Unidad, comunidad y lucha: Experiencias de autogestion para vivienda en Montevideo

15.Abr.09    Análisis y Noticias

Cooperativas de viviendas por autogestión y ayuda mutua en Uruguay
Haciendo la ciudad entre todos
Una experiencia de desarrollo participativo y autogestión vecinal
por Guillermo Font

La CIUDAD es un lugar para vivir pero fundamentalmente es su GENTE. Es el lugar
donde cada individuo y cada familia se desarrolla en el intercambio con sus iguales. De
ese poner en común la vida se constituye una SOCIEDAD con iguales derechos y
obligaciones para todos sus integrantes. Es la COMUNIDAD de hombres y mujeres que
aportan su granito de arena para la construcción del espacio común.

La prolongación de la crisis capitalista sigue produciendo en Latinoamérica un profundo
deterioro en los diferentes ámbitos de la sociedad. Ese largo proceso, inserto en los nuevos
conceptos del liberalismo de las últimas décadas, significa que los sectores de menores
recursos sean una vez más los que cargan la crisis sobre sus espaldas, profundizándose las
diferencias entre ricos y pobres.
La agudización de los procesos de pauperización y marginación acompañan a la
rearticulación de los modelos tradicionales de dominación. El aumento de la explotación, la
flexibilización y desregularización laboral y el bajo salario, acompañado de la falta de fuentes
de trabajo, el subempleo, la informalidad, el deterioro del sistema de salud, la falta de vivienda,
la baja del nivel de educación, la inseguridad, la corrupción, la miseria y marginalidad, etc., han
acelerado la desarticulación de los procesos participativos y el debilitamiento de las
organizaciones populares tradicionales, pasando un importante número de trabajadores
asalariados, obreros, maestros, empleados, a engrosar los cinturones de miseria de los
pueblos y ciudades.
El problema de la tierra urbana
La tierra urbana es en uno de los elementos más conflictivos en relación al acceso al
espacio urbano por parte de los sectores de menores recursos. Esto ha llevado al crecimiento
desordenado y al desarrollo desigual. El costo de la tierra al valor del mercado se relaciona con
el problema de la vivienda. En este sentido, la situación de los asentamientos irregulares no
responden a ningún plan de desarrollo u ordenamiento urbano.
Junto a la situación socioeconómica de la población, determina el progresivo vaciamiento
poblacional en las áreas centrales con todos los servicios, en progresivo estado de deterioro,
expandiendo la ciudad a la periferia con carencia total del equipamiento y servicios urbanos.
“La tierra no pertenece al hombre, sino el hombre a la tierra”, decía en 1854 el gran jefe
Seattle en carta al presidente estadounidense de la época. “¿Cómo es posible comprar o
vender el cielo o el calor de la tierra? No podemos imaginárnoslo. Si no somos dueños de la
frescura del aire ni del fulgor de las aguas, ¿cómo podrán comprárnoslas?”, se preguntaba. Era
el concepto también de los pueblos originarios del sur: Pacha Mama, la Madre Tierra.
Hoy no se puede hablar del problema de la vivienda de forma aislada sino hay que hacerlo
de una manera integral. El acceso a los servicios, a la infraestructura básica, la permanencia
en el lugar, el acceso al empleo, a las condiciones de vida, a los demás servicios esenciales
como la salud y la educación deben ser parte de un mismo paquete, en el cual el acceso a la
tierra, a los créditos para la construcción y al subsidio, deben estar en la agenda de discusión.
Las propuestas de solución de los gobiernos en materia habitacional para los sectores de
bajos ingresos son veinte o treinta metros cuadrados de construcción, independientemente de
la composición de los núcleos familiares, o los lotes con servicios. Se realizan importantes
esfuerzos para regularizar los asentamientos ya construidos, o como debería decirse “para
regularizar la pobreza”.
Un proyecto alternativo de gestión participativa
Porque creemos que es posible hacer la ciudad entre y para todos, es imperativo avanzar
en un proyecto alternativo, que se sustente tanto en propuestas prácticas y viables como en un
sistema de pensamiento y de acción que sirva para revertir el actual estado de cosas.
En momentos que en todo el mundo se habla de descentralización, decimos que esta no
es posible sin la participación de los vecinos, de los pobladores, en la gestión, ejerciendo sus
derechos y obligaciones ciudadanos. Aportando y discutiendo los planes de desarrollo y el
presupuesto respectivo. Participando desde cada barrio, en la fijación de prioridades en obras,
servicios y políticas sociales. Sólo así se pueden fortalecer las iniciativas y emprendimientos
locales, profundizando y consolidando la democracia.
En Uruguay existe un movimiento social urbano que se ha tomado en serio que la ciudad
se construye entre todos. Son unas 15.000 familias de bajos recursos (50.000 personas en una
población de poco más de 3 millones de habitantes) integradas a unas 400 cooperativas que
construyen (o aspiran a construir) sus barrios entre todos. Este construir se conoce con la
denominación genérica de por ayuda mutua. Conjunto de palabras que entre los
cooperativistas encierran un significado de mucho contenido, expresando en sí mismo
conceptos y principios solidaridad, fraternidad, participación, democracia, autogestión;
educación, trabajo, desarrollo comunitario y organización; unidad, comunidad y lucha; vivienda
popular integral, hábitat y medio ambiente.
Las cooperativas de viviendas por ayuda mutua uruguayas, constituyen una experiencia
singular por su desarrollo comunitario y por su aporte a la solución del problema habitacional
para amplios sectores de la sociedad, sin acceso a los créditos ni a la tierra en forma individual.
Esta iniciativa se basa en una rica tradición uruguaya de autoconstrucción, con ayuda de
familiares y amigos; una fuerte simpatía por las ideas libertarias y experiencias solidarias,
aportadas por los conocimientos y vivencias de la importante masa de inmigrantes italianos y
españoles de principios de este siglo; así como por las ideas artiguistas federales e
integradoras de la sociedad (con un contenido cultural multiétnico) forjadas en la lucha por la
independencia y la patria grande latinoamericana a principios del siglo pasado. Claro que
también los pioneros de Rochdale (Inglaterra), obreros textiles de principios del siglo XIX,
aportaron los Principios filosóficos del cooperativismo moderno, renovados por la Alianza
Cooperativa Internacional. También se reconoce el aporte de la experiencia de las cooperativas
de viviendas suecas, tomadas por los legisladores en la confección de la Ley 13.728.
Las tres primeras cooperativas surgen en 1966 en el interior del país y fueron la base para
el Capítulo 10 de la Ley 13.728, aprobada por el Parlamento el 17 de diciembre de 1968. Es
desde ese momento que el cooperativismo de viviendas empieza a crecer, apoyado en su
eficacia económica, dando las mejores soluciones habitacionales a los más bajos costos, y
apoyado también en su inmediata inserción dentro de las experiencias más auténticas del
movimiento popular uruguayo.
La autogestión y la ayuda mutua
A través de un proceso colectivo, el grupo se constituye en Cooperativa para construir las
viviendas, el entorno urbano y los servicios comunitarios. Las familias cooperativistas, a la par
de realizar el trabajo de obra, analizan, discuten, proponen y resuelven, mediante la
participación democrática en la Asamblea de la Cooperativa, todas y cada una de las etapas y
situaciones que se presentan en el camino.
Se elige el terreno, se estudia y discute con los técnicos contratados (arquitecto, asistente
social, abogado, contador y escribano) el proyecto social (organización, servicios comunitarios),
el proyecto urbanístico (espacios verdes, locales comunales, caminería) y arquitectónico
(planos de las viviendas, cronograma de obra). Se gestiona la personería jurídica y luego el
préstamo ante los organismos del Estado correspondientes (actualmente el Ministerio de
Vivienda) que puede llevar su tiempo, según la voluntad política de los gobernantes de turno.
Durante la dictadura, hubo cooperativas que demoraron 18 años en poder comenzar a
construir, a la vez de intentos de represión y disolución que no pudieron prosperar por la fuerte
resistencia de los cooperativistas.
También es parte de las primeras resoluciones de la Asamblea el nombre y la bandera de
la Cooperativa, símbolos permanentes de su identidad.
Todas las familias que integran la Cooperativa son a la vez empresa constructora, mano
de obra, administradora de los recursos, y destinatarios y usuarios de las viviendas
construidas. Cada núcleo familiar debe aportar un mínimo de veintiuna horas semanales de
trabajo durante la etapa de construcción, que avaluada monetariamente equivale a un aporte
de capital del 15 % del costo de la obra. Cada vivienda tipo de 2 dormitorios tiene unos 70
metros cuadrados. Un momento emocionante es el sorteo de las viviendas y entrega de llaves
al finalizar la obra. Recién ahí cada familia sabe que casa le será adjudicada.
Varones y mujeres participan y trabajan en la obra, siendo muchas veces las mujeres las
que realizan trabajos de mejor terminación, como los azulejos en baños y cocinas por ejemplo
o el armado del hierro para los pilares y vigas.
La organización está basada en principios de solidaridad, igualdad, ayuda mutua y
participación democrática, siendo la autogestión de los recursos y la propiedad comunitaria de
todo el conjunto sus características principales. También lo es la rotación en los cargos de
dirección y fiscalización debiendo dejar pasar un período de dos o tres años (según los casos)
para ser reelectos.
La Asamblea es el órgano máximo y está integrada por un titular por cada núcleo familiar.
Anualmente se realizan elecciones con renovación parcial de integrantes de los diferentes
órganos (Consejo Directivo y comisiones de Fomento Cooperativo, Fiscal y Electoral).
Es un largo proceso educativo de integración social y capacitación comunitaria que
comienza con la formación del grupo, previo a la fundación de la Cooperativa, y se continúa
luego en la etapa de convivencia y desarrollo social sin límites en el tiempo. Se parte de una
concepción individualista de las personas que se integran, ya que el motivo principal es la
vivienda, pero a medida que se avanza en las distintas etapas y tareas, se van transformando
en actitudes solidarias.
Pero la Cooperativa no termina con la finalización de la obra, la construcción de las
viviendas y los espacios comunes, sino que por el contrario, ahí comienza la acción
comunitaria organizada para mejorar la calidad de vida y el desarrollo social. Los
cooperativistas de viviendas por ayuda mutua del Uruguay tenemos el concepto de vivienda
integral. No se trata solamente del lugar rodeado de 4 paredes y un techo, sino del espacio de
vivir y convivir, de compartir, crecer y desarrollarse comunitaria y personalmente.
La vida del barrio cooperativo se desarrolla en relación a seis grandes necesidades que
no son exclusivas, sino comunes a toda la sociedad: vivienda, salud, educación, recreación,
consumo y servicios generales. La diferencia con los barrios comunes es la forma de resolver
esas necesidades, relacionado también con la forma de gestión.
El derecho a una vida digna
Nucleadas desde el 24 de mayo de 1970 en la Federación Uruguaya de Cooperativas de
Viviendas por Ayuda Mutua, no solamente se han preocupado en solucionar el techo sino que
luchan por el derecho de los sectores más bajos de la sociedad a una vivienda integral y a una
vida digna, y se caracterizan por su capacidad de solidaridad y propuesta.
Terminada la obra, comienza la etapa de convivencia, estimulando el desarrollo social de
los barrios y, con diferentes grados de funcionamiento, mantienen y administran una amplia
gama de actividades para todas las edades.
Según las necesidades del grupo, se crean servicios comunitarios autogestionados por la
Cooperativa para mejorar la calidad de vida de las personas: policlínicas médicas y
odontológicas; bibliotecas y centros culturales; guarderías infantiles; actividades deportivas y
recreativas; mantenimiento de espacios verdes, alumbrado y calles; mejoras de los servicios
públicos; construcción y donación al Estado de locales escolares, etc. Hay otros servicios que
son centralizados por la Federación: asesoramiento jurídico, notarial y contable; Planta de
Prefabricado; convenios con emergencias médicas y otras instituciones; Centro de Formación,
Colonia de Vacaciones y Hogar Estudiantil; Departamento Técnico; Departamento de la
Infancia Cooperativista; Departamento de Jóvenes Cooperativistas; Departamento de
Recreación y Deportes;Tarjeta Solidaria; entre otros.
La práctica autogestionaria de las cooperativas en la producción y administración en las
diferentes etapas, es la respuesta de los sectores populares organizados para la construcción
de la ciudad. Es un intento de superación del proceso de exclusión que caracteriza al orden
urbano de las ciudades contemporáneas.
Las experiencias de desarrollo social que hemos producido, son la búsqueda de una
alternativa al modelo de desarrollo hegemónico en nuestra sociedad. Está relacionada al
desarrollo de una cultura propia en los barrios construidos por autogestión y ayuda mutua,
caracterizada por un fuerte sentido de identidad y pertenencia a un movimiento social, más allá
de localismos. Hay una valorización positiva de la historia e identidad del barrio cooperativo,
por oposición a la forma de vida de los barrios comunes, y al desarrollo de una práctica
autogestionaria que rescata la autonomía y la descentralización del poder de la gente
trabajando desde la base y a partir de su propia problemática y organización. Como resultante,
se da no sólo la producción de servicios sociales, sino un estilo de vida comunitaria basado en
la puesta en práctica de mecanismos democráticos y participativos de gestión barrial.
A pesar de su aporte reconocido a la sociedad y al desarrollo social y comunitario de las
zonas periféricas, muchas veces, antes de poder gestionar el préstamo para construir, han
tenido (y tienen) que luchar mucho por sus derechos, llegando en muchos casos a la ocupación
de terrenos fiscales, manifestaciones multitudinarias por el centro de Montevideo o de ciudades
del interior, frente al Parlamento, al Ministerio de Economía y/o al Ministerio de Vivienda,
llegando a su ocupación pacífica en varias ocasiones.
La otra cara de estas movilizaciones son las llamadas “Jornadas Solidarias” donde cientos
de brigadistas se hacen presentes en una Cooperativa en construcción y en unas cinco horas
de un domingo de mañana se adelantan miles de horas de trabajo para esa Cooperativa.
Una propuesta alternativa
La experiencia de tanta lucha y sacrificio a lo largo de tantos años llevó a la necesidad de
pasar de lo reivindicativo y la demanda, a la elaboración de propuestas alternativas de
construcción de la ciudad. Ese aporte en calidad se dio en llamar La Reforma Urbana, en base
fundamentalmente al intercambio con las organizaciones populares de otros países.
Fue un proceso interesante que comenzó naturalmente a partir de la necesidad de
vivienda de los pioneros a fines de los 60, pasó por la necesidad de llevar o construir los
servicios (transporte, saneamiento, escuelas, salud) en lugares lejanos de la periferia de
pueblos y ciudades en todo el país, porque era allí donde se conseguía la tierra para construir.
Soportó de muchas maneras, al igual que el resto del movimiento popular uruguayo, la
dictadura que comenzó a principios de los 70. El paso de los años llevó a escribir la historia
porque estaba la necesidad de compartir la experiencia con los nuevos cooperativistas, con
otra gente y a otros pueblos.
Finalmente, a finales de los 80 y principios del 90 se da un paso fundamental pasando a la
elaboración de una propuesta alternativa de hacer la ciudad desde una perspectiva de la gente.
El derecho de construir y vivir también en las áreas centrales, donde están todos los servicios.
Teniendo como eje central de la propuesta el interés social general por encima de los intereses
particulares y especulativos que convierten a la vivienda en un bien de consumo, que no se
descarta para los sectores privilegiados, pero que debe ser un bien de uso para los sectores
trabajadores y de bajos recursos.
El gran desafío ha sido siempre colectivizar las experiencias sociales adquiridas durante
las diferentes etapas de nuestras cooperativas, al cabo de tantas batallas dadas en defensa de
un patrimonio auténticamente popular. El beneficio es de las familias cooperativistas y de ese
barrio vecino, compuesto también por trabajadores, que nos vio nacer y muchas veces nos
ayudó en nuestro crecimiento y desarrollo.
El aporte a la descentralización de Montevideo
La experiencia de los cooperativistas se ha volcado también al proceso de participación
ciudadana, descentralización municipal y desconcentración de servicios que se viene
desarrollando en la capital del país. Desde que se inicia este proceso en 1990, con la división
territorial de Montevideo en 18 Zonas y la creación de los Gobiernos Locales con sus Juntas
Locales, los Concejos Vecinales y los Centros Comunales Zonales, se ha ido transfiriendo
paulatinamente el poder de decisión a los vecinos.
En este contexto de transformaciones, juega un papel fundamental el Concejo Vecinal que,
en representación de los vecinos y sus organizaciones, realiza una fiscalización permanente de
la gestión municipal y propuestas concretas para el desarrollo de la Ciudad desde la respectiva
Zona. Es referencia obligada de la Junta Local, y del Gobierno Municipal para la toma de
decisiones.
En su seno se discuten los problemas, reivindicaciones e iniciativas de los barrios,
manteniendo una estrecha relación con las organizaciones sociales y vecinales, aportando y
evaluando en las instancias definitorias de la vida de la zona y de la gestión comunal (Plan
Estratégico de Desarrollo, Plan Quinquenal, ejes de gestión y presupuesto anual, planes de
obra, programas y políticas sociales, etc).
Muchos son los cooperativistas propuestos por sus organizaciones de base, que han sido
electos para integrar los Concejos Vecinales en varias Zonas de Montevideo. Acostumbrados a
la administración y autogestión de grandes comunidades, se mueven como pez en el agua en
lo que es su medio natural: órganos elegidos democráticamente por los vecinos, administrando
y gestionando pedacitos de ciudad, haciendo la ciudad entre todos.
El intercambio y solidaridad nacional e internacional
FUCVAM mantiene desde hace muchos años un intercambio de experiencias, solidaridad
y coordinación de actividades con cooperativas y organizaciones populares, sociales, vecinales
y sindicales, así como ONGs. y organismos estatales y municipales, en nuestro país y en todo
el mundo.
En lo nacional, mantiene un estrechas relaciones principalmente con la Central Obrera
(PIT-CNT), la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU), la Organización
Nacional de Jubilados y Pensionistas del Uruguay (ONAJPU) y la Confederación Uruguaya de
Entidades Cooperativas (CUDECOOP).
Las Cooperativas de Viviendas por Ayuda Mutua, por mandato de su 45o Asamblea
Nacional Extraordinaria a mediados del 2000, vienen movilizándose en los diferentes barrios y
ciudades para la conformación de un Frente Social por soluciones para los sectores populares,
que convoque a todos los excluidos del sistema.
El relacionamiento internacional de FUCVAM se ha desarrollado enormemente en los
últimos tiempos, dadas las demandas desde el exterior. Luego de la larga experiencia de
apoyo, asesoramiento e intercambio con la Unión de Movimientos de Vivienda Popular de
Brasil en la década del 90, ahora se están realizando con organizaciones de Cuba, Paraguay y
Argentina, entre otros países. También se está participando de eventos internacionales en
diferentes países, tanto en organizaciones sociales como en universidades. Un ejemplo de ello
es en la Asamblea de Pobladores a realizado en el mes de octubre de 2000 en México y en el
Foro Social Mundial realizado en Porto Alegre, Brasil.
Es referencia obligada para el desarrollo del cooperativismo de viviendas por autogestión y
ayuda mutua en varios países. Algunas ONGs. europeas han financiado varios proyectos de
educación y formación cooperativa, desarrollo social y comunitario y de construcción de
viviendas en experiencias piloto.
Las principales organizaciones con las que se tiene relación, convenios o intercambio son
el Centro Cooperativista Sueco, CEBEMO de Holanda, la Central de Trabajadores Argentinos y
su Federación de Tierra y Vivienda, el Movimiento de Ocupantes e Inquilinos de Buenos Aires
(Argentina), CEVE de Córdoba (Argentina), la Unión de Movimientos de Vivienda Popular de
Brasil, la Federación de Vivienda de Colombia y la ONG Hábitat de Cuba. Han visitado y/o
realizado pasantías en diferentes ocasiones, delegaciones de pobladores y movimientos
sociales y cooperativas, de Universidades, de ONGs. y técnicos, de gobiernos y municipios, de
Suecia, Holanda, Bélgica, Alemania, Italia, Inglaterra, Sud Africa, Cuba, Estados Unidos,
México, Costa Rica, El Salvador, España, Colombia, Chile, Bolivia, Brasil, Paraguay y
Argentina.
Es miembro fundador de la Confederación Uruguaya de Entidades Cooperativas
(CUDECOOP) y de la Secretaría Latinoamericana de la Vivienda Popular (SELVIP); es
integrante de la Confederación Latinoamericana de Cooperativas de Trabajadores
(COLACOT), de la Comisión de Vivienda de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI) y de la
Coalición Internacional del Hábitat (HIC).
Recibió del Centro de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos un Diploma por la
labor en el campo del hábitat popular, enmarcado en las actividades desarrolladas por
FUCVAM en el transcurso de 1997, al cumplirse un decenio del Año Internacional de las
Personas Sin Hogar o Año de los Sin Techo, y una Mención de Honor en el Premio Mundial del
Hábitat 1998, por parte de la Fundación para la Construcción y la Vivienda Social (BSHF) de
Inglaterra.