PABLO ALARCÓN-CHÁIRES1
La Jornada
Culturas indígenas amenazadas (Parte II)
A propósito del Día del Medio Ambiente, el peligro de extinción no se centra exclusivamente en la diversidad biológica. El barbarismo y darwinismo social de nuestra civilización también está dando cuenta de las lenguas indígenas, que sucumben ante la fría e impersonal economía de mercados. Cuando una lengua desaparece, no se pierde únicamente una manera de expresar el universo. También se van las posibilidades de conocer otras formas de percibirlo y concebirlo, ya que la misma estructuración sintáctica expresa una particular forma de ver el mundo. Así, con la pérdida de una lengua se pierde un tipo de conocimiento basado en la experiencia (ensayo y error) transmitido a través de la tradición oral y con aportes importantes a las actividades de manejo y conservación de la naturaleza.
Las lenguas están en más riesgo de desaparecer que las aves y los mamíferos. Mientras la extinción de plantas con semilla para los próximos 3 mil años se calcula de 50 por ciento, la extinción de lenguas en los próximos 100 años será de 90 por ciento. Se estima que la mitad de las aproximadamente 7 mil lenguas existentes en el mundo están amenazadas con extinguirse. Además de ello, 10 lenguas (francés, japonés, ruso, bengalí, portugués, hindi, árabe, español, mandarín e inglés) son habladas por 46 por ciento de la población, lo que significa que las 6 mil 990 restantes son habladas por más de la mitad de la población mundial, evidenciando una concentración hegemónica de lenguas en el mundo. De 1940 a 1988 en Sudamérica, por ejemplo, se perdieron 178. En México se calcula actualmente la existencia de casi 300 lenguas dentro de 65 etnias existentes, de más de 500 calculadas que existían a la llegada de los españoles. Desde entonces se han extinto 112 grupos étnicos, casi la mitad de las lenguas indígenas de México tiene menos de mil hablantes, y en casos como los kiliwa, cucapá, diegueños y otros más, sus hablantes son menores a 100, colocándolos en una situación apremiante.
Las principales causas de la extinción de lenguas a escala global son la falta de transmisión de la misma, el racismo y la limpieza étnica, los conflictos étnicos “modernizados”, los desplazamientos y la migración, la evangelización, las enfermedades, la esterilización forzada y las hambrunas. Los grupos indígenas frecuentemente son “punta de lanza” en los conflictos armados. Desempleados, conforman el grueso migratorio en busca de mejores oportunidades como ocurre en la India y México, o son segregados a trabajos riesgosos como las minas de uranio y los rascacielos, en Estados Unidos. El tipo de economía que desarrollan en muchos casos es ilegal y el estatus social de determinadas etnias es codificado en leyes nacionales y perpetuado por abusos institucionales.
En México, la batalla contra los indígenas surge desde los mismos programas de desarrollo expresados, por ejemplo, en la construcción de presas, la electrificación, la construcción de caminos, en fin, del desarrollo impuesto. Allá están los huicholes que proponían celdas solares frente al cableado eléctrico, con lo que pretendían evitar la introducción masiva de televisiones, de máquinas tragamonedas, del Gansito y la Coca-Cola, los mismos huicholes que se opusieron a la construcción de caminos que ahora sirven de tránsito a la madera de sus bosques talados ilegalmente por agentes externos. Están también los tzeltales y tzotziles, que osaron luchar por su dignidad ahora copados por campamentos militares, las drogas y prostitución.
¿Es que representa un peligro ser indígena? De ser así, es entendible la desaparición de lenguas, aunque no comprensible en su aspecto causal. Si la etiqueta de hablante de lengua indígena compromete la vida, el futuro, las posibilidades de aspirar a una vida digna y de calidad, es lógico que se prescinda de ella.