La apariencia de los dioses
Profesor J
En esta época de 24 de diciembre y fin de año las clases dominantes y sus aparatos ideológicos, en especial las iglesias, tienden el manto de la paz y el amor para cubrir las iniquidades del sistema, para tapar las ollas burbujeantes de la podredumbre humana que supura la bilis individualista instalada tras el fin de la vida en común por parte de la civilización mercantil capitalista, no digo occidental y cristiana, ya que el capitalismo oriental de China, Japón y otros, nada tiene que envidiar al que nos aplasta.
Las religiones y filosofías surgen generalmente desde y entre los más pobres, extendiéndose luego a las capas dominantes que llegan a entender posteriormente su papel de domesticación y conformismo, adoptando a las sectas o iglesias más efectivas en la labor de idiotización de las ovejas y persiguiendo o aislando a las que apoyan la rebeldía y autonomía de las categorías sociales consideradas más bajas.
Un ejemplo actual es la filosofía pedagógica “liberadora” de Paulo Freire, que, habiendo nacido de rasgos populares, fue asumida por el gobierno de Frei de 1964, quien invitó al teórico brasileño a trabajar en el ministerio de educación de la “revolución en libertad” y en la actual dictadura civil-militar chilena el cardenal de Valparaíso orientó la obligatoriedad de su enseñanza en la Universidad Católica del puerto. Suponemos con cierta lógica que entonces, al igual que las religiones, esta filosofía de liberación sirve tremendamente a los intereses del poder y tal vez por eso algunas corrientes populares interesadas en la administración del aparato del estado la asumen y defienden a brazo partido.
El budismo, por ejemplo, surge en la época de mayor explotación de las castas inferiores de la India, como una filosofía del conformismo y del encierro individual. El Nirvana no es el cielo ni cumple las mismas funciones, ya que se trata de un estado interior, de un encuentro en paz consigo mismo, donde la liberación se alcanza abandonando el cuerpo, que sufría los rigores del látigo y el yugo de los amos. El ascetismo, la frugalidad y el espíritu de sacrificio capaz de soportar los mayores dolores y aún el caminar sobre brasas eran la tónica, es decir una adaptación estilo perro de Pavlov a las condiciones del dominio.
El culto a Jehová se extiende entre los esclavos huidos de Egipto como una necesidad de las tribus más poderosas ya acostumbradas históricamente al patriarcado, reproduciendo el proceso de control sobre otras comunidades que habian establecido los faraones, es decir la centralidad justificada ideológicamente por el monoteismo: mi religión y mi dios son los verdaderos, los de ustedes no lo son, por lo tanto quemamos los ídolos que adoráis. De allí vendrían las disputas que culminarían en las ramas de los judíos y los que posteriormente establecerían el cristianismo sobre las bases de un judío, es decir, miembro de las tribus llamadas de Judea.
Los musulmanes sugen de la pugna entre pastores y agricultores, cuando huye Mahomé, llamado Mahoma, con sus tribus detrás, para establecer su propio espacio y dejar de ser categorías subordinadas.
Los griegos, tan buenos para las guerras permanentes, en los tiempos “de paz” establecen la competencia denominada los juegos olímpicos, que de deportivo no tienen nada, donde el espíritu de ganar derrotando al adversario reproduce y continúa la política, transformándose en una forma moderada de expresar las rivalidades entre estructuras de poder patriarcal de los estados, ya que la casi totalidad de los contendientes son escogidos de las huestes militares y los principales juegos como la jabalina, la caballería o el arco y flecha, que de ser instrumentos de cacería pasaron a ser herramientas de muerte y aniquilamiento de otros seres humanos, se imponen para luego incorporar la gimnasia como demostración de la efectividad de un desarrollo corporal dirigido hacia la fuerza y la agilidad, tardándose mucho en incorporar la plasticidad. Sin embargo fue la lucha una de las confrontaciones más acogidas en la época y aún en la actualidad. Justamente en esa época se extienden los juglares, cuentistas y oradores de plazas públicas que relatan grandes hazañas, todas ellas realizadas por militares, rodeadas de remanentes mitológicos que recogen las pugnas entre los hombres y las mujeres mediante las figuras de diosas femeninas que protegen a tal o cual personaje contra los designios malvados de un dios masculino más fuerte. La representación de las divinidades femeninas en inferioridad de condiciones y subordinadas al dios macho mayor, pero en constante lucha contra la masculinidad patriarcal, expresa la pugna real del dominio sobre las mujeres que escapaban para formar los espacios libertarios de las guerreras conocidas como las Amazonas, que luego fueron encontradas también por los invasores de nuestro continente cerca del río al que pusieron su nombre.
Los dioses en general, independientemente de sus características particulares, expresan de forma ideológica la representación de las relaciones sociales de cada época justamente para explicarlas y justificarlas, aprovechando la presencia de los efectos culturales de la antigua espiritualidad horizontal aniquilada por el señor sentado en un trono.
La relación directa entre personas miembros de una comunidad se ha transformado en una vinculación mediada por las relaciones de producción y de poder, por lo que la horizontalidad comunitaria es sustituida por la verticalidad y piramidalidad cuyo vértice es ocupado por la domínica potestas del señorío del jefe del domos, el hogar, el domicilio. De ahí que el domingo es el día del señor, para que nadie se olvide.
Ese día o el sábado como hacen algunas otras instituciones religiosas, todos deben juntarse y mirar hacia un sólo punto, generalmente un símbolo del pater familias o un orador que es su representante en la tierra, y repetir canciones u oraciones que permitirán grabar a fuego las enseñanzas y direccionalidad del sentido de la vida. Eso hoy día los sicólogos lo llaman lavado cerebral e instalación de reflejos condicionados, es decir, se introducen en las personas mecanismos que motivan actitudes y comportamientos que ni ellos mismos identifican su origen, tragándose el cuento de que es la voz de los dioses que llegan directamente a sus almas. Ese acto dominical se hace también en varias fiestas anuales, entre otra la de los regalos navideños, donde todos deben dirigir su mirada, atención y espectativa al macho barbudo que traerá los donativos desde lo alto, ya que los renos vuelan.
La espiritualidad horizontal comunitaria es cotidiana y no necesita referentes externos ni “representantes” de los amos y señores. El amor se dice que primero debe entregarse a los dioses y luego a los demás. La solidaridad no nace de los corazones sino que es un mandato divino y debe otorgarse mediante una dádiva que se extrae de las sobras o se compra en el mercado. En fin que no hay lazos entre los seres humanos y humanas si no pasan previamente por el filtro y la caracterización valórica emanada de los amos superiores, esa es la espiritualidad vertical.
Cuando Darwin explica que las especies se van desarrollando y evolucionando, asesta un duro golpe a la explicación divina de la creación, lo que obliga a algunas iglesias a asumir algunos conceptos científicos, pero de cualquier manera fue algún dios el que creó la primera semilla o el big bang y la iglesia católica despliega la obra de uno de sus analistas Tellard de Chardin (o como se escriba, que no tango a mano su nombre), quien acepta la evolución y la fundamenta desde el momento originario de la creación por parte de la divinidad.
En este terreno entran los juegos infantiles de niñas relacionados con las princesas, donde todas querían ser reinas, según Grabriela Mistral, en que las mamás, sin percibirlo, introducen en su prole la espectativa y envidia que ellas mismas han sentido de no ser una mujer bella, poderosa y codiciada por todos los solteros del mundo, a la espera del príncipe azul o del sapo que se transformará en príncipe ante el beso generoso, o la bella y la bestia, o en fin, tantas historias y cuentos de hadas que en vez de hacer soñar construyen valores aceptables y necesarios para el sistema. Hay infinidad de historias infantiles llenas de hadas, duendes y ogros que pueden ser una mejor educación para la infancia, en que pueda desplegar libremente su imaginación sin tener que desembocar en al matrimonio principesco. O tal vez los compas escritores y poetas pueden dejar un poco el panfleto y dedicarse también a escribir cuentos de hadas donde la heroina sea una vendedora de flores o una gitana, pero, por favor, que no se case con un señor guapo lleno de dinero y no sea la guerra clasista y maniqueista entre el bien y el mal.
También en el caso de los niños, creo que ya es suficiente de tanta pelota y camión, juegos electrónicos y de combate mortal. Tal vez todo el trabajo de organización, educación popular y liberación de conciencia que hacen miles de activistas se entrampe en ese pantano viscoso de los juegos idiotas y los juegos competitivos, instrumentos de formación imprescindibles para el poder. Habrá que inventar, descubrir y masificar juegos y juguetes que contribuyan al acercamiento entre los niños, al desarrollo del gusto de estar juntos, no auxiliar a que fijen la vista y la atención en los referentes o metodologías sistémicas, por mucho que queramos darles otros contenidos, ya que estaríamos reproduciendo las condiciones de la hipnosis y la sugestión que llevan a la formación inconciente de mentalidades individualistas, egoistas y competitivas.
la verdadera escuela del sistema no es sólo la estructura carcelaria de los colegios y liceos, sino también ese conjunto-red de ideologías, religiones, filosofías y juegos que modelan el comportamiento profundo, aunque tengan una conciencia izquierdista, ya que nada les impide ser injustos, violentos o patriarcales en su hogar.
La vida en común, destruida por la propiedad y el mercado, tiene otros valores, psique y espiritualidad que deben ser rescatados en formas prácticas cotidianas, ya que no basta predicar las ideas positivas, pues con ello sólo somos uno más del mercado de las ideas que disputan las conciencias. Instalamos ideas y argumentos y cuando vemos que hay aceptación y afinidad seguimos hacia otro, intentando que ellos hagan lo mismo y así queremos hacer crecer la pirámide de las ideas quedando nosotros en la cúspide.
Es hora de que los dioses abdiquen de sus tronos o tal vez de independizarnos de ellos para seguir nuestros propios caminos con autonomía. Hay que aprender de las comunidades mapuche, cuya espiritualidad es tan profunda que llega hasta la naturaleza en una comunión de cuerpos y espíritus que es el newén, una fuerza y energía espiritual irremplazable por cualquiera que sea el sistema valórico que podamos asumir.
Quizás sea prudente ir abandonando los viejos sistemas de valores que no nos han permitido avanzar hacia la emancipación y nos mantienen en el círculo vicioso de las instituciones de poder. Quizás sea prudente acompañar los procesos de autoorganización comunitaria y disfrutar las formas valóricas, espirituales y de conciencia que van surgiendo del reencuentro de los cuerpos.
Podemos tener la certeza de que el estado chileno no le teme tanto a las acciones de lucha del pueblo mapuche, sino más que nada a su proceso de reconstrucción comunitaria, ya que aún los sectores más radicalizados priorizan por la reconstrucción de la cultura mapuche, la espiritualidad y los lofs, las comunidades, pues desde allí es posible plantearse otros pasos.
No a la navidad ni al amor mercantilizado.
Si a la comunidad y a la vida en común entre vecinos en los barrios.
Abrazos
Profesor J
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