EZLN, otra posible historia

20.Feb.09    Zapatismo

El gambox que rompió el silencio

“Bajo la máscara de la temeridad se ocultan grandes temores”
Louise May Alcott

Qué tristeza anegaría nuestros corazones el trágico final del descubrimiento: hallar bajo la máscara una sola terrible verdad: el mito creado por ejércitos especialistas en imagen pública, mercadotecnia y publicidad para colmar el vacío generacional; la vacante que ocuparan otrora los pescadores de sueños e ilusiones que el tiempo transformó a su vez en verdades a medias.

El anatema del hombre moderno, ser perdido en la búsqueda incansable de innovadoras falsedades propias a su deconstrucción cultural cotidiana, se da precisamente en la creencia casi religiosa (ciega la mayoría de las veces) hacia la historia que construyen sus gobernantes. Hacia esa escritura de las memorias compradas por quienes detentan el poder y vendidas por plumas infames para heredar lo que quizá nunca fue o, en el mejor de los casos, lo que “casi” aconteció.

Así resulta entonces complicado establecer un juicio sin caer en el terreno fangoso de la subjetividad, porque el ámbito es exactamente como lo describiera Borges en sus narraciones: un laberinto complicado, aconteceres de espejos que se vislumbran como un amplio sendero que se bifurca sin poderse hallar el final.

No obstante surge, entre esa bruma histórica, entre la noche que todo calla y esconde, el resplandor febril del pensamiento histriónico para dirigir a los muertos, a los olvidados, a los agotados, a los oprimidos por el contagio de la mundialización.

Era 1994; era el sur; era la selva; era la sombra; era el llanto inaudible; era el hambre; era la tempestad; era la muerte; era la miseria; era la súplica; era un tratado para vender sin restricciones lo poco que le quedaba a México… era Chiapas.

O era un solo hombre cargando sobre la espalda el peso de la doctrina, concibiendo, reinterpretando a Jesús el Nazareno como revolucionario, como mercenario; como aquél estratega que ideara Carlos Fuentes en su transtornada cabeza y diera vida en Terra Nostra.

Aquella madrugada el frío mordía y el tiempo apretaba. Se tomaron por la fuerza y de manera coordinada varios municipios para hacerle frente al monstruo estatal de incontables cráneos y garras. Aquella madrugada de enero comenzó la pesadilla para el gobierno federal, pero continuó la que venían soñando durante siglos los abundantes indígenas de la región. Los conquistados, los de abajo, sin querer (o puede que queriendo) personificaron la obra del vetusto santo que cargó a Cristo[1] sobre sus hombros para cruzar el río; los hijos de San Cristóbal de las Casas soportaron sobre sus omóplatos los yerros de la orfandad nacional.

Toda efeméride necesita héroes y como no hay excepciones ésta también los tuvo. Detrás del pasamontañas, ulterior a la mirada cristalina de los ojos verdes y la carne blanca oculta por las ropas militares, se escondían los objetivos, los inmaculados preceptos. Ese misma mañana México despertó para enterarse (o tal vez aún no) en qué consistían las reformas al artículo 27 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y la supuesta Reforma Agraria; modificaciones al amparo de un príncipe maquiavélico llamado Carlos Salinas de Gortari, que dieron como resultado, con el correr de unos cuantos años, la comercialización de la tierra. La parcela, el último resquicio de propiedad campesina, se privatizó y allí donde antes hubo arroz, frijol, maíz, cebada, sorgo… trigo, se levantaron fraccionamientos, plazas, inmuebles de y para los hombres ricos, inalcanzables para el hombre rural.

La edificación emblemática necesitó de la reminiscencia y del discurso antipolítico, anticapitalista, como principal armamento: la efigie de Emiliano Zapata se reactivo desempolvando el viejo lema de “Tierra y libertad” para azuzar al ya de por sí enardecido pueblo y dio nombre al nuevo cuerpo conformado desde la clandestinidad eligiendo para ello como portavoz y líder a Marcos. A través de la emotiva palabra del subcomandante, siempre bien estructurada e instruida en los tópicos torales del orbe, el indígena descubrió su eco y acarició lo que no había podido en centurias: la atención sobre sí, sobre su permanente escenario de indigencia en un contexto donde poco o nada había interesado al resto de quienes transitamos el territorio mexicano; más aún: gozó de la mirada internacional que a su vez repercutió en el cine, el teatro, la fotografía, en los sectores estudiantil, agrícola y obrero, en el diarismo latinoamericano, en las expresiones callejeras europeas y sobre todo en la música de hacedores tan disímiles como los norteamericanos Rage Against The Machine o el francés Manu Chao o en la nueva trova, quienes vinieron a darle otros aires de guerra a un conflicto que el gobierno federal pretendía soslayar en la invisibilidad e incomprensibilidad de nociones como patriotismo, neoliberalismo y nacionalismo estoico ante los cuales no podría levantarse ningún movimiento sedicioso.

Extravagantes y reveladores resultaron a partir de entonces los mensajes que el gobierno comenzó a lanzar a diestra y siniestra, debido en parte también a que el espíritu revolucionario de 1910 remozaba un fuego lejano, una llama que renacía de las cenizas que daban autenticidad a la lucha, en todo espacio informativo (quizá con más morbo que con legítima preocupación). Al principio Salinas de Gortari hizo el anuncio obligado de dar atención a las peticiones de aquel grupo; sin embargo, poco a poco las palabras tomaron otro curso; el curso de la mentira y el desprestigio. Estaba cerca, mucho más de lo deseado para los acaudalados, el final del sexenio salinista. Todavía en el Congreso se atrevió a dar cuenta de los “resultados” de su mandato, mofándose de millones de seres, con ésa sonrisa malévola que le caracteriza, como otros tantos que han manipulado y se han enriquecido desde la máxima jefatura de la nación mexicana.

Tras el asesinato vil y cobarde de Luis Donaldo Colosio (hay quienes afirman que perpetrado por encargo del propio Salinas), acaecido el 21 de marzo del 94, Ernesto Zedillo Ponce de León se convierte en el nuevo mandatario y al igual que su antecesor promete el establecimiento de mesas de discusión y otras herramientas para la resolución final del conflicto; no obstante, como se verá más adelante, se desdice en un breve periodo y deja que el problema siga su trayectoria.

Los años 95 y 96 serán entonces de relevancia para el EZLN, con la firma de los Acuerdos de San Andrés del 16 de febrero sobre los Derechos y Cultura Indígenas y teniendo como testigos de honor a la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa) y la Comisión Nacional de Intermediación, el aire sigue oliendo a rebeldía, pero además a posible arreglo; esto no sucede. Ernesto Zedillo reemplaza la atmósfera de paz por un acto público, con bombos y platillos de autoritarismo, dando a conocer en televisión nacional órdenes de aprehensión y la supuesta revelación de la identidad de varios integrantes del EZLN, entre ellos el subcomandante Marcos, quien según se dijo es Rafael Sebastián Guillén Vicente, un destacado estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y catedrático de la Universidad Autónoma Metropolitana. Nacido en Tamaulipas y cuarto de ocho hermanos cuyos padres son españoles. Una familia acomodada según refirió alguna vez el propio Marcos, tenían una mueblería y una buena posición económica que le permitió a Guillén Vicente la educación de la que goza y un acercamiento, que seguramente lo marcó de por vida, con la formación católica y los jesuitas en concreto.

Independientemente a lo que se ha dicho sobre el personaje, Marcos vino a desempolvar un sueño cubierto por las cenizas del tiempo, quizá desde aquellos tiempos prehispánicos, de conquistas, de abusos ancestrales, de menosprecios, de asesinatos… al que ha sido sometido siempre (de uno u otro modo) el pueblo mexicano. La mejor descripción de lo que representa o es Marcos, la ha dado ya él mismo: «Marcos es gay en San Francisco, negro en Sudáfrica, asiático en Europa, chicano en San Isidro, anarquista en España, palestino en Israel, indígena en las calles de San Cristóbal, chavo banda en Neza, rockero en CU, judío en la Alemania nazi, ombudsman en la Sedena, feminista en los partidos políticos, comunista en la posguerra fría, preso en Cintalapa, pacifista en Bosnia, mapuche en los Andes, maestro de la CNTE, artista sin galería ni portafolios, ama de casa un sábado por la noche en cualquier colonia de cualquier ciudad de México, guerrillero en el México de fin del siglo XX, huelguista en la bolsa de New York, reportero de nota de relleno en interiores, mujer sola en el metro a las 10 p.m., jubilado en plantón en el Zócalo, campesino sin tierra, editor marginal, obrero desempleado, médico sin plaza, estudiante inconforme, disidente en el neoliberalismo, escritor sin libros ni lectores, y, es seguro, zapatista en el Sureste mexicano. En fin, Marcos es un ser humano cualquiera en este mundo. Marcos es todas las minorías intoleradas, oprimidas, explotadas, resistiendo, diciendo “¡ya basta!” Todas las minorías a la hora de hablar y mayorías a la hora de callar y aguantar. Todos los intolerados buscando una palabra, su palabra, lo que devuelva la mayoría a los eternos fragmentados, nosotros. Todo lo que incomoda al poder y a las buenas conciencias, eso es Marcos.»[2]

Marcos es pues la palabra, la voz, la máscara que vino a quebrantar ése silencio y a darle un nuevo rostro al miedo.

……

EL OTRO MARCOS
“O somos dos títeres más o hacemos historia”
Cristina Kirchner a Lula Da Silva durante un acto público

Margaritas, Las.
Altamirano.
Rancho Nuevo.
Comitán.
Ocosingo.
San Cristóbal.

Estos fueron seis municipios que tomó el EZLN durante la madrugada de aquel primero de enero del 94. Acomodados así los nombres nos hacen pensar en que no existen las casualidades, en que todo es parte de un plan bien concebido y mejor ejecutado, mas el Subcomandante Insurgente o Delegado Zero (según sea el caso y el momento en que resurge ante la mirada del mundo) asegura que “Marcos es el nombre de un compañero que murió, y nosotros siempre tomábamos los nombres de los que morían, en esta idea de que uno no muere sino que sigue en la lucha…”[3].

¿Títere o titiritero? La incógnita fue lanzada desde el primer momento. Pero en el constante ir y venir en un mundo donde los medios de comunicación crean o destruyen personalidades y grupos a su antojo, Marcos se ha sabido circunscribir a los fenómenos, a los contextos y sobre todo a las plumas de aquéllos que pretenden hacerle caer.

El panista Luis Pazos (quien fuera candidato a la gubernatura de Veracruz) es uno de ésos hombres que ha pretendido rehusar la legitimidad del movimiento chiapaneco proindígena y en general todas las causas del EZLN. En su libro “Por qué Chiapas” asume el papel de juez y verdugo voraz desestimando en cada página la figura del líder guerrillero, haciéndole ver precisamente como una más de las marionetas de un sistema gubernamental que requiere de distractores en momentos críticos, muñecos o hechos creados ex profeso para desviar la mirada pública de los tópicos que seguramente traerán problemas a los titulares del poder. Una de sus tesis más agudas tiene que ver con la corriente denominada Teología de la Liberación, de la cual afirma “Hay quienes niegan toda participación de la iglesia de los pobres en el conflicto, como lo hicieron saber los mismos comandantes guerrilleros en un comunicado… hay activistas escudados en la religión, atrás de esa insurrección. La Teología de la Liberación, de la cual forma parte el obispo de San Cristóbal, Samuel Ruíz, consiste fundamentalmente en una reinterpretación y adaptación de los evangelios a varias tesis marxistas… las enseñanzas en Chiapas de Samuel Ruíz son las mismas de la llamada Teología de la Liberación, cuyos principales exponentes son Leonardo Boff, ex franciscano brasileño, y el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, considerado como el principal expositor de ese engendro teológico”.[4]

Más adelante, Pazos encuentra indiscutibles igualdades entre lo que se realiza al sur de México y lo que también se ha desarrollado en otras latitudes de Latinoamérica con respecto al mismo tema: “…la mayoría de los teólogos de la liberación se caracterizan por utilizar como bandera la lucha por los oprimidos, por los grupos étnicos marginados, las culturas burladas y las clases explotadas. Y se autonombran defensores de los derechos humanos… En Chiapas la Teología de la Liberación fue el principal gancho para convencer a miles de indígenas a incorporarse o simpatizar con el levantamiento armado”[5].

Sin embargo es un tipo que no descuida sus pasos; párrafos después pretende reivindicar la postura del grupo al que pertenece, ésa derecha fundamentalista afianzada en la estructura católica (que hoy gobierna al país, pero que desde entonces y quizá desde mucho antes, también aspiraba a la radicalización de sus núcleos, entre los cuales brilla actualmente El Yunque): “…En diversas ocasiones el Papa Juan Pablo II ha condenado claramente la Teología de la Liberación. En la última visita pastoral a Brasil, en octubre de 1991, dijo que la Teología de la Liberación se aleja gravemente de la verdad católica al interpretar la fe con base en ideologías materialistas… exhortó a evitar las tentaciones del deslumbramiento superficial ante las corrientes y modas teológicas que distorsionaron y obscurecieron la verdad”[6].

Será que la verdad es una sola; la posee el catolicismo y sus seguidores, que no hay o puede haber otro razonamiento más que el dictado por el “santo Papa” a sus feligreses. Será que a Pazos y a otros tantos les conviene olvidarse de la historia; de aquella que cuenta el pisoteo de nuestros ancestros prehispánicos bajo el pretexto de la expansión religiosa, una conquista que intentó borrar la riqueza de nuestras culturas, o los innombrables excesos de la Santa Inquisición. No cabe duda: la intolerancia también posee abundancia de disfraces discursivos.

En el autoapelado “zapatour”, que recorrió buena parte de la república mexicana, Marcos halló las semejanzas del olvido y la pobreza en cada uno de los sitios que su sombra cubrió, la hermandad de indígenas y humildes asistió al reclamo generalizado y el subcomandante fungió como el tan esperado oído. “…En la asamblea plenaria del día siguiente se advirtió el propósito de que todos dijeran: ‘Hay un lugar para mí’, ‘Alguien, por fin, nos está escuchando’… Muchos de los que hablan son mujeres, y pobres entre los pobres del color de la tierra. Sus modos de hablar y pensar juntan sintaxis de distintos idiomas y creencias. ‘Son sus modos, los que tenemos que comprender’, aclara Marcos…”[7].

Era el 2001, era la soledad del viaje, era la aparente calma, era el rezago de siempre, era la convocatoria al Zócalo de la ciudad de México que se centuplicó, era la amenaza de muerte… seguía siendo Chiapas.

En el panismo, el EZLN encontró de igual forma el otro rostro de la mentira y el incumplimiento de “un cómico que se hizo presidente”[8], de aquél que dijo, mientras desarrollaba su campaña electoral, que “el problema de Chiapas se resolvería en 15 minutos”, promesas que finalmente se quedaron en el aire, como mucho de lo que juró Fox para alcanzar la silla presidencial.

Y luego, en los tiempos en que Felipe Calderón era “deslumbrante” diputado federal de la LVIII Legislatura y Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido Acción Nacional (2000-2003), la intransigencia del hoy presidente aspiró a cerrar las puertas del Congreso a la comitiva zapatista, que planeaba desde esa tarima volver a llamar al pueblo mexicano, a sus gobernantes, a sus obreros, campesinos, estudiantes… nuevamente al diálogo. La actitud calderonista no hizo más que confirmar el lugar que se ha deseado siempre para nuestros hermanos: cualquiera, menos el sitio en el que los acaudalados se desenvuelven.

La Otra Campaña jugó un papel preponderante en tanto que volvió a aglutinar a cientos de miles de mexicanos hastiados de la demagogia y a otros movimientos territoriales, bajo las mismas premisas, bajo el mismo sueño: “Vamos a buscar, y a encontrar, a alguien que quiera a estos suelos y a estos cielos siquiera tanto como nosotros”, decía la Sexta Declaración de la Selva Lacandona. “Vamos a buscar, desde La Realidad hasta Tijuana, a quien quiera organizarse, luchar, construir acaso la última esperanza de que esta nación, que lleva andando al menos desde el tiempo en que un águila se posó sobre un nopal para devorar una serpiente”[9].
Sí, era el comienzo de 2006; Felipe Calderón acomodaba ya a su cuñado Hildebrando tras los sistemas computacionales electorales, Andrés Manuel López Obrador seguía acrecentando su confianza narcisista en el pueblo herido por los años, Roberto Madrazo continuaba con las viejas usanzas del PRI, Patricia Mercado aparecía de la nada aspirando al derrumbe de la tradición machista de milenios en México y Roberto Campa concretaba en “lo oscurito” una cartera con el sucesor de Fox.

Los zapatistas decidieron hacer historia, otro tipo de historia, al menos es la esperanza que a muchos les queda, antes que venderse a la idea que alguna vez se planteó de formar una fuerza política, un partido. Ni a Marcos, ni a otro de los comandantes al frente del EZLN pareció importarles nunca desempeñar un cargo público de tal naturaleza, ajeno a la ideología zapatista.

¿Qué ha dejado Marcos, el Ejército Zapatista, el movimiento… a los chiapanecos? ¿Qué les han dado a los indígenas de México? ¿En qué acabará todo este teatro?

Hay aún muchas preguntas en el aire que acaso sólo el tiempo pueda resolver. Lo cierto es que, al menos hoy Chiapas, luce distinto…

[1] ¿Quién era San Cristóbal? La leyenda cuenta que quizá un mártir de Asia Menor a quien ya se rendía culto en el siglo V. Su nombre griego, «el portador de Cristo», es enigmático, y se empareja con una de las leyendas más bellas y significativas de toda la tradición cristiana. Nos lo pintan como un hombre muy apuesto de estatura colosal, con gran fuerza física, y tan orgulloso que no se conformaba con servir a amos que no fueran dignos de él… Véase la historia completa en http://www.churchforum.org/santoral/Julio/1007.htm
[2] Comunicado del 28 de mayo de 1994
[3] http://es.wikipedia.org/wiki/Subcomandante_Marcos
[4] ¿Por qué Chiapas? Pazos, Luis. Editorial Diana. Primera Edición, febrero de 1994. Págs. 37-39.
[5] Íbidem. Pág. 42.
[6] Idem. Pág. 44.
[7] Fuente: http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=article&sid=2952
[8] Palabras de Marcos a Julio Scherer. Entrevista Revista Proceso y Televisa.
[9] Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2006/12/01/index.php?article=026n1pol&section=politica

http://nonomnismoriarte.blogspot.com/2009/01/ezln-otra-posible-historia.html

Tomado de Indymedia Chiapas