“En realidad lo único que nos hemos propuesto es cambiar el mundo, lo demás lo hemos ido improvisando”. EZLN

04.Mar.09    Zapatismo

No es necesario conquistar el mundo, basta con que lo hagamos de nuevo nosotros hoy
Ana Esther Ceceña, Adriana Ornelas y Raúl Ornelas
De Revista Chiapas No. 13

“En realidad lo único que nos hemos propuesto es
cambiar el mundo, lo demás lo hemos ido improvisando”.
(Comité Clandestino Revolucionario Indígena,
Comandancia General del EZLN)

Sería conveniente que no incurriéramos hoy en
el mismo error del pasado, esto es: soslayar la necesaria
discusión sobre los problemas que suscitaban el diagnóstico,
la estrategia y la táctica de las luchas populares
parisinas después que la Comuna hubo sido derrotada.
Silenciar nuestras dudas sería hoy mucho más imperdonable
que en el pasado.

Atilio Boron

Atilio Boron, uno de los más destacados pensadores latinoamericanos de nuestros tiempos, nos lanza un complicado desafío: así como el zapatismo fue capaz de subvertir los principios consagrados del pensamiento y la práctica revolucionarios introduciendo “una innovación radical en las concepciones teóricas de la izquierda, trayendo un soplo de frescura sobre dogmas acartonados o pragmáticos consignismos” (Boron, 2001: p. 92), ¿podremos nosotros “evitar que […] un movimiento emblemático que resume en sí mismo las universales aspiraciones de la humanidad sea sacralizado, sus dirigentes convertidos en profetas, y sus palabras transformadas en dogmas inapelables e indiscutibles”? (ibid.: pp. 108-109).

Desnudando los que, evidentemente, son los puntos centrales de la discusión sobre los caminos, maneras y horizontes de la construcción de los nuevos mundos que la historia y las utopías nos llevan a inventar, Boron hace una contribución sustancial al debate emancipador y al pensamiento libertario de diversas procedencias. Sus cuestionamientos, dudas y provocaciones son una tentación que no puede ser rechazada; son una invitación al juego de los espejos y a la imaginación; a la rebeldía, como podría quizá decir el subcomandante Marcos.

Estas discusiones, como es de esperarse, se reproducen de muchas maneras en los movimientos sociales, en la academia e incluso entre los “profesionales” de la política. Las ideas fuerza del pensamiento revolucionario tradicional (clase, toma del poder, hegemonía, etcétera) resurgen y se confrontan con las búsquedas y descubrimientos de nuestras luchas cotidianas, de suerte que tenemos el privilegio de vivir el nacimiento de nuevas categorías de análisis y la resignificación de algunas que en el pasado se revelaron insuficientes. En esta batalla, la resistencia de las comunidades indígenas de Chiapas y el proyecto político encarnado por el EZLN representan un laboratorio del futuro.

Más que una respuesta propia,[1] nos proponemos aquí contribuir al debate intentando sistematizar algunos de los planteamientos centrales del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en torno a las líneas avanzadas por Boron. En esta medida, a pesar de la inevitable interpretación que supone la recuperación de los textos, trataremos de ceñirnos a la palabra zapatista, que no siempre es recogida en toda su complejidad por el alegato de Boron.[2] Esperamos que estas respuestas que son preguntas abran camino a nuevos interrogantes ya que, como dicen los zapatistas, preguntando caminamos.

Rebeldía, revolución y los horizontes de la utopía

Las discusiones planteadas por Boron convergen hacia la distinción explícita del Subcomandante Insurgente Marcos entre “rebeldes y revolucionarios”. Esta distinción resume la tensión que se desprende, por una parte, de los pilares del pensamiento revolucionario tradicional (clase, toma del poder, dictadura del proletariado), y por otra, del pensamiento y la práctica zapatistas (sociedad civil, un mundo nuevo, mandar obedeciendo, una revolución que haga posible la revolución). Según se sitúen los actores respecto de esas coordenadas políticas generales, en principio, podrían caracterizarse como revolucionarios o como rebeldes. Boron, criticando la distinción propuesta, retoma una parte de la entrevista del Subcomandante Insurgente Marcos con Julio Scherer para iniciar la discusión en este punto central y pregunta: “¿Cómo tratar de construir un nuevo mundo sin que esta empresa se transforme, objetivamente y con independencia de la voluntad de sus protagonistas, en un proyecto revolucionario?” (ibid.: p. 106).

Pero ¿qué es lo que realmente dice el Subcomandante Insurgente Marcos en esa entrevista?

Scherer: ¿Es usted un rebelde que exige cambios profundos o un revolucionario que lucha por transformaciones radicales, otra manera de hacer patria?
Marcos: Nosotros nos ubicamos más como un rebelde que quiere cambios sociales. Es decir, la definición como el revolucionario clásico no nos queda. En el contexto en el que surgimos, en las comunidades indígenas, no existía esa expectativa. Porque el sujeto colectivo lo es también en el proceso revolucionario, y es el que marca las pautas.
Scherer: ¿Si fracasara usted como rebelde, optaría por la vía revolucionaria?
Marcos: El destino es diferente. El revolucionario tiende a convertirse en un político y el rebelde social no deja de ser un rebelde social. En el momento en que Marcos o el zapatismo se conviertan en un proyecto revolucionario, es decir, en algo que devenga en un actor político dentro de la clase política, el zapatismo va a fracasar como propuesta alternativa (Scherer, 2001).

Ya en 1996 los zapatistas habían elaborado “tres señalamientos”:

El primero se refiere al carácter del cambio revolucionario, de este cambio revolucionario. Se trata de un carácter que incorpora métodos diferentes, frentes diversos, formas variadas y distintos grados de compromiso y de participación. Esto significa que todos los métodos tienen su lugar, que todos los frentes de lucha son necesarios, y que todos los grados de participación son importantes. Se trata, pues, de una concepción incluyente, antivanguardista y colectiva. El problema de la revolución (ojo con las minúsculas) pasa de ser un problema de LA organización, de EL método, y de EL caudillo (ojo con las mayúsculas), a convertirse en un problema que atañe a todos los que ven esa revolución como necesaria y posible, y en cuya realización todos son importantes.

El segundo se refiere al objetivo y al resultado de esa revolución. No se trata de la conquista del poder o de la implantación (por vías pacíficas o violentas) de un nuevo sistema social, sino de algo anterior a una y a otra. Se trata de lograr construir la antesala del mundo nuevo, un espacio donde, con igualdad de derechos y obligaciones, las distintas fuerzas políticas se “disputen” el apoyo de la mayoría de la sociedad. ¿Confirma esto la hipótesis de que los zapatistas son “reformistas armados”? Pensamos que no. Nosotros sólo señalamos que una revolución “impuesta”, sin el aval de las mayorías, termina por volverse contra sí misma. Ya sé que esto da para páginas, pero como ésta es sólo una carta, sólo estoy haciendo señalamientos para desarrollar en otras ocasiones o para provocar el debate y la discusión (que parece ser la “especialidad de la casa” de los zapatistas).

El tercero trata de las características no ya de la revolución, sino de su resultado. El espacio resultante, las nuevas relaciones políticas, deberán cumplir con tres condiciones: la democracia, la libertad y la justicia.

En suma, no estamos proponiendo una revolución ortodoxa, sino algo mucho más difícil: una revolución que haga posible la revolución (Durito, mayo de 1995).

Para las clases dominantes no hay “demandas razonables” procedentes desde abajo, y mucho menos en Chiapas. Así como la extorsión de las grandes empresas y sus amenazas de “golpe de mercado” son embellecidas por la ideología dominante como un sensato llamado de las fuerzas del mercado para que los gobiernos se reconcilien con la realidad, las más elementales peticiones de los oprimidos son automáticamente condenadas como insensatas, irracionales e irresponsables, y por eso mismo merecedoras de castigos ejemplarizadores (Boron: p. 107).

Y nosotros […] no pedimos limosnas o caridades, nosotros pedimos justicia: un salario justo, un pedazo de buena tierra, una casa digna, una escuela de verdades, medicina que cure, pan en nuestras mesas, respeto a lo nuestro, libertad de decir lo que llega en nuestro pensamiento y abre las puertas de la boca para que las palabras nos unan a otros en paz y sin muerte. Eso pedimos siempre, niños y niñas de Jalisco, y no escucharon lo que nuestra voz clamaba. Y entonces tomamos un arma en las manos, entonces hicimos que las herramientas de trabajo se hicieran herramientas de lucha, y entonces la guerra que nos hacían, la guerra que nos mataba a nosotros sin que ustedes supieran nada, niños y niñas de Jalisco, la volvimos contra de ellos, los grandes, los poderosos, los que todo tienen y merecen nada (Durito, 8 de febrero de 1994).

Nos hermana un orden mundial que destruye naciones y culturas. El gran criminal internacional, el dinero, hoy tiene un nombre que refleja la incapacidad del poder para crear cosas nuevas. Una nueva guerra mundial se sufre hoy. Es una guerra en contra de todos los pueblos, del ser humano, de la cultura, de la historia. Es una guerra encabezada por un puñado de centros financieros sin patria y sin vergüenza, una guerra internacional: el dinero versus la humanidad. “Neoliberalismo” llaman ahora a esta internacional del terror. El nuevo orden económico internacional ha provocado ya más muerte y destrucción que las grandes guerras mundiales. Más pobres y más muertos nos hicimos hermanos.

Nos hermana la insatisfacción, la rebeldía, las ganas de hacer algo, la inconformidad. La historia que escribe el poder nos enseñó que habíamos perdido, que el cinismo y la ganancia eran virtudes, que la honestidad y el sacrificio eran estúpidos, que el individualismo era el nuevo dios, que la esperanza era devaluada moneda, sin cotización en los mercados internacionales, sin poder de compra, sin esperanza. No aprendimos la lección, fuimos malos alumnos. No creímos lo que el poder enseñaba. Nos fuimos de pinta cuando en clase enseñaban conformismo e idiotez. Reprobamos en modernidad. Condiscípulos en rebelión, nos encontramos y nos descubrimos hermanos (4 de septiembre de 1995).

Hace treinta años el Che preparaba la transformación de La Realidad americana y el poder preparaba su destrucción. Hace veintinueve años, el poder nos dijo que la historia había terminado en la Quebrada del Yuro. Dijeron que la posibilidad de una realidad diferente, mejor, fue destruida. Dijeron que la rebeldía terminó.
¿Terminó? (4 de abril de 1996).

Los poderosos y sus grandes dineros no entienden por qué Votán-Zapata no muere, no entienden por qué se vuelve y levanta su muerte hecha vida en la palabra de los hombres y mujeres verdaderos. No entienden, hermanos, nuestra lucha. El poder del dinero y la soberbia no pueden entender a Votán-Zapata. Y no pueden porque hay una palabra que no camina en el entendimiento de los grandes sabios que venden su inteligencia al rico y poderoso. Y esta palabra se llama dignidad y es la dignidad algo que no camina en las cabezas (10 de abril de 1995).

Quien se plantea transformar las cosas desde arriba confiesa que la revolución ya se ha frustrado. Entonces: ¿por qué tomar como paradigma de “la revolución” lo que es a todas luces su fracaso? (Boron: p. 107).

Nosotros pensamos que el cambio revolucionario en México no será producto de la acción en un solo sentido. Es decir, no será, en sentido estricto, una revolución armada o una revolución pacífica. Será primordialmente, una revolución que resulte de la lucha en variados frentes sociales, con muchos métodos, bajo diferentes formas sociales, con grados diversos de compromiso y participación. Y su resultado será, no el de un partido, organización o alianza de organizaciones triunfante con su propuesta social específica, sino una suerte de espacio democrático de resolución de la confrontación entre diversas propuestas políticas. Este espacio democrático de resolución tendrá tres premisas fundamentales que son inseparables, ya, históricamente, la democracia para decidir la propuesta social dominante, la libertad para suscribir una u otra propuesta y la justicia a la que todas las propuestas deberán ceñirse (25 de enero de 1994).

La RESISTENCIA CIVIL no es llevar adelante a un gobernante o a un gobierno […] La resistencia civil es la legítima defensa de la voluntad popular frente al autoritarismo gubernamental […] la defensa del voto es sólo un momento de la defensa de la voluntad popular. La INSURGENCIA CIVIL es la movilización en torno a un programa popular y revolucionario que rebasa a un programa de gobierno. El problema de la INSURGENCIA CIVIL no es quién está en el gobierno, sino cómo garantizar que el que mande, mande obedeciendo (8 de octubre de 1994).

No deja de llamar la atención una cierta idealización de los “rebeldes sociales”. La historia latinoamericana está repleta de líderes sociales que pese a su inmensa y bien ganada legitimidad de origen fueron presa de los sutiles mecanismos de cooptación, asimilación e integración en los cuales es pródiga la sociedad burguesa (Boron: p. 108).

El EZLN es una organización a la que se ingresa y de la que se sale libre y voluntariamente. No existe remuneración alguna, ni en dinero ni en especie, por el honor de formar filas en el EZLN. Nunca se prometió paga alguna por militar en nuestras filas. Desde los más altos niveles de dirección, este CCRI-CG, hasta el más pequeño de los simpatizantes de nuestra justa causa, ningún miembro del EZLN recibe pago alguno en dinero o especie. Nuestra única paga es la satisfacción del deber cumplido y la esperanza de un mundo mejor, más justo y más humano para nuestros hijos (27 de febrero de 1995).

Queremos decir […] que no nos atraen los cantos de sirenas y ángeles para darnos acceso a un mundo que nos mira con desprecio y desconfianza, que escatima el valor de nuestra sangre y ofrece fama a cambio de dignidad. No nos interesa vivir como ahora se vive (8 de junio de 1994).

[Los del gobierno actual] deben desaparecer, no sólo por representar una aberración histórica, una negación humana y una crueldad cínica; deben desaparecer también porque representan un insulto a la inteligencia. Ustedes nos hicieron posibles, nos hicieron crecer. Somos su otro, su contrario siamés. Para desaparecernos, deben desaparecer ustedes. Es muy difícil intentar escucharlos a ustedes. Uno supone que habla con seres racionales y resulta que no, que acostumbrados a comprar, corromper, imponer, romper y asesinar todo lo que se les pone enfrente, asumen, frente a la dignidad, la pose del comerciante taimado que busca el mejor precio de lo que quiere obtener (7 de diciembre de 1994).

Hay quien se conforma con ser un número más en la gigantesca bolsa del poder. Hay quien se conforma con ser esclavo. Con cinismo camina la escala horizontal del esclavo que es también amo de otros esclavos. A cambio de malvivir y de las migajas que el poder le otorgue, hay quien se vende, se conforma, se rinde. En cualquier parte del mundo hay esclavos que se dicen felices de serlo. En cualquier parte del mundo hay hombres y mujeres que dejan de ser humanos y ocupan su lugar en el gigantesco mercado de dignidades.

Pero hay quien no se conforma, hay quien decide ser incómodo, hay quien no se vende, hay quien no se rinde. Hay, en todo el mundo, quien se resiste a ser aniquilado en esta guerra. Hay quien decide pelear (3 de agosto de 1996).

[Es un] peligro […] postergar […] el debate sobre las cuestiones cruciales de la estrategia y la táctica de los movimientos insurgentes, evitando someter a discusión esa “guía para la acción” que es la teoría (Boron: p. 92).

El zapatismo no es una nueva ideología política o un refrito de viejas ideologías. El zapatismo no es, no existe. Sólo sirve, como sirven los puentes, para cruzar de un lado a otro. Por tanto, en el zapatismo caben todos, todos los que quieran cruzar de un lado a otro. Cada quien tiene su uno y otro lado. No hay recetas, líneas, estrategias, tácticas, leyes, reglamentos o consignas universales. Sólo hay un anhelo: construir un mundo mejor, es decir, nuevo (10 de junio de 1996).

Uno de los mayores aportes del zapatismo es justamente el haber provocado una profunda revisión de la iconografía revolucionaria a partir de una práctica política nueva. El pensamiento, que en los zapatistas es un resultado de la expresión colectiva, intersubjetiva, cotidiana y viva de su lucha, ha sido uno de los terrenos más subversivos de su quehacer. Es un pensamiento (o una praxis) que no se detiene, que incorpora, que resignifica, que crea, propone y confronta para recoger, para enriquecerse y caminar; que se repiensa a cada paso.

Sociedad civil

Tal como señala Meiksins Wood, la categoría de “sociedad civil” cumple una muy precisa función en la batalla ideológica de nuestros días: obstaculizar la percepción de la sociedad de clases y la explotación que le es inherente, e invisibilizar al capitalismo que, de este modo, queda completamente “naturalizado” y, por eso mismo, al margen de toda crítica (Boron: p. 95).

Nos quitan las tierras y en ellas, con ellos de patrones, levantamos aeropuertos y nunca viajaremos en avión, construimos autopistas y nunca tendremos automóvil, erigimos centros de diversión y nunca tendremos acceso a ellos, levantamos centros comerciales y nunca tendremos dinero para comprar en ellos, construimos zonas urbanas con todos los servicios y sólo las veremos de lejos, erigimos modernos hoteles y nunca nos hospedaremos en ellos.

En suma, levantamos un mundo que nos excluye, uno que nunca nos aceptará y que, sin embargo, no existiría sin nosotros.
Y nosotros somos tú.
Hiciste la casa, pusiste la luz, el agua, el drenaje. Pavimentaste la calle. Sembraste el jardín. Construiste los muebles. Pintaste las paredes. Adornaste las mesas. Conseguiste los alimentos. Preparaste la comida.
Y quedaste fuera.
Otro vino a ocupar la casa.
Otro es el que ilumina su vida. Otro el que se asea. Otro el que va en el vehículo. Otro el que usa los muebles. Otro el que disfruta. Otro el que se alimenta.
Para ti quedó, como casa, un rincón sucio y oscuro (16 de marzo de 2001).

Así, la sociedad civil con la que dialoga el zapatismo pone en evidencia los mecanismos múltiples y polifacéticos que hacen posibles las relaciones de dominación existentes, cuya percepción es insoslayable si se quiere realmente construir un mundo nuevo, sin clases y sin relaciones de poder. Por eso,

hacemos un llamado a obreros, campesinos pobres, maestros, estudiantes, intelectuales progresistas y honestos, amas de casa y profesionistas, y a todas las organizaciones políticas y económicas independientes para que se unan a nuestra lucha en su medio y en todas las formas posibles hasta lograr la justicia y la libertad que todos los mexicanos anhelamos (11 de enero de 1994).

El futuro al que aspiramos. Un futuro en que la sociedad civil, con su fuerza de justicia verdadera, haga innecesarias no sólo las guerras sino también los ejércitos, y un futuro en el que los gobiernos, cualesquiera que sea su tendencia política, tengan por encima de ellos la vigilancia constante y severa de una sociedad civil libre y democrática (20 de febrero de 1994).

La sociedad civil se conforma, en la lucha y la interlocución, desde todos los explotados, excluidos, oprimidos, discriminados, esclavizados; desde todas las minorías inferiorizadas que constituyen la mayoría de la humanidad.

Marcos es gay en San Francisco, negro en Sudáfrica, asiático en Europa, chicano en San Isidro, anarquista en España, palestino en Israel, indígena en las calles de San Cristóbal, chavo banda en Neza, rockero en CU, judío en Alemania, ombudsman en la Sedena, feminista en los partidos políticos, comunista en la posguerra fría, preso en Cintalapa, pacifista en Bosnia, mapuche en los Andes, maestro en la CNTE, artista sin galería ni portafolios, ama de casa un sábado por la noche en cualquier colonia de cualquier ciudad de cualquier México, guerrillero en el México de fin del siglo XX, huelguista en la CTM, reportero de nota de relleno en interiores, machista en el movimiento feminista, mujer sola en el metro a las 10 p.m., jubilado en plantón en el Zócalo, campesino sin tierra, editor marginal, obrero desempleado, médico sin plaza, estudiante inconforme, disidente en el neoliberalismo, escritor sin libros ni lectores, y, es seguro, zapatista en el Sureste mexicano. En fin, Marcos es un ser humano cualquiera en este mundo. Marcos es todas las minorías intoleradas, oprimidas, resistiendo, explotando, diciendo “¡ya basta!” Todas las minorías a la hora de hablar y mayorías a la hora de callar y aguantar. Todos los intolerados buscando una palabra, su palabra, lo que devuelva la mayoría a los eternos fragmentados, nosotros. Todo lo que incomoda al poder y a las buenas conciencias, eso es Marcos (28 de mayo de 1994).

Sociedad civil desde el 1° de enero de 1994 es una categoría resignificada que, a través de una práctica intersubjetiva de relacionamiento entre los insurgentes zapatistas, las comunidades de base y el resto de la sociedad, nacional y mundial, se ha convertido en un espacio de construcción de la nueva cultura política de la que reiteradamente hablan los zapatistas.

Y ¿qué es un espacio de construcción de semejantes características sino el lugar de formación y reconocimiento de la clase? ¿Cuál es el momento de constitución/disolución de la clase sino el de la lucha, el de la relación conflictiva y antagónica a través de la cual la dominación se abre paso, pero también la emancipación?

Democracia

“Democracia universal”, ¿una en donde opresores y oprimidos convivan pacíficamente? (Boron: p. 98).

Si vemos el común de todos y todas, veremos que no tienen nada en común, que todos y todas son “diferentes”, son “otros”. Y esto es precisamente lo que tenemos en común, que somos “otros” y “diferentes”. No sólo eso, también tenemos en común que luchamos por seguir siendo “otros” y “diferentes” y por eso resistimos. Y somos “otros” y “diferentes” para los poderosos, o sea que no somos como ellos quieren que seamos, sino como de por sí somos (26 de octubre de 1999).

O sea que cuando los zapatistas dicen “queremos un mundo donde quepan muchos mundos” no están descubriendo nada nuevo, simplemente están diciendo lo que ya dicen los “otros” y “diferentes” que caminan los mundos de abajo.

Los zapatistas decimos “yo soy como soy y tú eres como eres, construyamos un mundo donde yo pueda ser sin dejar de ser yo, donde tú puedas ser sin dejar de ser tú, y donde ni yo ni tú obliguemos al otro a ser como yo o como tú” (26 de octubre de 1999).

La resignificación de la sociedad civil operada por la praxis del zapatismo conlleva la resignificación misma de la democracia.

Queremos encontrar una política que vaya de abajo hacia arriba, una en la que el “mandar obedeciendo” sea más que una consigna; una en la que el poder no sea el objetivo, una en la que “referéndum” y “plebiscito” sean más que palabras de difícil ortografía; una en la que un funcionario pueda ser removido de su cargo por elección popular. En la idea zapatista, la democracia es algo que se construye desde abajo y con todos, incluso con aquellos que piensan diferente a nosotros. La democracia es el ejercicio del poder por la gente todo el tiempo y en todos los lugares (19 de junio de 2000).

La democracia es sustento de esa nueva cultura política que se construye cotidianamente (y no sin contradicciones) en el tejido de las intersubjetividades y diálogos que van abriendo paso al nuevo mundo.

Nuestra guerra fue y es para que la memoria recupere su lugar en la historia. No habrá paz mientras el olvido siga siendo el único futuro. Nuestra guerra fue y es para que la dignidad sea respetada por todos los que son. No habrá paz, mientras el desprecio al diferente siga siendo la única relación posible. Nuestra guerra fue y es para que la verdad de los distintos sea escuchada y entendida, para que todos los mundos tengan su lugar en el mundo (2 de enero de 1997).

Por momentos no parece haber una clara conciencia de que la democracia es una forma estatal, y que en el capitalismo […] la más evolucionada de las democracias no será otra cosa que la cristalización de un pacto por el cual las clases subalternas abdican de su derecho a la revolución y negocian […] las condiciones de su propia explotación (Boron: p. 97).

Es razón y voluntad de los hombres y mujeres buenos buscar y encontrar la manera mejor de gobernar y gobernarse, lo que es bueno para los más para todos es bueno. Pero que no se acallen las voces de los menos sino que sigan en su lugar, esperando que el pensamiento y el corazón se hagan común en lo que es voluntad de los más y parecer de los menos, así los pueblos de los hombres y mujeres verdaderos crecen hacia dentro y se hacen grandes y no hay fuerza de fuera que los rompa o lleve sus pasos a otros caminos (26 de febrero de 1994).

No queremos que otros, más o menos de derecha, más o menos de centro, o más o menos de izquierda, decidan por nosotros. Nosotros queremos participar directamente en las decisiones que nos atañen, controlar a nuestros gobernantes, sin importar su filiación política, y obligarlos a “mandar obedeciendo” (3 de septiembre de 1996).

El mundo que tratamos de construir es un mundo donde todos quepamos sin necesidad de dominar a los otros (1° de enero de 1996).

La democracia de la que hablan los zapatistas no consiste en negociar “mejor o peor” las condiciones de la propia situación de explotación; en realidad no consiste en negociar, sino en dialogar y decidir entre todos. La democracia de la que hablan los zapatistas no supone aceptación de las actuales relaciones de dominación sino su disolución.

No entienden que no queremos cargos o posiciones en el gobierno. No entienden que nosotros luchamos no porque las escaleras se barran de arriba para abajo, sino para que no haya escaleras, para que no haya reino alguno. No entienden que no queremos una paz que sólo significa renombrar la esclavitud y la miseria, otra forma menos fuerte de decir “muerte”. No entienden que la paz que pregonan, la paz de los de arriba, es sólo garantía para el poderoso y condena para los de abajo (8 de agosto de 1997).

La “ilusión estatal”

Por más que algunos teóricos hablen de la “desestatización” o el “descentramiento” del estado, éste seguirá siendo por bastante tiempo un componente fundamental de nuestras sociedades. Y más nos vale contar con diagnósticos precisos acerca de su estructura y funcionamiento, y con estrategias adecuadas para enfrentarlo (Boron: p. 104).

Importa la bandera nacional, la que declara el fundamento indígena de una nación hasta ahora condenada a la desesperanza. Importa el escudo nacional, el que advierte a la serpiente del poder su destino. Importa el suelo que nos sostiene en la historia y evita que caigamos en el olvido de nosotros mismos. […] Importan los mexicanos y no aquellos que nos venden tocando la puerta extranjera (12 de octubre de 1995).

Resulta que eso de “Liberación Nacional”, apellidos del EZLN, los zapatistas nos lo tomamos muy a pecho y espada y, anacrónicos como somos, creemos todavía en conceptos “caducos” como el de “soberanía nacional” e “independencia nacional” (19 de julio de 1999).

Pero

La patria, no es esa idea que está entre letras y libros, la patria que queremos todos, tiene que nacer otra vez. En nuestros despojos, en nuestros cuerpos rotos, en nuestros muertos y en nuestra esperanza tendrá que levantarse otra vez esta bandera (23 de febrero de 1994).

¿O es que en un proyecto histórico de creación de una nueva sociedad se puede prescindir de un dispositivo estratégico tan importante como el estado? Y si así fuera: ¿por qué es que el EZLN está aún esperando la sanción de una legislación que le otorgue plena autonomía a las comunidades indígenas, siendo que la estrategia de transformación “desde abajo” de los zapatistas cuenta con un impresionante grado de legitimidad? (Boron).

Nuestra lucha se apega a derecho constitucional y es abanderada por la justicia y la igualdad (1° de enero de 1994).

Sin embargo,

La actual legislación mexicana es demasiado estrecha para estas nuevas relaciones políticas entre gobernantes y gobernados. Es necesaria una CONVENCIÓN NACIONAL DEMOCRÁTICA de la que emane un GOBIERNO PROVISIONAL o de TRANSICIÓN, sea mediante la renuncia del ejecutivo federal o mediante la vía electoral.

CONVENCIÓN NACIONAL DEMOCRÁTICA y GOBIERNO DE TRANSICIÓN deben desembocar en una nueva Carta Magna en cuyo marco se convoque a nuevas elecciones (12 de junio de 1994).

Muy poco tiempo después del levantamiento zapatista comienza la construcción de los municipios autónomos que se gobiernan mediante concejos representativos de las comunidades incluidas en cada municipio y que practican el mandar obedeciendo, la revocabilidad y la rotatividad. Actualmente hay en Chiapas treinta y dos municipios autónomos apegados a los principios establecidos por la sociedad y el gobierno mexicanos en San Andrés pero, a pesar de ser una realidad, no están reconocidos en la Carta Magna. No obstante, el proceso de construcción de las autonomías no se detiene.

Cuando se da el fenómeno de los municipios autónomos, el EZLN está tan imbricado en las comunidades que, de una u otra forma, permean también su toma de decisiones. A la hora de que las comunidades se empiezan a organizar como gobierno y a tomar decisiones, el EZLN todavía empieza a rozar con esto. Entonces nos damos cuenta de que las comunidades han aprendido más rápido que nosotros, no sólo a vivir en resistencia frente a un poder que estaban desafiando, sino que van construyendo una alternativa, tú estás pensando en los que estamos, ellos están pensando en los que vienen (Scherer, 2001).

¿No es éste un reconocimiento práctico de que pese a la retórica antiestatista el estado-nación sigue siendo un componente crucial de los capitalismos contemporáneos? (Boron: pp. 107-108).

En este mundo que el poder globaliza para evitarse obstáculos en su guerra de conquista, los gobiernos nacionales se convierten en suboficiales militares de una nueva guerra mundial en contra de la humanidad (3 de agosto de 1996).

Más o menos rápidamente, las sociedades nacionales se militarizan y los ejércitos supuestamente creados para guardar fronteras de un enemigo externo, voltean los cañones de sus fusiles y los dirigen hacia dentro.

No es posible que el neoliberalismo se haga realidad en el mundo sin el argumento de muerte que ofrecen los ejércitos institucionales y privados, sin la mordaza que ofrecen las cárceles, sin los golpes y asesinatos que ofertan militares y policías. Represión nacional es la premisa necesaria para la globalización que el neoliberalismo impone (3 de agosto de 1996).

Si una estructura como la capitalista acentúa cada vez más el papel del estado en la perpetuación de sus condiciones de dominación, no parece demasiado razonable que sus adversarios hagan caso omiso de este rasgo para concentrar sus esfuerzos -tanto en el plano teórico como en el de la lucha práctica- en otras direcciones (Boron: p. 100).

El diálogo debe ser entre nosotros, de este enfrentarnos con nosotros mismos puede salir una nueva propuesta de nación. Un proyecto histórico para el país, el rescate y la reconstrucción de la patria. Ya no más la que ellos quieran ofrecernos, o imponernos, ahora, la que queremos, la que necesitamos, la única posible, la única digna. La patria donde democracia, libertad y justicia sean comunes y equitativas (1° de octubre de 1995).

¿Cómo se construyen esas “formas alternativas” de organización social…? (Boron).

No son las armas las que nos dan radicalidad; es la nueva práctica política que proponemos y en la que estamos empeñados con miles de hombres y mujeres en México y en el mundo: la construcción de una práctica política que no busque la toma del poder sino la organización de la sociedad (3 de septiembre de 1996).

¿Será posible que la revolución requerida para fundar esas formas alternativas “avance preguntando”? (Boron).

Hemos aprendido a hablar y a escuchar, a caminar sin exclusiones, a respetar los distintos niveles y pensamientos, a no imponer nuestras ideas y a no decretarle obediencia a la historia, pero sobre todo a reconocer y corregir nuestros yerros (27 de agosto de 1995).

¿Basta sólo con preguntar, con imaginar, con soñar? (Boron).

En nuestros sueños hemos visto otro mundo. Un mundo verdadero, un mundo definitivamente más justo que en el que ahora andamos. Vimos que en este mundo no eran necesarios los ejércitos, que en él eran la paz, la justicia y la libertad tan comunes que no se hablaba de ellas como cosas lejanas, como quien nombra pan, pájaro, aire, agua, como quien dice libro y voz, así eran nombradas las cosas buenas en este mundo. Y en este mundo era razón y voluntad el gobierno de los más y eran los que mandaban gente de bien pensar; mandaban obedeciendo, no era ese mundo verdadero un sueño del pasado, no era algo que venía de nuestros antepasados. Era de adelante que venía, era del siguiente paso que dábamos. Así fue que nos echamos a andar para lograr que ese sueño se sentara a nuestra mesa, iluminara nuestra casa, creciera en nuestras milpas, llenara el corazón de nuestros hijos, limpiara nuestro sudor, sanara nuestra historia y para todos fuera. Esto queremos. Nada más, pero nada menos (3 de marzo de 1994).

Si es así, y reconociendo la extraordinaria creatividad del zapatismo en estos terrenos, ¿cómo es que la revolución ya no se ha consumado? (Boron).

Sabemos que, en estos tiempos frenéticos de política realista, de banderas caídas, de encuestas que suplen a la democracia, de criminales neoliberales que llaman a cruzadas contra lo que esconden y los alimenta, de camaleónicas transformaciones; en estos tiempos decir que queremos sembrar el árbol del mañana suena tonto y loco, que, en todo caso, no pasa de ser una frase efectista o una utopía trasnochada.

Lo sabemos y, sin embargo, eso queremos. No sólo eso, eso hacemos. ¿Cuántas personas en los mundos que el mundo habitan pueden decir lo mismo que nosotros, es decir, que están haciendo lo que quieren hacer? Nosotros pensamos que son muchas, que están los mundos del mundo llenos de locos y tontos que siembran sus respectivos árboles de sus respectivos mañanas, y que llegará el día en que esta ladera del universo que algunos llaman “planeta Tierra” se llenará de árboles de todos los colores y habrá tantos pájaros y alivios que sí, es probable, nadie se acuerde de los primeros, porque todo el ayer que hoy nos acongoja no será más que una página vieja en el viejo libro de la vieja historia.

Es ese árbol del mañana un espacio donde están los todos, donde el otro sabe y respeta a los otros otros, y donde la falsa luz pierde su última batalla. Si me apuran a ser preciso, les diré que es un lugar con democracia, libertad y justicia: ése es el árbol del mañana (agosto de 1999).

La revolución (con minúsculas) es un proceso. Lo importante no es la meta sino el camino, y es en ese camino, modesta pero incansablemente, donde se va transformando el mañana, porque, de acuerdo con la propuesta zapatista:

a unos les toca empezar pero terminar es labor de todos (EZLN, 2001: p. 144).

¿Cómo hacer para obligar a los detentadores del poder para que de ahora en más “manden obedeciendo”? (Boron: p. 105).

La lucha por la libertad, la democracia y la justicia no es sólo tarea del EZLN, es trabajo de todos los mexicanos y organizaciones honestas, independientes y progresistas. Cada quien en su terreno, cada quien con su forma de lucha, cada quien con su organización y su idea. Los pasos de todos los que caminan con la verdad deberán unirse en un solo paso… (22 de octubre de 1995).

Para los zapatistas, la política es una cuestión de principios. No sólo de principios, pero también de principios. Quienes tienen como principios el cambio social y la lucha civil y pacífica para lograrlo, deben obrar en consecuencia, sin importar las adversidades o coyunturas, si quieren tener legitimidad en el México de abajo (19 de junio de 2000).

Las resonancias […] de la Comuna de París se sienten con fuerza en las montañas del Sureste mexicano, todo lo cual realza aún más el significado histórico-universal de la epopeya de los insurgentes chiapanecos (Boron: p. 112).

La ilusión del poder

La “ilusión del poder” […] ¿No son esas “formas alternativas” de organización social, de poder y de estado sino otros nombres para referirse a una revolución social que destruye el orden capitalista e instaura otro nuevo? ¿No estará acaso esta revolución también ella oculta, como los rostros de los zapatistas, detrás de un discurso bellamente poético? (ibid.: p. 105).

La guerra iniciada el 1° de enero de 1994 fue y es una guerra para hacernos escuchar, una guerra por la palabra, una guerra en contra del olvido, una guerra por la memoria. No animó nuestro paso armado el ansia de poder o de riquezas, la muerte indígena como único futuro fue lo que nos obligó a caminar con violencia (26 de diciembre de 1995).

Pero entonces…

pensamos que había que replantear el problema del poder, no repetir la fórmula de que para cambiar al mundo es necesario tomar el poder, y ya en el poder, entonces sí lo vamos a organizar como mejor le conviene al mundo, es decir, como mejor me conviene a mí que estoy en el poder. Hemos pensado que si concebíamos un cambio de premisa al ver el poder, el problema del poder, planteando que no queríamos tomarlo, éste iba a producir otra forma de hacer política y otro tipo de político, otros seres humanos que hicieran política diferente a la de los políticos que padecemos hoy en todo el espectro político (30 de julio de 1996).

El problema del poder no será quién es el titular, sino quién lo ejerce. Si el poder lo ejerce la mayoría, los partidos políticos se verán obligados a confrontarse a esa mayoría y no entre sí. Replantear el problema del poder en este marco […] obligará a una nueva cultura política dentro de los partidos (12 de junio de 1994).

El gobierno que tenemos ahora nos ha querido matar, comprar y callar. Ha fallado. Nos hemos negado a ser cómplices de un gobierno que combate a sus gobernados. Todos tenemos un enemigo común, que se autodenomina gobierno, que es el que trata de asesinarnos. La religión que nos acusa de pecado mortal se llama neoliberalismo. Tenemos que resistir el paso de muerte que camina el poderoso. Pero también tenemos que construir otro mundo y en este nuevo mundo debe haber lugar para todos los pueblos y todas las lenguas. No podemos combatir al racismo que practica el poderoso con un espejo que presenta lo mismo pero al revés: la misma sinrazón y la misma intolerancia, pero ahora contra los mestizos. No podemos combatir el racismo contra los indígenas practicando el racismo contra los mestizos (4 de enero de 1996).

No son pocas las veces que hemos definido nuestra guerra como una guerra por la palabra, no por la destrucción del enemigo y su suplantación en el triste y pobre papel de gobernante. Nuestra única intención ha sido destruir la sordera crónica e histórica del gobierno. Sabemos que es algo inédito, nuevo, que requiere de nuevas formas de relación política (20 de mayo de 1996).

Flota en el argumento de los zapatistas una cierta satanización de la política y lo estatal… (Boron: p. 108).

La política

La “antipolítica” del zapatismo es peligrosa […] sobre todo para un movimiento empeñado nada menos que en construir un mundo nuevo… (ibid.: p. 108).

Al contrario de la interpretación de Boron, nosotros pensamos que la apuesta zapatista por el rescate y la resignificación de la política no tiene precedente. Pero la política como discurso de la libertad, no como institucionalización de los juegos del poder.

El político profesional suele enfrentar la vida como si fuera un lápiz de esos que casi nadie usa ya, de los de grafito en una punta y goma de borrar en la otra. Hacer política viene siendo, así, como un continuo escribir y borrar, tratando siempre de mejorar el trazo de la letra y su complejo hilarse para hacerse palabras, que así también llaman a los mundos. Con la goma de borrar, tratan de enmendar errores, de recomenzar cada plana, de embellecer la letra, de afinar la palabra, de decorar el mundo. El político se esfuerza por mejorar siempre su caligrafía, y hace del poder un magnífico sacapuntas con el que afila sus letras y las vuelve elegantes y seductoras. No a pocos asombra y algunos le aplauden. Pero el sacapuntas, como todo estudiante sabe, además de afilar el lápiz, lo desgasta y reduce. Pronto se hace tan pequeño que se torna inservible y termina, como todo lo que el poder afila, en la basura.

La historia de quienes son poder en la política no hace sino repetirse, las palabras son las mismas, sólo cambian los trazos de las letras, su inclinación, sus garigoleos, su dimensión, pero las palabras no cambian y, ergo, tampoco los mundos (Durito, 20 de marzo de 2001).

Nuestro camino de fuego se abrió ante la imposibilidad de luchar pacíficamente por derechos elementales del ser humano. El más valioso de ellos es el derecho a decidir, con libertad y democracia, la forma de gobierno (12 de junio de 1994).

Nosotros pensamos que es necesario construir una nueva relación política, que esa nueva relación no será producto de una sola fuente (el neozapatismo en este caso), que esa nueva relación producirá efectos en sí misma. Tan nueva que definirá no sólo la nueva política: también a los nuevos políticos. Una nueva forma de definir el ámbito de la política y de los que en ella se desenvuelven (14 de enero de 1996).

Una nueva cultura política está emergiendo en México, no proviene del gobierno ni de los partidos políticos, pero tampoco del EZLN. Un gran movimiento popular, con una variada composición social ha nacido. Este amplio movimiento es la cuna de esta nueva cultura. Nosotros no estamos inventando nada, estamos sumándonos a esta cultura. La consulta nacional es una muestra de nuestra disposición a aprender (25 de agosto de 1995).

¿Cómo hace un rebelde social para organizar a las masas e ir transformando la realidad desde abajo sin suscitar la violenta réplica de los de arriba? (Boron: p. 107).

La mesa de abajo permanece desordenada y desatendida. Son pocos todavía los que acuden a ella para alimentarse y encontrarse. Los posibles comensales están regados en otros lados, en la sociedad civil, en las organizaciones no gubernamentales, en las organizaciones políticas y político-militares, en los partidos políticos, en las iglesias, en los medios de comunicación, incluso en el ejército. Por ahora cada cual está buscando saciar su propia hambre. Su colectividad está, aún, sólo en la desesperación. Son, somos, una esperanza fragmentada, un arcoíris de luz por hacerse todavía. Tal vez no somos “nuevos” actores políticos en la moderna escena nacional, tal vez somos los mismos actores de siempre, los que siempre deben callar mientras los “importantes” declaman sus parlamentos y reciben flores, aplausos y chiflidos (febrero de 1998).

Las fuerzas democráticas en México son muchas y permanecen divididas, aisladas y, en no pocas ocasiones, enfrentadas entre sí. Los zapatistas pensamos que tenemos que unir todas esas fuerzas. Unirnos sin desaparecer nuestras diferencias, hacer homogéneo nuestro afán democratizador y no una sigla partidaria. Unirnos sin subordinarnos unos a los otros (3 de febrero de 1995).

Transición a la democracia como el proyecto de reconstrucción del país; la defensa de la soberanía nacional; la justicia y la esperanza como anhelos; la verdad y el mandar obedeciendo como guía de jefatura; la estabilidad y la seguridad que dan la democracia y la libertad; el diálogo, la tolerancia y la inclusión como nueva forma de hacer política. Este proyecto está por hacerse y corresponderá no a una fuerza política hegemónica o a la genialidad de un individuo, sino a un amplio movimiento opositor que recoja los sentimientos de la nación. Una nueva sociedad plural, tolerante, incluyente, democrática, justa y libre, sólo es posible, hoy, en una patria nueva. No será el poder el constructor. El poder hoy es sólo el agente de ventas de los escombros de un país destruido por los verdaderos subversivos y desestabilizadores: los gobernantes. Los proyectos de oposición independiente tenemos una carencia que, hoy, se hace más decisiva: nos oponemos a un proyecto de país que implica su destrucción, pero carecemos de una propuesta de nueva nación, una propuesta de reconstrucción (2 de enero de 1996).

¿Qué sigue?
Una red de voces que resisten a la guerra que el poder les hace.
Una red de voces que no sólo hablen, también que luchen y resistan por la humanidad y contra el neoliberalismo.
Una red de voces que nace resistiendo, reproduciendo su resistencia en otras voces todavía mudas o solitarias.
Una red que cubra los cinco continentes y ayude a resistir la muerte que nos promete el poder.
Sigue la reproducción de resistencias, el no estoy conforme, el soy rebelde.
Sigue el mundo con muchos mundos que el mundo necesita.
Sigue la humanidad reconociéndose plural, diferente, incluyente, tolerante consigo misma, con esperanza.
Sigue la voz humana y rebelde consultada en los cinco continentes para hacerse red de voces y de resistencias (3 de agosto de 1996).

La excepcional trascendencia del zapatismo

El heroísmo, la abnegación y los sufrimientos de las comunidades indígenas y campesinas zapatistas, así como la entrega que hacen sus dirigentes en pos de un proyecto de redención universal no deberían traducirse en una actitud de religiosa aceptación de todo lo proveniente del EZLN (Boron: p. 109).

Es preciso tener la audacia necesaria como para incurrir en el más profundo revisionismo (ibid.: p. 92).

Nuestra forma de lucha no es la única, tal vez para muchos ni siquiera sea la adecuada. Existen y tienen gran valor otras formas de lucha. Nuestra organización no es la única, tal vez para muchos ni siquiera sea la deseable. Existen y tienen gran valor otras organizaciones honestas, progresistas e independientes. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional nunca ha pretendido que su forma de lucha sea la única legítima. De hecho, para nosotros es la única que nos han dejado. El EZLN saluda el desarrollo honesto y consecuente de todas las formas de lucha que sigan la ruta que nos lleve, a todos, a la libertad, la democracia y la justicia. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional nunca ha pretendido que su organización sea la única verdadera, honesta y revolucionaria en México o en Chiapas.

No tomaremos al país como rehén. No queremos ni podemos imponerle a la sociedad civil mexicana nuestra idea por la fuerza de nuestras armas, como sí hace el actual gobierno que impone con la fuerza de sus armas su proyecto de país (20 de enero de 1994).

Esa audacia de la que habla Boron, ese espíritu crítico, es lo que reclaman los zapatistas cuando se presentan como rebeldes; rebeldes subvirtiendo el orden establecido pero, sobre todo, subvirtiéndose a sí mismos. Eso es el zapatismo. Ese puente que permite pasar de un lado al otro. Y a este afán emancipador, descolonizador y rebelde contribuye, enormemente, un debate como el que ha incitado Boron y una práctica de lucha consecuente. Por eso esta recopilación no pretendió ser una respuesta a los cuestionamientos de Boron. La respuesta no existe. No hay verdades únicas e inamovibles. Lo que hay son caminos que se construyen en colectivo. Los cuestionamientos de Boron, sobre los que habrá que seguir dando vueltas, son una aportación valiente y valiosa a desbrozar esos caminos. La riqueza del pensamiento será la medida de las posibilidades de la acción y este debate, a pesar de sus antecedentes históricos, no ha hecho sino comenzar. Todos estamos convocados.

El zapatismo ha tenido, en el plano de las ciencias sociales, un mérito enorme: el de haber reintroducido en la enrarecida atmósfera académica de los noventa -envuelta en los nada inocentes vapores embriagantes del posmodernismo […]- la problemática de los sujetos y del conflicto social que en su extravío teórico había sido abandonada por los intelectuales… (Boron: p. 91).

Sueña Antonio con que la tierra que trabaja le pertenece, sueña que su sudor es pagado con justicia y verdad, sueña que hay escuela para curar la ignorancia y medicina para espantar la muerte, sueña que su casa se ilumina y su mesa se llena, sueña que su tierra es libre y que es razón de su gente gobernar y gobernarse, sueña que está en paz consigo mismo y con el mundo. Sueña que debe luchar para tener ese sueño, sueña que debe haber muerto para que haya vida. Sueña Antonio y despierta… ahora sabe qué hacer y ve a su mujer en cuclillas atizar el fogón, oye a su hijo llorar, mira el sol saludando al oriente, y afila su machete mientras sonríe.

Un viento se levanta y todo lo revuelve, él se levanta y camina a encontrarse con otros. Algo le ha dicho que su deseo es deseo de muchos y va a buscarlos (agosto de 1994).

Notas:

[1]

Incluimos en la bibliografía algunas referencias de trabajos nuestros que abordan los puntos centrales de este debate.

[2]

Estaremos citando repetidamente el artículo de Atilio Boron, 2001, y por ello sólo indicaremos las páginas. En el caso de las citas de los comunicados zapatistas hemos usado la edición de tres tomos de Ediciones Era. A partir del 25 de enero de 1997 hemos tomado los comunicados de la página del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (http://www.ezln.org). En ambos casos anotaremos solamente la fecha de los comunicados. Las citas del libro del subcomandante Marcos, Don Durito de la Lacandona, serán referidas como “Durito”, con la fecha únicamente. En caso de utilizar otra fuente será señalada explícitamente.

Bibliografía

Boron, Atilio, “La selva y la polis. Interrogantes en torno a la teoría política del zapatismo”, Chiapas, n. 12, Instituto de Investigaciones Económicas, Universidad Nacional Autónoma de México-Era, México, 2001.

Ceceña, Ana Esther, “Universalidad de la lucha zapatista. Algunas hipótesis”, Chiapas, n. 2, Instituto de Investigaciones Económicas, Universidad Nacional Autónoma de México-Era, México, 1995.
—, “Neoliberalismo e insubordinación”, Chiapas, n. 4, Instituto de Investigaciones Económicas, Universidad Nacional Autónoma de México-Era, México, 1997.
—, “De cómo se construye la esperanza”, Chiapas, n. 6, Instituto de Investigaciones Económicas, Universidad Nacional Autónoma de México-Era, México, 1998.
—, “La resistencia como espacio de construcción del nuevo mundo”, Chiapas, n. 7, Instituto de Investigaciones Económicas, Universidad Nacional Autónoma de México-Era, México, 1999.
—, “La marcha de la dignidad indígena”, OSAL, n. 4, CLACSO, Buenos Aires, 2001.
—, “Por la humanidad y contra el neoliberalismo. Líneas centrales del discurso zapatista” en Seoane y Taddei (comps.), Resistencias mundiales. De Seattle a Porto Alegre, CLACSO, México-Buenos Aires, 2001a. EZLN, Documentos y comunicados, t. 1, Era, México, 1994.
—, Documentos y comunicados, t. 2, Era, México, 1995.
—, Documentos y comunicados, t. 3, Era, México, 1997.
—, “Comienza la Marcha de la Dignidad Indígena, la marcha del color de la tierra”, Chiapas, n. 11, Instituto de Investigaciones Económicas, Universidad Nacional Autónoma de México-Era, México, 2001.
—, La marcha del color de la tierra, Rizoma, México, 2001a.

Scherer García, Julio, “Una entrevista insólita”, Proceso, n. 1271, México, 11 de marzo de 2001.

Subcomandante Marcos, Don Durito de la Lacandona, CIACH, México, 1999.