El pueblo tamil no ha dicho la última palabra

19.May.09    Análisis y Noticias

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Análisis | Conflicto en Sri Lanka
El pueblo tamil no ha dicho la última palabra

Las celebraciones cingalesas, intentando representar su triunfo militar en esta fase del largo enfrentamiento con el pueblo tamil, no deben ocultar la realidad que deberá afrontar en el futuro si continúa con su planificado genocidio contra los tamiles.

Txente REKONDO Gabinete Vasco de Análisis Internacional

El presidente de Sri Lanka, Mahinda Rajapaksa, anunció el domingo con orgullo la derrota de los Tigres de Liberación de la Tierra Tamil. En este análisis, su autor aborda las causas de este largo motivo y qué factores han propiciado el actual escenario.

La decisión de los dirigentes de los Tigres de Liberación de la Tierra Tamil (LTTE) de acallar las armas para evitar que la ofensiva militar de Colombo siga cobrándose más víctimas civiles hay que encuadrarla en las declaraciones de los mismos, cuando afirman que «en estos momentos sin precedentes se hacen necesarias decisiones históricas y prudentes. Si se trata de salvar la vida de miles de personas y es necesario, damos este paso».

El actual escenario ha sido el producto de toda una serie de factores. Desde hace unos años, la coyuntura internacional se ha situado claramente en contra de las demandas tamiles y, sobre todo, contra su representante, el LTTE. Si el acuerdo de negociación y alto el fuego de febrero de 2002 se produjo en cierta medida al amparo de lo acontecido el 11-S el año anterior, a partir de esa fecha, el movimiento de fichas internacionales ha imposibilitado al LTTE mantener el pulso a Colombo.

El triunfo del Partido del Congreso indio en 2004 (que mantiene una larga historia de enfrentamiento con el LTTE, al que acusa de la muerte del entonces primer ministro Rajiv Gandhi), la política de George W. Bush en su cruzada personal en la «llamada guerra contra el terror», que los dirigentes cingaleses aprovecharon para lanzar una feroz campaña diplomática por todo el mundo para cortar los lazos del LTTE con la diáspora tamil, y su inclusión en la «lista negra» dificultaron todo tipo de movimiento y muestra de solidaridad hacia el pueblo tamil.

Los dirigentes de Sri Lanka provocaron una importante ruptura en el LTTE en 2004, cuando lograron que el máximo responsable de los Tigres en la zona oriental, el comandante Karuna, pasase a colaborar con el Gobierno de Colombo.

El desastre humano que provocó el tsunami de 2004 tampoco ayudó al pueblo tamil en su lucha por la autodeterminación. El coste de vidas humanas estuvo acompañado por los obstáculos del Gobierno para que recibieran la ayuda internacional, necesaria para paliar en cierta medida el sufrimiento.

También se debe hablar de ciertos errores de apreciación del LTTE. Si la pérdida de uno de sus cuadros más importantes, Anton Balasingham, que falleció de cáncer, les supuso una seria dificultad a la hora de «sincronizar sus movimientos con los que se producían en la escena local e internacional», otros factores tampoco le ayudaron.

Sus esperanzas recientes en los posibles cambios en la política de Washington o de Nueva Delhi, se han venido pronto abajo. La Administración de Obama ha seguido apoyando al régimen cingalés, a pesar de los recientes llamamientos a un alto el fuego, y los resultados en las elecciones indias suponen un nuevo giro de tuerca, ya que el triunfo del Congreso Indio, unido a los malos resultados de los partidos tamiles, acelerará la política de apoyo entre India y Sri Lanka, sobre todo, tras la irrupción de China en este escenario, dando cobertura y apoyo al genocidio contra los tamiles.

También han medido mal la capacidad operativa y económica de Sri Lanka. Colombo ha sabido utilizar la ayuda material y diplomática de la comunidad internacional, al tiempo que ha logrado atraer a la opinión pública de su país hacia un apoyo decidido a su campaña militar.

De todas formas, la apuesta militarista de los dirigentes cingaleses estaba fuera de toda duda. En los tres últimos años, Colombo ha rechazado todos los llamamientos del LTTE a un alto el fuego y a conversaciones de paz. En ese sentido son reveladoras las declaraciones del presidente Mahinda Rajapaksa cuando señalaba que «el gobierno no está dispuesto a ningún alto el fuego con los terroristas. Es mi obligación proteger a la población de este país, y no necesito lecciones de los representantes occidentales».

Dejó claro que mantendrá la estrategia de los sectores más chauvinistas, aprovechándose de la complicidad internacional, presentando el conflicto en clave interna y «de terrorismo», y «protegiendo a los tamiles» de una manera cínica y cruel.

Los datos más recientes hablan de cientos de detenidos, muchos de ellos menores de edad, decenas de desaparecidos, y miles de refugiados hacinados en campos de concentración, como los han venido definiendo las diferentes organizaciones humanitarias que intentan trabajas en la zona, a pesar de los obstáculos de Colombo, que ha impedido la ayuda humanitaria y ha expulsado a los periodistas y observadores extranjeros.

Sólo en lo que va de año, la política militar cingalesa, proclive a aceptar «la necesidad de víctimas colaterales», se ha cobrado más de 10.000 vidas.

Esta fase de la guerra desatada por Sri Lanka ha podido poner fin «a la capacidad convencional del LTTE», como señalaba recientemente un prestigioso medio internacional.

Sin embargo, advertía que «los Tigres pueden reagruparse y volver a expandirse en el futuro», retomando las armas con mayor determinación y dejando la supuesta victoria gubernamental en nada. El actual triunfalismo puede sufrir un gran revés en el futuro, sobre todo, si la política genocida de Colombo sigue adelante.

Como bien apuntaba el editorial de un importante medio de comunicación estadounidense, podíamos estar ante «la agonía de Sri Lanka». Tras la derrota militar del LTTE, en las próximas semanas veremos que la rabia y alineación de la población tamil es más grande que nunca. La solución sólo podrá abordarse definitivamente desde el ámbito político, nunca militar. La experiencia del pasado ha hecho que la población tamil no tenga esperanzas en algún tipo de autonomía dentro de Sri Lanka, y tan sólo desea la formación de un estado separado.

Como el ave fénix, el espectro del LTTE puede resurgir de sus cenizas en el futuro y hacerse presente en por tierra, mar y aire. Como señalaban los representantes tamiles, la resistencia se tendrá que trasformar para una nueva forma de enfrentamiento, porque «mientras que los tamiles sigan siendo oprimidos, Sri Lanka tampoco podrá lograr la estabilidad, y la militancia tamil seguirá ocupando la centralidad del futuro del estado cingalés».