MIGUEL ENRÍQUEZ Y LAS TAREAS ACTUALES PARA EL CAMBIO
Sin duda que para hablar de Miguel Enríquez hay que hacerlo en varias dimensiones, esto es, no sólo en lo que fue durante su vida combatiente, sino en particular lo que de allí se desprende como tareas del presente. En la época que dirigió el MIR fue quien consiguió sintetizar mejor las necesidades prácticas de la época, lo que quedó plasmado con el compromiso personal de su propia vida, que se nos fue con su muerte.
Manuel Cabieses en Punto Final culmina su última reflexión sobre Miguel con una apología del socialismo del SXXI, lo que nos parece tratar de meter un elefante dentro de una taza de leche, por la poca y nula correspondencia del pensamiento y obra de Miguel con la burocracia chavista, que si bien hay que defenderla, como había que defender el gobierno de Allende, no es válido esconder los ingentes esfuerzos de cientos y miles de militantes de base de Venezuela para conseguir sostener y fortalecer el poder popular. Es como que Cabieses dijera que aquí el MIR debía abandonar sus tareas para hacer solamente bloque de solidificación de la burocracia de la Unidad popular, subordinarse a ella.
La mejor reflexión sobre Miguel y sus perspectivas que conozco hasta ahora pertenece a un compa que no proviene de las filas miristas, Sergio Grez, que en su presentación del libro de Pedro Naranjo dice:
“Sin duda estamos en una época distinta. Ya no vivimos –como creíamos entonces- en “la época del imperialismo y de la revolución proletaria”. Ciertamente estamos aún la época del imperialismo (ahora más globalizado), pero sólo una imperdonable ceguera política podría llevarnos a creer que la revolución proletaria está a la orden del día en algún punto del planeta. Cuando las grandes transformaciones sociales, económicas, culturales e ideológicas de las últimas décadas del capitalismo globalizado han diluido la identidad e incluso una buena parte de la base sociológica de la clase obrera, cuando la emergencia de nuevos actores sociales populares configura un panorama más complejo y matizado, sólo una irreflexiva obstinación nostálgica podría llevarnos a la repetición de los moldes revolucionarios clásicos. Pocos son, en realidad, los conceptos e instrumentos políticos de aquella época que han salido indemnes de los vendavales históricos del tiempo transcurrido desde la caída en combate de Miguel Enríquez.
“Los proyectos marxistas de socialismo basados en dos supuestos, un soporte material representado por la gran industria, y un soporte social, la clase obrera, han sido seriamente cuestionados por la experiencia histórica y por la evolución del capitalismo. Hasta ahora las bases materiales de la gran industria no han constituido más que los soportes de la reproducción ampliada del capitalismo y en algunos países produjeron formas estatales totalitarias. Una nueva utopía revolucionaria, so pena de volver a repetir experiencias de nefastas consecuencias, debería comenzar por cuestionar este supuesto proponiendo enseguida una nueva forma de producir que aún no es posible prever”.
Comentamos:
Tal vez en Sergio haya aquí un cierto remanente de historicismo o aún voluntarismo, ya que piensa que es necesario “prever” nuevas formas de producir y otras de diseñar una nueva utopía, esto es una nueva mirada teleológica que sólo puede asentarse en la racionalidad antes de salir a la vida. Se trataría de una especie de nuevo “referente conceptual” que permita aglutinar inteligencias en pos de un nuevo tipo de intelectual colectivo. Ello podría confirmarse por el tipo de reflexiones, conclusiones y propuestas que Sergio se ha dado en originar junto a historiadores e intelectuales en la que han llamado la Mancomunal, justamente un intelectual colectivo acorde con los tiempos, que no es partido, pero cumple algunas de sus funciones.
Para ello no hace falta juntar intelectuales que piensen por donde andaremos los demás, sino juntar vecinos a convivir, para que sea la práctica la que determine las nuevas formas económicas que antecedan a cualquiera utopía, como fue la compra y venta de fuerza de trabajo cuya extensa red hegemónica aseguró el piso político de la burguesía, que tenía el control de las relaciones sociales para luego, con ello, acceder al control del estado, lo que le permitiría seguir manteniendo su sistema de dominación. Tal vez sea mejor para nosotros desarrollar primero una nueva economía autogestionaria basada en redes alternativas de producción, intercambio y consumo y con ello podremos ver si queremos estado para dominar. Pero vaya usted a convencer de eso a aquellos que se preparan para administrar la cosa pública, por lo que el tema es de fuerte connotación ideológica. Algunos piensan que Miguel estaría hoy con la misma convicción del “poder proletario”, lo que sería jocoso. Otros reconocen la presencia de nuevos movimientos sociales, el desplazamiento del obrero por la maquinización, la utilización de conceptos como “multitud” y otros. Algunos que sienten la ausencia de piso estructural, se aferran a los viejos cánones de la ideología del proletariado como cristianos a la biblia. Yo no sé lo que haría Miguel en la época actual, pero creo prudente aprender de él a realizar diagnósticos acabados de las formas estructurales y correlaciones de fuerzas y etcétera. Si el diagnóstico es otro, es tarea nuestra descubrir los pasos a seguir y por donde.
Sigue Sergio:
“Igualmente, hay que constatar que a pesar de las previsiones y deseos, la clase obrera no ha sido, en cuanto tal, en ningún país del mundo, la fuerza social decisiva para la liberación de la humanidad. Si bien su carácter de clase explotada bajo el capitalismo es una evidencia histórica incontestable, su esencia revolucionaria universal no fue, en realidad, jamás fundamentada ni confirmada por la experiencia histórica. Aunque buena parte de las revoluciones del siglo XX se hicieron en su nombre y con su apoyo, en ninguna parte esta clase, en tanto tal, ejerció la dirección real de esos procesos que terminaron por constituir nuevas formas de dominación y de explotación. Esta constatación no invalida el hecho de que un proyecto revolucionario anti-capitalista sólo puede tener como base social a los trabajadores y demás sectores explotados u oprimidos por el capitalismo, pero nos obliga a replantearnos el tema de los sujetos sociales portadores del cambio. De seguro, el sujeto social revolucionario de los nuevos combates por la liberación será un sujeto social más cercano de aquella visionaria percepción de Miguel Enríquez sobre “los pobres de la ciudad y del campo”, un sujeto plural, multiforme, de contornos flexibles, que se construye en torno a ciertos momentos y tareas históricas. No se tratará ya de encontrar a “la” clase mesiánica portadora de la liberación de la humanidad, sino de articular en un proyecto revolucionario global las aspiraciones de los trabajadores y demás sectores explotados con las de otros segmentos sociales y culturales que cuestionan el capitalismo. Las experiencias de la izquierda latinoamericana más cargadas de promesas para el porvenir durante los últimos lustros, las del Partido de los Trabajadores brasileño y de los zapatistas en México, son indicios de una transición que anuncia cambios cuya forma definitiva aún no es posible avisorar”.
Comentamos:
Bueno, la experiencia del PT mostró sus debilidades, en tanto los municipios autónomos creados por los zapatistas, hoy día actúan en casi todos los estados mexicanos. Los cubanos dijeron que en Miguel despuntaba un líder de revolución y los zapatistas dijeron que en Lacandona octubre también se llama Miguel. La raíz de ambos es el guevarismo, miristas y zapatistas tenemos en común que no usamos al Che como afiche y solapines como los burócratas que sólo aspiran a dirigir el instrumento estado.
Es muy bueno que Sergio rescate el concepto de Miguel de los pobres del campo y la ciudad, pues esa es una clave que ayuda a entender no sólo el actual concepto de marginalidad y otros, sino que ayuda a fijar la vista con relación al protagonismo histórico. Al menos los mapuche están mostrando que en esa pobreza está una historia oculta (ahora no tanto) de opresión del estado chileno y actúan en consecuencia solamente determinando que prefieren trabajar entre ellos, sus comunidades e identidad que sobre la base de ideologías o intelectuales colectivos ajenos al mundo de la vida, que se chocan con su cosmovisión, diríamos con la subjetividad del sujeto comunitario.
Eso es lo que falta en los barrios de las ciudades, un sentido de pertenencia, de identidad, de comunidad.
Sigamos con Sergio:
“¿Qué podemos rescatar entonces de la experiencia de la generación revolucionaria de los 60 y los 70? En un mundo donde ha hecho crisis la teoría clásica de la revolución y en el que el impulso vital de la revolución rusa se ha extinguido en medio del desastroso final de los “socialismos reales”, es sin duda muy poco lo que se puede recuperar de las referencias teóricas, de los instrumentos y de las estrategias políticas de antaño, pero es mucho lo que se debe recoger en cuanto a decisión de cambiar el mundo y lo que hay que rescatar en el plano de la moral y de la consecuencia con los principios y convicciones. Cuando las clases dirigentes a través de sus políticos e intelectuales solo ofrecen a la humanidad la perspectiva de una eterna reproducción del capitalismo, una suerte de congelamiento o “fin de la historia” sin proyectos colectivos ni utopías de cambio social, cuando en países como el nuestro la clase política nos muestra día a día que para ella pensar, decir y hacer son tres cosas distintas, el legado moral de Miguel Enríquez y de su generación revolucionaria sigue teniendo un valor que en la perspectiva de las luchas y utopías libertarias del futuro no será puramente testimonial. El desafío histórico para las nuevas generaciones consistirá en recoger esa herencia moral y procesarla a través del prisma de nuevos instrumentos teóricos que deberá construir por si misma, recuperando de los aportes anteriores lo que sirva, sin reflejos nostálgicos que conduzcan a la repetición de los costosos errores del pasado, pero sin claudicación frente a las presiones del sistema de dominación”.
Comentamos:
Es difícil acompañar a Sergio en eso de las luchas y utopías libertarias “del futuro”. Tal vez nunca llegue ese conjunto de conceptos que permitirá reaglutinar a los intelectuales y posiblemente sea más efectivo y realista observar las diferentes prácticas que vienen brotando desde diversos lugares del continente desde abajo. Tal vez ya se está configurando la presencia de distintos sujetos no sólo sociales, sino más que eso, comunitarios, en el campo, las comunidades originarias y en múltiples experiencias barriales.
Los pobres del campo y la ciudad están intentando hacer sus propios caminos, a los que será sano sumarnos para descubrir en ellos el potencial de subjetividad que será diferente al producto racional del encuentro de los intelectuales.
Miguel Enríquez nos enseñó a quebrar esquemas, a innovar permanentemente ya respetar profundamente al pueblo.
Abrazos
Profesor J