Selvas tropicales y el valor economico total

09.Jun.09    Análisis y Noticias

Lunes 8 junio 2009:
SELVAS TROPICALES Y EL VALOR ECONOMICO TOTAL

El modo de vida campesina-indígena tiene una perspectiva y un saber ancestral para el cuidado de su riqueza natural y espiritual. Pero el capitalismo ha impuesto, en lo económico y político, modelos tecnológicos para “preservar” y aprovechar los territorios indígenas promoviendo plantaciones, planes de manejo, individualización y comercio de la tierra, registros de propiedad de fuentes de agua, biopiratería, semillas transgénicas y ecoturismo. Todas estas maneras de reordenar el territorio resultan homogenizantes; aíslan y fragmentan la relación de los pueblos con su entorno y la base ecológica que la sostiene (José Godoy-2005)

A finales de los años 60, el Club de Roma, creado por un grupo de empresarios y ejecutivos de transnacionales (Xerox, IBM, Fiat, Remington Rand, Olivetti, entre otras), abrieron el debate, sobre las demandas por recursos no renovables. Apareciendo el Informe MEADOWS, denominado: “Los límites del crecimiento” documento que señalaba un tiempo para el agotamiento de los recursos naturales. El Informe Meadows en Los límites del crecimiento es el desfase de la cuestión ambiental en cuanto a cultura y política, y su asimilación por parte de la lógica técnico-científica, la misma que estaba siendo criticada.

El modelo de acción humana o de racionalidad instrumental forjado en Europa Occidental, a partir de los siglos XVII y XVIII se expande por el mundo poniendo en riesgo al planeta , El capitalismo monopolista de Estado, de corte liberal y privatizador, y el capitalismo de Estado monopolista, con la llegada del ambientalismo, en los años 60, impulsó la conciencia del riesgo global para el desafío ambiental, riesgo para todo el planeta y para toda la humanidad en la exacta medida ,sobre todo de carácter mercantil que tiene en sí misma la desigualdad por estar empapada de la colonialidad del poder.

El 20% de los habitantes más ricos del planeta consumen cerca de 80% de la materia prima y las energías producidas anualmente (modelo-límite). Cinco planetas serían necesarios para ofrecernos a todos los habitantes de la Tierra el estilo de vida, vivido por los ricos de los países ricos y pobres. No es la población pobre la que está poniendo en riesgo al planeta y a la humanidad, como se insinúa.

Vivimos la crisis de escasez (por contaminación) del aire y de agua, de escasez (límites) de minerales y energía, de pérdida de suelos (límites) que necesitan un tiempo, no mínimo, geomorfológico (geológico), para formarse, elementos (aire, agua, fuego, tierra) que estaban dados y de los que la cultura occidental y occidentalizada estima poder prescindir. El efecto invernadero, el agujero en la capa de ozono, el cambio climático global, los residuos tóxicos, además de la basura que nosotros mismos generamos a diario, son los indicios más claros de esos límites impuestos a escala global.

No es una cultura o un pueblo quienes ponen en riesgo su propia existencia. La globalización de la racionalidad, conducida por la lógica económica, nos lleva inexorablemente a una economía que ignora que está inserta en la tierra, en el aire, en el agua, en el suelo, en el subsuelo (los minerales), en los ciclos vitales de las cadenas alimenticias, de carbono, de oxígeno… toda la humanidad, de manera desigual, está sometida a los riesgos derivados de acciones decididas por algunos para beneficio de algunos.

La lucha por la apropiación de la biodiversidad, por el disfrute de sus beneficios ha señalado claramente los intereses entre naciones. La racionalidad del mercado y del desarrollo sustentable se manifiesta en la reapropiación para mantener, incrementar y disfrutar los mayores bienes terrenales “Diversidad Biológica y Cultural”. Siendo la biodiversidad entendida como la suma total de los seres vivos que existen en la tierra, siendo el resultado de millones de años de evolución. Donde la especie humana y sus culturas han emergido de sus adaptaciones, de su conocimiento de su utilización.

La biodiversidad tiene dos dimensiones inseparables; la Biológica y cultural. Por tanto una propiedad de seres vivos y culturales que los hace distintos y únicos.

El 50 a 80% de la biodiversidad del planeta se localiza en los países tropicales, (Brasil, Colombia, México, Zaire, Madagascar e Indonesia), quienes han sufrido en los últimos 100 años, pérdidas inmensas de selvas tropicales y la desaparición de su población indígena al ritmo de una tribu cada año. La mitad de 6,000 lenguas nativas que se hablan hoy en el mundo corren el riesgo de desaparecer en los próximos 100 años, con ella desaparecerán conocimientos y técnicas de manejo de la biodiversidad biológica de la tierra ( LURI, UICN,UNEP-1992)

200 millones de indígenas (el 5% de la población de la tierra) mantienen los niveles de biodiversidad, son custodios de la biodiversidad biológica de la tierra. La lucha por sus hábitat naturales es de supervivencia. La pérdida de sus ecosistemas significa la desaparición de la cultura biológica.

La importancia del bosque amazónico, no radica simplemente en el efecto de las lluvias abundantes, ni la intensa insolación o de los suelos ricos que el bosque consume. No. El bosque participa del clima, lo conforma a través de la evapotranspiración, de la fijación del carbono (en promedio, setenta toneladas por hectárea), redefiniendo la relación de incidencia de la radiación solar con la refracción de esa energía (albedo). Interviene, no sólo en el balance hídrico de la región con la evapotranspiración como un equilibrio térmico, sino que contribuye al equilibrio dinámico del clima global.

Las áreas críticas amenazadas se ubican en las Selvas tropicales (Mittermier-1992), ocupan el 1% de la superficie del planeta y representan el 12% de los bosques tropicales que aún existen (Se prevé su desaparición en 40 años), albergando entre el 30% y 40% de la biodiversidad de la tierra.

La vida también es responsable del equilibrio dinámico del planeta. —la Revolución Industrial. Comenzó a utilizar la energía solar acumulada en forma mineral, como energía fósil, producida en tiempo geológico de millones de años. Una vez más, la vida biológica, por medio de un artefacto creado por el hombre, interfiere en las condiciones de equilibrio dinámico del planeta. (Efecto invernadero, capa de ozono) poniendo a prueba sus límites.

La lógica empresarial, privada, choca frontalmente con esos principios en la medida en que el ambiente es el lugar de convivencia de lo que es diverso, donde naturaleza y cultura son una totalidad compleja y contradictoriamente estructurada .Mientras tanto, si el mercado se muestra hábil para encontrar mecanismos para recompensar las inversiones de acuerdo con sus riesgos potenciales, no ocurre lo mismo con relación a los riesgos ambientales. El ambiente, en su materialidad calificada, no es reductible a la lógica monetario-crematística cuantitativa y el tiempo necesario para reponer los suelos erosionados va más allá del tiempo de la historia humana, es imposible revivir especies extintas (la extinción es para siempre) o deshacernos de la basura radiactiva, cuyo tiempo de vida es de millares o millones de años, o recuperar recursos minerales que son por sí mismos no renovables.

Nada parece tener sentido a no ser a partir del mercado de la economía. El campo ambiental no escapa de esa ilusión una difusión de la noción de desarrollo sustentable , de la transformación impuesta en los años 90, sobre todo después de Río-92, la intervención económica de la mayor parte de las políticas sectoriales de medio ambiente fomentadas por los organismos multilaterales (en forma destacada, el Banco Mundial). No nos sorprendemos, por tanto, cuando nos vemos frente al triste espectáculo de la miseria y la devastación, cuando tratan de imponernos una lógica única de mercantilización generalizada.

Un bosque no es lo mismo para un pueblo que ha convivido con él millares de años que para un maderero que, más que en la madera, está interesado en su transformación en algo abstracto —dinero; en la vida de una comunidad, para quien una riqueza mineral no tenga el menor sentido, puede transformarse en una pesadilla si en sus tierras se descubre petróleo, oro o cualquier otro mineral que interese a algún empresario o a algún Estado ávido de hacer concesiones a empresas o, también, para cobrar más impuestos.

El desafío ambiental nos sitúa frente a la necesidad de forjar nuevas teorías que tomen como base a la riqueza y no a la escasez. La naturaleza, convertida en propiedad privada, será objeto de compra y venta mercantilización absoluta. En los años 70 y 80 se desarrolló un movimiento crítico relacionado con la dinámica de la Revolución (en las relaciones de poder por medio de la tecnología) Verde. De ese movimiento se originó un movimiento de agricultura alternativa, de agricultura orgánica, de agro ecología, que consagró expresiones como: agro tóxico y le puso un sentido negativo a toda la agroquímica.

Más allá de las medidas que intentan mejorar la imagen y contemplar un medio ambiente más sano, por lo menos en el lado rico del planeta, las empresas del sector agroquímico están intentando mejorar la eficiencia ecológica de sus propias prácticas, reconociendo, en la práctica, la fuerza de los argumentos de sus críticos. Las nuevas biotecnologías —como los transgénicos— pueden ofrecer mezclas genéticas que disminuyan el impacto ecológico del uso de insumos. Las diferencias entre la nueva fase del desarrollo de las relaciones de poder por medio de la biotecnología y la antigua son: rompe con la barrera natural de producir organismos genéticamente modificados (OGMs) para producir organismos transgenéticamente modificados (OTMs) y ocurre una desapropiación/descalificación del saber ancestral/actual

En febrero de 2001, en Cancún (México), fue constituido el Grupo de Países Mega diversos —de los que actualmente forman parte Bolivia, Brasil, China, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Filipinas, India, Indonesia, Kenia, Malasia, México, Perú, Sudáfrica y Venezuela—, que ha sido sistemáticamente consultado por los organismos internacionales, como la OMC y el Banco Mundial, pero en los que todo viene siendo decidido en el nivel de gobierno, sin la preocupación de consultar a la población, que significa 45% de la diversidad cultural del mundo (presente en esos países), para saber lo que piensa de las propuestas en curso. Las grandes corporaciones del mundo del petróleo, las instituciones multilaterales que les dan apoyo, como el Banco Mundial, así como grandes organizaciones no gubernamentales. Ellas son responsables, por poner en riesgo el destino del planeta, sobre todo cuando sale a la luz lo que ocurre con las poblaciones de los lugares y de las regiones donde esas grandes corporaciones del petróleo ejercen de manera más directa su acción y sobre las cuales dejan sus marcas concretas de derrames de aceite y de sangre.

El Banco Mundial (año 2,000) aprobó préstamos por un valor aproximado de 200 millones de dólares para el proyecto del oleoducto Chade-Camarones, área donde están presentes la Exxon Mobil y la Chevron (Friends of the Earth, 2001). El Banco Mundial, al mismo tiempo apoyó a esos grandes y gigantescos proyectos, criticados por los ambientalistas, en los años 70 y 80 por apoyar a la construcción de grandes embalses, carreteras y otras obras de infraestructura para la expansión del desarrollo.

El mayor éxito del Programa de Pequeños Proyectos del Banco Mundial tal vez sea el de enfriar las contradicciones generadas por los propios proyectos de desarrollo, que, en el otro extremo, cuenta con el apoyo del Banco por medio de su Programa de Grandes Proyectos (PGP). En el caso de la cuestión ambiental, específicamente, gran parte de los recursos para las políticas de medio ambiente en países pobres viene del Banco Mundial y de otras instituciones multilaterales.

Un estudio realizado en Funbio, una organización no gubernamental estimulada por el Banco Mundial (a la que le da soporte institucional y financiero), cuyo objetivo fue aplicar la Convención de la Diversidad Biológica en diferentes países, en este caso en Brasil. Es de destacar el formato institucional y de poder de esa ONG, fue uno de los más patéticos de esas sociedades. Algo similar ocurrió en Ecuador cuando (donde se puede encontrar indígenas Huaorani,) dieron a la transnacional italiana Agip Oil ,autorización para construir una plataforma petrolera, extender un oleoducto y extraer el petróleo de la provincia nororiental de Pastaza a cambio de que la empresa entregara: (…) a cada una de las seis comunidades Huaorani, un aula escolar, un curso de salud, una radio, una batería con panel solar, 50 kilos de arroz, 50 de azúcar, dos cubos de grasa, una bolsa de sal, un silbato de juez y dos balones de fútbol, 15 platos, 15 tazas y un armario con 200 dólares en medicinas, en una única partida” (Marín, 2003).

En los inicios de los años 90, esas mismas comunidades huaorani luchaban contra 22 compañías petroleras transnacionales, que también contaban con la protección militar del Estado ecuatoriano y que, en esa época, (…) los huaorani del Ecuador lograron movilizar organizaciones ambientalistas nacionales e internacionales contra la planeada explotación petrolera de la DuPont-Conoco Oil Company en territorio indígena. La campaña de la organización huaorani, contó con el apoyo de la organización internacional indígena SAIIC (Oakland, California) y del Sierra Club Legal Defense Fund (EUA), tuvo éxito y la compañía petrolera canceló las operaciones en territorio indígena. Las organizaciones de indígenas amazónicos peruanos obtuvieron un éxito parecido, con el anuncio de la cancelación, en setiembre de 1991 del contrato de la compañía petrolera Texas Crude, de Houston, Texas, con el gobierno peruano para la explotación de la región de Pacaya Samiria en el Amazonas indígena (Varèse-1991)

Toda esa compleja red de intereses contradictorios fue captada por los indígenas organizados en torno de la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA). En sus resoluciones declaran: “Frente a la incursión de empresas extractivas en los territorios ancestrales indígenas, la COICA los declara espacios de paz y desarrollo para la supervivencia de los pueblos indígenas”. Exige a los gobiernos que refuercen la demarcación y legalización de estos territorios, que declara algunas de las zonas intocables, que revisen los contratos con estas empresas, que formulen políticas y estrategias que respeten los derechos colectivos de los pueblos indígenas” (COICA, 2003).

Otra disputa que ya se empieza a visualizar es la apropiación y control del agua, que se viene acentuando en los últimos años, precisamente, en la segunda mitad de los años 90. Si tomamos tanto “Nuestro futuro común”, informe de la Comisión Brundtland, así como los diversos documentos y tratados surgidos de la reunión de Río-92, inclusive la Agenda XXI y la Carta de la Tierra, como las referencias más importantes del campo ambiental en los últimos veinte años, llega a ser sorprendente el tratamiento tan tímido que merece el agua, si lo comparamos con lo destacado que ha sido el tema en la última década, al punto de ser puesta como una de los posibles generadoras de guerras futuras.

Los cerca de 8 millones de kilómetros cuadrados relativamente continuos de bosque tropical, en gran medida cerrado, en Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, las Guyanas, Perú, Surinam y Venezuela, son poseedores de 460 toneladas de biomasa por hectárea en promedio, son 70% agua; constituyéndose en un verdadero “océano verde” de cuya evapotranspiración depende el clima, la vida y los pueblos de extensas áreas de América Central y del Sur, del Caribe, de América del Norte y del mundo entero.

Hoy, con un motor a diesel se busca agua en el subsuelo, (acuíferos), ya que las aguas superficiales, al igual que los mantos freáticos, no son suficientes, por lo menos a la hora y en el lugar deseado. Cada vez es mayor la explotación de los acuíferos y, de este modo, se introduce un componente nuevo en la injusticia ambiental generalizada en el mundo (y en cada país).

De la crítica a la propia idea de desarrollo, tal como los ambientalistas la habían formulado en los años 60-70, se pasó al ecodesarrollo y, después, al desarrollo sustentable, y por esos tortuosos caminos la propia idea del desarrollo fue revivida; la Conferencia de Estocolmo y la Conferencia de Río de Janeiro, no sólo se han intensificado los ritmos de explotación y transformación de los recursos, también han surgido nuevas estrategias de intervención de la naturaleza, así como nuevas manifestaciones de sus impactos y riesgos ecológicos.

No deja de asustamos cuando oímos decir que el agua o la biodiversidad deben ser tratadas como patrimonio de la humanidad y luego identificamos ahí los intereses de los países ricos en la Amazonia. El italiano Ricardo Petrella (2001) alertó que por ser exactamente patrimonio de la humanidad, el agua, el aire o el conocimiento son recursos que no pueden ser privatizados, ya sea por los nacionales o por las transnacionales.

Por lo que concluimos que parte del bienestar de la población humana directa o indirectamente depende, de la diversidad biológica; sea mediante el uso de numerosas especies o mediante el goce de los servicios intangibles que resulta de los procesos eco sistémicos.

La emergencia de las luchas indígenas y campesinas a favor de los recursos naturales constituye la lucha por la conservación de la biodiversidad, la lucha por la vida. Las comunidades indígenas y campesinas en América Latina y en el mundo son portadoras de un conocimiento milenario sobre biodiversidad, plantas, animales, agua y clima. Investigaciones científicas han demostrado que tres cuartas partes de todos los fármacos de prescripción de origen vegetal, que se encuentran en el mercado mundial es de aproximadamente 43,000 millones de dólares -según Rural Advancement Foundation International, (año 95) fueron descubiertos debido a su uso previo en la medicina indígena.

Son sociedades que de forma vital han basado su proceso civilizatorio material y energético en la biomasa y biodiversidad, con una manera específica de concebir la interrelación entre naturaleza y sociedad. Autores como Bawa y Gadgil (1997) reconocen a los indígenas como gente del ecosistema que conforman desde hace milenios paisajes culturales-naturales. El capital entonces se encuentra en una gran disyuntiva por un lado necesita “robarse” el conocimiento indígena y por otro lidiar con el proceso de exclusión y exterminio de las culturas y comunidades indígenas del orbe, fenómeno que ya está resultando contradictorio.

Porto-Gonçalves Carlos Walter – Desafío Ambiental: Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente- 2004 Ana Patricia Noguera de Echeverri- Reencantamiento del mundo: Programa de las Naciones Unidas para el Medio- Colombia 2004 Alejandro Toledo- Economía de la biodiversidad: Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente- México 1998

Por : ANNA BERMEO TURCHI
Lunes 8 junio 2009