y estudio. Del PC salió la Fuerza Social que se alió a la surda para dirigir algunos sectores, entre ellos la federación de estudiantes de la Universidad de Chile. Luego del PC siguen saliendo sectores y sectores como que se estuviera descascarando. Las crisis electorales y la distancia entre la insatisfacción social y los ridículos resultados electorales obtenidos por la izquierda no permiten ni tan siquiera ofrecer un producto más o menos viable o confiable a la gente, que se distancia en la misma medida que los grupos se salen de ese partido para ir detrás de ellos a tocar su puerta como una competencia de vendedores uno tras el otro, como ha ocurrido en Peñalolén y en un sector de secundarios en este último período, sector que se ha acercado a la directiva de la Fech que, dicho sea de paso, ya no se trata de la alianza entre la Surda y la Fuerza Social, sino de los autonomistas salidos de la Surda con la FS.
Esas izquierdas recicladas ofrecen la particularidad de que tienen la suficiente sensibilidad para darse cuenta que la población está cansada de los partidos y que ya no los siguen, por lo que creen que basta sacarse la camiseta que dice “partido” para colocarse la que dice “autónomos” para seguir en el mercado de los discursos. Lo que los identifica rápidamente es la insistencia de constituir redes transversales de sectores sociales que eviten que se instale el protagonismo de la población local en cada territorio. Siendo beneficiosas esas redes para impulsar la cooperación y el apoyo mutuo, sólo pueden lograrlo si en cada localidad el énfasis se orienta a la formación del poder popular en la forma de empoderamiento social que permita instalar las bases de los municipios autónomos. Una cosa es encontrarse en las localidades con los sectores de izquierda de abajo, que estimulan el protagonismo social territorial y otra cosa es trabajar con los sectores que priorizan por las redes transversales cuya orientación se hace sobre la base de programas generales que casualmente sólo pueden tener solución desde las esferas estatales, quedando como modos de reajuste de las instituciones, sin valorar para nada o asignando una categoría secundaria al papel de instituciones nuevas derivadas del contrapoder. Difícil está siendo instalar la discusión con estos sectores sobre la importancia de las escuelas barriales o locales autónomas, orientando ellos a sus estudiantes a que sólo presten atención a la lucha por la gratuidad de la educación y por modificaciones internas de la red institucional. Cuando se habla con ellos de identidades, casualmente coinciden en que sólo se habla de identidad “de clase”, cuando se habla de salud comunitaria sólo atienden la temática de la función estatal de la salud y así sucesivamente. Le temen a la construcción del protagonismo local, tal como el soviet supremo le temía a la autonomía de los soviets. Le temen a la Comuna, a la que Marx reconoció que debía asumir las funciones del estado, dejando para este último algunas formas de coordinación. Son más bien seguidores de Engels, que afirma en la introducción a “La Guerra Civil en Francia” que la Comuna representa la “dictadura del proletariado”.
Son los sectores que apuntan a la centralidad del estado, a la mantención del capitalismo bajo la forma estatal, no creen en la autogestión ni en las redes de economía alternativa, a menos, claro, que estén subordinadas a las redes transversales genéricas que pueden ser fácilmente controladas y dirigidas desde la argumentación presentada en asambleas o reuniones “nacionales” donde solamente se operan modos de introducir reformas internas a las instituciones del poder central. Le temen a imaginar que las localidades puedan pensar diferente unas de las otras y al final se transforman en base de sustentación de la políticas electorales e institucionales de la izquierda tradicional con la que no tienen empacho de llegar a acuerdos y negociaciones identificándolos como aliados estratégicos intentando convencernos de que tenemos “la ideología” como territorio común, lo que es más falso que Judas, con el perdón de Judas.
Si las experiencias de Venezuela, Nicaragua, Brasil, Uruguay, Argentina, Bolivia y Ecuador están demostrando que sin protagonismo desde abajo y desde las localidades no hay avance posible, sino más bien afianzamiento del capitalismo y retrocesos sociales que están favoreciendo las salidas derechistas y neoliberales, mal se haría si no se aprende y si no se cambia el eje de construcción estratégica rápidamente hacia la consolidación y multiplicación de las experiencias sociales autónomas que desde las localidades puedan instalar otra economía.
El año 2008 es un año electoral municipal en que el PC ha establecido acuerdos con los partidos de gobierno para distribuirse algunos municipios por la vía que se ha llamado de “la omisión”, donde la aún llamada izquierda no presentará candidatos a alcaldes en algunos municipios con la condición de que la coalición de gobierno hará lo mismo en otras municipalidades en que el PC tiene condiciones de instalar alcaldes. El objetivo explícito de esta negociación a espaldas de la sociedad es el de aumentar de cinco alcaldes a una cifra que por lo menos duplique esa cantidad. Todo ello acompañado de la ofensiva del PC por el “fin de la exclusión”, que no es más que conseguir modificar la ley para que los partidos pequeños puedan acceder al parlamento, lo que también ha significado rondas de negociaciones aún con los partidos de derecha.
Así, las organizaciones desprendidas de la izquierda tradicional, en vez de sumarse a las experiencias de autonomía social, sólo llevan aguas al molino del reformismo. Su salida de las viejas instancias partidarias no obedece a la necesidad de desarrollar otras políticas sociales, sino a la importancia de no perder terreno y no permitir que el protagonismo social se desarrolle al punto de que pueda encontrar salidas desde abajo sin someterse a la centralidad.
La única centralidad posible son los espacios de coordinación e intercambio entre las autonomías sociales locales y territoriales, lugares donde deben tomarse todo tipo de decisiones sin transferir ni delegar la soberanía popular, transitando así a la democracia no representativa. Trabajar hoy día junto a los que están contra esa perspectiva y que quieren arrastrarnos a la creación de centros de decisión, es sacrificar el desarrollo del cambio social. Que lo digan los venezolanos, los argentinos, los ecuatorianos, los bolivianos, los brasileños, los uruguayos, los nicaragüenses, etc.
Que no nos pase a nosotros.
Abrazos
Jaime Yovanovic, Profesor J