Cambiando bajo la lluvia

19.Feb.09    Análisis y Noticias

Cambiando bajo la lluvia
17/02/09

Por Alfredo Grande

“la derecha siempre tiene razón pero es una razón represora”
(aforismo implicado)

Cristina recorrió Tartagal. Evitó referirse al desmonte, una de las primeras causas de la catástrofe. Conversó con los vecinos y prometió ayuda. “Me agarró un terrible aguacero -dijo-, pero a mí la lluvia me gusta mucho”. “Mientras unos tengan todo y el resto nada van a seguir pasando estas cosas. Hay muchos ‘Tartagales’ en Argentina, demasiados para mi gusto. La verdadera tragedia es la pobreza estructural”.
(Diario Crítica de la Argentina 12/02/09)

(APe).- Cuando el justo defiende un sistema injusto, necesariamente realizará acciones injustas. Por supuesto, no me refiero a la justicia, que hace tiempo es territorio inexpugnable del derecho. Me refiero a lo justo, a la condición humana en la cual se pondera la adecuación entre causas y efectos, el equilibrio entre haceres y decires, y la correspondencia entre lo visible y lo decible. La profecía del segundo mandato fue: “el cambio recién empieza”. Como toda dispensa publicitaria, sirve tanto para jabón como para automóvil. En este caso, el recién supuestamente inauguraba una nueva temporalidad, una génesis que desmentía y encubría la continuidad de ambas gestiones. Vino no tan viejo, pero con toda seguridad en odres no tan nuevos. De la misma forma en que un cachetazo es nimio en relación a una trompada, y una inflación del 2 mensual es nimia frente a un rodrigazo o una pesificación asimétrica, el mensaje fundante de estos tiempos es: lo peor son los otros (muchos otros que hasta hace poco tiempo no eran demasiado otros). Pero si hay cambio que, además, confesión de parte, recién empieza, ¿por qué no suponer que habrá otros cambios que a lo mejor ya comenzaron? El alud de agua y barro que arrasó Tartagal… ¿cuándo empezó? Para la historia oficial, empezó después que la ciudad estaba arrasada. Antes apenas hubo un descanso en los cajones del palacio de la ley de bosques. Pero los canallas de la cultura siempre van a utilizar a las furias de la naturaleza para indultar sus crímenes de gestión. La Presidente (omito denominarla presidenta de la misma forma que omití denominar presidento al mandatario anterior, a pesar que el oportunismo de género de cierta intelectual-progresía lo sugieren) quiso ver de cerca, y eso es bueno, los efectos del alud. A las causas del alud también las vio de cerca, ya que algunas estaban en su escolta. Solamente faltaba Cutini, quien seguramente hubiera sido el único apto para lidiar con la fiera naturaleza. “La tragedia es la pobreza estructural”. Como decían en los ateneos clínicos del hospital, el anatomopatólogo siempre tiene razón, pero siempre llega tarde. Con la Razón de Estado pasa lo mismo. ¿Era necesario un alud de agua y barro para proclamar esa verdad pequeña, pequeña? Incluso se avanza desfoliando la vivencia, a pesar de la cercanía de la catástrofe cultural, con una sentencia vaciada: “¿cuántos tartagales habrá?”. Como la cosa tartagal quema, nada mejor que disolverla en la pluralidad no visible de situaciones similares. Dicho por las víctimas, es una cosa. Por ejemplo, cuando sobrevivientes, familiares y amigos de los masacrados en la discoteca, hablamos de los “cromañones” que están por todos lados. Pero desde la máxima responsabilidad del Ejecutivo, hablar de tartagales es apenas no hablar de la soga en la casa del ahorcado. Especialmente cuando se ha vetado la ley de protección de glaciares. A pesar que a la Presidente le agrada la lluvia, no es agua lo que cae por las calles de tartagal: es mierda. Parece una realización cinematográfica del genial Pino Solanas. El oro de los reyes y el barro de los vasallos. Los que padecen de pobreza estructural trágica. Por suerte los indicadores de alud no los calcula el INDEC porque entonces nadie saldría corriendo. Pero digamos que nada hay de tragedia, apenas de una brutal estafa transgeneracional que algunos llaman distribución irregular del ingreso. Y que denominarla estructural, está más cerca de conservarla que de modificarla. Lo verdaderamente estructural en la Argentina es la riqueza. Y con más justeza, la estructura del robo y la total impunidad para los que siempre ganan mucho más que pan con una frente que jamás sudará. La tragedia es la riqueza estructural y el pasaje de las clases a las castas. Más allá de algunas elecciones, el poder en la argentina sigue en las manos y en los pies de varias oligarquías, las del campo, la ciudad y las de ciertas partidocracias. Es Tragedia porque el cambio que realmente se necesita había empezado, pero la traición a por lo menos dos generaciones, parece haberlo abortado para siempre. (A esa traición algunos la llaman lopezreguismo). Con total razón represora, Florencio Randazzo se florea diciendo que: “no podía evitarse el alud”. Tiene razón y qué lástima que no marche preso. Porque en el marco del capitalismo serio, nada puede evitarse cuando ponga en riesgo la genocida relación costo beneficio. El lucro del capitalista, cuanto más se lo tome en serio peor, es la única razón que el Estado Presente protege. El mismo vicegobernador, Andrés Zottos, dijo que desde el 2006 las obras están paradas. O sea, en criollo y sin pomada: no se hizo un soto. Hoy, o ayer, o mañana, se aplaude a rabiar pero sin rabia que mil millones de pesos contengan la miseria real de 13 millones de ciudadanos poco consumidores y por lo tanto, escasos contribuyentes. El IVA no hablaba de ti, y por lo tanto el superávit fiscal los mira como indiferente. De todos modos, con heladeras, lavarropas y algún split baratieli, a lo mejor no se cosechan tantos votos. Por las dudas, no sea que otros tartagales se lleven las intenciones de voto para otros barros, un poco de gente en los jardines de olivos dan un aspecto más fashion a la pobreza estructural, recuperándola de la tragedia a la comedia. Dejemos el remate (no me refiero del país sino al final de la nota) al gobernador de la provincia más rica de la Argentina, recientemente amenazado por la mejor policía del mundo. “Al capitalismo no hay que destruirlo, hay que moralizarlo”. Solamente faltaba agregar “planes en cuotas, todo financiado”. En el Seminario de Psicoanálisis Implicado del 2008 trabajamos en Mar del Plata y Buenos Aires sobre la consigna: odiar al capitalismo. Para destruirlo, pero también destruirlo dentro nuestro. No creo que el señor gobernador nos auspicie los cursos del 2009. El estado burgués tiene su moral, calvinismo mediante. Una moral del opresor que nada tiene que ver con una ética del oprimido. Y será una profunda e inquebrantable ética de la lucha de las masas revolucionarias, la que hará inútil y hasta ridículo, la pretensión de estar cambiando bajo la lluvia.

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