Participación social, pueblos indígenas y educación intercultural

12.Jul.09    Análisis y Noticias

Tomado del diario Los Andes, de Puno

Escribe: Saúl Bermejo Paredes

La participación social, en una coyuntura definida por el desinterés del Estado respecto a la Educación Intercultural (EI), se constituye en una estrategia determinante para el éxito de la EI. Desde que la EI es pensada y diseñada por personas que cultural y lingüísticamente son diferentes a las personas que serán los usuarios y/o beneficiarios, define desde el inicio, una posición de subordinación del beneficiario. La generalidad de las políticas de EI provenientes del Estado y de las ONGs, han operado de este modo: los especialistas decidieron el qué y cómo de la EI, desestimando la participación de las organizaciones de los pueblos. He ahí, la inconsistencia y el fracaso de las políticas EI. Jamás, se ha consultado y consensuado con los pueblos la naturaleza de la EI que ellos desean; no se ha indagado sobre cómo es el tipo de escuela con el que sueñan los aimaras y los quechuas; cuáles son las visiones de escuela de los pueblos indígenas; no se ha estudiado suficientemente sobre los procesos de socialización, cognición, etc. de los niños andinos, etc. Lo que se hizo es, haber echado una mirada desde el ángulo “especializado” que todos los aimaras y quechuas están “descalzos”; por tanto, requieren de “calzado”. Repartieron el calzado, creyendo que lo necesitaban; no obstante, nadie se lo “pone”.

Hoy, los pueblos indígenas en general, alzan su voz para construir los estados plurinacionales. La concreción de este propósito sólo es factible a través de la educación: la Educación Intercultural Bilingüe. La lucha de clases como el motor de la historia ha caducado, pretender el cambio y la transformación económica social a través de la violencia ya no tiene sustento; por tanto, la educación constituye un derecho fundamental y es el catalizador más poderoso para el desarrollo humano, sostenible y ecológico; es más, se convierte en el eje vertebrador de cualquier política de desarrollo. Entonces, una política educativa puede convertirse en una fuerza impulsora del desarrollo económico y social cuando proviene de las entrañas de la sociedad que lo demanda. Los estudios de programas y experiencias innovadoras muestran que los cambios dependen, sobre todo, de las personas, por su compromiso y participación. En la medida que se fortalezcan las estrategias de participación, tanto en el nivel de las macropolíticas como en las decisiones que afectan a la escuela, será más fácil lograr los cambios necesarios para avanzar hacia una mayor equidad en la educación y el desarrollo de la EI. Es fundamental, el compromiso de la sociedad con la educación y con las generaciones que sostendrán el futuro de nuestras naciones. Sin embargo, es bueno advertir que, las reformas educacionales y la participación social no pueden de por sí hacer “milagros” en educación, es necesario el desarrollo global de políticas económicas y sociales que aborden las causas que generan desigualdad fuera del contexto educativo.

Una política educativa basada en la participación social de los pueblos, puede contribuir a moderar y reducir la brecha social y la segregación y fragmentación de nuestras nacionalidades. El desarrollo de la educación favorece directamente al desarrollo social y económico de un país. La madurez y consolidación de las sociedades democráticas en gran medida viene dada por el desarrollo de las capacidades individuales y por la capacidad que tenga la sociedad para participar, integrarlas y hacerlas funcionales en los proyectos colectivos. La participación social, permite que las personas sean conscientes de la realidad que viven, sean críticas y asuman actitudes comprometidas con una acción transformadora hacia una vida mejor. La situación actual de injusticia social y la misma naturaleza del hombre, temporal e histórica, exigen que la determinación de los fines de la educación sean asegurando la participación social de los pueblos en una perspectiva dinámica, de modo que el proceso educativo atienda consciente y directamente a la formación de actitudes para el cambio, en el marco de la cultura y de las necesidades concretas de la sociedad, a las cuales la educación debe dar respuestas.

La participación social, en las últimas décadas se ha propiciado desde el Estado u otros organismos externos a los pueblos indígenas, que ha devenido muchas veces sólo en asegurar el asiento para el representante de la organización. El Estado y las organizaciones no gubernamentales de esta manera, legitiman sus políticas y acciones. Los “especialistas” de estas instancias, desestiman el protagonismo y el aporte de las organizaciones indígenas o no encuentran las estrategias efectivas para garantizar una real participación social. Los pueblos aimara y quechua han desarrollado mecanismos de resistencia a través de la historia frente a la intromisión externa. Estas estrategias, son las que han permitido _por fortuna_, la persistencia de la cultura indígena. Si las políticas no van de la mano con el pensamiento, su historia, con las formas de organización, de autoridad, institucionalidad, demandas y utopías de los pueblos indígenas no pueden pretender nada. Por lo mismo, establecer mecanismos de participación social para asegurar una EI pertinente, equitativa y de calidad aún es complejo. Si bien no existe _advierte Moya1 _ un cuerpo que defina los conceptos, políticas y estrategias indígenas en torno a su propia participación, los movimientos indígenas, a través de sus organizaciones, han desarrollado distintas propuestas y demandas con relación a los factores que deben intervenir en su propia educación, los cuales deben tomarse en cuenta para la elaboración de las normas, procedimientos, funcionamiento institucional y espacios de investigación, participación, control social y retroalimentación que permitan incrementar la calidad de los procesos y servicios educativos y culturales; todo ello con el fin de hacer de la educación una herramienta eficaz para un desarrollo social más equitativo y congruente.

Si asumimos que la EIB es un proyecto político y pedagógico, la participación social debe ser la garantía de su eficacia. Los pueblos indígenas, van dando pasos firmes hacia la perspectiva de la EI, y como tal, su participación está asegurada. En cambio, los sectores “monoculturales”; y sobre todo, los que toman las decisiones, emiten las políticas y tienen responsabilidad de ejecutarlas no toman partido de la EI. Es todavía, para ellos, incomprensible y no muchas veces inútil y ridículo la EI. Los centros de poder, sin embargo; están monitoreando constantemente el “despertar indio”, el protagonismo de las organizaciones y movimientos indígenas y han ideado algunas estrategias para el “desarrollo indígena” y la participación ciudadana desde Washington: el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), bajo la denominación de “desarrollo con identidad” de los pueblos indígenas, ha propuesto estrategias y objetivos para el desarrollo indígena. El BID2 , concibe que el desarrollo indígena es un proceso que comprende el fortalecimiento de los pueblos indígenas, la armonía e interacción sostenida con su medio ambiente, la buena administración de los territorios y recursos naturales, la generación y el ejercicio de autoridad y el respeto a los valores y derechos indígenas, incluyendo los derechos culturales, económicos, sociales, e institucionales de los pueblos indígenas, de acuerdo a su propia cosmovisión y gobernabilidad.

Las estrategias de participación social y la concepción del modelo de desarrollo para los pueblos indígenas, no provienen de las élites ni las cúpulas de poder o del Estado, sino del seno de los pueblos y sus organizaciones con un profundo contenido popular, comunal y democrático. Los pueblos indígenas, ya no dirigen sus esfuerzos hacia la “resistencia” ante el poder colonizador, sino reivindican la “restitución” de sus territorios, formas de organización política, social, de su historia, sus conocimientos, saberes y valores. ¿Qué implicancias tiene por ejemplo, la restitución de las formas de organización social y política? Un primer aspecto a considerar es la redefinición del sentido de autoridad e institucionalidad. La autoridad en los pueblos indígenas no responde a una configuración piramidal, es cíclica, colectiva y de relación horizontal. La estructura de la lengua aimara y quechua no contempla palabra alguna que sea equivalente o de igual significado al “usted” del mundo occidental, que denota jerarquía, sino sólo el “tú” que marca una relación de armonía y diálogo. El poder del liderazgo y la autoridad no son conferidos desde “arriba” sino se controlan y “autorregulan” desde abajo, desde las bases sociales. Los líderes para las organizaciones indígenas no “vienen de fuera” en su representación sino son hijos nacidos en la propia organización y éstas los designan. Históricamente, Thomson registra este hecho cuando estudia el levantamiento de Túpac Katari y señala que no sólo los líderes del movimiento eran principalmente de origen comunario, sino las comunidades mismas tenían un papel en la designación de los líderes%uF02A. Es más, los líderes y las autoridades no responden de sus actos a las consignas y cúpulas de los partidos políticos, sino a los pueblos que los ungieron como sus representantes; y por tanto, el poder conferido es autorregulado por el colectivo. El liderazgo de los pueblos indígenas no descansa en las cúpulas o “dueños” de siempre de los partidos políticos, sino es cíclico y se va renovando constantemente por “turnos” según cualidades; y por tanto, no se admiten la coima y la corrupción para aspirar a ser autoridad. Los líderes y las autoridades no imponen políticas de desarrollo, sino es el pueblo mismo que a través del consenso y la participación social delegan responsabilidades a las autoridades para su concreción.

Estas formas de organización social y política responden básicamente, a la libre determinación de los pueblos en su derecho a la autonomía y el autogobierno. En este sentido, los pueblos indígenas no requieren reformas, pretenden apropiarse de la educación (EIB) para organizarla bajo su responsabilidad, sin mucha ingerencia del Estado, que ha demostrado incapacidad de respetar y diseñar políticas educativas pertinentes para las culturas y los idiomas de las diferentes nacionalidades. La autodeterminación es un concepto polifacético, según la emergente reivindicación de los pueblos indígenas, hace alusión a contenidos referidos al derecho territorial, a la lengua, cultura, educación, ejercicio de autoridad, jurisprudencia, etc. que se propone sean reconocidos por el Estado. Hay además, como refiere Abram4 una propuesta más general que se refiere al derecho de ser escuchados, de ser tratados y atendidos como los demás ciudadanos y una referencia a los derechos humanos. Se ha perdido el principio ético del respeto ante los hombres de origen indígena, el testimonio de una mujer quechua de Ayacucho víctima de la violencia terrorista y del Estado, registrado por la Comisión de la Verdad y la Reconciliación es bastante ilustrativo en este sentido: Señores chaymi ñuqa munani kachun respeto, kachunya manchakuy, masque imayrikulla kaptiykupas, wakcha pobri kaptiykupas, campesino totalmente ñuqañaykuchu kaniku, huk real llapas killapi ganaq, mana ni pipas kanikuchu. Señores, chayta ya justisiyata mañakuykiku. (Señores, por eso yo quiero que haya respeto. Que haya moderación, aunque sólo seamos muy humildes. Aunque seamos huérfanos y pobres. Campesino puro podemos ser; que ganamos sólo un real por mes y, aunque no seamos nadie, señores, ésta es la justicia que le pedimos). (Audiencia de Huanta. 11 de abril de 2002. Testimonio de la señora Sabina Valencia. CVR 27). Según la Comisión de la Verdad y la Reconciliación del Perú (CVR), las tres cuartas partes de los 69 mil muertos o desaparecidos, entre 1980 y 2000, a manos de las organizaciones subversivas o de agentes del Estado, eran campesinos pobres quechua-hablantes. En palabras de Salomón Lerner, presidente de la CVR, tal situación constituye un doble escándalo: “el del asesinato, la desaparición y la tortura masivos, y el de la indolencia, la ineptitud y la indiferencia de quienes pudieron impedir esta catástrofe humana y no lo hicieron” (CVR 9)5 . En la visión andina del mundo _anota Godenzzi6 _, respeto es permitir que todo y todos sean a plenitud lo que tienen que ser; es permitir y participar en el circuito de la fuerza vital, que anima la buena marcha de la sociedad y la naturaleza. Ese respeto es radical y concierne a todo ser humano; no está supeditado a estatus económico, pertenencia étnica o reconocimiento social. El derecho y la política, las instituciones y las relaciones interpersonales requieren ser revisados en su concepción y en su ejercicio a la luz del principio ético del “respeto”.

La participación social concebida, para hacer viable la utopía de la EI se inscribe en el pensamiento milenario de los pueblos indígenas y el mundo moderno. Esto de por sí, implícitamente lleva hacia la reforma total del Estado. Es inviable que el Estado ceda el poder a los pueblos y sus organizaciones. Al contrario, el Estado siempre aseguró el poder con todos los medios a su alcance. La represión es el mecanismo más generalizado. Para el Estado, los que piensan en reformarlo%uF02A al servicio de las mayorías, son anarquistas o terroristas y con este fin se han promulgado un sin fin de normas legales para penalizar cualquier iniciativa de reforma. Felizmente, el mundo moderno está evidenciando que, las naciones sin Estado son las que van alcanzando el umbral del desarrollo y asegurando las mejores de condiciones de vida para su población. Se van diluyendo las fronteras políticas que fueron trazadas artificialmente por las emergentes repúblicas y en su lugar se van consolidando las naciones como tal. La comunidad de los países de la Unión Europea es un ejemplo evidente. En América Latina, también se van registrando casos como los protagonizados en la región de Chiapas en México; por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador; y el movimiento altiplánico aimara en Bolivia.

Las formas de participación social proveniente de las organizaciones indígenas aún son frágiles. Los indígenas del Perú no hemos sido capaces de articular un gran movimiento indígena que pueda poner en “jaque” al poder centralista, como ocurre entre nuestros vecinos del Ecuador y de Bolivia. El palacio de gobierno nunca fue tomado por movimiento indígena alguno que planteara un sistema de gobierno alternativo. Algo ocurre en nuestro país, como enfatiza García7 , en el corazón del Imperio Incaico un país con una población significativa (se estima que representa cerca del 40% de la población total), el “movimiento indígena” parece inactivo. Las siguientes razones tratan de ofrecer respuestas a esta situación: primero, algunos intelectuales argumentan que las identidades y discursos de clase históricamente han desplazado las identidades y movimientos étnicos. Velasco Alvarado promovió la desindianización, desestimando la identificación indígena étnica, llegó a prohibir incluso el uso del término indio para reemplazarlo por el de campesino; segundo, los 80 fueron los peores años de violencia y persecución en el Perú; los indígenas vivían entre dos fuegos: el del terrorismo y el del Estado, es estas condiciones no era propicio alimentar un movimiento indígena; y tercero, debido al fenómeno migratorio y los niveles de escolaridad alcanzados por los indígenas, éstos cada vez fueron incorporándose al mundo urbano y a la clase mestiza, la cultura urbana y la movilidad social provocada por la escuela han generado estilos de vida, pensamiento, valores y actitudes desfavorables al sentimiento e identidad indígena. Ser mestizo se convirtió _anota Lumbreras8 _, en un medio de menguar los desencuentros culturales más hoscos, sólo que ser mestizo tenía a su vez el requerimiento de abandonar sus hábitos indígenas, porque sino se mantenía la condición de “indio”. Estas explicaciones, también son válidas para razonar respecto al poco interés y desarrollo que ha tenido la EI en el Perú. Las propias organizaciones indígenas, al igual que la mayoría de los maestros de raíz indígena, han generado actitudes de rechazo ante la EI.

Ahora, sin embargo; la coyuntura se va recomponiendo a favor de la consolidación de las identidades culturales, étnicas y formas de participación social. Las personas y los pueblos de origen aimara y quechua se identifican como indígenas. La carga semántica peyorativa que le era asignada a la palabra indígena o indio se está diluyendo y avanza a contracorriente de la tradición racista y discriminadora: va desde dentro hacia fuera, como signo de identidad y orgullo. Históricamente, el término se usó desde fuera para menospreciar a los de dentro. El sentido de pertenencia hacia lo indígena, ha llevado a Toledo a ser Presidente del país _aunque después nunca encarnó lo indígena_ y el pueblo indígena ha logrado una representación _mínima por cierto_, en el Congreso de la República en los dos últimos períodos electorales. Esto demuestra que, requerimos impulsar un gran movimiento indígena a nivel del país, organizado alrededor de banderas de identidad cultural, étnica y lingüística, que permita articular las reivindicaciones regionales y nacionales con una activa participación social, que viabilice el surgimiento y consolidación del gran Estado Plurinacional comunitario. Esta participación que es política, en el plano pedagógico tiene que traducirse en una efectiva participación social desde la concepción, planificación, ejecución y evaluación de la EI, de tal manera que, a mayor participación social habrá una actitud más positiva hacia la EI.

1 MOYA, Ruth. 2007. Participación Social, Banca Multilateral y Educación Intercultural Bilingüe. Bolivia, Ecuador y Perú. CARE- Perú. Lima. 2 BID. Departamento de Desarrollo Sostenible. 2006. Unidad de Pueblos Indígenas y Desarrollo Comunitario. Estrategia para el Desarrollo Indígena. Washington. EE.UU. 3 THOMSON, Sinclair. 2007. Cuando Sólo Reinasen los Indios. La Política Aymara en la Era de la Insurgencia. Muela del Diablo Editores. Bolivia. %uF02A* Ésta es una lección histórica, no requerimos de los “otros” como los García, Flores, Humala, Donayre o Toledo en el Perú. Los pueblos indígenas tenemos nuestros propios líderes, es tiempo que protagonicen hechos y acontecimientos políticos a favor de su pueblo y origen. 4 ABRAM, Matthías. 1989. El Papel de las Organizaciones Indígenas en la Educación. En: Pueblos Indios, Estados y Educación. PEB-Puno, Proyecto EBI-Ecuador, ERA. Puno. Lima. 5 CVR-Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, Perú. Lima: CVR. 2004. 6 GODENZZI, Juan C. 2005. Introducción / Diversidad Histórica y Diálogo Intercultural. Perspectiva Latinoamericana. Sección de Estudios Hispánicos. Universidad de Montreal. Canadá. *%uF02A El texto no pretende derrocar el Estado ni ejercer violencia para reformarlo, ni vulnerar el sistema jurídico, únicamente; transmite las experiencias que van ocurriendo en otras latitudes y expresa una corriente de pensamiento. 7 GARCÍA, María E. 2008. Desafíos de la Interculturalidad. Educación, desarrollo e identidades indígenas en el Perú. IEP.Lima. 8 LUMBRERAS, Luis G. 2007. Los Derechos Culturales. En: Derechos Culturales en la Educación Básica de Bolivia, Ecuador, Perú y Paraguay. Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación la Ciencia y la Cultura. OEI. Lima.