Crisis económica en Chile: cuando todo se corta por lo más delgado.
Si vamos a la realidad nacional, hoy en día nos encontramos con que, los cuatro principales sectores de la economía en el país (minería, banca, comercio y construcción) suman a la fecha más de 22 mil despidos en lo que va corrido del presente año, hecho al que cabe agregar los 350 mil despidos que se estiman para lo que queda del 2009.
Así nos encontramos con que Izquierda y Derecha, anuncian en sus discursos triunfalistas respectivos, la “buena salud” de la economía nacional, en relación con la situación del resto del mundo: Bacheletistas y Piñeristas se llenan la boca hablando del mercado nacional y de cómo empresarios y Estado han cumplido con sus deberes, resultando de ello por supuesto, el vociferado país fuerte y preparado ante la crisis.
Políticos, economistas, académicos y empresarios coinciden de manera impresionante, y minimizan los efectos de la crisis global, de la que Chile por supuesto, no escapa. Se jactan de la banca, que el año recién pasado obtuvo utilidades por más de $1600 millones (de dólares), lo que significa un 3% más respecto del año 2007. Paradojal hecho, reflejado en las cifras oficiales que parecen mofarse de la bondad del chileno común y corriente: crece la economía, los empresarios se llenan los bolsillos de dinero gracias al trabajo y esfuerzo de la mano de obra mal pagada y qué… se desata una crisis en un año en el que las utilidades o ganancias del empresariado aumentan significativamente. Ahora bien, quién paga, por esta crisis de especulación empresarial: precisamente aquéllos que se ven sujetos a trabajar de manera inestable (gracias a la flexibilización laboral, que faculta al empleador para despedir a su antojo); precisamente aquéllos que, más trabajan y menos ganan.
La alegría que genera entre el empresariado el bienestar de los bancos, no es insignificante si se toma en cuenta que ésta es la industria que maneja realmente la economía: distribuye y maneja los ahorros y fondos previsionales de todos los chilenos. Pero esto no es todo para aquellos que defienden con su vida el modelo económico implantado bajo la tutela del gobierno militar de Pinochet, perfeccionado por los Izquierdistas (porque recordémoslo, el modelo no se cambió, la base es la misma Constitución de 1980, con pequeñas modificaciones). Lo más importante para este sector que constituye el talón de Aquiles a la hora de encontrar la raíz medular del problema al que nos vemos enfrentados quienes residimos en Chile, es que para ellos, para el empresariado, los políticos y todos aquéllos que ayudan a fomentar la desmedida diferencia entre quienes manejan el país y los que no, es que la banca, en Chile y el mundo es la cara visible del estilo de vida “tan deseable” de los ricos de este país.
El capitalismo nos ha reducido a números intercambiables y variantes, a mercancías humanas, y los trabajadores cotizamos en alza o en baja dependiendo del capricho empresarial; valemos menos que la bolsa, y esto se refleja claramente en los despidos masivos que se han producido durante este año. Si graficamos la realidad, en lo que va corrido del año, en 59 días (Enero y Febrero), en dos meses la suma de despidos diaria teniendo en consideración los 22 mil que se han efectuado, asciende a aproximadamente 370 despidos diarios, justamente en un año marcado por lo que han sido las negociaciones entre empleado-patrón. Basta ya de la farsa, de la imagen careteada de que el patrón es el amigo de los trabajadores: los hechos dan cuenta de que la “amistad” entre patrón y empleado se diluye, desaparece a la hora de los qué hubo. Los despidos pasan una cuenta bastante clara, frente a los hechos, el patrón es un enemigo de quien trabaja y depende económicamente de él, ya que siempre éste privilegió y privilegiará su ganancia personal, su lucro privado.
La “preocupación” del Estado por los trabajadores se ve retratada en los $4000 millones de dólares que el gobierno ya está inyectando para “paliar” la crisis, donde sólo un 10% del dinero será destinado para la solución parcial de los problemas de los trabajadores. Hoy en día éste pretende dar un miserable bono de $40.000 pesos por carga familiar, que beneficiará a 1.700.000 chilenos, por un solo mes, medida que no atenúa ni salva de la miseria a una familia en la que el jefe de hogar ha sido despedido, porque sumado a ello está el aumento del costo de la vida, donde nuestro queridísimo empresariado, frente a la crisis, por supuesto, no pierde un peso, ya que poco o nada le importa que una familia no tenga para comer, por lo que sigue encareciendo la vida, aumentando el costo de los productos de necesidad básica, en vez de solidarizar (lo que sería una clara contradicción dentro de su mentalidad acumulativa) con los miles de chilenos que actualmente están desempleados. Seamos realistas: quien tiene dinero, no es porque sea el más caritativo de los seres humanos, sino que, por el contrario, es quien lucra a costa del esfuerzo ajeno, se enriquece gracias al trabajo de los más, sin importarle si el día de mañana tiene que despedir a 400, 700 o 90.000 trabajadores para seguir conservando su acomodada posición en la escala social.
Hace unos meses atrás, el actual ministro de Hacienda, señor Andrés Velasco, parecía querer burlarse de todos aquellos chilenos que han sido despedidos, vociferando frente a las cámaras del canal del actual magnate nacional y candidato presidencial, Sebastián Piñera (Chilevisión) que “no habrá crisis económica en Chile, ni la va ha haber”, esto en los días del mes de Julio del 2008, demostrando con ello, precisamente que el gobierno no tiene ni va a tener voluntad política para manifestarse frente al empresariado por el tema de los despidos de trabajadores, (ya que a la fecha la cantidad de despidos es vergonzosa) y que por lo tanto tampoco va a dar abasto a la desocupación que se avecina.
Tampoco la desfachatez del empresariado nacional, parece tener límite: se llenan los bolsillos de dinero gracias a lo barato que les resulta producir en el país, en gran parte por las medidas adoptadas por el Estado (que posee varios accionistas entre sus filas) que ciego hace caso a los intereses de los grandes poseedores de capitales, e introduce la flexibilización laboral, sin olvidar por supuesto que las presiones también se ejercen por el lado de la fijación de un sueldo mínimo nacional paupérrimo y sin embargo quieren que el Estado les subsidie su sinvergüenzura, inyectándoles dineros que salen de los bolsillos de todos los trabajadores (incluso los despedidos), que no son unos cuantos centavos, sino millones de dólares.
Ante este aparentemente oscuro y desolador panorama que nos espera, como habitantes y mano de obra nacional mal pagada, nos quedan aún cartas bajo la manga: por una parte, denunciar tanto a la clase política, como al empresariado (que muchas veces se corresponden) que como siempre esconden con este tipo de discursos y medidas sus desperdicios bajo la alfombra del espectáculo, el temor y las medidas parche implementadas por el gobierno, al resguardo de los intereses económicos de quienes durante esta crisis han sido los grandes ganadores, como siempre.
Organizarnos contra los despidos, la baja de sueldos, el aumento de los precios, del costo de la vida. Perder el miedo al patrón y a la represión, ya que hoy en día no tenemos nada que perder. Declararnos enemigos de quienes nos ven como simple mercancía descartable, que se puede echar a la calle cuando les parezca. Ser solidarios y autoorganizarnos por nuestro derecho a vivir, porque no queremos vivir explotados ni morir trabajando.
Salud y Anarquía!
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